Capítulo14

 

No hablaron en largo rato. Solo caminaban en la misma dirección. Esta vez él no iba por delante de Nora, sino a su lado. Cada vez que tropezaba, ahí estaba su mano para poderla agarrar. Si paraba para coger un poco de aire, él lo hacía a su compás. Si se le metía algo de arena en el calzado él esperaba pacientemente a que se lo vaciara .Él, siempre tan paciente con ella. Le admiraba y eso hacía que aumentara su deseo por él. Mientras Nora sentía cada vez más fuerte esa llamarada interna. Cuando su mano la recogía para levantarla del suelo tras un tropezón ella temblaba; cuando ella se paraba y con las manos en sus rodillas semiechada hacia delante intentando recuperaba el aliento por las horas caminadas y levantaba su mirada para encontrarse con la de Mert recorriendo de arriba abajo su cuerpo, Nora se agitaba; cuando la esperaba a su lado rígido y en tensión mientras ella se descalzaba para sacarse la arena del calzado Nora se estremecía ante su mirada cargada de lujuria.

Hacía ya bastante que dejaron atrás cualquier inicio de civilización, y empezaban a adentrarse en una especie de monte. A donde quisiera que la llevase estaba fuera de la ciudad. No le importaba si el lugar a donde la dirigía era tan maravilloso como prometía. Hacía algún tiempo que se había planteado abandonar La Gran Manzana. Con todo ese estrés y ese ajetreo diario de la gente no se conjugaba con ella. Había intentado dejarlo caer en varias ocasiones a Virginia pero no fue capaz de hacerla sufrir con su partida. Y ahora. Ahora estaba muerta. Como la echaba de menos. Había tantos capítulos nuevos en su vida que hubiera querido compartir con ella. Sus lágrimas quisieron salir al exterior por una nueva riada de dolor, pero las contuvo como pudo. No podía ser que Mert la viera llorar ahora. Había que ser positiva ante aquella película de terror que estaba viviendo. Además con aquel hombre junto a ella ¿quién quisiera echarse atrás? Nora en estos momentos no. Empezaba a estar a gusto junto a él. Era extraño. Sí. Mert parecía vivir un salto atrás de la época actual, por su forma de tratarla, pero aquello lejos de incomodarla la gustaba. Le cautivaba su voz, su olor, el poder que irradiaba. Deseaba a estar a su lado tanto como deseaba cualquier contacto tonto con su piel. Le hacía sentir cosas que no había sentido junto a Robert. Estaba ahora segura de que nunca estuvo enamorada de su marido. El sólo roce de la mano de Mert hacía saltar algo dentro de ella que jamás hizo Robert ni siquiera cuando hacían el amor. Su soledad y ante la falta de identidad hizo que Nora se pegara a Robert pensando que aquello era amor. Ahora entendía lo que era desear a alguien.

De vez en cuando paraban unos minutos escasos, lo suficiente para tomar un sorbo de agua y retomar el aliento Nora casi había acabado con su botella. A él le quedaba entera. Sabía perfectamente racionar sus sorbos, pero jamás la regaño por beber sin control. Era como si la guardara para más tarde. Después volvían a iniciar la marcha. Apenas comían, una barita de cereales de tarde en tarde sobre la marcha que él sacaba de aquella enorme mochila, y alguna pequeña lata de conserva cuando descansaban entre horas. No había para más. La huida fue fue demasiada precipitada. Tuvieron que salir tan deprisa que no cogieron avituallamiento para varios días. Las tripas sonaban gritando su lugar, pero no dijo nunca nada. No se quejaría jamás. No quería que pensara que era una niñata mal criada.

Al fin pararon. Tras varias horas de marcha, la luz del día se estaba apagando y solo restaba una inquietante luz blanca procedente de la luna llena. Empezaba a anochecer. Se aposentaron entre unas rocas y unos arbustos envolventes que parecían estar plantados al antojo de aquellos peñascos en medio de tanta vegetación angosta.

 

—Esta noche será más arriesgada. No hay donde ocultarse completamente. Entre estos matorrales intentaremos pasar lo más desapercibidos posible. Estamos demasiados expuestos.

—¿Crees que lo intentarán de nuevo?

—Seguramente — dijo echando la mochila al suelo y volviendo a extender la esterilla— pero estaremos esperando esta vez. Siéntate e intenta descansar. Aún nos queda unos quince kilómetros bosque adentro.

— Bueno no son tantos.— le dijo haciéndose la valiente mientras se sentaba al lado de donde dejo su mochila.

— Ya, pero son kilómetros largos, empinados, seguramente de difícil tránsito. — le contestó sentándose enfrente suya.

Estaba tan cansada que apenas sentía los pies. Se descalzó. Le dolían horrores los dedos y empezaban a salir llagas en los talones. En estos momentos solo echaba en falta algo de su vieja civilización: un buen baño de agua caliente.

 

—Mañana ya no estarán.— dijo mirándola con desconsuelo el calvario de sus rozaduras— Las heridas, digo.

—Claro, es lo bueno de nuestra raza ¿verdad?. Dolor y luego nada.

 

Hubo un escueto silencio para echarse inmediatamente a reír los dos con aquella complicidad que parecía innata entre ellos. El magnetismo entre los dos era obvio. Las risas se pausaron dando paso a las miradas. Una vez calmado el ataque de risa, ambos miraban hacia el cielo. De no ser por la situación en la que se hallaban, la noche era preciosa y las estrellas en esta época del año también. Tantos misterios nuevos, tantas cosas por averiguar y tantas preguntas esperando ser respondidas le atacaban la cabeza. Se quedó sentada, en silencio, intentando oír los sonidos del bosque.

