Capítulo 7
Al fin la había encontrado. Mucho tiempo buscándola, años, para rectificar el daño causado y al final la tenía ahí, durmiendo, bajo su tutela. Estaba como siempre. Tan bella, tan delicada, tan huidiza.
Era como Él la recordaba.
Ella, por suerte, parecía no acordarse.
Aunque hubiera pasado tantos años, su deseo por ella, por estar junto a ella, no había desaparecido en absoluto desde aquel día. Desde ese maldito día en que tuvo que sacrificar lo que más le importaba en su vida. En esta maldita e infinita vida. Lo hizo y aún se arrepentía de ello." —He llegado a tiempo por muy poco – se dijo a si mismo dejando caer la cabeza entre las manos mientras intentaba poner en orden sus ideas en aquél antiguo butacón orejero. —Ahora queda lo peor.
Se levantó de su asiento y se dirigió hacia una pequeña y sucia caja de cartón que había en un rincón de aquella estantería. La estantería era de madera barata, apenas se tenía en pie. Estaba roída y sucia, con numerosos libros colocados estratégicamente quizás para con su peso equilibrar la cojera que tenía.
Su andar era pesado y torpe. Parecía moverse robóticamente, como por impulsos. Algo había recordado mientras pensaba en ella. Sacó de aquella arca polvorienta varias pertenencias. Entre ellas un libro con las tapas de color burdeos. No había en la portada ningún escrito, nada, ningún título que hiciera presagiar lo que aquel libro contenía. Lo palpó con elegancia y sutileza, como si fuera algo magistral lo que tenía entre sus dedos. Lo abrió. Lo hizo por una de las hojas en la que había algo manuscrito. Una vieja foto hacía de señalador de páginas. La cogió y la acarició con la yema de su dedo. No buscaba el libro sino el marca páginas. Cerró los ojos como intentando volver a algún rincón de sus recuerdos, como intentando traer del más allá algo que no le hiciera daño. Suspiró y sus labios temblaron pero los volvió a presionar muy fuerte intentando sujetar aquella debilidad. Tanto que una de sus grandes grietas sangró. Se limpió la sangre con su propia lengua y haciendo un gesto de rabia cerró el libro con un movimiento brusco y seco. Lo volvió a dejar en aquella caja de recuerdos, no sin antes volver a acariciar el lomo con delicadeza, como si la acariciara a ella.
—Esta vez no la fallaré. No dejaré que la Hermandad me domine. Lucharé por ella y con ella hasta el final, aunque ello suponga romper las reglas, aunque ello suponga el final. No voy a seguir enganchado a la pena y lleno de soledad. Seguiré a mis sentimientos y no a mis razonamientos.— se prometió a si mismo sin tener la necesidad de mover sus labios para decirlo.
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No sabía si era de noche o de día. Si había trascurrido horas o días. No había ventanas ni nada que la hiciera orientarse. Cuando su vista volvió a acostumbrarse a aquella penumbra todo parecía más iluminado. Fuera lo que fuere aquel tipo corpulento de negro, no la había matado, más bien había hecho que se sintiera descansada. Intentó ponerse en pie con cautela, no sabía si sus piernas serían capaces de aguantarla. Aún le dolía el golpazo anterior. Se sentó en el borde durante unos segundos y permaneció inmóvil en esa posición a ver qué pasaba. Vio que no se mareaba y se enderezó. El dolor en el vientre había desaparecido. Apenas notaba alguna molestia, una leve tirantez. Puso los pies en el suelo y se levantó. El suelo estaba muy frío .Todo parecía estar correctamente. Sintió que su piel se erizaba. El frío de las losas de mármol recorrió su columna vertebral e hizo que sintiera un aire gélido sobre ella. Se dio cuenta entonces de que solo llevaba puesta una camiseta de tirantes, bastante amplia y tremendamente grande. Debió de ponérsela él, porque recordaba llevar puesto la última vez unos vaqueros con un jersey de lino. Anduvo un par de pasos para cerciorarse de que era capaz de hacerlo sin balancearse. Todo iba bien. Levantó aquella camiseta que a pesar de lo grande que era apenas le tapaba el trasero y vio que el vendaje había sido sustituido por un apósito más o menos grande. No se había enterado de cuando lo hizo. Debió de ser cuando dormía. Si quisiera acabar con ella ¿por qué molestarse tanto en cuidarla, en cambiar y limpiar sus heridas?
