REPATRIACIÓN

La nave espacial descansa tranquila bajo el océano verde esmeralda. Extrañas criaturas parecidas a peces nadan cerca, observan al visitante caído del cielo, y continúan su viaje. La última revisión antes de elevarse está en marcha. Cuando la revisión ha concluido, se abre una puerta, cerca del fondo de la nave y aparece una esfera metálica de oro, de un diámetro de doce centímetros. La esfera está sujeta a una larga y estrecha plataforma. Los hilos, debajo de la plataforma, tiran de ella por una pequeña rampa y después a través del fondo arenoso del océano.

El aplanado vehículo y su cargamento desaparecen a distancia. Después de una larga espera, la extraña plataforma móvil regresa a la nave sin la esfera dorada. La rampa se desliza en la nave, la puerta se cierra y la nave está lista para despegar. Poco después la gran nave se mueve en el agua, elevándose hasta llegar justo debajo de la superficie del océano esmeralda. Entonces se reconfigura, añade alas, aletas de dirección y otros dispositivos de control, y rompe el agua con la apariencia temporal de un aeroplano. Su ascensión al cielo azul lleno de luz por los dos soles es rápida y sorprendente. Casi al instante adquiere la velocidad orbital. Una vez en órbita sobre la atmósfera, sus superficies aerodinámicas se retractan y la nave espacial hace un viaje final alrededor del planeta Canthor. Cuando alcanza la verdadera anomalía de su órbita, la nave acelera rápidamente y se lanza de nuevo al frío y oscuro espacio interestelar. La tercera entrega se ha llevado a cabo; quedan nueve más de su misión de sesenta miliciclos.

Pasan tres miliciclos. El nuevo planeta-objetivo está sólo a seis sistemas de distancia, otro planeta oceánico orbitando alrededor del solitario sol amarillo de inusitada estabilidad. La cuarta cuna será depositada en él, en el tercer cuerpo lejos de la estrella, un planeta cuyo período de moción alrededor de su sol central es tan corto que hace catorce revoluciones en un miliciclo.

Antes de alcanzar su objetivo, la nave espacial se desvía. Se sumerge en la atmósfera rica en hidrógeno del mayor planeta del nuevo sistema, cumpliendo así dos metas. Su velocidad respecto de la estrella central es significativamente disminuida mediante la conversión de la energía cinética a calor disipado, y su depósito de elementos brutos y compuestos químicos primitivos, de los que el equipo de manufacturado de a bordo crea todas piezas de recambio, es parcialmente rellenado. Después de salir de su salto a la espesa atmósfera, el viajero interestelar cubre la distancia final hasta su objetivo, una tranquila velocidad de seiscientos nanociclos.

Durante su aproximación, la software automática de la computadora central pasa por una bien probada secuencia, diseñada para descubrir si alguna de las condiciones del planeta-objetivo han cambiado desde el último conjunto de observaciones sistemáticas, tres ciclos atrás. Dado que el contenido de cada cuna ha sido diseñado únicamente basándose en el entorno del planeta específico donde los zigotos deben crecer y desarrollarse, cualquier cambio importante en ese entorno podría reducir drásticamente las probabilidades de supervivencia de las especies repatriadas. A una orden de la computadora, una batería de avanzados instrumentos sensores remotos, se despliega para confirmar el diseño original determinado para el planeta.

Pero los instrumentos, tal como estan planeados, no dan validez al supuesto diseño. El entorno ha cambiado. No marcadamente, no como si hubiera sido reformado a gran escala por una inteligencia avanzada para un propósito determinado. Los datos iniciales sugieren, por el contrario, que durante el último o dos últimos ciclos, alguna inteligencia indígena ha emergido causando un impacto no trivial, tanto en la superficie como en la atmósfera del planeta.

Mientras los sensores remotos continúan su vigilancia del planeta-objetivo, se descubre algo todavía más inusitado. Hay satélites artificiales, millares de ellos, en órbita alrededor del cuerpo. Una especie conocedora del espacio vive ahora en este planeta. Una alarma se dispara en la computadora central de la nave. Los zigotos y la cuna destinados a este planeta no se diseñaron para enfrentarse a otra especie avanzada.

No obstante, los brillantes ingenieros de la Colonia han anticipado que por lo menos uno de la docena de planetas-objetivo podría haber cambiado significativamente durante los tres ciclos, desde las últimas observaciones regulares. Un protocolo de contingencias para sortear nuevas situaciones ha sido programado durante la secuencia de aproximación. Este protocolo requiere esencialmente cuidadosos análisis sobre las nuevas condiciones del planeta, valoración del impacto de estas condiciones sobre la probabilidad clave de parámetros de supervivencia, y luego, asumiendo que la valoración del impacto no es satisfactoria, transferir, a ser posible, la nueva información a la infraestructura electrónica responsable de la educación de las especies repatriadas después del reparto de cunas.

