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Los siguientes dos días los pasé haciendo listas de escultores locales y salas de exposición; mientras mi ansiedad iba en aumento.
Lo cierto era que no sabía bien que nombre buscar y ni siquiera que rostro tendría Vanessa con mas de veinte años. Decidí visitar primero el museo de arte, donde Rafael Andretti había visto a mi hija. Quizás podría ver sus registros o charlar con algún otro empleado.
Accedí al director por medio de mi viejo amigo Rafael. Pero el director me recibió con algunos recelos; fue muy amable, pero no me permitió indagar con el personal del museo, supuse que mi franqueza al explicarle mi situación había creado barreras, aunque me dio alguna información adicional a la que ya teníamos.
Los registros de esa exposición no estaban actualizados; fue un premio a los mejores trabajos de las escuelas de arte locales a través de una asociación de promoción gubernamental que ya no existía; y no fue organizada por el museo, solo utilizaron las instalaciones de exposición itinerante en la planta baja. Se expusieron más de cincuenta trabajos, entre todas las formas de escultura que se practicaban en la región.
Talla en madera, alfarería indígena tradicional, talla en piedra, fundición de bronce. El pequeño dossier que me dejo ver el director contenía pocos detalles y las fotografías eran todas generales, más centradas en el evento que en los artistas. Quedé descorazonada nuevamente, esperaba sacar alguna información que dirigiera mis pasos, pero no encontraba nada. La última foto era una toma general de grupo con los jóvenes artistas junto a sus profesores, casi cien personas con caras sonrientes, intentando entrar en el cuadro. Entre esa multitud podría estar la cara de Vanessa y pedí al director si podía fotocopiar esa ultima página del dossier.
Utilizó su propia impresora en su escritorio, que era mucho más que una simple impresora evidentemente, la copia salió a todo color y con una calidad muy buena, no dejaba de sorprenderme la tecnología que me iba encontrando. Agradecida la guardé entre mis papeles y me despedí del director, rogándole que me contactara si se enteraba de algo más.
No me enteré en ese momento, pero el director hizo una llamada apenas me marché de su oficina.