CAPÍTULO VI
Cuando Christine y Miguel se marcharon, me apresuré a ir a mi habitación arrastrando conmigo a Robb, que me siguió sin protestar pero un tanto sorprendido. Le hice entrar en mi habitación y cerré la puerta y cuando me volví para contarle lo que tenía en mente me le encontré mirándome con su atractiva sonrisa de chico malo.
–¿Por qué me miras así?–le pregunté un poco intimidada.
–Si tu comportamiento se debe a un arrebato de pasión quiero que sepas que no opondré ninguna resistencia. Soy todo tuyo–dijo provocador.
No pude evitar sonrojarme aunque su comentario me hizo gracia, pero tenía un tema importante que quería comentarle y no quería desconcentrarme con sus insinuaciones.
–Aunque suena muy tentador tendremos que dejarlo para otro momento–le expliqué–He estado hablando con Christine antes de que os reunierais con nosotras y tengo que contarte algo interesante–dije.
Me acerqué a por mi ordenador y me acomodé con él sobre mi cama. La expresión de Robb se tornó seria, pero no dijo nada, sino que se acercó a la cama y se sentó a mi lado.
–¿De qué se trata?–preguntó mientras me observaba iniciar el portátil.
–Estuvimos hablando sobre mi pasado y le conté que había conseguido una copia de la carta que me escribió mi madre cuando entramos en el despacho de Fletcher. Si te acuerdas en esa carta mi madre decía que había dejado información sobre mí y sobre mi misión y que Mary me la facilitaría cuando llegara el momento. Bien, pues llevo mucho tiempo pensando en qué tipo de información me habría dejado mi madre y si Mary habría sido capaz de ocultarla de James o si por el contrario la podía dar por perdida para siempre. Esta mañana le he preguntado a Christine si sabía algo al respecto–le expliqué.
–¿Y bien? ¿Sabía algo que nos pueda ayudar?–preguntó Robb interesado.
–Algo así…Parece ser que Mary sí que le había advertido a Christine sobre el peligro que corríamos y le había dado una carta que sólo debía abrir si a ella le ocurría algo malo. Christine guardaba la carta bien oculta en su taquilla del instituto y cuando le liberaron los pacificadores volvió a por ella y la abrió. Le sorprendió que sólo contenía un par de líneas manuscritas sin lugar a dudas por Mary en las que le decía que podíamos acudir a un antiguo amigo de mi madre, que él nos protegería y nos diría lo que tendríamos que hacer–dije tecleando en el buscador.
Robb se acercó más para ver lo que estaba buscando en internet y me miró confuso.
–¿Qué es lo que te ha dado Christine: un nombre, una dirección,…?–preguntó.
–No exactamente. Mira esto–dije mostrándole la pantalla– En la carta sólo había una numeración, como si se tratara de un código y Christine no había comprendido de qué se trataba. Lo memorizó no obstante, pero había comprobado que no era ninguna dirección ni un número de teléfono y finalmente desistió y no buscó más allá. Sin embargo, cuando esta mañana lo hemos comentado y me ha escrito el código en una servilleta de papel, he tenido un presentimiento y como suponía, mi búsqueda en internet acaba de confirmarme que estos números que Christine tenía memorizados son unas coordenadas de GPS. Por lo que veo no estamos lejos del lugar. ¿Qué te parece si nos vamos de excursión? Si te animas habría que salir pronto, tenemos dos horas de viaje en coche más lo que tardemos en hacer la marcha–dije mostrándole la ubicación en el mapa.
–¡Las montañas Catskill! ¿Crees que merece la pena desplazarse hasta allí? Hace más de tres meses que Mary murió y quién sabe si ese tipo aún sigue ahí– me preguntó Robb pensativo.
–No lo sé, pero de momento no tenemos otra pista que seguir ¿no? Podemos ir e intentarlo y si no le encontramos pues tendremos que volvernos con las manos vacías, pero si le encontramos puede que nos ayude a definir nuestros próximos movimientos o al menos comprenderemos lo que mi madre y Mary tenían pensado para mí. ¿Qué piensas? ¿Me acompañarás?–le pregunté impaciente.
–Emma, no estoy muy convencido de que encontremos algo de interés, pero lo que tengo claro es que no pienso dejarte ir sola a ese lugar. Iré a por el coche y a por algunas provisiones, cuanto antes partamos mejor–me dijo cogiendo el portátil y escrutando el mapa.
–De acuerdo–dije esperanzada.
