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Parecía que no había nadie dentro. Me encontré en un amplio depósito lleno de estanterías con tres niveles, y en cada uno de los estantes cajas y embalajes de los más variados tamaños y formas. Se notaba por la forma de envolverlos que el contenido era de gran valor y en cada caja podía leerse la palabra "muy frágil" escrita en letras rojas. Algunas cajas estaban abiertas y el contenido me sorprendió al reconocerlo casi de inmediato. Artesanía y alfarería regional, pero parecían antigüedades, como si se trataran de restos arqueológicos indígenas. Caminé por los pasillos sigilosamente, esperando que no hubiera nadie trabajando un domingo por la tarde, pero me pareció oír voces y una discusión al fondo de la nave, donde había unas mamparas y se adivinaban unas oficinas.
"Otra vez estoy metida en esta situación. La misma escena se repite" Pensé para mis adentros; pero si quería eliminar la amenaza contra Leandro debía llegar al fondo de todo esto. Si descubría exactamente que pasaba, podría pedir al detective Riva, que destapara el asunto por mí y así sacar a Leandro de este lío.
A medida que avanzaba, veía con más claridad y noté que había gente dentro de la oficina; una tenue luz sobre uno de los escritorios y la silueta de un hombre y una mujer se desdibujaban a través del cristal biselado.
Me acerqué intentando no hacer ruido y pegué la oreja a la puerta para escuchar.
Reconocí de inmediato la voz de Oscar que intentaba serenarse sin éxito y que decía:
- ¡Esto ya llegó muy lejos, Malena! Deberíamos trasladar la operación lo antes posible y controlar todo a distancia sin hacer espamentos por lo menos hasta que este investigador se dé por vencido o podamos comprarlo.
- Siempre fuiste un cagado... - dijo Malena con desprecio - Lo que voy a hacer es arreglar esto yo misma y de una vez por todas.
- Malena, por favor - rogó Oscar - no involucres a Leandro en esto... Yo hice siempre lo que me pediste... No hagas sufrir más a mi hijo.
- Sufre porque él ha decidido ponerse en contra mío. Yo intenté ganarme su cariño y ¿como me lo pagó? No ha hecho nada en su vida, y me desprecia... ¡Debimos enviarlo al internado mucho antes!
Se hizo un largo silencio, aunque yo seguía intentando escuchar detrás de la puerta. De pronto oí pasos dentro de la oficina que se acercaban hasta donde yo estaba y el instinto me impulsó a moverme. Salí en dos pasos hasta el pasillo y no había dado más que otros cuatro pasos cuando unos potentes focos colgados en el techo iluminaron la estancia como si fuera de día.
Escuché a Malena gritar "¡Alto!", e inmediatamente un disparo que atronó todo el local. Fue un tiro de advertencia, dirigido al techo. Me sentí perdida. Estaba al descubierto en medio de un ancho pasillo y tenía a Malena amenazándome con un arma a menos de cinco metros. Me quedé paralizada y me giré para verla a la cara.
Ahí estaba ella, vestía pantalones de jean y una chaqueta muy femenina, pero que resaltaba los kilos de más que había acumulado. Me miraba con fuego en las pupilas y me apuntaba con un revolver que brillaba bajo los cegadores focos. Oscar llegó corriendo a su lado, iba armado también aunque no me apuntaba, solo me miraba con ojos muy abiertos y cara de incredulidad. Me pareció oírle decir por lo bajo: "¿Qué haces aquí?”
Nos separaban más de cinco pasos y ella empuñaba el revolver con firmeza y con el dedo en el gatillo. Se notaba que sabía utilizarlo. Esta vez no me servirían mis conocimientos de defensa personal, simplemente estaba muy lejos para desarmarla antes que me disparara.
- Claudia... - dijo casi con placer y arrastrando un poco la primera "a" de mi nombre - por fin nos encontramos de nuevo...
Yo estaba paralizada y a pesar de tener tantas cosas que decirle, solo la miraba expectante, concentraba en encontrar la única posibilidad de sobrevivir a su ataque inminente. Ella siguió hablando glacial y calculadora, mientras me apuntaba con su arma.
- Veo que has descubierto nuestro pequeño negocio, es una pena que no te hayas mantenido al margen... O que no te murieras en esa cárcel...
- Si estoy aquí - dije envalentonada - es por mis hijos, en particular por Leandro...
- Leandro se ha buscado la ruina el solo. Podría haber sido más cariñoso y agradecido conmigo... Pero no, siempre rebelde, siempre lejano. Yo intenté ser una madre para él, pero nunca me quiso... ni un poco.
- Te propongo... Te pido, que lo dejes fuera de todo esto... El puede venir conmigo y no te molestará más, te lo prometo.
- Es una lástima, pero es tarde, el está amenazando mi negocio y la gente para la que trabajo me mataría a mí si dejo un cabo suelto de esa manera. ¡No! - dijo secamente mientras me indicaba con el arma que me moviera hacia atrás y daba un paso hacia mí - Leandro tomó su decisión y le costará caro. No, no te preocupes, no lo mataré a menos que no tenga otra alternativa.
Intenté dar un paso hacia ella llena de furia, pero ella disparó al suelo a un metro de mí. Un ruido ensordecedor y chispas saltaron brillantes desde el suelo. Me quedé paralizada, al tiempo que Malena sonriendo decía:
- Ni se te ocurra moverte, ahora tienes problemas más urgentes que tu familia. Te metiste en mi local; este es mi terreno, la boca del lobo y aquí la policía no llegará a tiempo para salvarte como la última vez... - Y sonrió llena de satisfacción.
