Capítulo 19

 

 

Nora permanecía en silencio sin dejar de observar el sufrimiento que desprendía Mert. En su cara no había ni gota de color. Permanecía pálido salvo por sus labios que eran de color azul. Parecía que se estaba ahogando. Era demasiada información en un momento. Nora se sentía confusa. El pertenecía a la Hermandad pero abortó la misión que le fue encomendada y con la que prometió pagar con su propia vida si no era capaz de cumplirla: acabar con La Elegida, con ella. Y no fue capaz de hacerlo.

Sólo le miraba desde donde estaba. Él no había querido nunca hacerla daño, sólo la protegía poniendo su vida en ello. Habían formado un vínculo entre ellos que ella ignoraba que alguna vez ya existió.

 

—Dijiste que mi nombre significaba algo en egipcio.

—Así es. Los inmortales llevamos puestos los nombres porque la persona dueña de ese nombre es presagio de lo que su nombre personifica. El tuyo significa madre de gemelos.

—Pero tú siempre hablas de uno. De un Ultimo Inmortal nacido de La Elegida. Si yo soy esa elegida y mi nombre así lo ratifica, tendría dos hijos.

—Esa es la gran incógnita de todo esto. El oráculo de El Supremo nunca ha mencionado nada de ello—. La dijo con voz suave mientras avanzaba hacia ella. Nora no se apartó esta vez.

—El tatuaje de tu espalda, no se puede borrar ¿verdad? — le dijo al fin mofándose con los ojos vidriados por las Lágrimas.— Solo se te ocurrió ocultármelo.... me da autentica grima.

—Solo hasta que pudiera contártelo todo, hasta que encontrara el momento justo pero.....

—Pero todo escapó a tus planes.

La ayudó a levantarse de la posición en la que aún se encontraba desde hacía rato. Le apartó el pelo de la cara y al hacerlo la mano la notó húmeda. Estaba llorando en silencio.

—Tú fuiste la que desde siempre ha hecho que mis planes siempre se vieran malogrados. No tenía que haber sucedido nunca, el que yo me enamorara de ti, pero lo hice. Tampoco debí permitir que hiciéramos el amor en este momento, no sin antes tu saber toda la verdad.

—¿Te arrepientes?

—Yo no he dicho que me arrepienta Narbirye. Ha sido la experiencia más bonita de mi larga vida. Sólo que quizás no era el momento de que te enteraras de todo. No han sido las formas correctas. Yo quería habértelo explicado de otra manera. No tenía el derecho a .... Yo te robe tu memoria, yo te eche en brazos de un mortal, yo hice que fueras desdichada, yo te abandone en un mundo que no te pertenece, yo....

—Yo te quiero Mert. — le interrumpió aquel autoculpamiento de Mert— Nunca he sentido nada por ningún hombre como lo que siento contigo.

— Fui..., he sido un cobarde contigo Narbirye.

—Yo creo que la valentía no es más que tener que admitir el riesgo de elegir y hacer lo que da miedo.

—Tendremos que huir durante toda la eternidad. ¿lo sabes no? — le declaró pasando su dedo por los labios resecos de Nora.

—Tendremos que amarnos durante toda la eternidad ¿lo asumes no?. — Le manifestó Nora agarrándole del cuello

—Piensa que solo tendrás mi compañía durante mucho tiempo, quizá por toda la perpetuidad. — le expresó Mert atrayéndola hacia él, haciendo rozar sus cuerpos como si de imanes se tratara. ¿Crees que podrás soportarme durante toda nuestra inmortalidad?

—Que eternidad más eterna. — Le recitó Nora mientras se fundía en un largo, pasional, ardiente, fantástico e irresistible beso. Mert la sostuvo por la parte de atrás de la cabeza y le devolvió un abrasador, tórrido, ardoroso, crepitante y caliente ósculo. Ella abrió la boca, aceptando su lengua otra vez y la chupó suavemente con cándido ardor. Nora deslizó las manos hacia arriba, bajo la camiseta negra de Mert. Su piel estaba fría al tacto. Ella se estremeció al notarle así de gélido. Mert se apresuró a cogerla y la cubrió con un abrazo para darle calor. Ella se acurrucó contra su pecho y metió su cabeza bajo su barbilla abrazándole con fuerza. Mert bajo la boca hasta dejarla a poco centímetros de la suya. Tomo su cara entre las manos y extendió sus dedos por su cabello.

— Narbirye, te amo. Desde siempre.

— Oh Mert. Yo también te quiero.— le declaró mientras le hincaba los dedos en el pecho bajo la camiseta.

