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Carol observaba fascinada cómo el pulpo capturaba a su presa con sus largos tentáculos.

—Imagine lo que sería tener ocho brazos —le dijo Óscar Burcham—. Piense en la arquitectura cerebral necesaria para separarlos todos, para identificar que estímulo viene de cada miembro, para coordinar todos los tentáculos en defensa o en adquisición de alimento.

Carol se echó a reír y se volvió a su compañero. Se encontraba delante de una gran ventana de cristal translúcido, dentro de un edificio poco iluminado.

—¡Oh!, Óscar —dijo al anciano, con ojos brillantes—, usted no cambia nunca. Solamente usted puede pensar en todas estas criaturas vivas como sistemas biológicos con arquitectura. ¿No se le ocurre pensar alguna vez en sus sentimientos, sus sueños mientras dormitan, en sus conceptos de la muerte?

—Claro, pues lo hago —respondió Óscar con cierta picardía—. Pero es virtualmente imposible para los seres humanos, incluso con un lenguaje común y una habilidad de comunicación desarrollada, describir verdaderamente sus sentimientos. ¿Cómo podemos saber o apreciar, por ejemplo, la sensación de soledad de un delfín? A nuestro modo sentimental oide le atribuimos emociones humanas, lo cual es ridículo… —calló un instante para pensar. Luego continuó—. No, es más provechoso conducir investigaciones científicas a niveles en que podamos comprender las respuestas. A la larga, creo que saber como funcionan estas criaturas en el sentido científico es probable que nos conduzca a sus cocientes emocionales, antes que llevar a cabo experimentos psicológicos cuyos resultados todavía no pueden ser interpretados.

Carol se acercó y le besó con cariño.

—Toma todo lo que digo en serio, Óscar. Incluso cuando le hablo en broma, siempre presta atención a mis comentarios —calló y miró a lo lejos—. Es usted el único que lo hace.

Óscar retrocedió teatralmente y apoyó ambas manos en el hombro derecho de Carol.

—Por aquí, por alguna parte hay una astilla… lo sé con seguridad… está por aquí… ya la tengo. No te favorece, ¿sabes? Aquí estás, una célebre, incluso famosa, reportera, sufriendo todavía de lo que sólo puede describirse como inseguridad terminal. ¿Por qué? ¿Es que tú y tu jefe os habéis peleado esta mañana?

—No —contestó Carol, mientras iban a otra sección del acuario—. Bueno, algo así. Ya sabe como es, lo quiere hacer todo. Estoy ahora trabajando en una gran historia, en Cayo West. Dale viene al aeropuerto a buscarme, me lleva a desayunar, y a continuación me dice exactamente lo que debería estar haciendo para cubrir mi encargo. Sus sugerencias son casi todas buenas y aprecio su ayuda en todo lo técnico, pero es la forma de hablarme. Como si creyera que soy estúpida o algo así.

Óscar la miró fijamente.

—Carol, cariño, habla del mismo modo a todo el mundo, incluso a mí. En él, esto no significa nada. Está absolutamente convencido de su superioridad y en su vida no ha ocurrido nada que cambie su punto de vista. Se hizo millonario con sus patentes antes de que se graduara en el ITM.

Carol se sentía impaciente y frustrada.

—Ya lo sé, Óscar, créame, lo sé. Pero está protegiéndole otra vez. Dale y yo somos amantes desde hace un año. Dice a todo el mundo lo orgulloso que se siente de mí y cuánto disfruta siendo estimulado por mi mente. Pero cuando estamos juntos, me trata como a una imbécil. Esta mañana incluso ha discutido conmigo sobre lo que tomo para desayunar. Por el amor de Dios, he sido nominada para el premio Pulitzer, pero el hombre que quiere casarse conmigo cree que no sé encargar mi propio desayuno.

Estaban ante un gran tanque lleno de agua clara como el cristal. Una media docena de pequeñas ballenas nadaban en círculos acercándose de vez en cuando a la superficie para cobrar aire.