Entendí en ese instante que había sido ella quien mató al detective de la policía veinte años atrás y que logró implicarme y enviarme a la cárcel.
- Hoy morirás, Claudia. Y nadie volverá a saber nada de ti... Nunca. Este es mi dominio; lo que pase dentro de estas paredes lo controlo yo y ahora tengo a mucha gente trabajando para mí... Si, ya conociste a algunos de ellos; pero no creas que con tus truquitos de defensa personal vas a parar las balas. Esto se acaba ahora y aquí...
Leandro había oído el primer disparo y sin pensarlo corrió hacia el edificio. Aunque se acercó de inmediato a la puerta de entrada no pudo abrirla hasta pasados unos segundos. Sonó un segundo disparo y oyó a Malena hablar con claridad desde fuera. Entonces pateó la puerta con todas sus fuerzas y esta se abrió ruidosamente.
Oí como se abría la puerta detrás de mí y vi que los ojos de Malena miraron por un instante a quien entraba. Yo no sacaba la vista del cañón del revolver, pero noté que la persona que había entrado no avanzaba hacia nosotros y entonces oí la voz conocida de mi hijo:
- ¡¿Que está pasando aquí?! - dijo sorprendido.
A pesar de mis advertencias para que no interviniera, Leandro había adivinado donde me dirigía y me alcanzó justo a tiempo para presenciar la terrible escena.
Malena parecía sentir una morbosa satisfacción al ver que Leandro presenciaba esa escena tan cruel.
Miró a mi hijo y sonrió satisfecha. Entonces me apuntó directo al pecho y vi el leve movimiento del dedo sobre el gatillo y sus ojos llenos de odio felino en el momento de disparar.
Intenté saltar hacia un costado a la vez que veía el fogonazo salir del arma, mientras el ruido atronador del disparo retumbaba en toda la estancia. Pero no pude moverme mas rápido que una bala y sentí un fuerte golpe en el costado derecho y un dolor lacerante en las costillas. Caí hacia atrás gritando y me llevé la mano al costado por donde ya brotaba abundante sangre.
Mi único pensamiento era Leandro, quien, fuera de la trayectoria de fuego, se había quedado paralizado en la puerta al oír el último disparo. Reaccionó un par de segundos después y me llamó gritando.
- ¡Mamá!! ¡Mamá!!
- ¡Estoy viva!! ¡No te preocupes! ¡Por favor vete ya!! ¡Corre!
Pero mi voz se volvió débil por el dolor mientras intentaba arrastrarme fuera del alcance del arma de Malena, que no disparaba ahora, sino parecía disfrutar de la desesperación en el rostro de mi hijo.
Estaba castigándolo por robarle y quizás por tantos años en los cuales nunca había podido llegar a su corazón. Ella deseaba que Leandro hubiera sido más servicial y agradecido, como lo fuera su padre. Y en su retorcida mente, Malena quería una familia en la cual ella fuera la matriarca. Respeto y sumisión, eso es lo que Leandro nunca supo darle y lo despreciaba por ello.
Para agravar aún más la situación, había intentado robarle su gran negocio y ahora estaba allí de pie y mirándola con esa misma mirada de desprecio que tantas veces había adivinado en ese muchacho ingrato. Un odio cruel se encendió en los ojos de Malena y en ese momento decidió que Leandro también moriría.
Leandro, sin pensarlo y sin hacer caso de su propia seguridad, entró en el local y corrió hacia mí llegando hasta donde yo estaba tirada en pocos pasos. Se agachó a mi lado para intentar ayudarme con desesperación y tristeza en los ojos. Malena se acercó hasta quedar a un metro de distancia, apuntándome aún y mirando con ojos de furia. Yo desesperada, sólo trataba de apartar a Leandro del arma de fuego, pero me debilitaba a cada instante.
Malena me apuntó nuevamente con el arma y me miró con cierto placer. Entonces Leandro, interponiéndose entre mi asesina y yo, dijo con valentía y los ojos llenos de lágrimas:
- ¡¡Si vas a dispararle de nuevo tendrás que matarme a mi primero!! ¡¡Maldita!!!
Una voz desesperada sonó por detrás de Malena.
- ¡No! ¡Hijo! ¡Leandro! - Era Oscar suplicante que hablaba por primera vez.
Malena miró fijamente a mi hijo, que de rodillas intentaba cubrirme de una muerte segura, y dijo con frialdad y sin desviar la mirada de odio del rostro de mi hijo.
- Como quieras... – Dijo Malena con satisfacción contenida, al tiempo que levantaba un poco el revolver y apuntaba sonriendo a Leandro en la cabeza.
Sonó un disparo y el corazón se me congeló.
El cuerpo de Malena entonces, cayó desmadejado en el suelo frente mí y la sangre que brotaba de su sien, carmesí y brillante bajo los focos, se encharcaba alrededor de su cara que aún en la muerte, me miraba con ojos de furia ciega.
Levanté la vista y vi que Leandro estaba bien. También vi a Oscar, con el revolver humeante aún apuntando al lugar que Malena ocupaba momentos antes. Su cara era la expresión de un horrible recuerdo de terror. Bajó el arma y nos miró con tristeza.
De lo que sigue no tengo un recuerdo claro. Luces y un coche. Dolor y la voz de Leandro que me llamaba. "¡¡Mamá!!! ¡¡Mamá!! ¡¡No te mueras ahora!!¡¡Ahora no!!! Aguanta por favor. ¡¡Me encontraste, mamá!! ¡¡No te mueras!!...