CAPÍTULO VII

 

Hicimos la ruta de vuelta hasta Nueva York prácticamente en silencio. Robb, aunque conducía, mantuvo entrelazadas nuestras  manos durante todo el trayecto. Me sugirió que durmiera, pero me encontraba bastante abatida y no lograba conciliar el sueño por lo que me dediqué a dar vueltas en mi mente a toda la información que había recibido hoy de manos de Huracán.

Pensé en mis padres, que habían muerto por anteponer la paz a su amor y comprendí bien por qué ellos confiaban en mí para seguir con la misión que comenzaron, aun sabiendo que de hacerlo yo también dejaría mi vida en ello. Yo no sabía si llegado el momento haría la misma elección que ellos habían hecho. Quizás si no tuviera a nadie a mi lado mi sacrificio no me supondría gran problema, pero tenía a Robb y no quería morir y perderle. Y no pensaba sólo en mí en este caso, sino en el sufrimiento que le ocasionaría a él. Por eso comprendía a la perfección el comportamiento de Robb frente a Huracán. Yo en su caso habría hecho lo mismo, me le habría llevado lejos para que nadie intentara quitármelo. Y eso contando con que el principal objetivo de Robb había sido conseguir la paz, pero en mi caso la paz no representaba mi prioridad en la vida. Mis prioridades eran él y mis amigos y por último mi misión como Equilibrio y aunque sonara egoísta yo lo ponía estrictamente en ese orden. Quizás Christine había estado en lo cierto cuando dijo que no era suficientemente responsable y que pensaba más en mis propios intereses que en el bien de la Humanidad, pero no podía evitarlo, a fin de cuentas no había sido mi elección tener ese papel en la historia, más bien no había tenido más remedio que asumirlo con resignación.

Cuando llegamos a Williamsburg era pasada la medianoche. También llovía en la ciudad, aunque la temperatura era más cálida que en las montañas. Sin embargo esta noche yo no conseguía entrar en calor. Entramos en el edificio haciendo el menor ruido posible para no despertar a los demás y cuando llegamos al salón descubrimos que Miguel seguía despierto, sentado en un sofá. Se incorporó nada más sentirnos y se acercó a nosotros.

–Estaba preocupado. ¿Estáis bien?–preguntó inquieto.

–Sí– respondí.

Miguel se nos quedó mirando con incredulidad. Por nuestras expresiones era evidente que no estábamos bien. Alzó una ceja y se recostó contra el sofá.

–¿Qué ha pasado?–preguntó–¿Encontrasteis algo de interés en las montañas?–.

Robb nos miró pesaroso.

–Cuéntaselo tú  Emma, yo preferiría no sacar de nuevo el tema. Te espero arriba–dijo y se dirigió a las escaleras.

–¿Tan malo es?–preguntó Miguel.

Suspiré y me acerqué al sofá, dejándome caer en él. Estaba incómoda y empapada, pero un rato más con esas ropas no supondría mucha diferencia en mi malestar y además me apetecía hablar con Miguel.

–Ven, siéntate a mi lado–le dije.

Él se movió con agilidad felina y se sentó junto a mí, ladeándose para mirarme de frente. Sus ojos lucían de un azul intenso, más vivos de lo que habían estado estos últimos días y eso me reconfortó.

–Encontramos al tipo que buscábamos en un refugio en las montañas. Se trata de un primero que fue amigo de mi padre, se hace llamar Huracán. También es un forajido porque formó parte de los pacificadores en su origen y le condenaron por ello–expliqué.

–No me suena nadie con ese nombre, debe de tratarse de un apodo. ¿Crees que puede tratarse del tipo que lidera el movimiento? Es un tanto extraño que no haya dado señales de vida en este tiempo–dijo.

–Creo que ha estado escondido porque James también iba detrás de él. Parece ser que mi madre dispuso todo para que fuera él quien me entrenara y me ayudara a hacer resurgir el movimiento cuando estuviera preparada, pero francamente no creo que sea él quien esté detrás de los pacificadores. De todos modos no puedo asegurarte nada al respecto porque no nos quedamos el tiempo suficiente para averiguarlo–le expliqué.

–¿Por qué? ¿Tiene que ver con el malestar de Robb?–preguntó dando en el clavo.

