Cap ítulo XXI

  ₪

 

Jack regresó tarde de jugar pelota y se duchaba cuando sonó el teléfono.

El muchacho no escuchó los timbrazos.

Salió, se secó y, frente al espejo, se sacó dos espinillas del labio inferior. Se le enrojeció como si le hubiera picado una avispa.

Dejó de dañarse la cara y modeló la musculatura de sus brazos.

Su abdomen se veía liso. Hizo contorsiones como si fuera un fisicoculturista y gruñía como un animal.

El teléfono volvió a sonar.

—Buenas noches, aquí habla Jack.

—Buenas noches, aquí habla Mildred.

—Hola, abuela.

—Hijito, vení a la casa por favor.

—¿Estás bien? ¿Te pasó algo?

—Yo estoy bien, pero venite para acá. Aquí te cuento.

Jack pensó que era una de las usuales excusas de su abuela para tenerlo unas horas y por eso se tardó en ir.

Revisó si tenía mensajes en su correo electrónico, cantó unas cuatro canciones de roqueros, chateó con sus amigos, en la tele miró el resumen deportivo del día y cuando se iba, volvió a repiquetear el teléfono.

Jack no contestó y salió a la calle.

Aceleró en su bicicleta y llegó al edificio en menos de veinte minutos.

Subió por el elevador. En cuanto golpeó a la puerta, la anciana le abrió.

—Hijito —le dijo abrazándolo.

—¿Qué pasó, abuela?

—Tu padre sufrió un grave accidente.

Jack palideció.

Hace unas horas llamaron de Estados Unidos y me contaron que parte la plataforma en la que Vincent trabajaba se vino abajo y hubo tres muertos. Tu padre quedó muy mal. Le extrajeron un riñón y el otro, lo tiene perforado debido a un golpe con una viga.

—Abuela…

—Lo siento, hijito. Hay que salir cuanto antes a verlo.

A la mañana siguiente recibieron los boletos aéreos que les envió la empresa desde las oficinas de la sucursal que estaba en la capital.

Por la noche, ella y Jack metieron la ropa en las maletas y al mediodía estaban en el aeropuerto.

El viaje pareció eterno.

No hablaron mucho durante la travesía y apenas pudieron dormir.

Ella recordó a Vincent cuando aprendió a andar en bicicleta, lo feliz que estaba cuando obtuvo su diploma de natación y lo maduro que se miraba tras concluir sus estudios técnicos.

Fue un estudiante poco sobresaliente, pero a él no le importó. Su meta era trabajar en esas plantas de perforaciones petroleras en el mar.

De niño se la pasaba viendo programas de televisión en los que detallaban sobre las torres de construcción, la instalación de las tuberías y la extracción del petróleo. El día de su graduación como técnico de perforación, su madre lloró de felicidad de verlo abrirse paso en el mundo en lo que él deseaba, pero también su sentimiento era de lamento, porque jamás lo vería convertido en el famoso abogado que deseaba.

Tras casarse, su primer trabajo fuera del país, fue en la plataforma petrolera Safe Scandinavia que Inglaterra tenía en el Mar del Norte, cerca de la costa escocesa de Aberdeen; luego laboró por un periodo en la zona de las Antillas y hacía unos años había sido trasladado a las instalaciones ubicadas en el Golfo de México.

Nunca había sufrido accidentes laborales.

Del aeropuerto George Bush de Houston, tomaron una avioneta de una línea aérea local con destino a la ciudad de Corpus Christi y al salir de la aduana, vieron que alguien con los brazos en alto sostenía un mediano tablón de fondo blanco con sus nombres escritos.

El hombre se presentó como el chofer de la empresa y los condujo al vehículo dispuesto para ellos.

Se les hizo una eternidad llegar al área de traumatología del Hospital Corpus Christi.

Ahí estaba un abogado representante de la empresa petrolera.

Los saludó serio como si sintiera en verdad la preocupación y los guió a la sala donde Vincent estaba en coma e intubado.

El médico a cargo se apareció a los cinco minutos.

No hacía falta que les dijeran el estado del paciente.

—Tiene varias costillas rotas, la columna desviada, un brazo fracturado, pero lo más grave es el daño sufrido en los riñones. Uno de ellos le fue retirado y el otro está a punto de colapsar.

—¿Qué se puede hacer? —preguntó la abuela llorando.

Es urgente un trasplante.

Ella quedó viendo a Jack.