—Dime Mert, ¿que nos pasó?¿Por qué nos separamos?

Él no contestó. Se limitó a contemplarla fijamente a los ojos. A pesar de intentar disimular girando su cabeza hacia el otro lado, vio en ellos agonía y desolación. Intuyó que la pregunta no le era cómoda. No quiso agobiar más, por lo que no volvió a abrir la boca en gran rato.

Mert alargó su brazo para alcanzar el macuto, rozándola la pierna en el intento .Ella soltó un suspiro mientras Mert le ofreció una mirada, haciéndola comprender el encantamiento que le provocaba. La lujuria que galopó en sus entrañas le dejó estático durante unos segundos aumentando el deseo de colocarle sus manos encima. Hasta que recordó quien era y porque estaba allí. Una ráfaga de aire fresco le devolvió a la realidad.

Terminó de recoger el macuto y se volvió a sentar en frente de ella, lejos de su cuerpo. Lo puso entre sus pierna y empezó a colocarla metiendo casi la cabeza dentro de ella ¿Tan importante era el contenido de la bolsa que no era capaz de perderla ni un minuto de vista? Desde que salieron de lo que se suponía era su casa, no había dejado de cuidarla como un pastor a sus ovejas. Nada era lo bastante valioso como para arriesgarse con su peso. Ella solo pudo averiguar que había aquel libro, pero no pudo saber si algo más escondía allí dentro. ¿Dinero?¿Armas?¿Que entonces? Como si le hubiera oído sus pensamientos apretó la bolsa contra si con fuerza. La ató con un nudo poderoso y la dejó bajo sus pies, custodiada entre sus piernas.

Empezaba a refrescar, no tanto como en aquella guarida, pero empezó a estremecerse. Volvió a ofrecerle su chaqueta. Se la puso por encima de su cuerpo haciendo coincidir las mangas a modo de bufanda. Estaba caliente y olía a él. Movió las aletas de la nariz inhalando toda su esencia, toda la fragancia que había en ella. Era un aroma que le afectaba a sus sentidos. Le susurraba lealtad, protección, valimiento y.... deseo. Tenía un olor salvaje, irresistible para poder rechazar la codicia su cuerpo que el de su abrigo.

Desde la corta distancia que les separaba podía sentir su mirada penetrándola. Y Nora luchaba para que sus suspiros no se convirtieran en sofocos. Mert se percató de ello y apartó su mirada de sus ojos. Tenía que apagar eso antes de sucumbir ante ella.

—Ven aquí a mi lado y nos tapamos los dos. Esta vez no voy a permitir que pases frío por mi culpa —le dijo embaucadoramente, con un tono cada vez más lento, ofreciéndole un hueco debajo de su chaqueta.

El volvió a mirarla. Su mirada ahora era de tormento. Algo que había dicho le hizo cambiar su forma de estar y parecía tener que necesitar un instante para recuperarse y poder contestarla.

Nora se levantó sigilosamente como un felino dejando caer la cazadora a sus pies y empezó a acercarse a él lentamente, ante la mirada impúdica de Mert. Al llegar a su posición se arrodilló quedando sus cabezas a la misma altura. No apartó sus ojos de los de él. Estiró la mano hasta que la palma tocó su tórax, dejándola apoyada sobre su corazón. El huyó de la mirada de ella desviándola hacia la mano que le tocaba. Su estómago se contrajo. Trató de detener los impulsos que le dominaban en ese momento. La aprisiono su mano con la suya propia apretándola delicadamente para que dejara de hacer eso. Nora empezó a desplazar su dedo índice por su pecho de forma ascendente y lentamente hasta llegar a su cuello para detenerse en el lóbulo de la oreja. Mert la volvió a detener diciéndose a si mismo que eso no podía ir a más. Ella volvió a soltarse de su amarre como si no se hubiera dado por aludida, mientras entreabría los labios para lanzar un jadeo mudo y morderse el labio inferior por el deseo, deslizando su mano hacia abajo, hasta llegar a su estómago, levantándole la camiseta sutilmente. Alzó la mirada, sus ojos estaban llenos de lujuria. La mano de Mert alcanzó de nuevo la suya y se la retiró esta vez rudamente de su cuerpo.

—¡Oh Nabirye, no me hagas esto! — la imploro al fin, levantándose bruscamente de la posición en la que se hallaba, haciendo que Nora se cayera de culo al suelo. Se quedó de pie, con los músculos en tensión, luchando contra sí mismo pero lo único que logró hacer fue coger descortésmente la mochila y empezar a andar, a alejarse en dirección contraria a la de Nora con un paso demasiado acelerado. Huía.

Se quedó horrorizada, petrificada. Solo podía mirarlo en la lejanía. Se sintió frustrada, rechazada y repudiada. No fue recibida como ella había deseado, como ella creyó imaginar. Se moría de la vergüenza y se sentía sucia. Quizás había interpretado mal las señales.

 

La elegida
titlepage.xhtml
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_000.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_001.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_002.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_003.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_004.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_005.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_006.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_007.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_008.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_009.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_010.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_011.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_012.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_013.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_014.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_015.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_016.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_017.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_018.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_019.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_020.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_021.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_022.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_023.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_024.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_025.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_026.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_027.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_028.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_029.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_030.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_031.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_032.html