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Estaba al lado de la granja abandonada que fue su antiguo hogar, mirando hacia el Harðskafi. No se alcanzaba a ver bien la montaña a causa de una neblina que iba descendiendo hacia el fiordo. Iba bien equipado, con sus viejos zapatos de montaña, gruesos pantalones para la nieve y un caliente anorak. Estuvo largo rato mirando la montaña en silencio, serio, antes de ponerse en camino, con un bastón y sobre los hombros una pequeña mochila. Fue caminando sin hallar obstáculos, envuelto en el silencio de la naturaleza, que por todas partes se había acostado ya para su sueño invernal. Al poco, había desaparecido en la fría niebla.