–Voy a enviarme todo esto al móvil, no vaya a ser que no tengamos conexión cuando estemos en plena montaña. Deberías llevar ropa de marcha y un chubasquero, estoy mirando el tiempo y anuncian tormentas en la zona– añadió antes de que me pusiera manos a la obra.
–Gracias Robb–dije acercándome y dándole un beso.
–De nada. Es un honor como siempre complacerte–dijo y me devolvió el beso.
Cuando salíamos de la ciudad el cielo comenzaba a tornarse gris plomizo. Era un día de verano un tanto atípico, pero como había dicho Robb se esperaban tormentas en la zona y tenía pinta de que la lluvia no iba a tardar en hacer su aparición. Esto me molestó bastante porque no me gustaba andar por el bosque cuando llovía, era bastante incómodo y además resultaba más difícil orientarse. Pero confiaba en que Robb no tuviera ese problema, especialmente si no nos funcionaba el gps del móvil. Robb tenía más experiencia que yo en rastreo y supervivencia porque había sido entrenado como un soldado profesional desde niño, por eso a su lado sabía que estaría segura en un hábitat como el bosque, totalmente ajeno a mí.
Habíamos decidido aventurarnos solos en nuestra excursión a las montañas, si bien le contamos todo a Cloe para que pudieran saber nuestra localización por si teníamos algún percance. Miguel se había ido con Christine a su base y Rick y Tom también habían salido con la misión de localizar a los hombres de James e intentar un acercamiento, con lo que Cloe aunque había querido unírsenos se tuvo que quedar de vigía en Williamsburg por si alguno de nosotros necesitaba ayuda.
La lluvia comenzó a caer fina y persistente cuando nos desviábamos de la autovía camino a la ruta hacia las montañas. Esta zona era muy frecuentada por turistas, especialmente en temporada de verano, con lo que en el fondo habíamos tenido suerte de que el día fuera desapacible porque eso desalentaría a la gente de hacer rutas a pie a través del bosque y nosotros podríamos avanzar más rápido.
Robb llevó el deportivo hasta el final de una ruta forestal y lo dejamos allí aparcado sabiendo que a partir de ese momento tendríamos que seguir a pie. Nos pusimos los chubasqueros y cargamos dos mochilas ligeras con agua, alguna provisión y ropa de repuesto y empezamos la marcha. No íbamos a seguir una ruta convencional por temor de encontrarnos con gente, sino que iríamos bosque a través a toda velocidad. Nos dimos la mano y empezamos a correr. A pesar de no ser más de la una de mediodía el bosque estaba oscuro y bancos de niebla dificultaban nuestra visión, pero aun así el paisaje era sobrecogedor. El bosque de abedules y pinos era espeso y apenas dejaba ver resquicios del cielo sobre nosotros. Parecía una zona bastante húmeda porque la vegetación era abundante y cubría el suelo de un tono musgo, acorde con los ojos de Robb que brillaban como si estuviera en su ambiente. Se oía el murmullo de la lluvia por todas partes a nuestro alrededor, cayendo sobre el suelo húmedo, goteando desde las copas de los árboles y escurriendo por sus troncos. Casi no hacíamos ruido al avanzar a causa de la velocidad, tan sólo producíamos un ligero crujido cuando nuestros pies tocaban el manto de hojas que cubría el suelo, pero se trataba de un ruido armonioso. Avanzamos con velocidad, ganando en altura en la montaña y sabiendo que pronto estaríamos lejos de las zonas transitadas por los turistas y podríamos relajarnos un poco, pero mientras tanto permanecimos alerta a cualquier figura o ruido extraño que encontráramos. De pronto Robb se detuvo y se acercó a un saliente, me acerqué y observé que acababa en un acantilado con una vista idílica.
–Mira allí abajo–me dijo señalando con su mano.
–¿Es una cascada?–pregunté sorprendida.
–En realidad cascadas. La caída tiene dos saltos, si te fijas bien lo distinguirás. Son la cascadas Kaaterskill–me dijo rodeándome con sus brazos.
–Son una maravilla–admití.
–Sí, lo son. Este lugar tiene algo mágico, es misterioso y está lleno de energía ¿no lo sientes?–me preguntó.
–Sí, claro que lo siento. Siento como un cosquilleo en la piel y mi aura también está reaccionando, es como si estimulara mis aptitudes–admití.
–Quizás sea el caso. Este lugar era sagrado para las tribus indígenas americanas. Ellos pensaban que sus dioses habitaban aquí y por eso venían a visitarles y a abrir su espíritu a ellos. Yo creo que puede haber algo de realidad en eso, pero lo más probable es que estas montañas estén cargadas de energía por algún motivo físico o místico y eso sea lo que da tanta vitalidad al entorno–me explicó Robb.