–Sí. Me han vuelto a recordar que mi destino es conseguir la paz y ¡fin de la historia! Entrego mi vida como un sacrificio y salvo a la humanidad. Y te puedes imaginar cómo se lo ha tomado Robb…–le expliqué.

–Sí, me lo puedo imaginar, Emma, y estoy con Robb. Si es así no seguirás en esto, no podemos perderte–afirmó.

Se acercó y me rodeó en un abrazo protector como había hecho tantas veces para consolarme y apoyé mi cabeza en su pecho agradeciendo su gesto.

–Pero Miguel y si no lo hago yo, ¿quién lo hará?–pregunté.

–Bueno, podría entregarme yo en tu lugar–insinuó.

–¿Qué? ¡No, ni hablar!–dije liberándome de sus brazos bruscamente y mirándole a los ojos.

–Yo no tengo nada que perder ni a nadie que me llore–dijo con franqueza.

–¡No es verdad! Yo te lloraría y Cloe también y tus amigos y tu gente. No se te ocurra pensar en eso en serio–le advertí.

–Tú tienes a Robb y Cloe a Rick, os sobrepondréis, y mi gente se unirá a ti, no lo dudo–continuó.

Cogí su rostro entre mis manos y le miré con intensidad.

–¡No, Miguel! Tú no harás nada de eso. Eres imprescindible aquí y no te cambiarás por mí. Habrá que buscar otro camino–dije.

–Entonces deberías irte con Robb y esconderte. Nosotros seguiremos con la misión. Hablaré con mi padre y quizás se avenga a razones y me apoye, pero si lo hago quiero que estés a salvo primero–dijo Miguel.

–No Miguel, de momento no harás nada. Tenemos que averiguar en qué consiste la profecía y luego pensar en cómo conseguir la paz eludiendo mi cruel destino. No metas de momento a tu padre en esto. Creo que tenías razón y que el arcángel no mostrará clemencia conmigo, del mismo modo que no lo hizo con mis padres–le expliqué.

–¿Qué quieres decir?– preguntó Miguel perplejo.

–Quiero decir que si bien fue James quien llevó a mi padre frente al Consejo y le culpó de traición, también tu padre respaldó esas acusaciones y eso le costó la vida. James fue su verdugo, pero tanto tu padre como él fueron sus jueces y Miguel no intercedió por él. Y mi madre corrió el mismo destino y ser amiga de tu padre no le valió para salvarse. Ahora entiendo bien por qué me decías que los tuyos no aceptarían mi existencia así como así–admití.

–¿Quién fue tu padre, Emma?–preguntó Miguel intuyendo la respuesta.

–Adriel, el primero del infierno–confesé desolada.

–Eso explica muchas cosas–dijo pensativo.

–Voy a ver cómo está Robb, ¿de acuerdo? Y tú deberías acostarte y descansar–dije.

–Sí, ahora iré. Descansa tú también–me deseó.

–Gracias–dije– ¡Ah, se me olvidaba! No te he preguntado qué tal con Christine–.

–¿Christine?–preguntó confundido.

–¿No estuviste con ella en su base? ¿Qué te parecieron los pacificadores?–quise saber.

–Le he ofrecido la base de Staten Island, el edificio donde vivían era un desastre–dijo con indiferencia.

–Bien, supongo que estará bastante agradecida–dije–Sé que no habéis empezado con buen pie, pero seguro que acabaréis llevándoos bien–.

–Yo no apostaría por eso. En realidad creo que somos totalmente incompatibles–dijo en un tono extraño.

–Miguel, no te estoy pidiendo que seáis íntimos, sólo que la toleres–dije sorprendida.

Y entonces Miguel bajó la mirada y pareció incómodo de veras con la conversación.

–¿Te pasa algo?–le pregunté con curiosidad.

–No hace falta que me sugieras con quién tengo que intimar, Emma. Me apaño bastante bien yo solo–dijo levantando la vista y atravesándome con sus ojos azules.

Parecía furioso conmigo y consigo mismo y ahora quién se sentía incómoda era yo. Estaba claro que mi insinuación le había molestado aunque no había sido mi intención hacerlo, pero tenía que tener cuidado con lo que le decía ahora a Miguel dada nuestra situación y al pensarlo me di cuenta que quizás Miguel pensaba que yo quería liarle con Christine. Me sentía abochornada y Miguel se dio cuenta.

