CAPÍTULO XXV

 

Cuando los híbridos que acompañaban a James se nos echaron encima mi primera reacción fue esquivarlos para no perder el paso de Emma. Ella de pronto había acelerado la marcha de la persecución, cogiéndome desprevenido y para colmo no conseguía llegar a su mente para pedirle que se detuviera. Le grité a pleno pulmón, pero iba como hipnotizada tras James y me ignoró. Me quité de encima a dos jinetes que me cerraban el paso y entonces llegó Miguel a echarme una mano.

–Ve tras ella–me sugirió–Yo me encargo de ellos–.

En otra ocasión le habría ayudado a quitarnos de encima a los tipos, pero esta vez no estaba para perder ni un segundo porque no quería perder de vista a Emma. Espoleé al caballo y me lancé a la carrera tras ella. Entonces observé cómo James se desviaba hacia una gruta que se adentraba en la montaña a través de una entrada angosta. Estas montañas estaban agujereadas por túneles que los torrentes habían ido excavando con el tiempo. No podía permitir que Emma le siguiera sola a través de esos túneles porque si James los conocía, corríamos el riesgo de que la atrapara con suma facilidad. Emma entró en la gruta en post de James y apreté la marcha para alcanzarla, pero en cuanto ella entró en la cueva se oyó una explosión y un derrumbamiento bloqueó el acceso a la misma. Intenté llamar a Emma a gritos para asegurarme de que estaba bien, pero no obtuve respuesta. Dudaba que pudiera oírme tras ese muro de rocas y aunque intenté comunicarme con ella mentalmente seguí sin poder contactar con ella. Entonces lo comprendí, James tenía que haber preparado previamente esta encerrona. Él sabía que iríamos a por él y había tramado este plan, separándose de los batallones y lanzándonos a su escuadrón para entretenernos con el único objetivo de apartar a Emma de nosotros. Emma no había conseguido esquivar a los híbridos como había pensado en un principio, sino que ellos le habían permitido pasar para que cogiera ventaja respecto a nosotros y de este modo evitar que pudiéramos alcanzarla antes de entrar en la gruta. Había ocurrido justo lo que más había temido que ocurriera: nos habíamos separado de ella.

Me lancé contra la pared de roca maldiciendo y apartando bloques de piedra a golpetazos, pero parecía que los muros de la estrecha garganta se habían destruido con la explosión y que a cada intento de retirar piedras, se desprendían muchas más sellando de nuevo el paso. Exhalé y comencé a generar campos de fuerza haciéndolos estallar contra la pared, consiguiendo nuevos derrumbamientos que bloqueaban aún más la entrada a la cueva. De pronto sentí a Miguel acercarse con la espada de luz en mano.

–¿Qué ha ocurrido?–dijo contemplando la escena.

–Hemos vuelto a caer en su trampa. Tiene a Emma y ha bloqueado el paso tras ella–respondí furioso.

–¡Maldita sea! Vamos a cargarnos esa pared–propuso.

–Lo he intentado, pero  se viene la montaña abajo. No he podido abrir ni un hueco con los campos de ondas–le expliqué.

–Pues entonces rodeemos la montaña, tiene que haber otra entrada–sugirió Miguel.

–¿Cómo he podido ser tan estúpido y no ver que se trataba de una trampa?–rugí.

–Ninguno de nosotros lo vimos venir. No sirve de nada lamentarse Robb, hay que encontrarla cuanto antes. ¿Puedes comunicarte con ella? Yo estoy bloqueado, no consigo escuchar a nadie, ni siquiera a Christine–dijo.

–Yo tampoco. Creo que esto también se lo debemos a James. Debe de tener escudos desplegados en la zona para que no seamos capaces de rastrear a Emma–dije comprendiendo que era una buena explicación para el tema del bloqueo que sufríamos.

– Robb, ¿qué es lo que veía Emma en sus sueños, eso que temías que ocurriera?–preguntó de pronto Miguel.

–Se veía ella sola frente a James peleando a muerte y eso es justo lo que creo que va a ocurrir–dije asustado.

–Lo imaginaba. Vamos, tenemos que evitarlo–dijo Miguel con resolución.

Echó a correr bordeando la montaña y le seguí veloz.

–¿Tiene la daga?–preguntó entonces Miguel.

–Sí, al menos la lleva con ella, pero apostaría lo que fuera a que James cuenta con ello y que él también lleva la suya–respondí.