Un pequeño crujido sintió a sus espaldas haciendo que se girase velozmente sobre ella y a la vez retrocediera un par de pasos. Se entreabrió la puerta muy despacio, como si intentaran entrar sin molestar, pero el rechinar de las bisagras le delató. Su cuerpo se estremeció. Apareció él. Miró primero hacia la cama y al ver que no había nadie en ella entró más deprisa. Pronto se percató de sui presencia en un lado, un poco más allá de donde se hallaba el camastro. Se giró y la observó de arriba abajo con una mirada lasciva.
Se sintió incómoda con aquella mirada. Tiró entonces de la camiseta hacia abajo con intención de taparse las partes bajas y vio su mirada como ascendía unos centímetros más arriba. Agachó a la vez la cabeza viendo que por el escote del cuello de la camiseta se dejaba entrever un seno. Instintivamente tiró de ella hacia arriba intentando ocultarlo. Ahora su mirada hizo el efecto contrario. Volvía a mirar de nuevo hacia abajo. Imitándole miró también hacia el mismo sitio percatándose que ahora se veían todas sus braguitas. No sabía dónde meterse. Era una situación además de desagradable por su timidez, ridícula por la tesitura.
Él pareció sentirse también incómodo. Desvió inmediatamente la vista hacia la cama. Tiró de la sábana que había encima echa un ovillo y se la tiró sin moverse del sitio. Nora la atrapó en el vuelo y se la puso de inmediato por encima. Visto y no visto con una sincronización perfecta.
— Veo que estas mejor. La herida está prácticamente cerrada. — guardó de nuevo silencio— Ahí fuera tienes algo lo más parecido a un cuarto de baño. Puedes asearte si lo deseas, aún tenemos tiempo. Voy a buscarte algo de ropa. La que llevabas la tiré, estaba toda llena de s.... sucia. — dijo al fin. Se dirigió hacia la puerta y en el último segundo se giró y con una media sonrisa amarga en su rostro dijo:
— Sigues igual que siempre. Con el pelo más corto pero … como siempre.
Y salió.
¿Que había querido decir con eso?. Seguramente que ya me había visto desnuda al quitarme mi ropa, pero ¿sigues igual que siempre? Aquel tipo tenía otros planes más obscuros para ella que la muerte. De eso estaba segura.
Esperé un pequeño espacio de tiempo, lo justo para centrar mis pensamientos. La verdad es que esa ducha le era del más apetecible además de necesaria. Aún tenía restos de sangre por casi todo su tronco y se sentía muy sucia. Intentó llegar hasta la puerta y cuando fue lo bastante valiente para hacer girar el pomo tiró de ella con la precaución de haber que había tras ella. Sacó la cabeza para ver si aquel tipo seguía al otro lado del marco, esperándola. No había nadie. Sólo una puerta entreabierta enfrente, donde se podía ver el suelo enlosado en blanco y negro. Aquel juego de rombos revelaba que era el aseo que "el hombre de negro" comentó. No sin mirar tres o cuatro veces a cada lado de la puerta cruzó corriendo el pequeño espacio que ambos habitáculos compartían. Cerró velozmente tras de ella la puerta y por suerte contaba con cerrojo. Lo echó también. Por supuesto esa habitación tampoco tenía ventana, pero la idea de huir se había quedado en segundo plano cuando vi aquella inmensa ducha.
