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Han pasado tres años desde que fui liberada y desde los terribles acontecimientos que desencadenó mi búsqueda.
No me arrepiento de casi nada de todo lo que hice en esos días; excepto quizás de mi ingenua valentía. Puse en peligro a mis hijos sin querer, aunque luego de hablarlo mucho en familia, hemos llegado a la conclusión de que ellos estaban en peligro desde siempre; y que quizás mi aparición desencadenó unas circunstancias, que cómo una avalancha, solo necesitaban un copo de nieve más.
Conocí mientras estaba en el hospital, a esa persona que Leandro me mencionó en una de nuestras conversaciones. Roxana era la novia de Leandro casi en secreto por dos años. Y en ese mismo mes en que yo volví a su vida, supieron que Roxana estaba embarazada. Este fue el primer motivo por el que mi hijo quería dejar de hacer contrabando. Mi aparición en ese momento sólo reforzó su convicción.
Vanessa, sorprendida como todos nosotros, al principio no aceptó bien la noticia de que iba a ser tía. Necesitaría varios meses para poder asumir la nueva situación. Tenía a su madre de nuevo, su padre estaba en prisión y sería tía muy pronto. Sin embargo, Vanessa me visitó cada domingo durante el año que siguió y poco a poco recuperamos la confianza.
Decidí alquilar una casita en Lujan de Cuyo, muy cerca de mis hijos, e intentar recuperarme antes de buscar algún trabajo. Miucha se quedó conmigo un mes luego de salir del hospital; y luego apenada tuvo que volver a cuidar de su hotel y su marido en Salta.
Yo no podía volver a vivir cerca de la prisión, aunque mantuve mucha comunicación con Amelia, hasta que fue puesta en libertad y aún ahora, que es una artista reconocida en varios círculos en Buenos Aires.
Con relación a la carrera artística de Amelia, tengo que decir que mi intento de promocionar su obra entre los marchantes de Buenos Aires, trajo para mí una consecuencia agradable e inesperada.
Unos días después de salir del hospital y ya instalada en mi pequeña casita con vista a la cordillera, sonó el timbre y Miucha, que todavía estaba conmigo, me indicó con la mano que me quedara sentada en el sillón mirando la televisión, que abriría ella.
Oí una voz conocida y Miucha hizo pasar a alguien al mínimo salón. Sonreí mientras lo miraba sin poder creer que hubiese hecho todo el viaje hasta aquí.
- ¡Rafael Andretti! ¿Qué estás haciendo aquí?
- ¿La verdad? Me preocupé mucho cuando supe como había terminado todo este asunto. Ahora sé que estás mejor y decidí venir a pasar unos días a Mendoza… Y si no te importa me gustaría pasar algún tiempo juntos.
Lo miré divertida. Por las palabras que utilizaba y por el tono, entendí sus intenciones.
- ¿Quieres cortejarme, flequillo loco? - y lancé una carcajada.
Se puso muy colorado y noté el efecto de mis palabras, arrepintiéndome de la broma de inmediato. Pero no estaba dispuesta a ponérselo tan fácil. Entonces dije:
- ¿Sabrás que soy una ex-presidiaria y que no tengo trabajo? - y sonreí
- ¡Claudia! No me lo pongas más difícil. Sólo te pido que seamos amigos y si algo surge, ya veremos.
- La verdad es que tenía muchas ganas de volver a verte - dije sincera, ante lo cual el sonrío aliviado - Eres el único amigo que me queda de mi juventud y necesito volver a unir las piezas de mi vida nuevamente. Me alegra que hayas decido venir.
- ¿Habrás reservado un hotel? - Dijo Miucha desde la cocina - Acá no hay sitio para novios, ¡somos dos mujeres solas y muy respetables!
Las carcajadas hicieron que mis dolores volvieran, aunque no las reprimí demasiado. Desde ese día Rafael es parte de mi vida, una especie de "amigovio". Nos escribimos mensajes en el teléfono cuando está en Buenos Aires y pasa largas temporadas en la casita de Luján de Cuyo conmigo.