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El padre de Jack murió diez días después.
Jamás recuperó el conocimiento.
La abuela del joven no supo qué decirle a su nieto sobre lo descubierto. Ella también desconocía esto. Nunca lo hubiera esperado.
La empresa asumió los gastos de estadía de la familia, ayudó con la gestión del papeleo, permisos, pasajes y transporte del cadáver.
Enterraron a Vincent en el cementerio de la ciudad al lado de su esposa. Todo se hizo tan rápido y a la carrera, que aún estaban en shock.
Ninguno de los dos esperó este enredo familiar, el cual se complicaba, pues aparentemente no habría desenlace.
La abuela trató de hablar con Jack, pero el muchacho estaba como ausente.
Si la sintonía entre ellos se veía alterada por los años, con esto estaban destinados a no reencontrarse. Ahora Jack no sabía quién había sido su padre, ni entendía quién era él. Se sentía como un barco al que, de pronto, le habían roto el timón y navegaba a la deriva por aguas nunca recorridas.
¿De quién era hijo él? Tenía muchas corazonadas, pero ninguna prueba que lo acercara a la verdad.
En la casa Jack buscó respuestas pero no encontró nada que le ayudara a aclarar este asunto que de un momento a otro, ponía su vida de cabeza.
Fue al cementerio y frente a la tumba de su madre esperó respuesta. Al no obtenerla, pateó la lápida, escupió y salió corriendo.
Las siguientes semanas, a pesar de la ayuda sicológica y el acompañamiento en la escuela, Jack bajó las calificaciones, se ausentó de los partidos de fútbol, ni siquiera chateó con sus amigos y su abuela no supo qué más hacer.
Ante el problema legal que suscitaba el que Jack no fuera el hijo natural de Vincent, el representante de la empresa le comunicó a Mildred que la compañía tomaría una posición lo antes posible sobre la entrega del dinero de la póliza de seguro de vida, sin embargo la abuela se miraba emprendiendo un juicio contra la transnacional debido a que no desembolsarían ni un centavo.
El abogado le advirtió que el proceso tardaría meses en discutirse, así que en cuanto conociera la decisión de la empresa, le llamaría. Juraba que para ellos era importante resguardar la vida y el futuro de Jack, pero debían analizar con minuciosidad las cláusulas legales para saber qué era lo que establecían al presentarse este dilema.
¿Y en caso de que la empresa no accediera a desembolsar el dinero, qué podía ofrecer ella a Jack? Sólo contaba con su pequeño apartamento y una pobre cuenta bancaria. Por eso, creía necesario luchar para que Jack recibiera la indemnización por la muerte de quien, al menos, había sido su padre de crianza.
Jack algunas veces se quedaba a dormir donde ella los sábados y a la mañana siguiente se levantaba hasta las doce del día. Almorzaba y a las tres de la tarde se iba a la casa donde vivía. La abuela le rogó quedarse el resto de los días, pero el muchacho lo rechazó y le prometió que estaría bien.
Ninguno de ellos se atrevía a hablar sobre el espinoso tema.
Jack sentía pena y ella, igual.
El representante legal de la compañía le informaba cada semana de cómo iba el proceso, aunque siempre parecía no avanzar.
De nuevo se dañó el elevador.
Ella volvió a llamar a Evert, quien acudió sin demora.
—¿Otra vez fue a propósito?
—Sí, señora.
—No lo puedo creer. ¿Y la policía no ha encontrado nada?
—No. Parece que esto lo hace un fantasma.
La abuela regresó a su cuarto y sin nada qué hacer, leyó un tercer reporte del caso del hombre asesinado frente al colegio en el que estudiaba su nieto.
S.N.
Éstas fueron las dos letras que se encontraron escritas en la palma de la mano izquierda del fontanero de sesenta y nueve años, quien fue asesinado el pasado treinta de junio en esta localidad sin que aún se haya capturado al o los responsables.
Según el informe forense, poco antes de expirar el fallecido habría escrito esas letras con un bolígrafo de color azul. Por otra parte, el reporte indica que hubo forcejeo entre la víctima y el victimario, pues el cuerpo del difunto presentaba las heridas de defensa características en este tipo de ataques.
Tras el crimen, los vecinos revelaron a la policía de los extraños movimientos dentro de la casa del asesinado, a la que a diario acudían hombres, la mayoría jóvenes.
En el ático de la vivienda se encontró una plantación ilegal de marihuana, pero se desconoce quiénes eran los compradores o las personas a las que el finado abastecía con el producto.