Capítulo 13

 

 

Despertó antes que él, lo cual le gratificó ya que así podría espiarle con detalle a esa distancia tan corta bajo la clandestinidad de saber que no la miraba. Su perfil se le veía perfecto desde el ángulo donde Nora estaba, acurrucada sobre su tórax. Su brazo aún seguía sobre sus hombros sujetándola contra él. No se había fijado hasta ahora de que tenía varias cicatrices sobre sus mejillas. Eran muy suaves, apenas perceptibles, no se verían a no ser por la distancia tan corta a la que se encontraba. Su respiración era tranquila, sosegada. Descansaba plácidamente. También él en las últimas horas parecía estar muy cansado. Se volvió a fijar en sus manos. Le fascinaban. Solo observarlas hacia que su imaginación se pusiera a trabajar en cómo podía usarlas con ella. Aún recordaba ese temblor que le provocó el simple roce sobre la piel de su cintura cuando intentó alzarla hacia el agujero de entrada. Huyó de aquellos pensamientos lujuriosos cuando fijó la mirada sobre la espada que reposaba en su regazo. Era grande y voluminosa. Debía pesar horrores, aunque él la levantara sin mínimo esfuerzo. Su empuñadura era lo que más le llamaba la atención. Era de color plateado igual que la hoja, pero con relieve. Tenía incrustado varios símbolos en ella. También aparecían algunas alegorías que parecían letras en algún idioma ajeno a sus conocimientos. Tampoco le sonaban de nada. Ambas caligrafías coronaban en una enorme piedra de color azabache. Se vio reflejada en aquella joya. Hacía mucho tiempo que no se miraba a un espejo. ¿Qué aspecto debía tener? Desastroso, imaginaba.

Se movió ligeramente para intentar desentumecer los huesos que la dolían de estar en la misma posición durante todo ese tiempo. Rozó con la mano su brazo desnudo. Estaba frío. Solo llevaba aquella camiseta negra de manga corta que le quedaba tan bien. Decidió pasar frío por dejarla su chaqueta. ¿Quién no se iba a sentir alagada con aquellos pequeños detalles de alguien a quien apenas conocía? Se dio cuenta entonces de que en el rincón opuesto a su lado estaba la mochila entreabierta. No la había llegado a cerrar del todo cuando extrajo la colchoneta y las botellas de agua. A simple vista no parecía tampoco que hubiera algo en su interior que pudiera romperse como Mert le había dicho cuando le tiró el macuto desde aquel agujero, pero sí pudo observar que sobresalía el lomo de un libro de color granate. Le llamó mucho la atención de que alguien como él le gustara leer, no la cuadraba. Con esmera delicadeza para no despertarle, se incorporó y se alejó de él.

