Capítulo 9
— Tú me conoces ¿verdad? — le preguntó directamente y sin rodeos mientras se dirigía hacia él y se quedaba a escasos centímetros de su rostro.
— Lo suficiente —le respondió alejándose de ella. Tenía que controlar las emociones que le provocaban el estar tan cerca de ella. Antes de que su fragancia le llevase demasiado lejos, antes de que se enterara de quien era realmente ella.
— Lo suficiente ¿cómo? ¿Cuánto? — le ordenó Nora cruzándose de brazos.
— Lo suficiente para saberlo todo de ti desde hace muchos años.
— Yo no tengo recuerdos y ¿tú me conoces desde hace tiempo? — le preguntó irónicamente Nora acercándose de nuevo a él.
— Lo sé.
— ¿Lo sabes? ¿Sabes que sufrí un accidente y quede en coma?
— No eso no. Sé que no tienes recuerdos pasados.
— ¿Por qué lo sabes?
— Porque yo te los quité.
— Que tu..... ¡Ja!. Ahora sí que pienso que estás chaveta. Quiero irme de aquí. — Ahora era Nora la que huía de esa conversación ridícula y sin cabeza. —Empiezo a sentirme idiota junto a ti.
— ¿Sabes lo que significa mi nombre? — le pregunto con dolor en sus ojos.
— ¿Mert? Eso es lo que me has dicho ¿no?. ¡A ver! Uhmmm. Algún apodo de algún nombre estúpido supongo – dijo intentando ofender con premeditación.
— Significa en egipcio sentido amante del silencio.
— ¡Pufffff! Pues que bien. — dijo bufándose de tal definición.
—¿Sabes lo que significa el tuyo? — le preguntó muy serio obviando su sarcasmo.
—¿Nora? Ni idea. Supongo que algo con relación a la suerte. Me lo pusieron en el hospital ante la falta de identidad y ante el milagro que suponía que hubiera sobrevivido al atropello.
— Nora no. Nabirye.
— Y dale con el nombrecito impronunciable. Dímelo ya porque tengo la extraña sensación de que de todas formas me lo vas a contar – le exclamo intentando acabar ya con aquella historia ridícula y salir de allí habiendo visto que en ningún momento intentó retenerla.
— Narbirye significa madre de gemelos.
— ¡Ja! En egipcio también supongo. ¡Venga ya hombre! ¿Realmente piensas que eso me dice algo?
— Y eso es lo que quieren todas ellas. — Continuo diciéndola como si no la hubiera escuchado lo que ella hablaba.
— ¿El qué? Mi nombre. Pues si es así, para ellas solitas. Me parece hasta ridícula esta situación por la que estoy pasando.
— Tu nombre no. Quieren tu fertilidad.
Como un retemblar de tambores africanos, aquella palabra retumbó en sus oídos haciendo que aquel teatro que seguía con "el hombre de negro" la dejara de ser gracioso y ridículo y pasar a ser automáticamente vejatorio.
— Bueno basta ya con el cachondeo. Si tan bien informado estás de mi sabrás perfectamente que no puedo tener hijos. Que soy estéril. No me gusta hablar de esto, pero creo que como broma ya es suficiente.
— Ya sé que tu marido te abandonó por ello.
Se quedó pálida. ¿Desde cuándo la estaba siguiendo?
— Creo que tu intromisión se ha excedido – le dijo ahora enfadada mientras desaparecía en la penumbra del pasillo
— Con un mortal jamás tendrás descendencia.
— Joder y ¿con quién la tendré? ¿Con un alienígena?— le contestó regresando a él con el rostro rojo de ira y por no haber encontrado ninguna puerta que diera a la salida— Vete a la mierda. Por donde está la maldita salida.
— No te irás Nab...... Nora.
— ¿Me tienes secuestrada entonces?
— Ahí fuera aún te matarán. — le dijo esta vez gruñendo mientras la agarraba del brazo con dureza.
— ¿Quién? Maldita sea. ¿Quién?— empezó a sollozar por aquella ansiedad generada intentando escaparse de su agarre— Esto me supera joder.
Disminuyo la presión que ejercía en su brazo terminando por soltarla tiernamente. Su mirada se posó en la de ella y llevando su mano a la barbilla la obligó a mirarlo. Le secó las Lágrimas dulcemente con su dedo pulgar y le alzó la cabeza para que sus ojos quedaran a su altura. Ante su asombro, no lo rechazó.
