MONTAJE Y PRUEBA
Bajo el microscopio-escáner electrónico, parecen muelles fuertemente enroscados con un pequeño rabo. Cuando se meten en agua o en algún otro líquido, los muelles parecen estirarse, y unos apéndices vibrátiles como pestañas salen del rabo extendiéndose unos cuantos angstroms para tener contractilidad.
Hay millones de ellos concentrados en una mezcla del porte de una pequeña gota de agua, y están cuidadosamente comprobados por un mecanismo de láser que también los cuenta y los clasifica al iluminar porciones microscópicas de la mezcla. Cuando termina el recuento, la porción más pequeña de la mezcla separada se retira del recipiente de metal y pasa por un canal a otro líquido, éste de color verde esmeralda, contenido en un vaso de precipitado en forma de botella. Los muelles se extienden y siguen un camino al azar al circular por el vaso.
Un mecanismo exterior agita regularmente el líquido verde esmeralda. Alrededor del interior de la vasija minúsculos sensores registran la temperatura, presión y exactas características químicas y eléctricas del fluido. Si algún parámetro no es absolutamente perfecto, una pequeña válvula abre una lumbrera en la base de la vasija y un nuevo producto químico es inyectado en la solución verde. Continuas mediciones monitorizan la difusión de este material adicional. Al fin, el fluido está debidamente alterado y se alcanza un nuevo equilibrio.
Todo está dispuesto. Desde arriba se dejan caer varios millares de pequeñas pastillas al recipiente. Algunas de estas pastillas flotan en la superficie, pero casi todas caen a diferentes profundidades en el líquido. Incrustada en cada pastilla hay una complicada construcción de ingeniería a escala sorprendentemente miniaturizada. La superficie exterior de las pastillas contiene sensores que «escanan» la región cercana del líquido en busca de objetos del tipo del muelle. Un transmisor de alta frecuencia instalado junto a los sensores dirige una llamada a los muelles y los atrae hacia sí. Alrededor de cada pastilla se arraciman los muelles.
Ahora, de uno en uno, estos muelles se cosechan mediante pequeños instrumentos metidos en la esponjosa superficie exterior de la pastilla, y después son cargados en transportadoras eléctricamente dirigidas hacia la cavidad central de la pastilla. Dentro de esta cavidad hay un sólo punto negro, amorfo, con su exterior cambiando de forma continuamente, a medida que su material opaco se mueve siguiendo estímulos desconocidos. Este punto está rodeado por una pasta amarilla que llena el resto de la cavidad.
El primer muelle resbala de su transporte, entonces localiza y penetra en el punto. Por un instante, puede verse al muelle moviéndose hacia el centro. No obstante, se rompe y se destruye en milisegundos. Otros muelles son disparados a la cavidad a intervalos regulares, y todos ellos tratan, después de penetrar, de llegar a una región especial del punto. Finalmente, uno de la procesión tiene éxito y el punto cambia de color y se vuelve rojo intenso. En rápida sucesión, algunos enzimas de la sección esponjosa exterior de la pastilla caen en la pasta amarilla, cambiando su color un poco hacia el verde, y el resto de los muelles desaparecen, absorbidos aparentemente por la estructura de la pastilla. La entera pastilla se alarga y extiende un pequeño sistema de propulsión miniatura al líquido esmeralda. Después de sortear cuidadosamente los muchos tropiezos, se une a la cola de pastillas fertilizadas que se trasladan, una a una, a través de una membrana diáfana, al fondo del vaso de precipitado.
El fluido cargado de pastillas se precipita a lo largo de un tubo estrecho hasta que llega a un recipiente parcialmente cerrado, del tamaño aproximado de la vasija. Dentro de este vaso translúcido, un objeto mecánico del tipo de una cuchara busca en el chorro de líquido que fluye en su interior y va sacando las pastillas. Las alza y luego suspende momentáneamente cerca del fluido, sobre un gas pesado encerrado en el vaso. A los pocos momentos, cada una de las pastillas revienta y sus caparazones se disuelven aparentemente, dejando bien visibles en la vasija un montón de pequeños puntos rojos rodeados de la pasta amarilla y flotando en un gas invisible.
