Prólogo

Amanda me lanzó una mirada intensa, penetrante.

—Porque yo sí que confío en ti, Hal.

A Se quedó callada, con sus ojos clavados en mí, como si nada. Y

entonces, justo cuando yo estaba a punto de apartar la mirada, me cogió la mano y la estrechó suavemente entre las suyas.

—Confío plenamente en ti, Hal.

—Pues… gracias —respondí—. Me alegra que confíes en mí, Valentino, pero ¿no te parece que deberías ponerme a prueba para saber si soy digno de tu confianza? —añadí medio en broma.

Amanda se quitó las gafas, apoyó la cabeza en el asiento y esbozó una sonrisa que, con el tiempo, he llegado a comparar con la de la Mona Lisa.

—Lo haré, Hal Bennet. Ten por seguro que lo haré.