—Viniste a pedirme consejo al principio, mi joven amiga. Y te dije que creía que vuestras almas eran incompatibles. ¿Recuerdas lo que me contestaste?

—Sí —le respondió con una sonrisa triste—. Le pregunté qué podía saber de almas el máximo científico del IOM. Lo siento Óscar. Y lo sentí entonces. ¡Era tan testaruda! Dale parecía estupendo a primera vista y deseaba tanto que usted me aprobara…

—Olvídalo —la interrumpió—. Sabes lo que siento por ti. Pero nunca desestimes a un científico. Algunos de ellos —murmuró abstraído—, quieren conocer hechos y conceptos para llegar a la comprensión total de la naturaleza de todas las cosas. Incluyendo el alma putativa. Ahora, fíjate en estas ballenas —continuó Óscar aumentando la intensidad de su voz y cambiando hábilmente de tema—. Llevamos casi diez años tratando de planificar sus cerebros, aislando varios tipos de funciones de ubicaciones específicas, y tratando de correlacionar su estructura cerebral con la de un ser humano. Hemos tenido un éxito razonable. La función de lenguaje que gobierna su canto ha sido separada y la ubicación de todos los controles físicos para todas las partes del cuerpo ha sido identificada. En realidad, hemos encontrado un área en el cerebro de la ballena que corresponde a la función equivalente para cada capacidad de importancia en el cerebro humano. Pero sigue habiendo un problema, un misterio si lo prefieres.

Una de las ballenas paró en su circuito normal alrededor del tanque. Parecía observarles.

—Hay un gran sector de su cerebro que no hemos podido asignar a ninguna función específica. Hace años, un brillante científico, después de escuchar los cantos de las ballenas cuando emigran y comparando estos cantos con el resto de su comportamiento, llegó a la conclusión de que esta gran porción, no definida, de su cerebro, era una colección multidimensional de recuerdos. Su hipótesis era que las ballenas almacenan incidentes completos, incluyendo panoramas, sonidos, e incluso sentimientos, y que reviven estos incidentes durante su migración para aliviar el aburrimiento. Nuestras pruebas empiezan a confirmar su teoría.

Carol estaba intrigada.

—¿Quiere decir que pueden coleccionar la serie entera de impresiones sensoriales de algo importante, como dar a luz, y después, en cierto modo, revivirlo por completo durante una parte especialmente aburrida de su ruta migratoria? ¡Oh! Es fascinante. Mi memoria me irrita todo el tiempo. Sería maravilloso que de alguna manera pudiera entrar en ella, de forma dirigida, y sacar todo lo que quiera. Y también sentimientos… —se echó a reír—. Ha habido veces, en verano, en que no podía recordar exactamente lo magnífico que era esquiar y casi sentía pánico preocupándome por si el invierno siguiente habría perdido esa sensación.

Óscar agitó la mano a la ballena y ésta se alejó.

—Ten cuidado —la advirtió—. Otra gente ha creído también que sería fantástico el que nuestros recuerdos fueran más completos, algo así como una computadora. Pero supón que tuviéramos una memoria perfecta y multidimensional, como la memoria hipotética de la ballena. Y supón también que tuviéramos la misma carencia de control de entrada que es característica de la memoria humana, tal como es ahora. Ya sabes, donde lo que recordamos y cuando lo recordamos, no depende de nuestro control individual. De ser así habría problemas.Podríamos incluso no ser funcionales como especie. Una canción, un cuadro, un olor, incluso el sabor de un pastel podría forzarnos de pronto a enfrentarnos de nuevo con todas las emociones asociadas a la muerte de un ser amado. Podríamos revivir una pelea entre nuestros padres, o incluso el trauma de nuestro propio nacimiento.

