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El teléfono sonó varias veces en casa de Malena Torres antes que ella contestara.
- Diga - dijo ella intentando tranquilizarse, pues ya conocía quien llamaba.
La persona del otro lado del aparato tenía un fuerte acento ruso, pero habló en perfecto castellano.
- Soy Radoslav, la pieza ha sido declarada desaparecida hace dos días y el seguro ha cubierto el valor nominal hoy. Ya podemos encargar el traslado.
- Muy bien - dijo Malena - Llamaré a mis contactos en... - y se interrumpió, pues no debía dar nombres o lugares por teléfono - digo, que llamaré a mis contactos en la zona y arreglaré el transporte para dentro de cuatro semanas. ¿Han hecho el depósito que solicité por el traslado?
- El dinero está en su cuenta desde hace diez minutos.
- Muy bien, en pocas semanas tendrá su paquete preparado.
- Contácteme cuando tenga la pieza en su poder y le indicaré cuando debe entregarla y a quien. Muchas gracias.
Radoslav, quien por supuesto no se llamaba así, cortó sin dar oportunidad a Malena a despedirse, y ésta colgó lentamente el auricular, perdida en las expectativas de ganancia que este particular negocio le traería.