como la devastación
de millones de hormigas en el campo,
como las ataduras atávicas en el torso,
en los brazos, en las piernas,
como en las cuerdas vocales...
espinas germinando.
Crecen señales en un azogue
que se va haciendo visible y sensible,
cosmopolita desvalido.
La dura armadura.
La piel bulle y esparce la carne su sangre,
el filtro que venera la vida,
el único esperma…
el oxígeno que oxigena.
La hebra erizada e hiriente en la pupila,
se convierte en lágrima,
en aquella gota cristalina
que se desliza hasta el corazón
o que de ella viene;