–¿Sabes qué? Este lugar me recuerda mucho al bosque donde nos conocimos y nos vinculamos por primera vez. Son muy buenos recuerdos–dije sonriendo.
Robb me atrajo hacia sí y nos guarecimos un poco de la lluvia debajo de un árbol.
–Sí, para mí también. Recuerdo la primera vez que te besé, Emma. Yo estaba contándote una historia increíble sobre el origen de los híbridos y las batallas celestiales y tú estabas preciosa frente a mí, mirándome con tus hermosos ojos turquesa dilatados por la sorpresa y tus labios temblando anhelantes. Pensarías que estaba mal de la cabeza o algo así, pero me dejaste continuar y en contra de lo que esperaba, me creíste y confiaste en mí. Tuve que hacer acopio de todo mi autocontrol para contenerme ese día. Tú me enviabas mensajes con tu mente pidiéndome que te besara, pero aunque no lo hubieras hecho te habría besado de todos modos porque no había nada que deseara más. Quedé prendado de ti desde el primer momento en que te vi, amor–me confesó con fervor.
–Creo que eso fue también lo que me ocurrió a mí. ¿Te acuerdas cuándo chocamos en la biblioteca? Fuiste tan arrogante y presuntuoso conmigo ese día que te quería odiar y sin embargo aunque me forzaba a hacerlo no podía ¡Me hechizaste por completo! Los días siguientes no podía dejar de pensar en ti en ningún momento y anhelaba encontrarme de nuevo contigo, como hacía en mis sueños. Incluso me atreví a buscarte en aquel antro de mala muerte, rompiendo todas las normas a las que estaba tan habituada sólo por volverte a ver. Y yo también recuerdo ese beso y el calor de tus labios por primera vez en los míos. Nunca había sentido nada parecido antes y no sólo porque fuera mi primer beso, sino porque me hiciste sentir viva. Desde ese momento comprendí que te necesitaba y que no podría seguir viviendo si no tenía tus besos para mí por siempre…–admití apasionada.
–Pues lo has conseguido, mis besos son sólo para ti, por siempre–me dijo recostándose contra el árbol y apretándome contra sí.
–Pues entonces tengo todo lo que puedo desear–dije aferrándome a él.
–Yo también–me aseguró él.
Robb sujetó mi rostro entre sus manos y me besó con delicadeza mientras nos mojábamos con las gotas de lluvia que se colaban entre las copas de los árboles. Tras ese pequeño descanso Robb volvió a cogerme de la mano y remprendimos la marcha en busca de nuestra localización gps, aún lejos de ese lugar.
La lluvia se volvía más y más insistente a cada paso y resultaba bastante molesta. No sólo estábamos calados hasta los huesos a pesar del chubasquero, sino que además nos impedía ver con claridad y nos hacía avanzar más despacio. Queríamos alcanzar nuestro destino antes de que se fuera la luz del día, pero el cielo estaba tan oscuro que parecía que estaba a punto de anochecer. También sentía frío y hambre, pero no me quejé porque había sido idea mía venir hasta aquí y si Robb podía seguir adelante sin protestar, yo también lo haría. En un momento dado perdimos la conexión del móvil y aunque se suponía que debíamos estar cerca de nuestro destino, el no poder contrastar ahora la ubicación exacta nos hizo perder más tiempo. Divisamos una zona con una densa arboleda y Robb me guio hasta allí para descansar un poco.
–¿Crees que estamos cerca?–le pregunté impaciente.
–Éste debería ser el lugar, pero no capto ninguna señal para poder asegurarme. Descansa un poco en aquella zona, parece menos húmeda, yo voy a intentar revisar los planos–dijo.
Me dirigí a la zona que Robb me había indicado cuando comencé a sentir algo extraño. De pronto el aire parecía cargado de electricidad, incluso las gotas de agua parecían desviarse como atraídas por algún campo de fuerza. No sabía de qué se trataba, pero no esperé a comprobarlo, tiré la mochila y avancé a toda velocidad hacia Robb. Él también parecía haberlo sentido porque venía hacia mí en ese momento sincronizando sus movimientos con los míos. Me agarré a su cintura, apretándole contra mí y levantando mi brazo creé un escudo a nuestro alrededor justo en el mismo instante en que un rayo chocó contra él haciendo vibrar la superficie del mismo y provocando un ruido ensordecedor en el bosque.
–Nos atacan–le dije a Robb– ¿Has sentido cómo la electricidad se propagaba por el aire?–.