La pasta se extiende lentamente por toda la vasija sobre el chorro de fluido, hasta que todas las áreas abiertas entre los puntos rojos quedan rellenas. Cuando el chorro esmeralda se va acabando y termina del todo, la pasta se endurece en forma de gelatina y llena las lumbreras por donde había entrado y luego salido el fluido. En el interior de la vasija hay varios millares de puntos rojos incrustados en la gelatina amarillo-verdosa. Los puntos no han sufrido ningún cambio durante todo este proceso.
Pasa el tiempo. Cesa la actividad en la vasija. Ocasionalmente se insertan unas sondas mecánicas, para poner a prueba por las antiguas lumbreras de la vasija la estabilidad de la gelatina. Por fin, el vaso translúcido es retirado del lugar de almacenamiento, mediante lo que parece una pala robótica. Se coloca entonces sobre una cinta mecánica que lo traslada ahora, junto a varias docenas de otros vasos que contienen diferentes tipos de objetos (lápices azules, estrellas púrpura, y cajas rojas, es lo que puede verse) también suspendidos en gelatina amarillo-verdosa, a un amplio horno circular de casi dos centímetros de diámetro. Aquí, todos los vasos se cuecen cuidadosamente juntos. Dentro del horno, las moléculas del material del vaso se evaporan inmediatamente. A continuación, unas manos sin cuerpo envuelven todas las estructuras gelatinosas en una manta increíblemente delgada hecha de filamentos interconectados. Pasado cierto tiempo, esta unidad es retirada del horno y metida dentro de una envoltura metálica de oro cuyas diversas capas están diseñadas para proporcionar toda la restante protección ambiental.
Los propulsores hipergólicos se encuentran y revientan inmediatamente en llamaradas, echando fuego por la nariz del cohete. El esbelto vehículo se eleva, primero despacio, pero después con rapidez asombrosa. Antes de alcanzar el cénit de su vuelo, la parte inferior del cohete, el extraño lastre paraboloide, se desprende y se encienden unos pequeños motores en la panza de aquel boomerang volador. En el ápice de su trayectoria, el conjunto explota súbitamente y se desintegra aparentemente. Cientos de pedazos o piezas de su carga original caen hacia la superficie del planeta en direcciones aparentemente fortuitas.
Una mejor inspección revela que cada pieza individual resultante de la explosión está hecha de una materia metálica de oro envuelto en plástico. Un pequeño paquete sensor-propulsor está acoplado al plástico, proporciona las necesarias correcciones durante el descenso después de la explosión controlada. Las piezas de plástico caen sobre un planeta extraño, híbrido, claramente artificial a juzgar por la amplia variedad de superficies incongruentes y agrupaciones nubosas que pueden ser reconocidas desde una altura de decenas de kilómetros. Hay lagos desperdigados, de líquidos de diferentes tonos y superficies de topografía discontinua con regiones desérticas y tierras de pasto, así como montes pelados y cañones. Un cuarto de planeta conectado está cubierto por las nubes que aquí son blancas y algodonosas, allí oscuras y gruesas. Algunas de las nubes son activas, creciendo y cambiando con indicativos de turbulencia. Otras partes de la región nubosa son estáticas, pequeños girones tendidos a través del cielo, sin cambiar.