El agua se deslizaba sobre su piel, se movía por cada centímetro de su dermis como nunca antes lo había disfrutado. Se agradecía aquel chorro de caudal sobre la cabeza que hacía que por un instante se olvidara de donde estaba. Una pequeña pastilla de jabón sin usar posaba sobre una delicada esponja también sin estrenar. Estaba allí para ella. Parecía que todo aquello estaba esperándola. La cogió y se la llevo a la nariz. Olía a jazmín. Cerró sus ojos hinchados y dejó que aquellas sensaciones mezcladas unas con las otras la invadieran. No se atrevió a levantarse el esparadrapo de la herida por miedo a ver lo que pudiera haber bajo el. Apenas le molestaba pero prefirió dejarlo tal y como estaba. Tras varios minutos dio por terminada aquella ducha. Se deslizó a fuera y cogió la suave toalla blanca que había preparada sobre el toallero. Se la colocó alrededor de su cuerpo y se dirigió hacia el espejo empañado por el vaho. Lo limpio con el dorso de su mano y pudo ver reflejado una mujer derrotada sin saber aún que era lo que había pasado y donde iba a terminar todo aquello.
Aquellas prendas que dejo en la habitación mientras se duchaba, parecía ajustarse a su cuerpo como si estuvieran hechas a medida. Las olió antes de ponérselas. Olían a limpio, como si estuviera recién lavada e impregnada con olor a lavanda. Se puso unos shorts caquis que acompañaban a aquella camisa. Miró a los pies del camastro, y allí perfectamente colocadas estaban unas deportivas. Si coincidían también con su número de pie, aquello no creía que fuera una simple coincidencia. Por supuesto lo era. Se sentó sobre el camastro, no sabía a qué, pero esperó y esperó a que la puerta se volviera a abrir. No lo hizo, asique se envalentonó y la que se dirigió hacia la puerta fue ella. Seguía sin estar bloqueada. Aquel encierro era de lo más extraño. Fue andando muy despacio como si estuviera esperando algún ataque por la espalda. Todo permanecía en la penumbra. Deslizándose con la mano hasta encontrar la pared se fue desplazando poco a poco por ella, con cautela. Al fondo de aquel largo y antojadizo pasillo, se veía algo de resplandor. Era una luz, también bastante tenue, pero manifestaba que allí había alguien. No se oía nada. Ni se olía nada. Solo obscuridad por detrás y destello por delante.
— ¿Quieres tomar algo de comer o beber? — le dijo la voz desde su espalda.—
— Ahhhh – gritó asustada.
Se tiró literalmente contra la pared haciendo que su espalda coincidiera con los ásperos ladrillos. Sólo oía su voz pero no lograba verle con nitidez entre aquella penumbra.
— Lo siento, no pretendía asustarte – le dijo rozándola el hombro. Su instinto hizo que se separara con rapidez de aquel roce, más bien caricia, en el hombro. Él retiro rápidamente su mano de ella al notar su rechazo.— Hay un poco de limonada fresca en la mesa – exclamó con indiferencia mientras se adelantaba dirigiéndose hacia la luz – Si quieres, está recién echa como a ti......
— ¿Por qué conoces tantas cosas de mí? — Le increpó con frialdad Nora a la par que le interrumpía, ya harta de que adivinara todo sobre ella, mientras le seguía, acelerando su paso para alcanzarle.— Sabes mis gustos culinarios, ahora mi bebida preferida, las ropas se adaptan completamente a mi ¿Quién demonios eres? ¿Qué es lo que quieres de mí?
Sin parecer que la hubiera escuchado siquiera, siguió caminando por el pasillo hacia la luz. Su paso era firme y ligero. Cuando llegó ella también a la luminosidad, aquella pequeña claridad la cegó por un instante. Después pudo verle ahí de pie, seguro de sí mismo, llenando un vaso de aquella limonada como si nada y se la ofreció.
— Estoy seguro de que estás sedienta. Aquí abajo hace mucho calor.
— ¿Es que eres sordo o qué? — le gritó indignada al verle actuar como si la ignorara completamente— ¿Que narices quieres de mí? ¿Por qué habéis matado a Virginia? ¿Por qué sigo aún viva? ¿Por qué estoy aquí?