Mert la miraba fijamente. Aquel destello de pasión volvió a estar ahí. Sus ojos brillaban de deseo. Al mismo tiempo quitó una mano de la espalda de Nora y la llevó hasta su pecho cubriéndoselos por completo mientras su gemido se perdía en su boca. Cerró los ojos y dio un gemido mientras se lanzaba hacia adelante hundiendo de nuevo su cara en su pecho. Como pudo, mientras seguía sintiendo el efecto de sus besos, le despojo de su camiseta. Ella abrió su boca aceptando su ataque, empezando a retorcerse hasta quedar a horcajadas sobre su regazo para después rodearle la cintura con sus piernas y el cuello con sus brazos y tiró de él más aún. Mert la cubría de besos, los ojos, las mejillas cubiertas de lágrimas, la nariz, la garganta. Ella bajo sus labios hasta los pechos de Mert y se los beso tórridamente. Cuando ella arqueo la espalda para intensificar el contacto de sus cuerpos él temblaba presa del deseo. Ella lo hacía ante la necesidad de obtener algo más de él.

 

— ¿Aún queda mucho Mert? — le dijo suplicando que su respuesta fuera un no.

— Un poco si – le respondió dulcemente a la par que ponía su mano por encima de su espalda, no podía explicar por qué sentía esa necesidad de saber que era real el poder ser capaz de tocarla. Tirando de ella intentó que continuara a pesar de su agotamiento— Dentro de poco pararemos a descansar.

— Tengo un hambre feroz – le contestó arrastrando los pies mientras se echaba mano al estómago intentando callarlo de aquellos gritos.

— No me extraña con tanto desgaste en las últimas horas....— le contestó mirándola mientras le guiñaba un ojo y empezando una sonrisa— y por supuesto no me refiero a la caminata, ja, ja.

— ¡MERT!............... — le contestó Nora dándole un golpe con el codo – Vas hacer que me sonroje.

— Demonios Nabirye, me tienes agotado. No ves que casi no comemos.

— Mert....................

— Ja, ja. Anda vamos. Allí cerca se ven unos matorrales. Descansaremos en aquella sombra.

 

Desde que Nora cayó por aquel terraplén, Mert había decidido cambiar de ruta. Ahora se desplazaban por la parte baja de aquel páramo. Aquella tierra arcillosa se chivó que cerca había el nacimiento de un pequeño riachuelo. Solo tuvieron que seguir su curso. Al menos por esa zona, estaban lejos del sol abrasador de la superficie, y allí había algo más de alimento. Mert era un guerrero insuperable, pero lo que era cazando animalitos...... ¡era de lo peor!. En pocas horas decidió cambiar la caza por la pesca. Al menos de vez en cuando tenían algún pececito que llevarse a la boca.

— Mientras descansas un poco Nabirye, voy a ver si encuentro algo de provisiones.

— Ja, ja, provisiones. — se burló de él – Dentro de un rato voy con algo de cebo y te ayudo.

— ¿Qué quieres decir con eso “listilla”?

— Que me da tiempo a refrescarme un poco mientras buscas un simple gusano que poner de cebo – le dijo desatándose la zapatilla mientras su carcajada no dejaba de sonar.

— ¡Va!, tonterías de mujer. Yo traeré la comida. Tú date un baño y calla.

— Claro, claro, ja, ja,

Se disponía a meter los pies en aquel charco transparente. Le entraron unas ganas locas de hacerlo totalmente, pero eso lo dejaría para después de comerse al “tiburón” que seguro tardaría horas en pescar Mert, le tenía una sorpresita reservada para más tarde en el fondo de la charca.

Oyó pasos a su espalda.

— ¿Ya me traes mi desayuno, cariño?

— ¡Cariño! — dijo una voz de mujer – Vaya, veo que hemos intimado.

Dio un respingo del sobresalto que le causo aquella voz. Se volteó bruscamente para ver quien estaba allí detrás, aunque no tendría que echarle demasiada imaginación para saber de qué por allí había alguien más que ellos dos.

— Hola Narbirye, ¿dónde está “tu hombre”? ¿Te ha dejado sola? No puedo creer que haya cometido tan grave error.— le dijo una de aquellas mujeres con tono sereno mientras descansaba sobre un enorme peñasco con los brazos cruzados en el pecho sujetando su espada. Esta vez no había oído las campanillas ni había olido la niebla.

— No estoy sola – la contestó rápidamente intentando convencerla de tal situación.

— Claro, — la dijo tirando la gran espada que portaba lejos de ella como si no la necesitara para acabar con Nora.— claro que no, pero es que yo ahora no lo veo por aquí. — le exclamó irónicamente mientras ojeaba su alrededor— Bueno, me había preparado para tal lucha, pero veo que esto va a ser más fácil de lo planeado.