–Lo siento, he sido un maleducado–se excusó.

–No, Miguel, ha sido mi culpa. Perdóname–dije–Sabes que puedes hablarme con franqueza y has hecho muy bien en ponerme en mi lugar. No volveré a entrometerme en tus cosas–.

–Emma, olvídalo ¿vale? No has dicho nada malo. Ve con Robb, te espera–dijo despidiéndome.

Me acerqué y le besé en la mejilla, mientras él se dejaba hacer con la vista fija en el suelo. Me dirigí a mi habitación molesta conmigo misma por mi desliz.

Cuando entré en mi dormitorio no vi a Robb, pero escuché el  ruido de la ducha corriendo en el baño y supe que estaría allí. Entré en el baño sin hacer ruido y me acerqué a la ducha, quitándome la ropa por el camino. Su sombra se proyectaba en la mampara, abrí la ducha y me colé dentro abrazándome a su fuerte espalda bajo el chorro de agua caliente. Él se giró hacia mí, sorprendido de que me reuniera allí con él y me miró con intensidad. El agua escurría por su rostro y delineaba sus rasgos angulosos y perfectos y sentí que me moría por él. Me puse de puntillas y le besé, aferrándome a su cuello y apretándome contra él. Él me cogió por la cintura y me aupó, apoyando mi cuerpo contra la pared de la ducha. Y sólo él consiguió transmitirme el calor que esa noche me hacía tanta falta.

 

Yacíamos abrazados en mi cama sin poder conciliar el sueño a pesar del agotamiento que invadía nuestros cuerpos. Creí que la ducha caliente nos relajaría, pero ambos estábamos preocupados y eso no ayudaba con el insomnio.

–¿Crees que hemos hecho bien en largarnos así sin averiguar nada sobre los planes de Huracán?–pregunté sabiendo que volvería a encender la mecha.

–Emma, no me interesan los planes de ese tío. Si tiene tan claro que debes de morir no me fiaré de nada de lo que proponga porque es evidente que no le preocupará en ningún momento tu seguridad– respondió.

–Tienes razón. Prefiero hacerlo a tu modo, confío en ti–dije besando su hombro.

–Pues he sido yo quien te ha metido en todo esto. Sé que te pedí que te unieras a mí y me ayudaras a  instaurar la tregua entre los bandos, pero no sabía lo peligroso que sería para ti. Ahora todo ha cambiado. Ahora sólo me importas tú y gracias a que hemos acabado con James, sé que estás relativamente a salvo, de modo que no hay por qué aventurarse a buscar la paz si es para convertirte en una mártir. Quizás ahora que James no está mi bando se avenga a razones y quien ocupe el mando en su lugar prefiera negociar una tregua como hizo en su día tu padre–dijo atormentado.

–Entonces ¿me estás proponiendo que dejemos las cosas como están y que no intervengamos?–le pregunté.

–Sí, eso es exactamente lo que te propongo. Creo que es el único modo de mantenerte a salvo–respondió besando mi frente.

–Sí, quizás lo sea–admití reconfortada.

Las palabras de Robb habían conseguido por fin relajarme y encontré la tranquilidad en sus brazos. Él también se quedó más tranquilo y sucumbió al sueño y yo lo hice instantes después, descansando por fin después de ese largo día.

 

Sabía que estaba soñando sólo por el hecho de que avanzaba como si estuviera flotando por la superficie de un hermoso lago. Todo a mi alrededor tenía una belleza extraordinaria y el paisaje sin duda no pertenecía a ningún lugar que hubiera visto en nuestro continente. De pronto bajé el rostro hacia el lago y me vi reflejada en las aguas cristalinas que me devolvían mi imagen como si se tratara de un espejo. Y entonces lo comprendí. Llevaba el vestido vaporoso de gasa blanca que se movía ondulado con el viento, sin empaparse aunque parecía en contacto con la superficie del agua.  Estaba inmersa en uno de mis sueños premonitorios.

“¿Dónde estoy?” me pregunté a mí misma.

“En tu futuro” respondió una voz que reconocí al instante.

“¡Dragón!” exclamé sorprendida.

Miré hacia la orilla y distinguí la estilizada figura de Dragón de pie en un embarcadero de madera frente a mí. Avancé hacia él deslizándome sobre el agua hasta quedar a menos de dos metros de él. Lucía imponente con su larga melena negra flotando al viento, sus ojos gris azulado fijos en mí y vestido con un uniforme de corte oriental que le permitía fluidez de movimientos.