—¿Qué edad tenés? —le preguntó el médico al joven.

Casi diecisiete.

—¿Estarías dispuesto a hacerte unas pruebas?

El muchacho no supo cuándo fue que contestó.

—Claro.

En la plataforma petrolera ubicada a setenta y cinco kilómetros de la costa estadounidense, trabajaban casi cien personas. El lugar contaba con cómodos camarotes, televisión, comida y hasta un gimnasio. La jornada laboral era de doce horas al día. Tras el accidente, de inmediato los trabajadores fueron evacuados por temor a que se repitiera otro incidente. Durante la inspección realizada por el equipo especializado de la compañía Multi Ocean Exploratioque arrendaba el pozo, se encontró además de una falla estructural, una fuga de petróleo de las tuberías de perforación que amenazaba con extenderse a la boca del foso ubicada a mil quinientos veinticuatro metros de profundidad. De inmediato la empresa pidió a la plataforma petrolera más cercana, una carga de lodo bentonítico que depositaría cerca del sitio en riesgo para evitar una explosión. La información se mantuvo fuera del alcance de los medios de comunicación y aunque la mancha de petróleo se extendió a un poco más de tres kilómetros de diámetro en el mar, el daño fue reparado en pocos días por un robot subacuático mientras que dos docenas de ingenieros fueron contratados para reforzar la estructura metálica.

Durante esos días, Jack fue sometido a exámenes de orina, de sangre, le practicaron una radiografía renal, un electrocardiograma, además, le hicieron otros estudios para determinar su compatibilidad con el paciente, le preguntaron sobre su régimen alimenticio, cuántas horas al día dormía, los deportes que practicaba, le prometían que todo saldría bien, al verlo preocupado por su padre lo reconfortaban, pero de pronto, hubo una parálisis en los chequeos.

A los tres días, le orientaron esperar en la cama de uno de los cuartos y ahí se la pasó imaginando cómo sería su vida sin un riñón.

A la hora entró el médico, el abogado, su abuela y otro doctor.

Jack los quedó viendo.

Hijito —le dijo la abuela sentándose a su lado con expresión de mucho pesar y viendo con preocupación a los demás hombres.

Hubo una pausa y por fin el doctor dio un paso adelante, tomó valor, suspiró y le explicó:

—Hemos hecho los exámenes correspondientes, pero encontramos que no podés ser el donador del riñón…

—¿Por qué? ¿Por mi edad? —quiso saber Jack inquietado por la noticia.

—Comparamos varias veces las muestras de sangre y para estar más seguros, hicimos exámenes adicionales descubriendo en todos, que no sos su hijo.

Abril hace lo que quiere
titlepage.xhtml
part0000_split_000.html
part0000_split_001.html
part0000_split_002.html
part0000_split_003.html
part0000_split_004.html
part0000_split_005.html
part0000_split_006.html
part0000_split_007.html
part0000_split_008.html
part0000_split_009.html
part0000_split_010.html
part0000_split_011.html
part0000_split_012.html
part0000_split_013.html
part0000_split_014.html
part0000_split_015.html
part0000_split_016.html
part0000_split_017.html
part0000_split_018.html
part0000_split_019.html
part0000_split_020.html
part0000_split_021.html
part0000_split_022.html
part0000_split_023.html
part0000_split_024.html
part0000_split_025.html
part0000_split_026.html
part0000_split_027.html
part0000_split_028.html
part0000_split_029.html
part0000_split_030.html
part0000_split_031.html
part0000_split_032.html
part0000_split_033.html
part0000_split_034.html
part0000_split_035.html
part0000_split_036.html
part0000_split_037.html
part0000_split_038.html
part0000_split_039.html
part0000_split_040.html
part0000_split_041.html
part0000_split_042.html
part0000_split_043.html
part0000_split_044.html
part0000_split_045.html
part0000_split_046.html
part0000_split_047.html
part0000_split_048.html
part0000_split_049.html
part0000_split_050.html
part0000_split_051.html
part0000_split_052.html
part0000_split_053.html
part0000_split_054.html
part0000_split_055.html
part0000_split_056.html
part0000_split_057.html
part0000_split_058.html
part0000_split_059.html
part0000_split_060.html
part0000_split_061.html
part0000_split_062.html
part0000_split_063.html
part0000_split_064.html
part0000_split_065.html
part0000_split_066.html
part0000_split_067.html
part0000_split_068.html
part0000_split_069.html
part0000_split_070.html