Y diciendo esto, dio un gran salto hacia Nora y con un gran empujón la tiró hacia atrás, haciéndola caer de espaldas. Nora apenas si se percató de ello tan solo había tardado décimas de segundo en hacer todo eso. Estaba sobre ella. Intentó quitársela de encima moviendo las manos en el aire, alzando los puños se lanzó hacia adelante empujándola con todas sus fuerzas. Pero solo consiguió que aquella mujer la agarrara del cuello y le hundiera la cabeza en el agua. Sintió como le faltaba el aire de sus pulmones. La guerrera sonreía sin cesar mientras la sujetaba bajo el agua. Se concentró en mantener su brazo agarrado a sus dos manos que la apretaban fuerte el cuello y así hacer que la amazona se inclinara con su peso hacia delante. Aprovecho esa inercia para ponerle un pie sobre su estómago e impulsarla sobre su cabeza, haciéndola rodar por encima de ella. Nora sacó su cabeza del agua y volvía a sentir aire en sus pulmones. Se levantó de un salto y empezó a correr fuera del agua. Cuando alcanzó la tierra, se giró para saber dónde se encontraba su atacante, pero se la encontró de bruces lanzándose prácticamente encima suya. Sus cuerpos chocaron y forcejeando rodando en el suelo. La amazona se sentó sobre sus piernas dejándola inmovilizada, haciéndola que no pudiera moverlas. En cuanto sintió ese peso sobre ella sabía que no podía usarlas, por lo que intentó incorporarse de cintura para arriba sobre sí misma y con todas sus fuerzas se lanzó a su cara, arañándola hasta quedarse con el trozo de piel entre sus uñas. Aquella inmensa amazona, se la quitó de encima golpeándola la cara con un puñetazo casi sin esfuerzo aparente. Nora quedó desorientada por aquel golpe, nunca antes la había golpeado con tal intensidad. Entonces ella le subió la camisa, dejando el vientre de Nora al aire, dejando su pequeña superficie libre. Sabía lo que iba a hacer, sabía que era el final. Puso su mano derecha sobre su barriga mientras con la izquierda sacaba de su espalda una pequeña daga. Ya no había marcha atrás. Nora estaba medio inconsciente pero sabía perfectamente que había llegado su final, sabía que nadie la ayudaría esta vez.

— Maldición – dijo ella dando un salto hacia atrás, apartándose de Nora como si el mismo diablo hubiera llegado a su mano.

Nora aún aturdida, permanecía tumbada intentando recomponerse del golpe.

— Déjala en paz – sonó la voz amenazante de Mert—

— ¿Cómo has podido Mert? — le respondía la mujer ahora con otro gesto en su rostro. Ya no era signo de satisfacción sino de pavor. Sus manos temblaban.

Nora no sabía a qué se refería, y por la cara de Mert creo que él tampoco.

— Has roto las reglas. Has poseído su vientre. Su seno ya no es puro. ¿Sabes en el lío en que te has metido?

— Terminemos cuanto antes con esto – dijo Mert alzando su espada haciendo caso omiso a aquellas palabras.

— No, no espera, ahora ya no.

La expresión de Mert era de asombro, igual que la de Nora. Se estaba retirando. No entendían nada.

— El Supremo ahora irá también a por ti ¿en qué demonios pensabas? — dijo ahora en tono de enfadado.— Eres un auténtico imbécil. No sólo no la entregas sino que encima la engendras.

— ¿Qué demonios estas diciendo, zorra? —le dijo Mert poniéndole su espada sobre su garganta.

— Has acabado con todas las expectativas e ilusiones de todas las mujeres de poder ser las nuevas reinas de El Supremo. Ahora ya no podremos absorber su don, ya no podremos usar su útero. Está engendrado. Tiene vida.— le gritaba cada vez más alto, ladeando su cabeza de un lado a otro en forma de negación.

— ¡Dios Santo! – dijo Nora echándose la mano a la barriga. ¿Estaba embarazada?.

— Has cavado tu propio fin, guerrero estúpido. Ahora no seremos lindas damiselas las que vendremos a rondarte, lo sabes ¿verdad? vendrá el mismísimo ejercito desde el infierno para acabar con él, con ella y contigo.

Hubo un instante de silencio mortifico, unos segundos de miradas entremezcladas.

E igual que aquella enorme mujer apareció, desapareció.

 

La elegida
titlepage.xhtml
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_000.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_001.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_002.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_003.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_004.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_005.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_006.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_007.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_008.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_009.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_010.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_011.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_012.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_013.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_014.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_015.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_016.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_017.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_018.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_019.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_020.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_021.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_022.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_023.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_024.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_025.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_026.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_027.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_028.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_029.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_030.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_031.html
CR!D031WTAS196RF0P3HZ7N12M52YV8_split_032.html