CAPÍTULO XXIV

 

Antes del amanecer emprendimos el retorno hacia el recinto del Consejo para hacer frente a la sesión donde se decidiría nuestro destino. Hoy el ambiente entre el equipo era más tenso que el día anterior porque todos sabíamos que la situación era crítica y que si no conseguíamos incriminar a James esta vez, no habría más oportunidades. De fracasar, los primeros nos rechazarían e incluso podrían llegar a juzgarnos si creían la versión de James y de ser así estaríamos en verdadero peligro.

Dragón había venido a vernos esa noche. Misteriosamente conocía todo lo ocurrido y su rostro lucía un semblante serio y preocupado. No me dijo cómo salir del entuerto porque imaginaba que él tampoco sabía cómo proceder, pero se sentó a mi lado y cogió entre sus manos una de las mías, ya que la otra descansaba entre las de Robb, y se quedó con nosotros durante mucho tiempo en señal de apoyo. Esto fue suficiente para mí. Tenerle cerca me reconfortaba y me hacía sentir segura de algún modo, a fin de cuentas Dragón era lo más parecido a un padre que yo había tenido nunca.

Cuando nos aproximábamos al recinto del Consejo observamos que había cierta confusión en el lugar. Robb y Miguel iniciaron el galope y se aproximaron a ver qué ocurría. Los demás les seguimos y cuando llegamos  junto a la entrada comprobamos que el recinto había sido atacado. Daríus estaba indicando a los oficiales que duplicaran la vigilancia y se acercó al vernos llegar. Miguel descabalgó y se reunió con él.

–Daríus, ¿qué ha ocurrido?–preguntó.

–Esta noche nos han atacado. Lanzaron flechas ardientes e incendiaron un par de carpas. Se trataba de un grupo de jinetes, pero abandonaron el ataque cuando les salimos al encuentro. Parecía más una advertencia que un ataque serio, pero os va a traer problemas–dijo Daríus.

–¿A nosotros? ¿Por qué?–preguntó Miguel confuso.

–Por eso–dijo Daríus señalando mi escudo–Lanzaron un blasón con vuestro escudo con una lanza y lo clavaron en la carpa del Consejo. Lo hemos retirado como prueba–.

–Es otra jugada de James–dijo Robb–¡Maldito sea! Quiere incriminarnos haciendo creer que hemos mandado a los pacificadores contra ellos–.

–Os esperan en la carpa principal–dijo Daríus permitiéndonos el paso.

Dejamos los caballos y avanzamos hacia la carpa principal. Los demás esperaron en el mismo lugar que la víspera, pero esta vez temían lo peor.

Los miembros del Consejo ya ocupaban sus plazas, incluido James, y logré distinguir la bandera con mi escudo extendida en la mesa principal. Todos nos miraron con rostros severos y hostiles cuando avanzamos, sin embargo la mirada de James era más bien divertida. Ocupamos nuestros puestos y esperamos que se inaugurara la sesión.

–Hemos sido atacados esta noche–dijo de pronto Arcadio–Los atacantes lanzaron esta bandera con el símbolo que lleva el Equilibrio sobre la carpa del Consejo–.

–No han sido nuestros hombres–se apresuró a explicar Robb–Ninguno de nuestros oficiales ha abandonado el campamento durante toda la noche–.

–Si contáis con dos mil hombres es complicado seguirles la pista a todos y cada uno de ellos–arremetió James.

–No hemos sido nosotros, pero es evidente que quien lo haya hecho ha querido incriminarnos. Pero ha sido demasiado evidente que era así, de hecho ni siquiera la bandera es fiel reflejo de la nuestra–dijo Robb.

Se acercó a la mesa principal y cogió la bandera y la trajo a mi lado, donde la comparó con mi escudo. La bandera era una pobre reproducción realizada con los escudos de los bandos cosidos sobre la tela y donde no había traza del pentagrama inscrito por ningún sitio.