Una de las subrutinas especiales en el protocolo de contingencia trata de la emergencia-sorpresa de nuevas especies navegantes del espacio. El primer acto en la secuencia es el examen de uno de los satélites orbitales, para valorar su sofisticación tecnológica. Con sumo cuidado, la nave espacial interestelar se sitúa en posición de encuentro con uno de los satélites artificiales que permanecen prácticamente estacionarios, sobre una sola región, en el planeta giratorio que hay debajo. Utilizando algoritmos de explosión super rápida, almacenados en el macro comunicador, la nave busca y establece las frecuencias de mando y telemetría de su vecino. Pero los intentos de dar órdenes al satélite, fallan, sugiriendo un complicado código protector incrustado en los receptores y/o un complicado procedimiento de mando.

Sin poder ordenar al satélite y así estudiar sus capacidades, la nave espacial visitante no puede establecer conclusiones sobre el alcance tecnológico de la nueva especie de navegantes espaciales. El protocolo requiere, en esta situación, el intento de «captura» del satélite para realizar un examen in situ, siempre y cuando no exista peligro por dispositivos montados en el propio satélite. Esta determinada rama de lógica, en la software, para la nave, fue tema de intenso debate por la junta revisora de Comité de Ingenieros durante el proceso de diseño, varios ciclos antes. Muchos de los ingenieros más experimentados pensaron que era arriesgado incluir esta anilla de lógica, en principio por la posibilidad de que una cultura emergente paranoica pudiera armar sus satélites con dispositivos destructores que no pudieran ser fácilmente reconocidos y desarmados.

No obstante, basándose en la evidencia histórica de toda la galaxia, se discutió que puesto que las más incipientes civilizaciones habían abolido la guerra y la agresión, antes de surcar los espacios, la ausencia de un dispositivo claramente identificable de destrucción o de protección, era suficiente evidencia adicional para permitir la captura y desmantelamiento de un satélite.-Y todos estuvieron de acuerdo en que la información detallada sobre el estatus tecnológico de la nueva especie, que resultara de tal ingeniería revertida sería extremadamente valiosa para completar la evaluación del riesgo para las especies repatriadas.

Grandes brazos de manipulación remota se extienden fuera de la nave, se apoderan del satélite de vigilancia y lo meten en una gran estancia de techo abovedado. Un ejército de pequeños robots electrónicos lo atacan al instante, recorriendo toda su superficie con tientas y sondas. Trillones de fragmentos de datos sobre el satélite son engullidos por el dispositivo de almacenamiento de datos primarios de la computadora de éste. Los nuevos navegantes del espacio no están muy avanzados técnicamente. En realidad, el algoritmo de la computadora llega a la conclusión de que incluso es sumamente sorprendente que hayan dominado el lanzamiento y mantenimiento de tantos satélites.

Una explosión empieza a destruir la habitación y una sorprendente secuencia de acontecimientos entra en acción casi inmediatamente después, mientras la nave despliega sus recursos de protección para detener la expansión de la bola de fuego y mitigar los daños causados por el pequeño dispositivo nuclear que ha vaporizado su satélite «invitado». La explosión es rápidamente contenida por técnicas desconocidas, pero no antes de que haya causado considerable destrucción a bordo de la nave interestelar.

La gran nave se ocupa en una complicada auto-prueba, después de la explosión. Un detallado análisis computerizado de los daños indica que la probabilidad de desplegar las cunas con éxito, en los ocho planetas adicionales, aumentaría si la misión quedara temporalmente interrumpida para dar lugar a llevar a cabo ciertas reparaciones. La necesidad concomitante es un refugio seguro para realizar ciertas modificaciones, en un entorno conocido y con escasas variaciones. La computadora maestra decide, basándose en las restricciones del sistema y subsistema, que deben aplicarse durante las reparaciones, que el fondo del océano en este planeta-objetivo es el lugar perfecto para esta espera en el programa de la misión.

La nave espacial baja a la atmósfera, reconfigurándose de nuevo y mostrando una serie de superficies aerodinámicas de control. Durante su rápido descenso, la ruta de vuelo es cruzada por un vehículo en forma de bala que acaba de ser lanzado desde un aeroplano a gran altura. La nave espacial se acerca y luego vuela junto al misil. La telemetría del misil es interceptada y correlacionada con los tipos de datos extraídos del anterior satélite. La computadora de la nave utiliza su enorme capacidad procesadora y la correlación cruzada de los algoritmos, para tratar de romper el código de mando del pequeño misil. Eventualmente se consigue y el visitante es capaz de interactuar sobre el proyectil dirigido.

