o el árbol que se tala
cayéndole lagrimas pardas de sus ramas.
Empujar un horizonte
con el dedo acusador,
iluminado de verdad,
de la única verdad,
hasta separarlo
de su cuerpo un palmo,
como serpiente
que se arrastra
por calcáreo edén,
o como el barro ocre
con que se formó vaga silueta.
Percibir el primer llanto
de la mañana algo inquietante.
Acordarte loco,
en un instante,
bajo las aguas marinas,