–¿Crees que intentará el ritual para transferirse las aptitudes de Emma?–preguntó de nuevo.

–No me cabe la menor duda–afirmé angustiado.

 

Continué por la gruta en busca de James. Me escudé e intenté hacer el menor ruido posible mientras avanzaba por el túnel. Estaba atrapada, pero haría lo posible por coger desprevenido a James, que seguramente me aguardaba en algún lugar de la montaña. Continué caminando a través de una galería que parecía haber sido excavada en la montaña por los torrentes de agua que debieron atravesar la zona en el pasado. Saqué mi móvil del cinturón porque aunque no tenía cobertura, al menos podía usarlo como linterna mientras le durara la batería. Continuaba sin poder comunicarme con Robb y me encontraba bastante intranquila pensando en si estaría bien. Nos habíamos separado, justo lo que intentábamos evitar y me sentía insegura sin él. De pronto el túnel se abrió en una caverna más amplia que estaba iluminada con antorchas y comprendí que aquello había sido planeado al detalle por James. Sin pensármelo me introduje en la caverna y la recorrí con la mirada, al tiempo que un escalofrío recorría mi columna vertebral.

–Bienvenida, Emma. Ha sido un detalle por tu parte no hacerme esperar demasiado. Ambos tenemos hoy una cita con nuestro destino y es mejor estar preparado para la ocasión, ¿no crees?–dijo James desde el centro de la caverna.

–Sí, será mejor que te prepares para morir. Dicen que es conveniente arrepentirte de tus crímenes antes de hacerlo, pero en tu caso la lista es inmensa y no voy a concederte tanto tiempo–le dije desafiándolo.

–No puedes matarme, Emma. Lo has intentado ya en varias ocasiones y no eres lo suficientemente poderosa para hacerlo. Ni siquiera eres un primero, aunque quieras pasar por serlo. Eres una simple mortal. Tus padres eran aún más poderosos que tú y conseguí vencerlos. Ambos me suplicaron por su vida, los muy cobardes, especialmente tu madre que se aferraba a la vida y se negaba a morir a pesar de la tortura a la que la sometí. Supongo que mantenía la esperanza de volver contigo la muy ilusa, pero no descansé hasta que la vi morir ante mis propios ojos. Ése es un error que tú sin embargo cometiste la última vez que nos enfrentamos y todo error tiene sus consecuencias y en tu caso será el fin de tus días–me amenazó James.

–Si pretendes enfurecerme no tienes que esforzarte demasiado, lo consigues con sólo respirar por lo que he decidido que es conveniente que dejes de hacerlo– siseé sacando mi daga celestial del cinturón.

–¡Vaya! Veo que has traído la daga gemela–dijo James sonriendo–Emma, voy a ser sincero contigo, necesito transferirme tus poderes para continuar con el resto de mi plan. Podemos hacerlo de un modo sencillo o complicarlo un poco. ¿Por qué no colaboras y me lo pones más fácil? Una vez que tenga tus aptitudes, arrasaré al Consejo y a ese inútil de Miguel y me quedaré al frente de todo como debe ser. Si te entregas ahora sin oponer resistencia te prometo que no dañaré a Robb. Hazlo y no le tocaré ni un cabello, te lo juro–.

–¿Piensas que puedo creerte? Robb es tu hijo y has estado a punto de matarle en dos ocasiones y sé que lo habrías hecho sin ningún tipo de remordimiento. Sólo un monstruo puede actuar así, no sintiendo ni el mínimo afecto por su propia sangre. Lo siento, pero rechazo tu oferta, de hecho no puedo más que aborrecer todo lo que me ofrezcas. Te odio James y me he propuesto hacerte desaparecer del mapa. Cuando acabe contigo me será muy fácil restablecer la paz y fin de la historia–confesé.

–Eres más vengativa de lo que esperaba tratándose de alguien que dice buscar la paz. Deberías estarme agradecida después de todo porque sin mí Robb no existiría. En su tiempo esperé mucho de ese chico, pero al fin y al cabo salió a su madre y pagó mi confianza con la traición. Deberías saber que en nuestra familia eso se paga con la muerte y dado que no has aceptado mi oferta, me ocuparé de él personalmente cuando acabe contigo. Has de saber que lo primero que haré será contarle con todo detalle cómo sufriste antes de morir. Estoy seguro que hará más emotivo el momento. Y sin más preámbulos espero que estás preparada porque vas a morir–dijo James sacando su daga del cinturón y apuntando hacia mí.