“¿Eres tú quién me ha traído aquí?” pregunté con curiosidad.

“No, eres tú quién me busca a mí, pero ¿estás preparada para hacerlo?” preguntó enigmático.

“¿Hacer qué?” pregunté confusa.

“Cumplir con tu destino” respondió.

“No, no lo estoy. Voy a abandonar” admití.

“Sabia elección, pero ¿me permites interesarme en el porqué? Parecías muy segura de seguir tu destino la última vez que nos vimos. De hecho rechazaste mi oferta de ocultarte para mantenerte a salvo” se interesó.

“Lo sé, pero las cosas han cambiado. No es que no quiera la paz, pero si implica una muerte segura como anuncia la profecía, quizás me lo tenga que plantear con más calma” le expliqué.

“Es un comportamiento muy humano temer a la muerte” opinó.

“Un comportamiento que quizás un inmortal no puede llegar a comprender” dije poniendo los ojos en blanco.

“Emma, es tu elección seguir o no con esto. Si te decides a seguir adelante te aconsejo que lo hagas por ti misma y no por lo que la gente espera de ti–me sugirió.

“Mi prioridad era acabar con James y estaba al cien por cien segura de que debía hacerlo porque él era una amenaza para el mundo y para mí, pero ahora que hemos quitado a James de en medio ya no siento la necesidad de seguir” expliqué.

“Estás en un error y lo intuyes ¿no es así?” murmuró en respuesta.

“¿Qué quieres decir?” le pregunté intrigada.

“Descúbrelo por ti misma. Ibas hacia esa parte del sueño cuando me colé a saludarte. Reúnete conmigo cuando estés preparada, te esperaré” respondió.

Dragón levantó sus brazos y su boca se torció en un amago de sonrisa. La superficie del lago, hasta ahora en calma, comenzó a agitarse creando pequeñas olas que iban ganando en intensidad bajo mis pies. Comencé a inquietarme y vi girar a Dragón como si se tratara de un tornado y desapareció ante mis ojos. Entonces caí al lago y me hundí, sintiendo el contacto del agua fría en mi cuerpo y sintiéndome incapaz de nadar hacia la superficie. Me ahogaba, el agua presionaba mis pulmones y aunque sabía que era justo lo que no debía hacer inspiré con fuerza y sentí un dolor terrible en el pecho. Y de pronto el sueño cambió. Caí contra el suelo e inspiré con fuerza para recuperar el oxígeno que me había faltado bajo el agua. Abrí los ojos y me incorporé y me encontré en un bosque y frente a mí había un ejército de soldados a caballo formando un frente de batalla. Me puse en pie y retrocedí asustada, pero sentí también relinchos de caballos a mi espalda y al girarme descubrí otro batallón también dispuesto en línea para iniciar un combate. Y lo peor fue que reconocí este sueño. Era un sueño antiguo en el que había visto el inicio de una batalla en ese mismo bosque y sabía que yo estaba allí. Me concentré y me localicé a mí misma al frente del batallón con Miguel y Robb a mis flancos y un gran ejército en post nuestra que nos acompañaba a la lucha. Y entonces quise saber contra quién me enfrentaba y avancé hacia el ejército enemigo a paso lento, pero decidido. ¿Esto era lo que me había querido enseñar Dragón? ¿Quería mostrarme quién era mi adversario? Sentí un escalofrío que me recorría la espalda y comprendí lo que pasaba… Lo había estado temiendo todo este tiempo, pero me había estado convenciendo a mí misma de que eso era imposible. Todas mis pesadillas de días atrás conducían a lo mismo…a lo que estaba viendo ante mis ojos. De pronto un jinete se adelantó y supe que era él. Se quitó el casco con lentitud y pareció atravesarme con sus ojos fríos y penetrantes, aunque yo sabía que no podía verme en realidad. Se trataba de James y mi sueño era la confirmación de que aún estaba vivo.

Me desperté angustiada sintiendo que me faltaba de nuevo el aire en los pulmones. Me incorporé y empecé a respirar con fuerza por la boca para evitar desmayarme. Mi corazón latía acelerado y gotas de sudor empezaron a escurrirme por la nuca. Y de pronto Robb se incorporó también y me rodeó con sus brazos.