Uno de los vehículos de plástico cae a través de un banco de nubes azules en un mar esmeralda. El plástico queda en la superficie, pero el objeto envuelto en oro traspasa nueve metros el agua hasta el suelo del océano. Durante uno o dos días no hay cambio visible, en su aspecto. Luego empieza a formarse una protuberancia, en su región polar norte, en la parte alta de la esfera de oro, mientras descansa en el suelo del océano. La protuberancia crece lentamente, hasta que la forma esférica parece tener un gran carbunclo arriba. Ahora tiene lugar una metamorfosis. En el exterior de la protuberancia, la dura superficie metálica se reblandece y empieza a parecer una membrana orgánica… Aunque la membrana es gruesa y resistente, a veces se hincha, sugiriendo cierta moción del otro lado de la barrera de oro.
Eventualmente un palo fino y negro, una sonda de algún tipo, traspasa la superficie, y penetra en el océano esmeralda. Una segunda sonda aparece, luego una tercera, ambas largas y negras como la primera, pero cada una equipada con aparatos sorprendentemente distintos, repartidos a lo largo del palo. Algo grande hace presión contra la membrana, una vez, dos, hasta atravesarla al fin. ¡Qué extraña cosa! Tiene forma aerodinámica de unos ocho centímetros de largo, en dos segmentos separados y unidos por una articulación. La parte delantera es la nariz de un cono; la segunda parte es larga y fina y termina en punta. Además de las tres sondas en la parte frontal del cono, tiene otros cuatro apéndices plegables, o brazos, dos conectados a los lados de cada segmento.
Nada hacia una planta submarina cercana, con los brazos plegados junto al cuerpo liso. Allí despliega sus apéndices polifacéticos y empieza a examinar la planta un momento para luego alejarse. El mismo procedimiento se repite con cada planta que encuentra. Ocasionalmente, la cosa encuentra una planta que le «gusta» y arranca con sus pinzas una hoja importante. La hoja es doblada cuidadosamente hasta que su volumen es pequeño y se lleva al objeto de la membrana de oro.
Al extraño buscador se le reúne un socio, una copia perfecta de sí mismo, y dos peces gordos con múltiples brazos y piernas. La última pareja se va hacia el lado y empiezan a modificar el suelo del océano. Pasan los días. Las cosas armadas de sondas trabajan incesantemente, trayendo más y más variedades de plantas y vida animal a la base. Los peces con piernas han construido entretanto, con la arena disponible, piedras, conchas y criaturas vivas, casi mil viviendas rectangulares selladas, en el suelo oceánico. Esas criaturas como peces trabajan también sin cesar. Su próxima tarea es trasladar cada uno de los puntos rojos, de uno en uno, desde la cuna de oro a sus nuevas viviendas.
Si se dispusiera de un microscopio veríamos que se estaba ya desarrollando un tipo de estructura dentro de los puntos rojos, dándoles definición y distinción, a partir de cuando fueron inicialmente transportados. Pero son todavía muy, muy pequeñas. Una vez los puntos rojos, en su envoltura protectora de gelatina, están implantados dentro de sus diminutas viviendas, los buscadores hacen paradas de rutina, en cada viaje, para depositar una porción de su cosecha. Al mismo tiempo, los peces con piernas, los arquitectos y constructores de las viviendas rectangulares, empiezan a trabajar en unas casas transparentes del tipo igloo para alojar los embriones de otras especies.
Un año después, la luna ilumina el lago esmeralda. Varios centenares de ansiosos, excitados, agitados cuellos, algunos azul cobalto y otros azul pálido, luchan por subir a ver la luna. Sus cabezas giran en todas direcciones y en cada cara pueden verse dos docenas de hendiduras y orificios. Los cuellos se estiran por aquí y por allá, las serpientes silenciosas buscan algo.
En la misma dirección que la luna, un extraño barco se acerca sobre el agua. Es grande, comparado con las jóvenes serpientes, sus torres gemelas se alzan unos tres metros por encima del agua, y a unos dos metros aproximadamente, una plataforma cuadrada a un lado, es el fondo del barco. La superficie de esta plataforma, es irregular, ondulada y llena de cráteres por arriba. La plataforma flota dulcemente sobre el agua.