Óscar dejó de hablar un instante, hasta que finalmente dijo:

—No, la evolución nos ha servido con utilidad. No podía desarrollar un mecanismo de control de entrada para nuestros recuerdos, así que para protegernos, para evitar que fuéramos destruidos por errores o acontecimientos pasados, la evolución creó un proceso natural de decoloración de nuestros recuerdos…

«Carol Dawson, Carol Dawson. Preséntese inmediatamente en la sala de conferencias audiovisual, junto al despacho del director».

El altavoz interrumpió el silencio del acuario del IOM. Carol abrazó a Óscar.

—Ha sido estupendo como siempre, Ozzie —dijo viendo como hacía una mueca al oírla usar aquel nombre cariñoso—. Pero parece que ya han revelado todas las fotografías. Incidentalmente, creo que todo lo que se refiere a la memoria de las ballenas es fascinante. Quiero volver y escribir un artículo sobre ellas, a lo mejor algún día de la semana próxima. Para su hija y nieto un abrazo de mi parte.

Carol había sentido tanto interés por la conversación con Óscar que se le había olvidado que aquella mañana temprano había volado desde Miami. Ahora volvía a sentir una fuerte excitación mientras conducía hasta el edificio principal administrativo del IOM desde el acuario. Dale confiaba, a la hora del desayuno en que el revelado de las tomas de infrarrojos mostraría algo interesante.

—Después de todo —comentó con lógica— la alarma ante el objeto extraño sonó repetidamente. Y en las imágenes visuales no se veía nada. Por consiguiente, o las observaciones de los infrarrojos causaron la alarma, o el algoritmo no funcionó adecuadamente. La segunda posibilidad es improbable puesto que yo mismo diseñé la entrada de datos y mis mejores programadores lo probaron después de codificarlo.

Dale estaba inusitadamente excitado, cuando ella llegó a la sala de conferencias. Carol inició una pregunta pero la hizo callar con un vigoroso gesto negativo de la cabeza seguido de una sonrisa de bienvenida. Dale estaba hablando con dos técnicos de proceso de imagen.

—Muy bien, ¿entonces estamos preparados? Proyecte las imágenes en esta secuencia. Las iré solicitando con una llamada.

Los técnicos abandonaron la sala. Dale se acercó a Carol y la cogió del brazo:

—No vas a creerlo, ¡qué regalo! ¡Qué imponente regalo! —se calmó un poco y continuó—. Pero antes que nada, te prometí no estropeártelo —le indicó un asiento en la mesa de conferencias, frente a una gran pantalla, y se sentó a su lado.

Empujó el botón de control remoto. En la gran pantalla apareció una foto fija de las tres ballenas en el área del arrecife, debajo del barco. Podía verse claramente la fisura hasta la derecha y debajo de las ballenas. Dale miró a Carol.

—Ya veo —se encogió de hombros—, ¿qué hay de particular? Yo tomé fotografías, con mi cámara submarina, que son tan buenas como ésta.

Dale se volvió a la pantalla y pulsó el control remoto repetidas veces. Las escenas sucesivas fueron ampliando el agujero del arrecife, progresivamente aislando y centrándose en un pequeño brillo en la parte izquierda de la fisura. De nuevo Dale la miró.

—Y también una ampliación parecida —murmuró pensativa—. Pero es imposible decir si hay realmente algo o si es producto del revelado —se calló—. Aunque el hecho de que dos técnicas diferentes encontraran esta luz esencialmente en el mismo sitió querría decir que puede no ser un fallo debido a distorsión del revelado —se inclinó hacia delante interesada—. ¿Qué viene ahora?

Dale ya no pudo contenerse, dio un salto y anduvo a grandes zancadas por la sala.

—Lo que viene podría ser tu billete para la cena del Pulitzer en Nueva York. Ahora voy a mostrarte exactamente la misma secuencia de imágenes, sólo que éstas fueron tomadas por infrarrojos un segundo más tarde. Fíjate bien, especialmente en el centro de la fisura.