–Emma, tranquila. Ya está, amor, sólo ha sido una pesadilla–me dijo atrayéndome a su pecho.

Robb estaba a estas alturas más que acostumbrado a mis pesadillas y ya actuaba mecánicamente, medio dormido, atrayéndome a sus brazos y calmándome con caricias y besos hasta que me volvía a dormir, pero esta vez no bastaría con eso para calmarme.

–Robb, escucha, no se trata de una pesadilla. James está vivo–le dije alterada.

–Emma, ha sido un mal sueño, no es real. Duérmete–me suplicó.

Me liberé de sus brazos y me levanté de un salto de la cama, buscando rápidamente algo de ropa por la habitación. Robb pareció espabilarse un poco con mi extraño comportamiento y se levantó también, mirándome mientras yo me apresuraba a ponerme la ropa interior.

–He tenido un sueño premonitorio, Robb y te aseguro que he visto a James con mis propios ojos– le expliqué mientras buscaba un vestido en el armario.

–Emma, has tenido muchas pesadillas desde lo de Woodlawn. ¿No lo habrás confundido con uno de tus sueños?–me preguntó.

–No, Robb. Llevaba el vestido y ya sabes lo que eso significa. Primero me encontré con Dragón en un lago y luego llegué a un bosque y estábamos también nosotros y nos íbamos a enfrentar a un ejército que lideraba el mismo James. Te aseguro que no era un simple sueño–insistí.

Robb me miraba con escepticismo, aún con cara de sueño y con el pelo alborotado hacia arriba y desordenado. Estaba en bóxer, apoyado contra el armario y no sabiendo muy bien qué decir, pero le iba a demostrar que estaba en lo cierto. Estábamos vinculados y él podía ver lo mismo que yo.

–Ven, te lo mostraré–dije cogiéndole de la mano y sentándole conmigo en la cama–Métete en mi cabeza–.

Robb exhaló con resignación e hizo lo que le pedí y entonces recreé mi sueño para él, incluida la parte de Dragón y acabando con la imagen de James frente a mí. Nos mirábamos a los ojos el uno al otro mientras compartíamos de nuevo el sueño y noté cómo la alarma crecía en el rostro de Robb.

–¿Me crees ahora?–le pregunté.

–Sí, hasta he podido sentir su aura a través de ti–dijo grave.

–Algo debió de salir mal, le atravesamos con la daga y sin embargo no murió. ¿Cómo es posible?–pregunté.

–Fue culpa mía. Me ablandé cuando me dijo que era mi padre. Tendría que haberme asegurado de verle morir ante mis ojos, pero no pude hacerlo–dijo Robb angustiado.

–No fue tu culpa, se nos iba a desplomar todo Woodlawn encima y tuvimos que salir de allí. ¿Quién podía imaginarse que la daga no sería suficiente para acabar con él? Y además no puedes seguir creyendo seriamente que seas su hijo, Robb. Él te dijo eso sólo para que te compadecieras de él. Lo más probable es que no le acertáramos de lleno en el corazón y que de algún modo consiguiera salir de allí con vida–dije.

Robb me miró con intensidad y observé que se formaba una resolución en su interior.

–Emma, ahora más que nunca tenemos que huir. Te esconderé y te protegeré de quien sea. Debemos darnos prisa, nos hemos descuidado este tiempo y posiblemente James ya sepa dónde encontrarnos–me dijo acariciando mi rostro.

–Robb, ahora es cuando no puedo huir. Tengo que acabar con James de una vez por todas. No puedo dejar que siga por ahí haciendo más daño y desde luego ahora que sé a ciencia cierta que es el culpable de la muerte de mis padres y te aseguro que le voy a hacer pagar lo que les hizo. Quizás aún esté herido, oculto en algún lugar de Nueva York y si le encontramos antes de que se restablezca tendremos más posibilidades de acabar con él–expliqué.

–En ese caso hay que actuar rápido– dijo Robb– Busquemos a los demás–.

 

Convocamos a todo el mundo en el salón y les conté mi sueño, sembrando bastante intranquilidad entre mis amigos. Todos coincidimos en que lo prioritario era encontrar de nuevo a James, antes de que se largara y se recuperara. La daga tenía que haberle dañado seriamente porque aunque no le atravesáramos el corazón ese metal dañaba nuestros tejidos impidiendo que se regeneraran, como me ocurría en mi pequeño rasguño del brazo que de vez en cuando aún me daba guerra.