–¿Lo veis? Alguien trata de quitarnos de en medio y es más que evidente quién está detrás de todo esto–dijo Robb.

Todas las miradas se volvieron hacia James que escuchaba en silencio a Robb.

–¿De nuevo volvéis contra mí? Yo que vosotros empezaría a preocuparme por vuestro pellejo, híbridos. Desafiar al Consejo es un delito que ha de castigarse con dureza–respondió James.

–Demostraremos que no mentimos. ¿Podemos empezar la sesión y llamar a nuestros testigos?–sugerí.

Arcadio asintió y dio por abierta la sesión.

–¿Quién será el primer testigo?–pidió Arcadio.

–Nos gustaría empezar por Gallen–afirmé buscándolo entre los primeros del infierno.

Y curiosamente la silla de Gallen estaba vacía. Esto provocó un poco de revuelo en la sala y nos hizo comprender que James nos había asestado otra puñalada por la espalda. Miré a Robb y a Miguel, asustada, y si bien ellos trataron de mantener la calma, estaban tan abatidos como yo.

–Buscad a Gallen–pidió el arcángel–Ningún miembro puede ausentarse del Consejo de este modo–.

–Quizás no lo haya hecho por voluntad propia–sugirió Miguel.

De nuevo todas las miradas se volvieron hacia James, que se mantuvo impertérrito.

–¿Vais a convocar a algún otro testigo o finalmente admitiréis que todo lo que habéis dicho sobre mí no eran más que falsas acusaciones?–dijo James.

De pronto una brisa atravesó la carpa y Dragón apareció de la nada situándose en el centro de la sala. Lucía majestuoso con su melena suelta y un uniforme con mi escudo bordado en la pechera. No traía armas, ni siquiera su espada, pero su sola persona bastó para impresionar al Consejo.

–Yo testificaré contra ti–dijo rotundo–.

–¿Tú? ¿Un traidor? Nadie creerá tu palabra, Dragón–dijo James con desdén.

–Mis hombres atraparon esta noche a una cuadrilla de híbridos que atacaba el recinto del Consejo. Eran tus hombres, James. Los tengo retenidos en mi campamento, pero están a disposición del Consejo si los requieren como prueba–dijo Dragón.

–No aceptaré la palabra de este traidor contra mí. Si no se le apresa ahora mismo…–amenazó James.

–¿Qué?–desafió el arcángel.

–Abandonaré mi lugar en el Consejo y romperé nuestro acuerdo. No habrá más diálogo entre los bandos–amenazó de nuevo James.

–Puedes proceder como te parezca, pero si abandonas el Consejo, los primeros de tu bando son libres de elegir si te siguen o no y de no seguirte no podrás continuar liderándolos. Piénsalo James–le retó el arcángel.

James se levantó furioso y se acercó al arcángel.

–Tú no tienes autoridad sobre mí–respondió James–Seguidme–ordenó a sus primeros.

Los primeros del infierno se miraron entre sí, pero no se atrevían a levantarse.

–Sí, seguidle–sugirió Dragón–Quizás acabéis como Gallen si lo hacéis, en el fondo de una gruta con el corazón atravesado por la daga celestial–.

Los primeros del infierno lanzaron murmullos de pánico, pero James no se alteró por la acusación y avanzó hacia Dragón.

–Eso es una calumnia. Os prometo que al final os arrepentiréis de esto, sobre todo tú–dijo señalándome.

Y abandonó la carpa hecho una furia.

–¿Es que no vamos a detenerle?–preguntó Miguel.

–No, James ya no forma parte del Consejo, con lo cual su acusación hacia vosotros queda desestimada. Tendremos que discutir qué hacer con él, no cabe duda, pero no creo que vaya lejos. Ahora votaremos vuestra propuesta de paz–dijo el arcángel–Nos faltan dos votos del infierno con lo cual para estar en igualdad descartaremos también dos de los votos del cielo. Emma, podéis esperar fuera, os llamaremos cuando hayamos deliberado tu propuesta–.