Y de pronto nos abalanzamos el uno contra el otro, enzarzados en una cruenta pelea.

 

 

–¿Oyes eso?–preguntó de pronto Miguel en voz baja.

Asentí y presté atención. Se trataba de un golpeteo rítmico provocado por el choque de metal contra metal. Miramos a nuestro alrededor, pero sólo se veía la  ladera escarpada de la montaña cubierta de escasa vegetación, de modo que no había escondite posible para un híbrido en las proximidades. Entonces lo comprendí… Me llevé el dedo a los labios para indicar a Miguel que guardara silencio y cuando capté su atención señalé con mi dedo índice hacia el suelo. Miguel comprendió y asintió, avanzando lentamente para rastrear el área bajo nuestros pies. De pronto descubrimos una fisura en la roca que estaba cubierta parcialmente por vegetación. Nos acercamos y nos colamos a través de la angosta entrada, descendiendo a un túnel dentro de la montaña. Avanzamos y distinguimos la figura de un tipo en el primer recodo del túnel. Iba armado con una daga larga con la que golpeteaba su escudo como si tocara la batería. Miguel me miró divertido y se tocó la sien, indicando que iba a intentar sugestionarle. Pero entonces se volvió hacia mí indicándome que no podía hacerlo. Conté hasta tres con mis dedos y los dos nos lanzamos a por el híbrido a la vez. Cogimos al chaval tan desprevenido que no tuvo tiempo ni de asir correctamente la daga, de modo que de una patada conseguí quitarle el arma y arrojarle contra la pared. Miguel le agarró por el cuello, levantándole y haciéndole chocar de nuevo contra el muro.

–¿Qué? ¿Se te hacía aburrido el turno de vigilancia?–le soltó Miguel.

El muchacho intentó escabullirse, pero Miguel le agarró del cuello y le retuvo contra la pared.

–Es un escudo–dije–James debe haber cubierto la zona con unos cuantos para impedir que nos comuniquemos con Emma–.

–Es probable. Explicaría por qué no he podido sugestionarle–admitió Miguel.

–¿Dónde está James?–le pregunté al híbrido que nos miraba espantado.

–No lo sé–dijo forzando la voz ya que Miguel le estrangulaba.

–¡Mal comienzo!–dijo Miguel– O hablas o te estrangulo–.

–De veras, no lo sé–repitió el muchacho–Mi superior nos repartió esta mañana por los túneles y nos ordenó a todos nosotros que mantuviéramos activado nuestro escudo hasta nueva orden. No sé nada más–.

–Parece decir la verdad–admití– No podemos perder más el tiempo, desactivémoslo, quizás recuperemos la comunicación con Emma–.

–Desactiva tu escudo o te forzaré a hacerlo–amenazó Miguel.

El muchacho se lo tomó en serio porque dejó de emitir. Con un simple toque en la sien le dejé inconsciente.

“Emma, ¿puedes oírme?” pregunté con ansiedad.

Esperamos unos instantes y nada.

–Debe de haber más interferencias en los túneles. Avancemos, Emma no puede estar lejos–dijo Miguel.

 

Mi lucha con James estaba demasiado igualada. Curiosamente a pesar de nuestras desarrolladas aptitudes, nuestro combate final era más parecido a una lucha cuerpo a cuerpo que a un enfrentamiento místico, ya que en definitiva todo se reducía a conseguir apuñalar al otro y salir ileso. Me movía con rapidez, atacando sin tregua para intentar sorprenderle y hacerme con él, pero él paraba todos mis ataques y contratacaba con violencia intentando atravesarme el corazón con la daga. Tenía que centrarme si quería vencerle. Me sentía dispersa, pensando en mil cosas a la vez como en dónde estarían en estos momentos Robb y Miguel, en por qué diablos no podía comunicarme con ellos, en cómo iría la batalla campal que se había iniciado justo cuando salimos tras James…Me descuidé y James me rozó la coraza con la daga, provocando un chirrido metálico al arañar el material de mi escudo.  

–Sabes que no eras rival para mí–dijo con humor.