La nave espacial ordena al misil que lea sus subrutinas de guía. Realizando cuadrillones de computaciones por segundo, la inteligente computadora del corazón de la nave interestelar deduce la estrategia de blanco del misil. Una imagen del blanco que provocaría la caída del misil en el océano, junto al punto elegido para el vehículo espacial, es mandada al algoritmo de guía del misil. La nave y el misil se hunden, en parejo, en el golfo de México.

Los dos vehículos descansan ahora a unos tres kilómetros de distancia en el fondo del océano. Dentro de la cuidadosamente codificada software de protección de fallos de la gran nave espacial, que se hizo cargo del manejo de la nave inmediatamente después de la explosión del satélite, cuatro actividades separadas se llevan paralelamente a cabo. Uno de los procesadores está seleccionando a través de los archivos de datos asociados con este determinado planeta, para determinar qué posible especie indígena pudo haber pasado por un estallido evolutivo y transformarse en navegantes del espacio con tanta rapidez. Junto con esta primera serie de computaciones hay una evaluación del impacto de dicha inteligencia avanzada, local, sobre la supervivencia de los zigotos repatriados. Entre las preguntas formuladas por la evaluación está la de qué pasos activos puede tomar la nave espacial, ahora, para aumentar la probabilidad de germinación y desarrollo embrionario, con éxito.

Un tercer procesador de la computadora central realiza un detallado y completo análisis del estado de la nave, incluyendo meticulosas valoraciones de técnicas de reparación, y materiales necesarios para componer todos y cada uno de los componentes. La cuarta subrutina paralela importante dirige el esfuerzo de los pequeños robots planos que salen al océano, primero para comprobar que el misil cercano es inofensivo y puede ser traído, sin temor, a la nave, y segundo para catalogar toda la flora y fauna de los alrededores por si acaso se hiciera necesario algún tipo de camuflaje.

Las alfombras trasladan el misil a la nave para más análisis. No se encuentran más datos importantes en su estudio. Las similitudes de ingeniería entre el misil y los anteriores satélites artificiales son catalogadas simplemente en los archivos de datos. La valoración de los daños en la nave llega a la conclusión de que las materias primas y herramientas necesarias para la reparación pueden encontrarse, exceptuando las cantidades apropiadas de plomo y oro, ambos metales difíciles y lentos de conseguir en el transmutador. Si pudiera encontrarse de algún modo suficiente plomo y oro, la nave entonces estaría dispuesta para abandonar el planeta en tres días locales; si la nave tuviera que hacerse el plomo y el oro, incluyendo la búsqueda de elementos en pequeña cantidad en el océano circundante, entonces el esfuerzo total de las reparaciones tardaría tanto como treinta días.

Los otros dos procesadores llegan a unas conclusiones igualmente interesantes en cuanto a probabilidades. Basándose en los datos tomados durante la recogida de especies en peligro, siete ciclos atrás, dos tipos separados de animales, uno de tierra y otro de agua, son seleccionados como los únicos posibles candidatos del estallido evolutivo que produjo navegantes espaciales en tan poco tiempo. A decir verdad, según la computadora, si los seres humanos de tierra sobrevivieron su anterior nadir (más o menos en la época en que algunos ejemplares fueron recogidos por las naves del Zoológico de la Colonia) y no se extinguieron, tenían mejor oportunidad de llegar a viajero del espacio, especialmente en vista de los resultados de los experimentos a que se les sometió en el Complejo Zoológico. Pero si, en realidad, los descendientes de estos bípedos, criaturas erguidas y agresivas, se han vuelto viajeros del espacio, advierte el procesador, la posibilidad de supervivencia de los zigotos en la cuna es extremadamente baja. A menos que pudiera llevarse a cabo algún cambio significativo en la cuna, en el acto, o que el desarrollo de los repatriados pueda mantenerse secreto, en cuanto a los humanos, por tanto tiempo como un miliciclo.

Lo más preocupante para la nave espacial extraterrestre desde el punto de vista de su misión, es la posible conclusión de que puede ser descubierta por los habitantes inteligentes y potencialmente hostiles del planeta-objetivo, en un período de tiempo relativamente breve. De ser descubiertos y seriamente amenazados, la nave escaparía rápidamente del planeta y buscaría otro refugio para sus reparaciones; sin embargo, viajar por el espacio cercano en su precario estado podría resultar muy arriesgado. Otra opción sería que la nave enviara sus propios robots a las minas de este planeta para extraer el plomo y el oro que virtualmente garantizaría su llegada sana y salva al siguiente objetivo, donde los metales pesados son abundantes.

