Capítulo 18

Callie y yo nos separamos: ella fue a la habitación de la tele gigante y yo me metí en el cuarto de la lavadora. Callie no se C equivocaba. El espacio sobrante era más que evidente. A no ser que las paredes de la casa de los Braggs tuvieran más de dos metros de grosor, entre las dos habitaciones había algo más que una simple estantería.

Cuando empecé a examinar la pared, recordé la primera lección que aprendí en las viejas novelas de detectives que tenía mi padre: inspeccionar hasta el último centímetro. Quitando un par de pósters de películas y un molde me madera, no parecía haber ningún hueco para esconder un picaporte. Abrí el armarito, pero solo tenía otra foto enmarcada de la señora Bragg, vestida con unas mallas, un sujetador deportivo y una medalla colgada al cuello.

Madre mía, ¿es que esta gente no se cansaba nunca de mirarse el ombligo?

Empecé a palpar las paredes del interior. ¿Y si encendía la luz? Deseché la idea en cuanto vi que la ventana daba al jardín trasero. Alguien podría extrañarse de que hubiera luz en el cuarto de la lavadora. Mejor no correr el riesgo.

Mi móvil pegó un zumbido: un mensaje de Callie.

NADA :—(

Estaba a punto de responderle exactamente lo mismo, cuando la luz del móvil me permitió ver algo. Dirigí la pantalla hacia la pared y encontré, oculta en la junta que separaba el armario de la pared, la cerradura más diminuta que había visto en mi vida. Con las manos temblorosas, le mandé un mensaje a Callie.

ALGO :—)

Segundos después, Callie se reunió conmigo y nos pusimos a examinar mi descubrimiento.

—Bien, bien —susurró—. Es una cerradura, sin duda.

—Ahora solo necesitamos la llave.

—Eso es fácil de decir pero… —dijo Callie.

—Pensemos —dije—. Si fueras el jefe Bragg, ¿dónde esconderías una llave?

—Pues… ¿En la comisaría? ¿En mi llavero?

—Eso suponiendo que solo la necesitase él. ¿Pero y si la señora Bragg también utiliza esta habitación secreta? ¿Y si toda la familia la usa?

Callie se quedó pensativa durante unos instantes.

—Entonces tendría que estar a mano, para que todos pudieran cogerla en cualquier momento.

Asentí con la cabeza.

—Y al tratarse de una llave tan pequeña, lo lógica sería guardarla lo más cerca posible de la cerradura, ¿verdad? —añadí pensando en voz alta.

—Claro, porque si se te cae… sería difícil de encontrar.

—Exacto. No sería buena idea pasearla de un lado a otro de la casa…

Porque se podría perder.

Nos dimos la vuelta a la vez con intención de registrar el cuarto de limpieza. La primera vez que lo vi me pareció muy ordenado y limpio y sin demasiados trastos; apenas unas cuantas toallas cuidadosamente dobladas, varios productos de limpieza y alguna que otra cosa por el estilo. Pero ahora que teníamos que buscar una llave de tamaño liliputiense, de pronto me pareció el cuarto más inmenso y caótico del mundo.

—Está bien —dije, esperando sonar más confiado de lo que en realidad me sentía—. ¡Manos a la obra!

Pero al cabo de quince minutos, Callie y yo aún no habíamos encontrado nada.

Desanimados, nos apoyamos sobre la lavadora, contemplando la pared donde estaba la cerradura. Tan cerca y a la vez tan lejos… La sonriente y atlética señora Bragg que colgaba de la pared del armario parecía burlarse de nuestros inútiles intentos por descubrir los secretos de su familia.

—La señora Bragg tiene un cuerpazo —dijo entonces Callie, sin venir a cuento.

Me quedé mirando la foto. Objetivamente hablando, supongo que Callie tenía razón, pero lo cierto es que Brittney Bragg, al igual que su hija, no me atraía ni lo más mínimo.

—Supongo —respondí.

—Y es taaan discreta… —añadió Callie, indicando con un gesto lo diminuto que era el sujetador deportivo de la madre de Heidi—. Ups, ¿estoy enseñando demasiado? ¡No me había dado cuenta! —dijo imitando una de las risitas tontas de Brittney Bragg.

De pronto, me puse en pie de un salto.

—Espera un momento. ¡No puedo creer que no nos hayamos dado cuenta antes! —exclamé.

—¿De qué? —pregunto Callie, levantándose también.

Crucé la habitación de dos zancadas y descolgué la foto del armario.

—Seguro que si se la pides al estudio donde trabaja, te mandarán una copia firmada —se burló Callie—. «Para Hal, con mucho cariño, Brittney».

—No, no. ¿No te das cuenta? —pasé la mano por el reverso de la foto, quitando los resortes que la sujetaban al marco.

—¿De qué?

Un segundo después, mis dedos se toparon con lo que andaban buscando. Iluminado tan solo por la tenue luz que se filtraba por la ventana, levanté la llave para que la viera Callie.

—Pero… ¿cómo lo has…? —se había quedado boquiabierta ante mi descubrimiento.

Volví a colgar la foto en la pared y metí la llave en la cerradura. Como esperaba, encajó a la perfección. Al escuchar el chasquido del mecanismo al abrirse, me giré hacia Callie con una enorme sonrisa.

—¿De verdad pensabas que alguien como Brittney Bragg pondría dentro de un armario una foto en la que sale tan explosiva?

Y con esta pregunta retórica, abrí la puerta que conducía a la habitación secreta de la familia Bragg.