No podía dejar que minara mi confianza con su guerra psicológica. Se esperaba mucho de mí y no podía defraudar a mis amigos. Entonces pensé en Dragón y en cómo sus movimientos eran tan gráciles y tan rápidos que a veces parecía desaparecer de la vista. Y comprendí que tenía que moverme como él. Cuando James volvió a cargar contra mí me giré con fluidez concentrando mi energía en mi cuerpo y consiguiendo el efecto que buscaba. Parecí volatilizarme delante de James y le cogió tan de sorpresa que se giró bruscamente buscándome. Y entonces estaba delante de él preparada con la daga en alto. Actué con rapidez dando la estocada que perforó el escudo de James y atravesó su corazón. Sus ojos se dilataron por la sorpresa y lanzó su arma contra mí, pero detuve el tiempo un instante, lo que me permitió retener su muñeca con mi mano izquierda, evitando que me agrediera con el arma.

El pecho de James comenzó a sangrar, y su sangre escurrió por mi mano que retenía con fuerza la daga contra su pecho y goteó en el suelo. Él pareció desfallecer y la mano que yo sujetaba colgó inerte soltando la daga, que cayó al suelo a mis pies. Después se derrumbó cayendo sobre sus rodillas lo que me hizo tener que agacharme a mí también para no soltar la daga que apretaba contra su pecho. Esta vez me iba a asegurar de que acababa de una vez por todas con él. Extendí mi mano libre para hacerme con la otra daga sin apartar la vista de James, pero cuando estaba a punto de cogerla ésta se apartó de mí, atraída por James que consiguió asirla y pillándome por sorpresa la hendió en mi pecho. Sentí algo frío como el hielo atravesar mi cuerpo y de pronto un dolor penetrante me invadió. Pero no desfallecí, mantuve mi puño sujetando la daga con fuerza contra su corazón, mientras su daga atravesaba el mío.

De pronto haces de energía empezaron a salir de nuestros cuerpos a través la dagas. Sentí cómo perdía las fuerzas e intenté retener mi energía, pero se escapaba sin que yo pudiera evitarlo. Entonces pensé en Robb y en la promesa que le había hecho y luché por mi vida, por él. James me miraba con cara de satisfacción, parecía aún con fuerzas y confiado, mientras que yo me notaba desfallecer. No, lo haría por Robb, al menos tenía que conseguir lo que él tanto había ansiado, la paz y para hacerlo sólo tenía que acabar con James.

Entonces en vez de intentar retener mi energía en mí para que no pasara a James se me ocurrió otra estrategia. Intenté apartar su energía y la mía de nosotros dos. Con tremendo esfuerzo centré mi mente en las dagas y creé un campo de energía entre ellas y con mi mano lo hice ascender, alejándolo de nosotros. De pronto un haz de luz surgió entre nuestros cuerpos, ascendiendo y abriéndose paso con un estallido a través de la caverna, liberando nuestra energía a través de la montaña y escapando hacia el firmamento.

Lancé una última mirada hacia arriba, siguiendo el haz y vi el cielo nocturno iluminado sobre mí. Una estrella fugaz cruzó mi campo de visión y pensé en Robb. Después cerré los ojos y comencé a derrumbarme, desfallecida.

–¿Qué diablos has hecho?–oí ya lejos a James.

–Acabar contigo, cabrón–dije con mi último aliento.

Y sabiendo que era el fin me dejé ir con el rostro de Robb en mi mente, pidiéndole perdón por la promesa que le había hecho y que muy a mi pesar iba a incumplir.

“Perdóname. Te quiero” fue lo último que pensé.

 

Según avanzábamos por el túnel empezamos a sentir que la montaña temblaba provocando pequeños derrumbamientos a nuestro alrededor. Ambos comprendimos que no era un fenómeno de la naturaleza, sino una consecuencia de la lucha entre Emma y James. Apretamos el paso, corriendo veloces a través de los túneles hasta que oímos una fuerte explosión cuya onda expansiva sacudió la montaña arrojándonos contra el suelo.

–¿Qué ha sido eso?–preguntó Miguel.

–Nada bueno. ¡Vamos!–dije preocupado.

Las paredes subterráneas que atravesaban la montaña sufrían desprendimientos y temblores cada vez más importantes a nuestro paso. Aceleramos hasta llegar a una zona donde el túnel se ensanchaba y desembocaba en una caverna más amplia. Nos adentramos  en la caverna y de pronto una luz intensa nos cegó, obligándonos a cubrirnos el rostro. Un rayo de luz proveniente del cielo de pronto impactó contra el suelo, provocando una nueva sacudida en la montaña y desprendiendo un resplandor aún mayor que nos hizo retroceder de nuevo hacia el túnel. Y en unos segundos la luz desapareció y todo se sumió en silencio a nuestro alrededor.