Se acercó al macuto y se arrodillo delante de él. Miró por encima de su hombro para ver si Mert seguía dormido. Al comprobar que así era, alargó el brazo para alcanzar el libro. Tenía un tacto agradable al acariciarlo, era como tocar terciopelo, pero denotaba que había sido usado con frecuencia porque las tapas estaban gastadas con arañazos y pequeños agujeros por el lomo. No había letras en la portada ni nada que diera pistas del contenido del libro. Acarició con nerviosismo la tapa debatiéndose entre abrirlo o no. Lo abrió. Su curiosidad era muy grande como para no hacerlo. Comprobó que realmente no se trataba de un libro de lectura, era una especie de cuaderno con las hojas amarillentas y agrietadas por el paso del tiempo. Era un diario. ¿El escribiendo un diario?. No dejaba de sorprenderse con ese hombre. Cogió el libro e inconscientemente se lo llevo a la nariz. Siempre le había gustado el olor que los libros desprendían al pasar las páginas. Al levantarlo algo del interior se cayó. Era un trozo de cartón duro y de aspecto deslustrado, como si lo hubieran estado toqueteando continuamente. Lo alzó para acercarlo más, puesto que con la escasa luz que había allí abajo casi no podía verlo. Era un dibujo lo que en ese trocito de papel había. Un precioso boceto hecho a carboncillo en el que se podía apreciar a una pareja abrazada y besándose. Se fijó bien. Abrió los ojos más para asegurarse de que lo que estaba viendo era cierto. Si era él. El dibujo era un retrato de Mert, no cabía duda y la mujer que le abrazaba le parecía también familiar. Parpadeó un par de veces para poder asimilar lo que su cerebro la gritaba. La mujer abrazada a él era.... se parecía a ... Si, era ella. No lo podía creer. Le dio la vuelta al papel y por detrás había algo manuscrito, con el mismo color de tinta del dibujo y con un caligrafiado muy especial, muy propio de...... ella. Era su letra. No podía ser. Su caligrafía en ese trozo de papel, pero si no se acordaba de haber escrito nada de eso. Sería casualidad, eso es. No había suficiente luz ahí abajo y todo parecía borroso. Leyó la dedicatoria, una ofrenda de amor se desprendía de aquellas letras, pero con un final aún más inverosímil: el escrito terminaba con una firma totalmente reconocida para Nora. Era su firma pero con una peculiaridad, no firmaba como Nora, sino como Narbirye. El libro se la escurrió de las manos por el sobresalto de lo descubierto, golpeando su pierna y haciendo que ello le provocara un gritito de dolor. Lo cogió con toda rapidez pero no con la suficiente. Le despertó sin quererlo.

Mert miró hacia la mano en la que temblorosa sostenía el libro como prueba del delito de intromisión que acababa de hacer. Frunció el ceño y ascendió su labio superior como signo de rechazo. Con un gesto áspero se incorporó y llegando a su altura se lo arrebató con brusquedad. No le gustó lo que acababa de ver.

 

—Lo siento — le dijo disculpándose con una mirada incómoda sobre su rostro — No quería.... no sabía que era un diario. Pensé que era un libro y me tentó la curiosidad de saber que leías. Es más, no me imagine siquiera que te gustara leer. En fin, yo no debí..... — intentaba salir de aquel embrollo sabiendo de su metedura de pata, pero también le quedó claro que ellos dos se conocían muy bien, nada que ver con la relación protector-protegida que él intentaba imponer.— No quería despertarte. Parecías estar descansando plácidamente y....— se incorporó alisándose la pechera de la camisa en un intento de eludir la bronca que presagiaba le iba a caer.

Mert miró hacia arriba como si quisiera buscar el cielo con su mirada resoplando a la vez que cogía aire por la nariz intentando coger fuerzas para continuar. Bajo la cabeza bruscamente y su mirada la taladró. Volvió a suspirar esta vez para adentro notando como su furia disminuía.

—Lo hacía. Hacía mucho que no dormía un par de horas seguidas. — le contestó pausadamente y sin alteración aparente mientras metía el libro en el macuto y lo cerraba sin comentarle nada más de su intrusión. Sus palabras no anunciaban su malestar por lo sucedido, pero su expresión corporal gritaba su molestia por la intromisión. — Debemos movernos de aquí — le ordenó poniéndose a la espalda de nuevo su mochila.

—¿Estaremos mucho tiempo así, huyendo ? — le preguntó Nora intentando cambiar así de tema, intentando cubrir sus emociones que la golpeaban por su propia estupidez

—Hasta que encontremos un lugar seguro. — le contestó con un tono rudo y frio

—¿Existe ese lugar en estos momentos?

—Debemos encontrar un lugar sagrado.

—¿Un lugar sagrado?

—Ellos no podrán hacernos nada en tierra sagrada. Estaremos sólo a salvo en terreno santo…

— ¿Quieres decir algo como un santuario, iglesia, sinagoga o algo similar?

— Más o menos. Si logro encontrar ese lugar aún tendremos alguna oportunidad de sobrevivir. Ningún inmortal romperá esta regla jamás.

—Tenéis...... tenemos reglas. —le dijo poniendo cara de cada vez entender menos de todo aquello.