De pronto alguien llamó a la puerta con suavidad y nos pusimos alerta. Tom se levantó y tras echar un vistazo a la cámara de seguridad, abrió y dejó pasar a Christine. Me sorprendió verla vestida con otra cosa que no fueran pantalones, su habitual indumentaria. Llevaba una minifalda corta bastante ajustada y una bonita camiseta que dejaba uno de sus hombros al aire, dándole un toque femenino y sexy. Me alegré de que se uniera a nosotros, pues yo quería que fuera parte del equipo. A pesar de los prejuicios de Miguel, estaba segura de que acabarían por acostumbrarse el uno al otro.

–Buenos días–saludó mirándonos con detenimiento–Por vuestras caras se diría que tenéis malas noticias–.

–Si hubieras llegado cinco minutos antes nos habrías ahorrado tener que repetirlo, rubita–soltó Miguel con ironía.

–¡Que te den!–le respondió Christine malhumorada– Emma, ¿qué ha pasado?–me preguntó acercándose a mí preocupada.

–James está vivo. No le matamos y anda por ahí, ¡Dios sabe dónde!–exclamé.

–Eso complica mucho las cosas–admitió.

–Tenemos que encontrarle, Christine. ¿Crees que Lian podría echarnos una mano? Es un buen rastreador–le pedí.

–Por supuesto, déjame hacer una llamada, se pondrá a ello de inmediato–me garantizó.

Christine hizo la llamada y Lian se presentó en nuestra casa en menos de media hora. Le contamos lo poco que sabíamos, incluyendo la emboscada de Lobo del otro día y se dispuso a moverse por la ciudad en búsqueda de información. Tom y Rick se ofrecieron a acompañarle y partieron de inmediato.

Robb y Miguel se encerraron en el gimnasio y supuse que estarían cambiando pareceres sobre lo acontecido la  víspera y los pormenores de mi sueño e intuí que planificarían nuestros movimientos de nuevo, con lo que decidí no molestarlos. Mientras tanto subí con las chicas a mi habitación y las puse al corriente de lo acontecido el día anterior en las montañas con Huracán.

–De modo que Mary tenía planeado enviarte con Huracán y al parecer no le dio tiempo a hacerlo–comentó Christine.

–Eso parece–respondí.

–O quizás quiso retrasarlo–sugirió Cloe–Si tu abuela sabía lo peligroso que sería para ti era normal su reticencia a meterte en ese mundo–.

–En realidad no era mi abuela–aclaré.

–Pero te quería, Emma, eso no puedes ponerlo en duda–añadió Christine–De hecho nos quería a ambas. Éramos su única familia y ella la nuestra–.

–Sí, tienes razón–admití.

–Y ¿qué crees que hará ahora el tal Huracán?–preguntó Cloe.

–Pues supongo que me buscará si lo que quiere es reiniciar la rebelión conmigo, pero creo que Robb no está por la labor de incluirle en el equipo. Y tiene razón, no fue buena idea buscarle, ahora él sabe más de nosotros de lo que nosotros sabemos de él–expliqué.

–Me parece que lo que le pasa a Robb es que está completamente loco por ti y no se fía absolutamente de nadie en cuanto a lo referente a tu seguridad. ¿No es un poco agobiante tener a alguien tan pendiente de ti todo el tiempo?–soltó Christine.

–No, rotundamente no–afirmé–Sé lo que implica no tenerle y te puedo asegurar que eso sí que sería terrible. Él me hace sentir más fuerte y más valiente y me completa. No me apartaría de él por nada–.

–No lo entiendo, de veras. Yo no necesito a nadie para sentirme mejor–admitió Christine.

–Eso es porque nunca has estado enamorada–concluyó Cloe– Cuando te enamores, lo entenderás–.

–Eso no va conmigo. Me gusta pasar un buen rato con un chico, pero eso es todo. No quiero atarme a nadie, en especial con la vida que llevamos. Es más fácil así–explicó.

Cloe y yo intercambiamos una mirada y sonreímos. Estaba claro que Christine algún día se tragaría sus palabras como nos había pasado a los demás, pero preferimos no llevarle la contraria y dejar así la conversación.