—YA NO TE ACUERDAS—
¿Te olvidaste? —Ya no te acuerdas.
En las arenas del desierto no se tumba nadie,
ni nadie se pregunta ni nadie se responde,
pues así es el discurso de esta cruel violencia.
No acepta favores, con el juego de la fragua,
con ella tiene bastante, bastante tiene con ella,
al abrigarse a la sombra de un ciprés
el amparo de su corteza que hilvanan los abismos.
Uno se impregna de ese mágico halo, y es capaz,
dirigido por la gracia, navegar por el fragor de un bosque
sembrado de estridentes ritmos en divina armonía.