Asentí y me alejé con Robb, Miguel y Dragón. Estreché la mano de Dragón, agradeciéndole su intervención. Una vez fuera de la carpa Dragón se largó para seguir la pista a James y nosotros fuimos en busca del resto de nuestro grupo. Esperamos con los demás lo que parecieron horas, pero finalmente Arcadio vino a buscarnos y nos pidió volver con él al Consejo. Aparentemente se había realizado la votación y volvimos a entrar en la sala llenos de incertidumbre.

–Sentaos–pidió el arcángel–Yo seré el portavoz del Consejo. Se ha hecho la votación y la mayoría ha elegido la vía de la paz–.

Me sentí llena de satisfacción y rodeé a Robb y a Miguel con mis brazos, atrayéndolos hacia mí.

–No obstante–siguió el arcángel haciendo una pausa–hay una condición para firmar la tregua. Se ha puesto en evidencia que James es una posible amenaza para las negociaciones y el bando del infierno teme sus represalias, de modo que no se iniciará la tregua hasta que os ocupéis de él–.

–¿Cómo?–protestó Miguel–¿Le acabáis de dejar salir del Consejo impune y ahora tenemos que ir nosotros a darle su merecido?–.

–El bando del infierno considera que es misión del Equilibrio hacer entrar en razón a James o castigarlo si procede. Confían en las profecías y estiman que ella sabrá cómo actuar. Cuando lo haga, tendrá el apoyo de todo su bando y firmarán la paz– explicó el arcángel.

–No habrá diálogo posible con James–dijo Robb–Nos forzará a un enfrentamiento e irá a por Emma. Tendremos que acabar con él–.

–Todos confiamos en el Equilibrio para ocuparse del tema–dijo un primero del infierno.

–¿No es eso lo que dicen las profecías? Ella nos llevará a la paz–dijo otro primero.

–¿Aceptáis la condición?–preguntó el arcángel.

–¿Nos respaldaréis?–preguntó Robb.

–Tenéis a dos mil hombres con vosotros además de a Emma. Miguel y tú sois los mejores híbridos que conozco, de modo que poseéis recursos suficientes para ocuparos de él–respondió el arcángel.

Robb y Miguel iban a protestar, pero por la mirada del arcángel entendí que sería inútil hacerlo. Me levanté interrumpiendo a mis amigos.

–Aceptamos–dije–Tendréis noticias nuestras–.

El arcángel asintió, pero no le di tiempo a hacer ningún otro comentario. Me giré, pidiendo a mis amigos que me acompañaran y salimos de la carpa.

–Es evidente que se han lavado las manos en el asunto de James. Es mucho más cómodo que les resuelvan el problema y saben que lo haremos porque deseamos la paz–les dije.

–De nuevo los primeros utilizando a los pobres híbridos, ¡qué típico!–gruñó Miguel.

–Emma, no voy a exponerte a James. He compartido tus pesadillas y sé cuál es el fin de todas ellas. No voy a perderte–me dijo Robb.

–Robb, iremos juntos, pero no veo otra alternativa–dije resignada abrazándome a su cintura.

–Perdón, pero lo nuestro es más bien un trío o ¿es que pensabais dejarme fuera de toda la acción?–protestó Miguel.

–Está bien. Iremos definitivamente a por James, pero ni tú ni yo tendremos que perder ni un instante de vista a Emma, ¿de acuerdo?–propuso Robb.

–Ni un instante–dijo Miguel sonriendo.

 

De vuelta en el campamento empezamos a prepararnos para ir tras James. Lian nos informó de la ubicación exacta de su campamento y del lugar donde era más propicio organizar un encuentro. James había situado su base en lo alto de un páramo y esa localización le daba ventaja ante un ataque porque nos verían venir. Según Lian teníamos que atravesar un pequeño bosquecillo de coníferas y divisaríamos el páramo. Nosotros nos presentaríamos ante James de frente, mientras que Dragón con sus hombres intentaría bordear su campamento para rodearle e impedir su retirada.

