Cinco datos curiosos sobre Ann Charles
Viví en un pequeño pueblo al sur de Flagstaff, Arizona, trabajando para la Universidad del Norte de Arizona, mientras que asistía a la universidad, (como estudiante de español). Me encantó cada minuto de mi vida en Arizona y pienso volver algún día con mi propia autocaravana y pasar varios meses allí. Tengo MUCHO más por explorar.
Una de las cosas en mi lista de cosas por hacer es flotar en el lago Powell durante una semana entera en una de esas casas flotantes—al igual que mis muñequitos de Fischer Price solían hacer en su casa flotante en la piscina de mi padre cuando yo todavía usaba manguitos y unas pinzas para la nariz.
Cuando era niña, mi madre nos llevó a mis hermanos y a mí a una expedición en la Reserva Navajo un verano. Jugar a la mancha en el desierto, comer tortitas de harina Navajo, explorar un cementerio de caballos, tratar de subir a un poste engrasado, y gritar y sacudirme como una loca mientras que las hormigas de fuego me mordían las piernas tras haberme caído sobre un montículo lleno de ellas, son algunos de mis recuerdos más preciados.
Un cálido día de verano, una amiga mía de la Universidad del Norte de Arizona me invitó a que fuera con ella y su familia a la Reserva Hopi para celebrar una de sus ceremonias. Con el río Pequeño Colorado de fondo, comí sémola de maíz y fruta fresca, reí con sus amigos y familiares, y observé con asombro como los bailarines se movían con gracia y habilidad. Nunca olvidaré ese día—la música, el paisaje, la gente—y siempre apreciaré la amabilidad que mostraron hacia mí en todo momento pese a que era una completa desconocida para casi todos los allí presentes.
Una vez subí hasta la cima de los Picos de San Francisco, (creo que es el Humphreys el que cuenta con 3.852 metros), con mi perro-lobo, un Alaska Malamute. Cuando llegamos a la cumbre, mientras que jadeaba con la mirada fija en el mundo por debajo de nosotros, los dos estuvimos de acuerdo en que superar los 3.000 metros era algo que solo debía corresponderle a los pájaros, y nunca más volvimos a hacer una excursión semejante.