Capítulo 24

 

Mert no atacaba, solo se defendía. Sabía que en aquella tierra no debía matar a un inmortal. La batalla había comenzado y Nora empezaba a odiar el final. Le leyenda decía que el hijo de La Elegida sería el único que pondría fin a todo aquello, y su hijo se estaba escapando de sus entrañas. Mert iba a perder. El Supremo era superior a él. Mert iba a morir.

Mert estaba débil. No había pasado mucho tiempo desde el último ataque y aún no se había recuperado de sus consecuencias. En estos momentos estaba en desventaja física. La herida no había dejado de sangrar en ningún momento y aquella bestia se dio cuenta enseguida de ello.

- Creo Mert que me va a ser más fácil de lo que yo creía acabar contigo. — le dijo en un momento en el que ambos bailaban el uno alrededor del otro sin cargar, respirando profundamente, intentando restablecer el ritmo respiratorio. Mert se sujetaba su pierna. Sangraba en exceso.— Si lo sé no hubiera mandado al suicidio a tu hermano. Debió de ser muy duro para ti ¿no? - dijo maléficamente.

Mert enfureció. Embruteció. Ahora si atacaba. Había caído en la trampa de aquel tipo para entrar al trapo en la lucha.

- Cuando acabe contigo no tendré ningún impedimento para continuar con ella. Desde aquí aún la huelo – le siguió diciendo para provocarle -

- ¡Mert, no le escuches!¡No le mates aquí, eso te matará a ti también – le chillaba incontroladamente.

El Supremo saltó hacia adelante, sacando a su vez una segunda espada, más ligera que la otra. Esa maniobra no se la esperaba Mert y le arremetió un golpe en la antigua herida del muslo, haciendo que perdiera el equilibrio y cayera al suelo. Su herida se abrió más y ahora brotaba a borbotones sangre de ella. Mert gritaba de dolor. Nora lo hacía de desesperación.

El Supremo salto sobre Mert poniéndose a bocajarro sobre el pecho de él. Tiró su espada a un lado mientras sacaba una cadena de acero y con ella envolvió el cuello de Mert, apretándosela de tal forma que le cortaba la respiración. Solo podía ver desde esa posición como reía aquel gigante con su victoria.

-¡Uhmmmm! Que fácil ha sido, mi leal siervo. En dos golpes he tirado al fuerte de Mert al suelo – dijo mofándose de tal hazaña-

Mert incorporó violentamente su cabeza y la golpeó bruscamente con la de aquel gigante. La sangre broto por su sien y eso hizo que él mismo se agarrara con fuerza a los eslabones de la cadena y tiró de ella, echándose a su oponente sobre la espalda a la vez que con un movimiento inesperado le hizo saltar por encima de su cabeza volteándolo en el aire. Aprovechando que la cadena había quedado flora sacó su cabeza de ella. Mert se intentó incorporar y tosiendo intentaba recuperar el oxígeno que por un largo tiempo le había faltado. Como pudo retrocedió para volver a intentar recuperar la espada que no sabía dónde estaba. Casi no podía enderezarse, no podía con aquel dolor en el muslo..

El Supremo estaba íntegro, tan solo con sangre sobre su frente. Esta le goteaba hacia un ojo y hacía que la visió no fuera completa. Se limpió con la manga de su camisa blanca impoluta. Se quedó mirando dicha mancha en la manga y esto hizo que su rostro se incendiara mientras los nervios hicieron que su ira explotara en su interior. Esta vez sí avanzó con más fuerza y con apariencia totalmente endemoniada sobre Mert que aún se tambaleaba.

- Bueno ya está bien. Has hecho que manche mi camisa de seda de sangre y eso no está bien, He perdido mucho tiempo contigo. Acabaré con esto ya, pasaré un buen rato con tu chica y todo quedará rematado para siempre. ¡Me esperan en casa para cenar! Debí hace siglos haber acabado contigo, cuando la zorra de tu madre me abandonó. Siempre creí que en el camino alguien acabaría contigo y mira al final soy yo quien termine con lo que un día empecé. Perderé mucha energía, quedara mi poder dividido por tres, pero… ja, ja, - dijo riéndose - ¿quién vendrá después de vosotros para acabar con El Supremo? NADIE. Ya no hay hijo al que temer. Con la energía que me reste puedo continuar.

