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Llegue al guardamuebles con los nervios a flor de piel. Aunque durante el trayecto me había calmado lo suficiente para entender que estaba metiéndome en un enorme problema. Y que quizás, yo hubiera sido el detonante. Ahora sólo me quedaba intentar solucionarlo.

 

El lugar parecía sacado de una película americana. Una nave industrial con una moderna aunque espartana recepción y una entrada para vehículos en un costado. Detrás del mostrador de recepción había un guardia de seguridad privado que me miró con cierta indiferencia. Me preguntó a que "baulera" me dirigía (así llamó el guardia al trastero) y anotó el número en un formulario. No había nadie más en el lugar por lo que pude ver de la lista.

 

-         313... Por ese pasillo a la derecha, es la penúltima puerta.

 

Aparente naturalidad y asentí como haciéndole ver que estaba familiarizada con el lugar, aunque era mentira. Caminé por el largo pasillo, mientras desfilaban a mí alrededor las puertas grises, rotuladas con grandes números negros. Por un breve momento tuve la sensación que me dirigía a mi celda otra vez.

 

El pasillo estaba iluminado por una línea de tubos fluorescentes, aunque al final parecía que un par de ellos no funcionaban, dejando la entrada del trastero en penumbras.

Me acerqué hasta la puerta y noté que estaba apenas entreabierta. Decidí entrar y enfrentarme a un posible ladrón, antes que intentar avisar al guardia y permitir que escapara. Abrí la puerta y el interior estaba más oscuro que el propio pasillo. A tientas intenté alcanzar el interruptor que me había parecido ver al entrar y cuando la solitaria lamparita de techo se encendió di un paso dentro del pequeño cuarto.

 

Estaba completamente vacío. Una sensación de fracaso e impotencia empezaba a abrirse paso desde mi estómago, cuando repentinamente oí unos pasos en el pasillo que hicieron que se me pusieran los pelos de punta.

 

Me asomé y vi a un joven que intentaba caminar rápidamente pero sin hacer ruido; llevando lo que sin duda era una pequeña pintura envuelta bajo el brazo derecho. Se giró un momento para ver en mi dirección y en cuanto me vio de pié en la puerta del trastero, abrió mucho los ojos y comenzó a correr por el largo pasillo hacia la salida.

 

Corrí tras él gritándole que parara, pero ya traspasaba la puerta de salida, corriendo por el estacionamiento hacia un coche que lo esperaba.

 

Llegué a la puerta un par de segundos después que el muchachito, e intenté abrirla, pero una mano fuerte me sujetó por el brazo y reaccioné sin darme cuenta. El guardia de seguridad no tenía la culpa, pero la única oportunidad de negociar con Malena se escapaba frente a mis narices. Entonces apoyé mi mano en la mano del guardia que sujetaba mi brazo y giré todo mi cuerpo, causándole un instantáneo dislocamiento de muñeca. Gritó y me soltó de inmediato, pero en un acto reflejo intentó sacar la pistola con la otra mano. Di una certera patada en su brazo y con el impulso mismo del movimiento, mientras mi pierna bajaba, lancé mi puño y la inercia de mi cuerpo contra su mentón.

El pobre guardia cayó noqueado al suelo y yo corrí tras el coche que ya salía del estacionamiento hacia la ruta interprovincial. El jovencito que llevaba el cuadro iba en el asiento del acompañante y se me quedó mirando asustado mientras se alejaban.

 

La mejor carta para negociar una posible salida de toda esta situación se esfumó en mis narices y entonces entendí lo qué debía hacer a continuación, aunque me revolvió el estómago.

 

El detective Riva llegaría mañana por la noche, pero yo no disponía de tiempo. Ahora que ya tenían la pintura, desaparecerían, deshaciéndose de todas las pruebas y Leandro seguiría en peligro por el resto de su vida.

Llamé a Raúl, mi abogado, y aunque se opuso firmemente a mi plan, aceptó ayudarme en todo lo que pudiera hacer desde tantos kilómetros.

 

-         Lo sé, Raúl - dije mientras caminaba alejándome del guardamuebles - A mi tampoco me gusta, pero tengo que intentar conseguir alguna prueba antes de que desaparezcan o nunca más estaremos tranquilos.

-         Dime que puedo hacer - dijo resignado

-         Primero llama a Riva y cuéntale todo lo que he averiguado. Dale direcciones y nombres. Si consigo hacerme con papeles u otro tipo de material, volveré a llamarte esta noche. Y necesito que contactes con mi amigo, Rafael Andretti, en Buenos Aires. Él se ocupará de que Vanessa y Leandro estén a salvo, mientras resolvemos este embrollo.

-         No me gusta para nada este asunto, Claudia.  Deberíamos avisar a la policía, ya mismo.

-         Esta organización tiene gente en todos lados y si involucramos a la policía no tendremos lugar donde escondernos. Hasta que no sepamos con quien tratamos, no podremos avisar a ninguna autoridad. Y quizás será mejor que lo haga Riva cuando tenga todos los datos.

-         Ten mucho cuidado, por favor. Y llámanos en cuanto hayas salido de ese lugar.

 

Le prometí que sería muy cuidadosa y que solo vigilaría hasta estar segura de lo que tramaban. Pero en mi cabeza tenía otros planes. Esa pintura era la llave para destrabar esta locura y en mi cabeza tracé un plan para recuperarla. Si no lo conseguía, debería eliminar la amenaza que Malena representaba para mis hijos; y me propuse hacerlo a cualquier precio.

 

 

Sólo cuando amanezca
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