En cualquiera de los casos, el descubrimiento prematuro por terrícolas nocooperativos condenaría casi con seguridad la cuna de zigotos que se dejaría en la Tierra, si llegara a saberse que dicha cuna procede de una nave espacial aliena. Así, lo que hay que hacer primero es comprobar, desplegarse y después ocultar la cuna de Tierra lejos de la nave. Las alfombras localizan un punto resguardado a unos novecientos o mil kilómetros de la nave, en el suelo del océano, y la plataforma deposita la cuna de oro oculta bajo un saliente rocoso.

Para reducir la posibilidad de ser descubiertos, la nave cambia su aspecto exterior para parecerse al océano que la rodea. Después de una complicada serie de análisis sobre la decisión, la computadora central llega a la conclusión de que la máxima probabilidad de éxito del conjunto de la misión lleva consigo la necesidad de solicitar la ayuda de las ballenas o de los seres humanos para que proporcionen el plomo y el oro necesarios, así como nueva información para transmitir a la cuna. De modo que la nave espacial organiza las reparaciones factibles, se coloca a la espera de un posible relanzamiento y empieza la tarea de comunicarse con los terrícolas.

Los datos tomados por los exploradores del Zoo, siete ciclos atrás (unos cien mil años de la Tierra) daban a entender que las ballenas y los seres humanos, en aquel momento, tenían aproximadamente el mismo potencial de inteligencia. El lenguaje de las ballenas era más rico y más complicado en la época de las primeras investigaciones. Los exploradores del Zoo lo estudiaron brevemente y grabaron en los archivos sus principios fundamentales. Apoyándose en estos viejos datos, mientras buscan a la vez un medio para comunicarse los humanos, la nave espacial intenta contactar con las ballenas. Como éstas no han cambiado sustancialmente en el tiempo transcurrido, los intentos son parcialmente satisfactorios; las ballenas entienden que se las llama, pero los mensajes las confunden y son incapaces de imaginar cómo responder.

Dos pequeños grupos de ballenas descifran el mensaje transmitido en el océano por la nave aliena y nadan hacia ella. Los robots de la nave espacial extrarrestre examinan cuidadosamente a las ballenas, mostrando incluso el misil cautivo a uno de los grupos para producir su reconocimiento, pero llegan a la conclusión de que las ballenas no pueden ser los viajeros del espacio. Por lo tanto, son los humanos los que han dado el gran paso evolutivo y deben ser contactados e inducidos, de un modo u otro, a proporcionar el oro, el plomo y la información necesaria. Se abandona todo intento de seguir comunicándose con las ballenas.

Antes de que la nave aliena elija el método que utilizará para ponerse en contacto con la Humanidad, la suerte le proporciona una excelente oportunidad. Durante la interacción final con las ballenas, tres seres humanos nadan por los alrededores. Por una increíble suerte, los tres encuentran la cuna y la llevan a tierra. Como precaución, la computadora de la nave ordena cambios temporales en la cuna para asegurar su protección y proporcionar una más frecuente monitorización; sin embargo, todavía no se preocupan. Los humanos no conocen la relación entre la cuna y la nave, además, con los zigotos en su primera etapa de pululación, la cuna es extremadamente robusta. Que la cuna esté en posesión de los humanos, en este momento, puede ser considerado también como una ventaja para los superalienos; unos receptores en la cuna pueden conseguir que se escuchen las conversaciones, y luego las telemetriarán a la computadora madre: esta información les permitirá aprender los rudimentos del lenguaje humano.

Los procesos lógicos en las computadoras extraterrestres están forzados hasta el límite para imaginar una forma de entrar en contacto con los seres humanos y lograr su ayuda sin crear indebido riesgo, tanto para la cuna, como para el resto de la misión. Las computadoras están a punto de decidir un rápido ataque a las minas para conseguir el oro y el plomo, cuando se dan cuenta, gracias a su parcial comprensión del lenguaje humano, que los tres humanos que encontraron la cuna piensan volver por los alrededores. Todos los procesadores de la nave se unen para crear un escenario que induzca a dichos humanos a ayudarles. Incluso el interior de la nave se recrea para la llegada de los humanos, porque si hay suerte, existe una gran probabilidad de que la nave pueda continuar su misión, habiendo podido depositar con éxito los millones de zigotos repatriados, pero sin haber quebrado la principal fuente de vida de la Tierra. Éste era el propósito original de la misión.