Me apresuré a entrar de nuevo en la cueva temiéndome lo peor y dejé que mis ojos se ajustaran a la oscuridad, sólo perturbada por la luz de las estrellas ya visibles en el cielo. Y entonces la vi. Emma yacía inmóvil en el suelo de la caverna, con sus manos descansando sobre su pecho y la daga en forma de cruz atravesando su coraza, justo en el corazón. A escasos pasos de ella se encontraba James, también inerte con la otra daga clavada en su pecho. Un escalofrío atravesó mi cuerpo y sentí cómo el corazón me oprimía contra el pecho. No podía ser verdad, no podía haberla perdido. Me arrojé al suelo a su lado y pasé mi brazo por su cuello con delicadeza, poniendo su cabeza en mi regazo.

–Emma, amor. Despierta, sé que estás ahí–susurré.

Su rostro estaba tan hermoso como siempre. Sus enormes ojos estaban cerrados, como si durmiese, y sus pómulos estaban ligeramente enrojecidos, al igual que sus carnosos labios. Parecía que iba a despertar en cualquier momento salvo porque no respiraba. Tomé su muñeca entre mis dedos, buscando su pulso, pero fue inútil. No sentía su aura, tan conocida y cálida para mí, pero no conseguía hacerme a la idea de haberla perdido. No podía ser.

Miguel se acuclilló a mi lado, tocando el cuello de Emma y mirándome desesperado.

–No tiene pulso–dijo.

–No ha muerto, yo lo sabría–dije esperanzado.

–Robb, mira la daga–dijo Miguel.

–Te digo que no se ha ido–rugí.

Cogí a Emma entre mis brazos, apretándola contra mí y Miguel comprendiéndolo se alejó, dejándome espacio y dedicándose a inspeccionar el cuerpo de James. Sujetando en brazos a Emma, salté hacia el exterior abandonando esa lúgubre caverna. No podía soportar que ella estuviera en un lugar así, quería liberarla y salvarla. Fui a parar a la ladera de la montaña bajo el cielo estrellado y la tumbé sobre la hierba fresca, arrodillándome a su lado.

–Emma, sé que puedes oírme. No te vayas sin mí, me lo prometiste amor–le supliqué.

Cogí su mano inerte y la apreté entre las mías. Su piel suave comenzaba a tornarse fría al tacto y entonces desesperé y las lágrimas inundaron mis ojos y comenzaron a caer sobre nuestras manos entrelazadas. No podía seguir viendo esa daga atravesando su pecho por más tiempo de modo que la empuñé y con suavidad la extraje de su cuerpo y la dejé en la hierba junto a ella. Su sangre bañaba la hoja y brotó sobre su coraza, justo en su corazón, donde había lucido el escudo del dragón. Le desajusté la coraza, quitándosela, y la atraje de nuevo a mis brazos, acunándola desconsolado.

De pronto sentí una ráfaga de viento y Dragón apareció frente a mí. Su presencia consiguió aliviarme porque si alguien podía ayudarme en esta situación, ése era él. Raudo se acuclilló a mi lado y tocó su frente.

–Ayúdame a recuperarla–le supliqué– Ella sigue aquí, lo sé. Si no estuviera se habría roto nuestro vínculo y eso no ha sucedido, te lo aseguro–.

–Estás en lo cierto. Emma no se ha ido todavía, pero no sé dónde está ni si será posible traerla de vuelta. Yo tampoco consigo llegar a ella–me confesó con sus ojos rasgados fijos en mí.

–Ella me espera a mí. Llévame con ella–le rogué.

Dragón puso sus dedos índice y corazón sobre la frente de Emma y sobre la mía y cerró sus ojos. Sentí calor a su contacto y de pronto mis ojos dejaron de ver lo que había delante de mí y se introdujeron en la mente de Emma. Me encontraba en un escenario difuminado en blanco y a lo lejos se oía el ruido del mar. Avancé buscándola y entonces la divisé en la distancia. Estaba de pie contemplando un inmenso océano que se extendía hasta el horizonte frente a ella. Parecía tan hermosa e inalcanzable como la primera vez que la vi en el bosque y como entonces también parecía más divina que humana. Llevaba el vestido blanco de gasa con el que la había visto siempre en sus sueños premonitorios y que ondeaba mecido por una suave brisa. Ella permanecía inmóvil con su mirada perdida en el horizonte. Me aproximé a ella y le acaricié con suavidad su rostro, sintiéndome aliviado de que aún estuviera ahí de algún modo. Ella seguía inmóvil, contemplando el mar y entonces la cogí por la cintura, volviéndola hacia mí  y sujeté su rostro entre mis manos.