La primera imagen procesada de infrarrojos abarcaba la misma área debajo del barco que la primera imagen visual proyectada. No obstante, en la imagen del infrarrojo lo que se veía eran variaciones termales de la escena. Al procesarlas, a cada pixel (elemento fotográfico individual de la imagen) se la atribuía una temperatura específica basada en la radiación infrarroja de la porción del encuadre. La computadora, entonces, agrupaba temperaturas similares y les asignaba el mismo color. Este proceso creaba regiones isotérmicas o regiones de aproximadamente la misma temperatura, que eran visualmente conectadas por el color. El resultado era que en la primera foto aparecían de color rojo, la mayor parte de las plantas del arrecife eran azules y la temperatura normalizada del agua formaba un fondo gris oscuro. Carol tardó un momento en ajustarse a la proyección. Dale sonreía triunfal. Antes de que Carol tuviera la oportunidad de fijarse en dos pequeñas regiones, una roja y otra marrón, en el centro del agujero del arrecife, el zoom estaba funcionando. A los pocos segundos una imagen del infrarrojo, cercana a la fisura, demostró claramente por qué Dale estaba tan excitado.

—Te dije que había algo debajo del barco —exclamó acercándose a la pantalla y señalando un objeto largo y oscuro. El objeto era cilíndrico en un extremo y terminado en punta en el otro. La fisura había sido descubierta por el zoom, así que casi llenaba la pantalla. Incluso pese a tanta ampliación, la calidad de la imagen del infrarrojo era soberbia. Dentro de la abertura podían verse dos o tres colores; no obstante, sólo dos, el rojo y el marrón eran continuos en un significativo número de píxels.

—¡Válgame Dios! —exclamó Carol y levantándose involuntariamente fue a reunirse con Dale—, esta cosa marrón debe ser el misil perdido. Estuvo todo el tiempo debajo de nosotros —cogió el puntero y señaló la pantalla—. Pero ¿qué es esta área roja? Se parece al gato de Alicia en el país de las maravillas.

—No estoy seguro —respondió Dale—, y probablemente no sea nada significativo. Pero tengo una extraña idea. Me baso en lo que me dijiste sobre el extraño comportamiento de las ballenas, ahí abajo. Puede ser la cabeza de otra ballena, alejada de la luz, y mirando desde el interior de la cueva, o lo que sea esta abertura. Mira, fíjate en esto. Apartando el zoom un poco obtenemos una sola fotografía que muestra ambas regiones isotérmicas rojas. Fíjate como la región roja en mitad de la fisura y el rojo de tus ballenas centinelas parecen iguales. Incluso estirando un poco más, las dos regiones siguen siendo comparables en temperatura. No hay pruebas de ningún tipo, pero seguro que confirma mi idea. La mente de Carol corría adelantándose. Ya estaba planeando su próxima acción. Era esencial recuperar el misil antes de que nadie supiera que estaba allí. Necesitaba regresar a Cayo West tan pronto como fuera posible, recogió su bolso y su portafolios.

—¿Puede llevarme alguien al aeropuerto, Dale, por favor? Ahora mismo. Quiero volver a llamar al teniente Todd y asustarle un poco. Ya sabes, hacer que se muestre más cauto y ganar tiempo para nosotros.

Calló pensando en un millón de cosas a la vez.

—Pero no puedo llamarle desde aquí sin despertar sus sospechas… Y debo arreglarme para disponer de un barco mañana… ¡Oh!, a propósito supongo que habrás sacado copias de estas fotografías para mí.

—Claro —le aseguró Dale—. Pero primero siéntate y relájate un momento. Quiero mostrarte algo más, no sé aún si es un fenómeno real, pero si lo es… —Carol empezó a protestar pero algo en su actitud le hizo obedecer. Se sentó. Él inició un discurso de alabanza a los algoritmos, explicando cómo la información mediante fotografías podría extenderse a poner de manifiesto datos y rasgos especiales, permitiendo así una mejor interpretación.

—Está bien, está bien —masculló Carol—. Lo único que necesito es la última línea. Sé de sobra lo inteligentes que sois tú y tus ingenieros.