—Nuestro clan se administra por preceptos que tenemos que obedecer y nunca romper. Vivimos entre los mortales en silencio. Al igual que ellos, algunos son buenos y otros tienen los más bajos instintos y harán lo que sea por perpetuar su vida. — bajo la mirada mientras acariciaba la empuñadura de su espada.

— ¿Quieres decir que hay inmortales que matan solo por hacer el mal, no por defenderse de otros?

Sus ojos se fijaron en ella. Aquellos ojos grises que denotaban inteligencia y fuerza de carácter se posaron sobre los suyos buscando algo de misericordia. Le decían que vivían la vida según sus propias condiciones y empezaba a pensar que él pondría sus propias reglas a medida que avanzaba, como si todo aquello fuera nuevo también para él.

— Peleamos por sobrevivir Narbirye. Las peleas son a muerte, y cuando uno de ellos es decapitado por su contrincante, toda su energía que ha ido almacenando a través de los siglos pasa al vencedor. — Hizo un pequeño paréntesis donde cerró los ojos y arqueó los labios en un rictus de desconsuelo — Las ubicaciones sagradas poseen terrenos con una energía similar a la nuestra. Si un inmortal mata allí, la tierra absorberá la energía del decapitado pero a su a vez, esa misma descarga de absorción puede despojar al vencedor hasta más de la mitad de su poder.

— Entonces, es como echarse piedras sobre tu propio tejado.

— Más o menos. Si lo hiciera podría ser su fin porque ese embebimiento que la tierra hace le dejaría con un empobrecimiento considerable en su propia energía y sería víctima fácil para cualquier otro inmortal. Por eso, nunca matamos en suelo sagrado, el precio que deberíamos pagar es demasiado alto por hacerlo en ese terreno. No merece la pena si puedes hacer lo mismo en otro lugar y sacas el beneficio del decapitado sin perder el tuyo.

—Y ¿conoces algún sitio sagrado?

Hubo un silencio, roto solo por el chasquido de su lengua contra el paladar. No le contestó. Empezaba a pensar que no tenía claro si sabía de la existencia de ese lugar.

—Dime Mert, cuando encontremos ese sitio ¿no podré moverme de allí verdad?

—Durante mucho tiempo no.

Su consternación la invadió, se sentiría como un pájaro en su jaula dorada. Se imaginó metida en algún habitáculo, encerrada y escondida entre alambradas sagradas para toda la eternidad.

—Te prometo que buscaré y encontraré algo tan cómodo que no desearás abandonarlo nunca.

—Estas muy seguro de eso.

—Ya lo hice una vez.

—¿En el pasado?¿con migo?

—¿Con quién si no?

—Dijiste que sólo eras mi protector.— le contestó poniendo a prueba si su mentira la podría seguir manteniendo sabiendo que ya había visto el retrato.

—No. Yo dije exactamente no sólo como protector.— le corroboró con una sonrisa ladeada a modo de ganador en ese tira y afloja — Ahora debemos salir de aquí. Ya ha debido de amanecer ahí fuera. Tendremos que salir por donde entramos. ¿Podrás volver a intentarlo de nuevo?

—Por supuesto— le confirmó mientras se colocaba en posición de volver a saltar mientras alzaba las manos al aire, esta vez estaba más alto, y esperando a que él la volviera a aupar y salir de una maldita vez de aquella madriguera.

 

Una vez fuera, efectivamente había amanecido. Él volvió a colocarse su macuto en la espalda y sus gafas en sus ojos y empezó de nuevo la marcha. Esta vez a su ritmo, a su paso, a su vera.

 

La elegida
titlepage.xhtml
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_000.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_001.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_002.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_003.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_004.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_005.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_006.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_007.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_008.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_009.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_010.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_011.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_012.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_013.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_014.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_015.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_016.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_017.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_018.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_019.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_020.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_021.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_022.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_023.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_024.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_025.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_026.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_027.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_028.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_029.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_030.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_031.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_032.html