–Emma, amor mío, he venido a por ti. Por favor nena, no puedes irte sin mí–le supliqué.

Ella seguía indiferente, con los ojos fijos y desenfocados que me miraban sin verme. La cogí entre mis brazos, apretándola contra mi pecho mientras ella se dejaba hacer.

–Emma, sé que puedes oírme. Vuelve de allí donde estés. Te amo, lo eres todo para mí y no puedo seguir viviendo sin ti. Tú eres mi alma, mi vida y mi futuro. Lucha, pequeña, escapa de donde estés y vuelve conmigo–le rogué.

Ella seguía sin reaccionar y comencé a desesperar. De nuevo las lágrimas inundaron mi visión y comencé a besar su cabello, que olía a rosas como de costumbre y su frente hasta llegar a sus labios. Acaricié su boca con la mía, saboreando sus labios, tan conocidos y cálidos para mí. Volví a tomar su rostro entre mis manos y la miré con intensidad, intentando que sus ojos se concentraran en los míos.

–Me lo debes, tienes que cumplir tu promesa–le recordé.

Y de pronto Emma se estremeció, inspirando con fuerza. La atraje a mis brazos, sorprendido pero sobre todo esperanzado por su reacción. Ella empezó a respirar agitada y busqué de nuevo su mirada. Sus ojos turquesa se fijaron en mí y se inundaron de lágrimas.

–Emma, recuerda tu promesa, amor. Nuestro destino es el mismo, tienes que volver conmigo–le recordé con pasión.

–No sé si podré–susurró.

–Inténtalo amor mío. Hazlo por mí–le supliqué.

–Robb, sé que te lo prometí, pero me siento tan débil y tengo tanto frío que no me siento con fuerza para hacerlo. Cuando las dagas hicieron transferirse nuestras aptitudes, creé un sumidero de energía y lo lancé lejos para que James no pudiera sobrevivir, pero eso también me debilitó a mí y creo que estoy muerta o en un estado parecido–me explicó susurrando.

–Fue muy inteligente por tu parte, amor, pero no esperaba menos de ti. Eres la mujer más hermosa y brillante que conozco y te aseguro que no estás muerta, estás conmigo y volverás junto a mí. Dame tus manos, si es energía lo que necesitas tendrás la mía, te bastará para volver conmigo–le dije ofreciéndole mis manos.

Ella no dudó en tomarlas, apretándolas entre las suyas y de pronto mi energía comenzó a pasar hacia su cuerpo, como en el rito del vínculo y ella apoyó su frente contra mi pecho, aliviada. Un resplandor cálido nos envolvió y cuando pude ver de nuevo por mis propios ojos, Emma estaba en mis brazos, sobre la hierba de la ladera y me miraba con intensidad. Ella estaba herida y débil, pero la temperatura de su cuerpo era más cálida y oía el rítmico palpitar de su corazón junto a mí.

–Bienvenida, amor–dije entusiasmado.

–Robb–logró pronunciar.

–¡Shhh!, no hagas esfuerzos. Tranquila, te recuperarás–le aseguré.

Dragón se agachó junto a nosotros y puso su mano sobre el pecho de Emma y me pareció que le aplicaba energía curativa, cerrando la herida. Después puso su mano sobre su frente y Emma pareció perder el sentido.

–¿Por qué lo has hecho? Estaba consciente–dije preocupado.

–Está muy débil, es conveniente que no pierda más energía. Llévala de inmediato al campamento. Miguel y yo nos ocuparemos de James–dijo Dragón.

Asentí y eché a correr con Emma entre mis brazos, asiéndola con fuerza para que no se viera sacudida por el ajetreo de la marcha. Aún seguía preocupado por su estado, pero sabía que ella era fuerte y que saldría de ésta. Había estado al borde de perder a mi amor, a mi vida, y consideraba un milagro el tenerla de nuevo entre mis brazos.