Dale volvió a proyectar la primera imagen de infrarrojos, la que mostraba a las tres ballenas debajo del barco.

—Esta fotografía no tiene mucha granulación térmica. Cada pixel de la región teñida de rojo, por ejemplo, no corresponde exactamente a la misma temperatura. En realidad, el abanico de temperaturas para el mismo color es aproximadamente de cinco grados. Ahora bien, si ampliamos la imagen y hacemos que las regiones isotérmicas cubran una extensión total de dos grados cada una, obtenemos esta fotografía.

En la nueva imagen había diez colores distintos. Resultaba mucho más difícil ver detalles individuales, y los vagos datos señalados hacían muy difícil su interpretación. Una porción delantera de una de las ballenas era ahora de un color diferente al del resto del animal.

—El límite de exactitud del equipo, para cuando los datos espectrales se convierten en temperaturas, es de aproximadamente un grado. Si mostramos otra ampliación de la misma fotografía, con las regiones isotérmicas ahora conectadas cubriendo sólo un alcance total de un grado para cada una, entonces la fotografía se convierte en algo sin sentido. Ahora bien, hay veinte colores diferentes para las regiones isotérmicas y, debido al ruido o error en cada dato señalado, de la misma magnitud que la amplitud de la región isotérmica, resulta virtualmente imposible ver las fisuras de objetos conocidos como son las tres ballenas. Te digo todo esto aquí delante para estar seguro de que te das cuenta de que lo que voy a mostrarte puede ser falso. Sin embargo, es absolutamente fascinante.

La siguiente imagen proyectada era una primera vista del suelo del océano, exactamente encima de la trinchera que Carol había seguido cuando retrocedió para encontrar el origen de las huellas. Las familiares líneas paralelas apenas se veían en la imagen de infrarrojos. La fisura estaba casi a la izquierda de la imagen. A cada lado de la trinchera, el color azul, interrumpido por algún verde ocasional, marcaba los dos arrecifes. Carol miró a Dale con expresión desconcertada.

—Esta imagen cercana tiene el mismo grado cinco de granulidad que la imagen ampliada. Aquí no hay nada notable —proyectó otra fotografía—. Ni aquí tampoco, donde hemos aumentado el número de colores otra vez a diez. Pero fíjate en esta otra imagen en la pantalla. Ésta era muy difícil de seguir y menos de interpretar. Tantos como veinte colores conectaban extrañas regiones en lo que parecían ser diseños al azar. La única cosa que era regular en la fotografía era el fondo de rocas sobre las que vivían el coral y otras vidas marinas. Y eran precisamente estas rocas de fondo las que excitaban tanto a Dale.

—Esto es lo que quería que vieras —dijo señalando las rocas a ambos lados de la trinchera—. Las dos estructuras del arrecife no tienen el mismo color. Por alguna razón desconocida y absolutamente inexplicable, cada fondo rocoso de esta área está codificado en color chartreuse. En el arrecife opuesto, al otro lado de la trinchera, separados solamente por unos metros, las rocas son amarillas a un grado de diferencia. Ahora bien, si alguna de las piezas amarillas estuviera intercalada con piezas chartreuse, y viceversa, diría que el dato carece de importancia y que lo que vemos son señales de ruidos. Pero este esquema es contundente.

Carol se sentía perdida. Podía ver las rocas de una estructura del arrecife todas de color chartreuse, y el arrecife opuesto de color amarillo, pero para ella eso no significaba nada. Sacudió la cabeza, necesitaba más explicaciones.

—¿No lo comprendes? —preguntó Dale con un gesto dramático—. Si estos datos son ciertos, entonces es que hemos encontrado algo de enorme importancia. O bien hay alguna fuente dentro de una de las estructuras, que hace su superficie uniformemente más caliente, o, y confieso que esto parece realmente increíble, una de las dos no es un arrecife y es algo disfrazado de arrecife.