Mert abrió aún más los ojos ante lo que acababa de oír, pero no le dio tiempo a digerirlo porque aquel ser cargó contra él de una forma titánica y salvaje. Los saltos que ofrecía, los ataques tremendos que otorgaba y la fuerza suprema que se veía que tenía, hicieron daño a Mert. Volvió a golpearle en su herida, punto débil de él, para hacerle caer. Mert ya no veía por dónde venían los golpes, todos acababan sobre él.

- Mierda Mert, reacciona, levántate – le gritaba Nora en la distancia mientras intentaba ponerse en pie.

Pero un golpe certero sobre el brazo con el que Mert portaba su espada hizo que ésta saliera disparada de su mano cayendo al suelo a varios metros de él, y sin arma alguna, el acero enemigo entró por su costado esta vez. Mert flojeó, vociferó de dolor, aulló de rabia, y al suelo cayó totalmente inerte.

- Mert mi amor, - le lloraba desde su posición- Nooooooooo.

El Supremo se volvió entonces hacia Nora. Arrugó su nariz y sus ojos empezaron a cambiar su expresión. Como había pasado con los hombres anteriormente.

Se dirigió hacia ella dejando ahí tirado a Mert, le dejó como un mortal, no le intentó cortar la...... Su olor, su hedor a hembra le hizo dirigirse hacia Nora y olvidarse de él. Echó entonces un paso atrás para intentar huir. Ahora Mert ya no podía ayudarla. Mientras se aproximaba a Nora iba quitándose la camisa y dejando su espeluznante torso desnudo. Sacaba la lengua salivando sin cesar. Sus ojos, esos ojos. Nora tropezó con algo al intentar correr, cayendo de bruces al suelo. No lograba ponerse en pie de nuevo y casi no podía moverse del miedo que tenía. El venía hacia ella desabrochándose ahora el cinturón. Sabía lo que le esperaba y eso hacía que sus músculos no la obedecieran.

Gateó todo lo que pudo hasta notar que la agarraban por el hombro. Con un movimiento rápido pudo liberarse del agarre y eso hizo que un gruñido saliera de su garganta. Notó como le pasaba una pierna por encima y agarrándola del pelo tirándola con fuerza hacia atrás intentó coger su boca. No lo logró. Nora se agitaba debajo de él intentando levantarse. El hombre le puso un brazo en la espalda dándola la vuelta dejándola caer de espaldas al suelo. Ahora le tenía de frente. Encima de ella. Quería poseerla. Miró hacia Mert suplicando que la ayudase. Comprendió al instante que no podía hacerlo. Yacía en el suelo tirado, sin moverse en la misma posición que minutos antes aquel malnacido le había dejado. Su mente se quedó en blanco y solo adivinaba que iban a empezar a ocurrir cosas que si Mert estuviera vivo nunca hubiera permitido.

- Toda para mí – le dijo rompiéndola la camisa de un tirón y dejando su intimidad al descubierto – No te molestes en fingir. Ya sé que no lo gozarás, será un momento de placer para mí y ya está. Tu olor, ese olor me provoca aún más.

Eso no era lo que Mert la dijo. Lo que Mert la prometió. Él le juró que la llevaría a un lugar seguro, a su futuro hogar. Que en Tierra Sagrada nadie mata, creyó en Su Hermandad.

Ahora, aquella boca que sentía sobre su cuello, aquellas manos frías que sentía sobre sus caderas….. Solo le veía a Mert, al él a sus caricias. Su imaginación se alió con ella. Sólo era él; él el que me tocaba, sólo mi amor el que me besaba, el que me desnudaba.

- Noooooooooooo -gritó dándole un buen golpe en la entrepierna – Sólo soy de Mert.

- Ja, ja, ja –reía sin cesar -Sólo de Mert – le repitió burlándose -Solo Mert podía haber hecho algo así.

- Este hijo es de él.