Preparamos nuestros escuadrones y partimos al atardecer en su busca. Intentaríamos ofrecer a James la oportunidad de que se rindiera para evitar un enfrentamiento, pero a estas alturas todos le conocíamos lo suficiente para saber que no se avendría a razones y que tendríamos que luchar. Sabíamos que cuanto antes nos hiciéramos con James, antes se acabaría la lucha, de modo que decidimos que Robb, Miguel y yo iríamos directos a por él y contaríamos con el apoyo de Dragón en cuanto le acorraláramos. Los demás se ocuparían de dirigir a nuestros hombres intentando tener las menores bajas posibles en los dos bandos.

Cuando entramos en el bosque de coníferas, sentí un escalofrío recorriendo mi espalda. Parecía un “déjà vu”, pero en realidad sólo había vivido algo similar en un sueño que también acabó en una batalla. Aparentemente mis sueños me habían ido conduciendo inconscientemente al desenlace de mi misión. Robb se situó a mi lado y ajustó el ritmo de su caballo al avance del mío.

–Esto no va a ser fácil, ¿verdad?–le pregunté viendo la preocupación en su rostro.

–No, nos verán venir–admitió–Mantente a mi lado, Emma, es lo único que te pido–.

Alargué mi mano y estreché la suya.

“Pase lo que pase, recuerda que te quiero” susurré en su mente.

“Prométeme que me esperarás” me pidió de pronto con intensidad.

“¿A qué te refieres?” le pregunté confusa.

“Convenimos que estaríamos juntos ocurriera lo que ocurriera. Quiero que me prometas que si te vas, me llevarás contigo allá donde vayas” me suplicó.

“Te lo prometo si tú también me lo prometes a mí” le dije emocionada.

Él asintió y llevó su mano entrelazada con la mía a su corazón y juró. Después yo llevé nuestras manos a mi corazón y repetí el juramento. Robb se inclinó sobre su montura y rozó sus labios con los míos sellando así nuestra promesa.

Nada más salir del bosquecillo divisamos a lo lejos en el páramo el campamento de James. Hicimos un alto y observamos movimiento y comprendimos que nos habían avistado. Pronto divisamos cómo un escuadrón nos salía al encuentro, bajando la ladera al galope. Lo encabezaba James, que avanzó hasta situarse a unos veinte metros de nosotros, disponiendo a sus hombres en fila a sus flancos. Se le iban uniendo más y más jinetes procedentes del campamento, con lo que era evidente que venía preparado para la batalla.

Miré a James en la distancia y sus ojos metálicos se detuvieron en mí.

“Queremos hacerte una propuesta” le dije mentalmente.

“Déjame adivinar. Queréis la paz, por eso habéis venido a buscarme con vuestro ejército, para que me sea más fácil creeros” se burló.

“Avanza hacia el centro con dos de tus hombres, me reuniré contigo allí” le pedí.

James se sonrió y yo comencé a avanzar flanqueada por Robb y Miguel. Llegamos hasta la mitad de distancia y nos detuvimos, pero James no se animaba a unirse a nosotros. Le concedimos unos minutos y finalmente avanzó, seguido de dos híbridos.

–¿Y bien? ¿Qué vais a ofrecerme que pueda interesarme?–preguntó al reunirse con nosotros.

–La posibilidad de rendirte y volver con nosotros al Consejo donde se te juzgará apropiadamente–dijo Miguel con un tono corrosivo.

–Tentador, no cabe duda, pero no me interesa. Ahora escuchad mi oferta. Si me entregáis a la chica os dejaré vivir a vosotros y a vuestros pacificadores, de lo contrario os masacraré a todos y además me llevaré de premio a la chica–nos retó.

–Vete al infierno–maldijo Robb.

–Con gusto, pero que no os quepa duda de que vosotros vendréis conmigo–dijo divertido.

