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Mire a los ojos a mi hijo y comencé a hablar sin detenerme. Mientras él escuchaba con atención y cabizbajo, intentando entender lo que había pasado desde mi punto de vista.
- ... Y eso es todo - dije sobriamente - Pasé veinte años esperando el momento de salir y encontrarlos. Hace algo más de un mes que me dejaron libre y he removido cielo y tierra hasta dar con ustedes. Sin embargo hay algo que me preocupa y que quizás me obligue a alejarme, y tu podrías ayudarme a entenderlo y tomar la mejor decisión.
- Es una historia increíble, Claudia - Todavía no podía llamarme mamá.- Si no conociera a mis "padres", diría que lo estás inventando todo, pero lamentablemente sé que son capaces de eso y mucho más... ¿Cómo puedo ayudarte? ¿Qué es lo que te preocupa?
- Tu padre vino a verme hace unos días y me dijo que si seguía removiendo este asunto, los pondría en peligro a ustedes. No sé como me encontró, ni sé a qué se refería y el no me explicó demasiado. No estaba dispuesta a abandonar la búsqueda sin tener una razón muy convincente. ¿Sabes cual es ese peligro del que hablaba?
- Me hago una idea. - Movió la cabeza buscando las palabras adecuadas - Estoy metido en un lío bastante gordo, no me di cuenta de que quedaría atrapado y ahora no se como salir.
Le pedí que se explicara mientras mi angustia aumentaba sin control.
- Es cuestión de dinero, como siempre. - dijo resignado - Tengo un taller de reparación de avionetas, soy mecánico. Y también soy piloto. Hago vuelos de transporte para algunos clientes en ciudades aisladas y llevo a los turistas a ver la cordillera desde el aire. A principios del dos mil nueve, la crisis financiera hizo que casi me quedara sin clientes por más de medio año. Todos los vuelos de transporte se congelaron y mi negocio se iba a la ruina. Entonces Malena apareció con una oferta que no pude rechazar. Ella necesitaba traer paquetes con regularidad desde Santiago de Chile, desde un aeródromo sin aduanas hasta el campo de vuelo donde tengo mi taller. Sabía que había algo ilegal y ella no lo ocultó. Tenía comprados a algunos funcionarios clave en aeronáutica y mis planes de vuelo siempre eran aprobados sin pasar por ningún control de aduanas. Estos viajes semanales junto a una suma importante de dinero que me facilitó, mantuvieron abierto mi negocio. La idea era devolver el dinero en pocos años y solo hacer vuelos de vez en cuando. Pero con el tiempo ella se convirtió en mi "jefa". Era la dueña de mi negocio y comencé a hacer vuelos hasta dos o tres veces por semana.
- ¿Están metidos en contrabando de droga? - pregunté con inocencia
- No lo creo, aunque no registro las cajas que transporto. Es más bien contrabando de arte indígena autóctono, que seguramente es robado de varias excavaciones en Perú y América Central. Es lo que pude averiguar.
- ¿Y no has podido pagarle o renunciar a hacer esos vuelos?
- La deuda se pagó hace dos años, pero su negocio depende de estos vuelos y hasta ahora yo era su "piloto de confianza". Soy el único piloto que tiene. Todo el resto del transporte se hace por carretera.
- ¿Hasta ahora?
- Si, hace un par de meses la enfrenté y le dije que debía dejar de volar para ella. Que quería dedicarme a transportar turistas y arreglar motores, que es mi oficio. Pero ella me recordó que había participado del contrabando ilegal de piezas de arte por años y que sería muy fácil involucrarme sin verse perjudicada. No pude escapar y desde entonces hago esos vuelos de transporte sin hacer preguntas. No quiero ir preso por esto y estoy seguro que ella estará bien cubierta.
- A eso se refería tu Oscar cuando vino a verme... ¿No ha intentado ayudarte tu padre?
- Entendí, al fin, que papá está en la misma situación que yo desde hace años... Y ahora...
- ¿Qué es lo que pasa ahora?
- Me pidieron que estuviera preparado para esta semana; debería volar de noche y traer un paquete muy valioso. Luego de este vuelo, Malena me prometió buscar la manera para que dejara de ser parte de su negocio...
- Con Malena eso puede ser muy peligroso...
- Pero tengo que traer esa mercancía, y luego intentar seguir con mi vida.
- Te pido que me mantengas al tanto de tus vuelos, Leandro. Y si no te importa, me gustaría que un amigo en Buenos Aires, hiciera algunas preguntas...
- No quiero que te involucres... Sólo me gustaría intentar conocerte mejor y recuperar un poco el tiempo que nos quitaron... Mamá...
Se me ablandó el corazón al oírle llamarme mamá. Lo abracé y lloramos juntos, en ese banco frente a la cordillera.
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Esa misma tarde, Leandro recibió la llamada de su padre que había estado esperando. Le contaba los detalles del vuelo de transporte que tanto le preocupaba hacer. Pero este vuelo debería ser diferente. Nadie debía enterarse y volaría fuera de las rutas vigiladas por la gendarmería; por la noche y en secreto. Leandro quiso negarse y discutió con su padre por teléfono casi diez minutos, pero se vio obligado a aceptar, luego de reconocer que si hacía bien este último vuelo, podría dejarlo para siempre. Aunque no pudo contener sus sospechas, ni dejar de pensar en que se estaba metiendo en una trampa, de la que quizás nunca podría salir.