— Ellas desean tu don de la fertilidad. Por eso desgarran el vientre de sus víctimas. Para quedarse con su seno.
— Pero ¿me lo estás diciendo en serio?.
— Así es. Sé que es muy difícil de entender pero lo lograrás.
— Pero, pero es que... yo no puedo tener hijos, ya te lo he dicho – le dijo ahora tristemente derrotada.
— Ya te lo he explicado. Con un mortal no.
— ¿Entonces? — le preguntó esta vez intentando quedar convencida por su explicación, intentado averiguar si todo ello seguía formando parte de la pesadilla, intentado que todo aquello acabara.
— Tú no eres una mortal Nora. — le confesó con la voz temblorosa mientras su nuez subía y bajaba de su garganta sin cesar.
— ¿No soy humana? ¿Es eso lo que me estas queriendo decir?. Porque te prometo que en algún momento de estos últimos años, lo he llegado a pensar .¡Por favor Mert! — le dijo pronunciando por primera vez su nombre— no te rías de mí.
— No, no es eso. Eres humana. Pero no mortal. Eres inmortal.
Se soltó bruscamente de él. Le seguía sonando a cachondeo toda aquella explicación.
— Mira Mert, o cómo diablos te llames. En su momento la maternidad frustrada significó el mayor fracaso de mi vida. Ahora no es un problema para mí, es pasado. Y con toda tu cara me dices que yo soy inmortal. ¿Crees que soy gilipollas? O mejor ¿quieres volverme loca a mí también? Porque tú no estás muy allá...
— Querrás decir el mayor fracaso de la vida tuya de hace ocho años.
— Bueno, sí. Desde que tengo memoria. Desde el accidente. Pero eso de que soy inmortal como comprenderás, creo que no estás bien, en serio. — le reafirmo mientras hacía un movimiento giratorio con el dedo sobre su sien —Déjame salir de aquí por favor.
— Sé que suena raro e increíble, pero esa es la verdad. Tu verdad.
— La única verdad que conozco es que desde hace una par de semanas me estás siguiendo, que están sucediendo muertes de chicas inocentes, de que mi amiga está muerta y de que tú me tienes aquí secuestrada.
— No estás para nada aquí retenida. Sólo llevamos un día en este escondite. El tiempo justo para que tu herida sanara.
— ¿Sólo un día? Pensé que llevaba semanas aquí dentro.
— Quizás podrían haber sido horas si no te hubieras levantado tantas veces. La herida ya ha desparecido.
Se acordó entonces de ella. Se subió la camisa y destapó el apósito para ver la herida. En un día no podía haber sanado. Era imposible. Tiró del esparadrapo y atónita se quedó con lo que vio. No había nada, una leve marca. Ni siquiera una señal profunda. Un resto de algo. Le miró ahora con los ojos encharcados en lágrimas y con expresión estupefacta. No sabía que estaba pasando.
La cogió tiernamente de la mano mientras él se sentaba lentamente en el taburete quedando por debajo de la visión de Nora..
— Tu nombre es Nabirye.— le volvió a repetir pero con tanta ternura que invitaba a creerle de verdad—.Tu don de inmortal es el de la fertilidad. Y te conozco desde hace mucho.
— ¿Desde hace mucho? ¿Cuánto? — preguntó ahora asumiendo lo que le estaba contando.
— Desde hace bastante. Eres una inmortal.
— Desde hace bastante —volvió a repetir como si con eso pudiera convencerse— ¿Soy in... inmortal?
— Sí. Una inmortal preciosa.
Notó como le subía el calor al rostro, pero hizo que no le oyó. Aquella expresión le era familiar. Volvió a mirarle esta vez más segura de sí misma. Aunque no terminaba de creer lo que le estaba contando, algo si dudaba en ella. Esa sensación de conocerle de antes si era segura en Nora.
— ¡Vale! No soy mortal, je,. Pero y tú. ¿Tú quién eres? Tú, tú también....
— Si yo también soy inmortal. Y soy tu protector.
—Ahora, ¿en esta vida? Es decir ¿en estos momentos? Dios Santo que lío. — susurro entre dientes mientras recogía el taburete caído y se sentaba en él. Se deshizo del amarre de sus manos y se tapó su rostro intentando escabullirse de todo aquello.
— No, desde siempre.
— ¿Quieres decir que siempre hemos estado juntos?.
— Eso es.
— ¿Cómo protector?
—Exactamente no sólo como protector.— eso lo dijo con los ojos brillantes por su recuerdo.