- ¿Qué hijo? Yo creo que ya no hay nada ya, y si algo existiera aún, ahora acabaría ya. El oráculo ha vuelto a fallar: “su hijo se volverá contra ti, él acabará con El Supremo, La Elegida, ella será la que engendrara al Ultimo Inmortal”. Siempre era lo mismo, una y otra vez lo mismo. Si no hay hijo no hay resto, si no hay Elegida no hay más futuros hijo ¿comprendes, zorra?

Entonces le escupió, haciendo que por unos segundos cerraras aquellos maléficos ojos. Se tiró a su rostro como una autentica posesa, era lo único, lo último que podía intentar. Saco las uñas como gata en lívido, y le degolló con ellas toda la cara. Él se apartó un poco de la distancia tan próxima a su boca en donde se encontraba, y con un grito de cólera mientras torcía los labios en un gesto de desaprobación le lanzó un puño sobre su rostro. Nora perdió el sentido durante un segundo y él aprovecho para reptar hacia su boca. Empezó a bufar y jadear.

Con aquel golpe en su cara volvió a la realidad y dejó de luchar. Ya estaba todo perdido, ya no habría nada más. Volví a mirar hacia donde Mert estaba tendido para poder despedirse de él y...... ya no estaba allí.

Giró su cabeza en un último esfuerzo hacia donde ese monstruo le sentía estar, encima de ella, y sólo vio entonces su tronco rígido, sin nada más. Su cabeza había desparecido. Le vi a Mert allí de pies espada en mano, mi querido Mert, totalmente desencajado.

- ¡Le dije que no la tocara “señor”! ¡Que ella era mía “señor” - le gritaba fríamente dándole una gran patada para echar aquel cuerpo sin cabeza lejos de ella.

Clavó sus rodillas en tierra. Su rostro cambió. Esta vez estaba demasiado cerca de él. Su faz era todo horror. Demostraba dolor. Nora empezó a chillar por él. Su poder se vería ahora reducido, podía irse él también. Había matado en Tierra Santa a un inmortal.

El cuerpo de El Supremo se desintegró, pero esta vez en lugar de convertirse en un puñado de cenizas inertes, la tierra se lo tragó. Lo absorbió con una pequeña explosión. Miró atónita ahora a Mert. Quiso cogerle, agarrarle, aliviar su dolor. Pero él la soltó súbitamente y se desplazó reculando varios metros hacia tras, lejos de Nora. Aquel rayo despiadado entró por sus manos y tardó unos instantes en volver a salir. Él gritaba, gritaba sin cesar. Nora también. Pero de repente dejó de sentir y aquel rayo dejo de torturar. Mert giro sobre sí mismo y cayó contra su costado, el costado que no dejaba de sangrar. Cuando tosió escupiendo sangre y jadeos de dolor se le habían desorbitado los ojos. Todo había acabado ya. Nora esperó unos segundos, esperó a que todo él desapareciera sin más. Al comprobar que pasados varios minutos no sucedía nada más, se arrastró, se deslizó hacia él para poderlo coger. En su mente retumbaban las palabras de que matar a alguien en Tierra sagrada suponía en el mejor de los casos perder tu energía acaudalada durante tantas décadas. En el peor, el vencedor también moriría por quedar vacío de fuerza vital.

El permanecía inmóvil. No había nada, nadie, sólo Nora y Mert.

Pasó la noche entera agarrada a él. Se acurrucó todo lo que pudo para darle todo su calor. Su gélido cuerpo parecía estar inerte pero su corazón, lento, aún latía. Aún estaba vivo. Arrastró el enorme macuto y sacó la colchoneta de su interior. Le intentó poner sobre ella y al no poder trasladar el peso de Mert sobre la estera, decidió ponerla a modo de almohada. Rebuscó en su mochila y también sacó la cazadora de cuero negra para echársela por encima.

- Mañana estará repuesto – se dijo a sí misma, haciéndoselo creer, mientras le atraía hacia ella, frotándole sus destrozados brazos para poderle transmitir algo de temperatura.- Seguro que sí.

 

La elegida
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