James se giró para ver la alineación de sus oficiales a los pies del páramo y se echó al galope para reunirse con ellos.

–Bueno, ¿y ahora qué?–pregunté.

–Ahora es cuando volvemos a nuestra alineación y comienza el combate–dijo Miguel.

Volvimos al galope al frente de nuestros hombres y sentí que la adrenalina se respiraba en el aire. Era mi primer combate a campo abierto y mis sentidos estaban completamente alerta. Los caballos presentían la inminencia del combate y relinchaban y se movían nerviosos y sus jinetes estaban tensos y expectantes. Y de pronto antes de que percibiera cuál había sido el desencadenante, todos estábamos en movimiento y nos lanzábamos al galope contra el enemigo, que nos salía al encuentro. Imité a Robb, echando mano a mi espada y e intenté sujetarla con firmeza mientras galopaba, pero era más difícil de lo que creía. Me centré en localizar a James, nuestro objetivo, pero él en lugar de avanzar hacia nosotros, de pronto quebró el avance y se alejó con un pequeño escuadrón hacia el oeste.

“¿Está huyendo?” pregunté confusa.

“Eso parece. Sigámosle” propuso Miguel.

Nos desviamos de nuestro frente y nos dirigimos en post de James.

“Cuidado, puede ser una trampa” nos advirtió Robb.

“¿Qué hay en esa dirección?” pregunté.

“Es una zona de difícil acceso, formada por desfiladeros entre montañas. Podemos acorralarle fácilmente ahí, pero él también puede sorprendernos si le perdemos de vista” dijo Robb.

“Pues no lo hagamos. Apretad la marcha” les pedí agarrándome con fuerza a la montura e instando a mi yegua a que corriera más.

Y entonces un ruido ensordecedor llegó hasta nosotros y me asusté. Me volví ligeramente y comprendí que los batallones se habían encontrado y había comenzado la lucha; justo lo que había intentado evitar había acabado ocurriendo. Me sentí furiosa y dolida y supe que tenía que atrapar a James cuanto antes y poner fin a todo esto y sin darme cuenta me había adelantado y encabezaba la marcha, pisándoles los talones a James y a sus hombres. De pronto sus híbridos se desplegaron en dos grupos como para entretenernos y permitir la huida de James, pero fui rápida y los esquivé, colándome entre los dos grupos. James se introdujo en una cueva con una garganta tan estrecha que sólo permitía el paso de un jinete a la vez. Aceleré y alcancé la entrada de la garganta. De pronto una explosión estalló a mis espaldas y mi yegua se asustó, tirándome al suelo. El animal salió huyendo y me dejó en tierra, mientras que James continuó alejándose de mí. Me giré y comprobé con horror que la garganta a mi espalda había quedado sellada por un derrumbamiento, sin duda provocado deliberadamente por James, y ahora yo estaba sola. Además aunque lo intentaba no conseguía comunicarme ni con Robb ni con Miguel, era como si existiera un bloqueo en mi mente. No podía recibir nada de mis compañeros y cuando emitía encontraba una barrera que me devolvía las ondas psíquicas. Robb tenía razón, James nos había tendido una trampa y había conseguido separarnos…

Lancé un campo de ondas contra la pared de piedra que bloqueaba la salida y si bien en un primer momento las rocas parecían romperse y ceder, a continuación se producían nuevos derrumbamientos que acababan por sellar de nuevo el acceso. Me detuve a pensar qué opciones tenía. Si me quedaba allí intentando salir de la cueva, James se me escaparía. De hecho ya no conseguía verle y ni tan siquiera sentía el ruido del avance de su caballo. Avancé durante unos minutos y observé que la cueva ahora se ensanchaba y parecía prolongarse atravesando la montaña. Posiblemente existiera alguna otra salida  y si la había James acabaría huyendo. Seguro que Robb y Miguel acabarían por encontrarme, desblocarían el derrumbamiento y me seguirían, de modo que decidí seguir a James. Al fin y al cabo ése era mi destino.