El barco llega hasta el centro de la zona donde están las serpientes y se detiene. Las serpientes se dividen en dos grupos según el color de su cuello, y se alinean a cada lado del barco en filas y columnas ordenadas. Una sola nota musical, un sí bemol con timbre aflautado, surge del barco. Rápidamente, la nota es repetida arriba y abajo de las filas y columnas, por cada una de las serpientes a ambos lados del barco. Luego, una segunda nota surge de éste, también como el sonido de una flauta, y el proceso se repite. La lección de música continúa horas y horas, abarcando tanto notas como acordes, hasta que algunas de las serpientes de uno y otro lado, pierden la voz. El ejercicio concluye con un intento de trabajo conjunto por parte de las serpientes de cuello azul real, pero el equilibrio es una penosa cacofonía.
Dentro del barco, cada nota, cada movimiento, cada reacción de las juveniles serpientes a la clase de música, es cuidadosamente monitorizado y grabado. El ingenioso diseño de la construcción del barco se basa en los elementos de control clave de la cuna original. No obstante, aunque segmentos metálicos dorados (así como las largas varas negras e incluso partes de los peces gordos con piernas) aparecen en la computadora que gobierna el barco, los constituyentes primarios de su masa se derivan de grandes cantidades de roca local y materia orgánica sacada del fondo del lago esmeralda. El barco es la quintaesencia del maestro de música, un sintetizador virtualmente perfecto equipado con microprocesadores, que no solamente almacenan las reacciones de los alumnos, sino que contienen software que permitirá experimentar con diversidad de métodos de enseñanza individualizados.
Pero este robot sofisticado, montado por una inteligencia artificial, situado cerca de los zigotos de serpiente y hecho enteramente de componentes químicos, extraídos del material encontrado en el vecindario del punto de aterrizaje, está siendo a su vez vigilado y estudiado desde muy lejos por los ingenieros de pruebas. La prueba en curso está sólo en el principio y adelanta espléndidamente. Ésta es la tercera configuración diferente, intentada por el maestro de música, la parte más dura del diseño de la cuna que llevará a los zigotos de serpiente de regreso a Canthor. La primera fue un fallo abismal; los embriones pasaron a ser adolescentes, pero el maestro jamás pudo instruirles lo bastante como para que pudieran entonar la canción de apareamiento, y reproducirse. El segundo esquema fue mejor; se pudo enseñar a las serpientes a representar la sinfonía amorosa y se consiguió una nueva generación de la especie. Sin embargo, este grupo siguiente de serpientes adultas no pudo, subsiguientemente, enseñar a cantar a su progenie.
Lo mejor del personal de bioingeniería de la Colonia fue traído para estudiar este problema. Después de leer y revisar cuadrillones de fragmentos de datos acumulados, relacionados con el desarrollo de las serpientes y de otras especies relacionadas, encontraron una curiosa correlación entre el grado de cuidados proporcionados por los padres y la resultante habilidad de aquella criatura para, llegado a la madurez, enseñar a sus propios hijos. El paquete de inteligencia artificial responsable de los primeros seis meses de la vida de las serpientes fue entonces rediseñado para incluir a una madre delegada cuyo único trabajo sería acunar y mimar a los bebés serpientes a intervalos regulares. Las pruebas del subsistema resultaron efectivas; esta ligera alteración del protocolo de primera crianza produjo serpientes adultas capaces de enseñar a cantar a sus hijos.
Esta prueba demostrativa dura desde hace más de cuatro miliciclos. Al final del período, la prueba ha sido declarada un éxito sin precedentes. Una población de serpientes fuerte y creativa, unas veinticinco mil, llena el lago artificial. Las limitaciones al futuro crecimiento son algo relacionado con la prueba. Eventualmente, los supervivientes de la prueba son trasladados a otro local del Complejo Zoológico y se añaden a la lista de especie listas para repatriación de zigotos.