–Sí, debe de tratarse del tipo que buscamos–sugirió Robb.
Otro rayo chocó contra nosotros y retumbó de nuevo contra el escudo.
–¿Dónde está?–pregunté.
–¿Ves esas rocas tras los árboles?–me indicó–Creo que los rayos vienen de ahí–.
–Bien, pues habrá que ir a su encuentro–dije decidida.
–Emma…–comenzó Robb.
–¡Vamos Robb!, ¿crees que unos cuantos rayos me detendrán?–protesté.
–De acuerdo, pero yo iré delante–dijo sacando una daga de su cinturón.
–Robb, si ve que vamos armados desconfiará de nosotros. Guarda la daga, por favor y déjame liderar a mí esta vez–le pedí.
Robb me miró alzando sus cejas a la vez y tuve que sonreír, ésa era su mirada de resignación. Se daba cuenta de que me saldría con la mía dijera lo que dijera para hacerme cambiar de opinión y lo había asumido.
–Sígueme–dije moviéndome con mi escudo.
Cuando avanzamos volví a sentir más carga eléctrica en el aire y de pronto numerosos rayos chocaban contra nosotros. Me limité a dejarlos romper sobre mi escudo y seguimos avanzando. No quería atacar y no lo haría si no era necesario. Pronto los rayos no fueron su único ataque porque un vendaval comenzó a soplar a nuestro alrededor, generando un remolino que cobraba magnitud a medida que se acercaba a nosotros.
–¡No está nada mal!–dijo Robb–Domina los elementos–.
–¿Conoces a algún híbrido que haga algo parecido?–pregunté inquieta.
–No, Emma, tiene que tratarse de un primero–me dijo Robb.
Y de pronto el remolino que zumbaba como si se tratara de un tifón nos engulló. Robb y yo permanecíamos unidos en el ojo del huracán con nuestras manos entrelazadas y evaluando la situación.
“Creo que ya es hora de que vea de lo que eres capaz” dijo Robb en mi mente.
“Tienes razón” afirmé.
Levanté mis manos y las batí con fuerza contra la masa de aire haciéndola explotar. La onda expansiva sacudió los árboles cercanos y cuando llegó a las rocas desde las que supuestamente nos atacaba el primero, hubo una sacudida y se produjeron algunos derrumbamientos. Robb y yo nos miramos para comprobar que ambos estábamos bien y seguimos avanzando hacia las rocas. De pronto alguien saltó a nuestro encuentro aterrizando a unos metros frente a nosotros, a los pies de la pared de roca. Era un tipo de mediana edad, con una melena larga y oscura y vestido con un pantalón y una casaca de tipo militar. Se nos quedó mirando fijamente y nosotros hicimos lo mismo, mientras que la lluvia continuaba calándonos sin pausa. Sin duda era un primero como había dicho Robb, su aura era intensa e inquietante.
–¿Quiénes sois?–preguntó.
–Soy la hija de Hana. Necesito hablar contigo–dije.
Me pareció ver en su mirada un atisbo de sorpresa, pero continuó observándome con una expresión hostil y guardó silencio.
–Mary me dijo que podía acudir a ti si le ocurría algo malo. Dijo que sabrías orientarme, que mis padres lo dispusieron así–expliqué.
–¿Quién es él?–dijo de pronto mirando hacia Robb.
–Es mi vínculo–dije cogiendo la mano de Robb–Está conmigo–.
Él se nos quedó mirando unos instantes más y luego asintió y dándose se la vuelta comenzó a andar.
–Seguidme–ordenó.
Robb y yo intercambiamos una mirada y decidimos seguirle como pedía. Escalamos tras él la pared de rocas y continuamos unos cientos de metros bosque a través. Él no se volvió a mirarnos en ningún momento, pero suponía que sabía a ciencia cierta que le seguíamos. Entonces apareció ante nuestros ojos una cabaña hecha de piedra y madera, similar a un refugio de cazadores, y aparentemente había un fuego encendido dentro por el humo que salía por la chimenea. El primero entró y sujetó la puerta para que entráramos también nosotros y después cerró y corrió un tronco que usaba como tranco.
–Aproximaos al fuego, os hará entrar en calor–dijo lanzando un macuto que llevaba al hombro sobre el suelo–¿Tenéis hambre?–preguntó.
–No hemos tomado nada desde el desayuno–admitió Robb.
–Sentaos, os serviré un poco de estofado–dijo.
Se aproximó al fuego y puso sobre él un puchero. Nos quitamos el chubasquero y nos sentamos junto al fuego para entrar en calor. Me escurrí la melena que me caía empapada sobre los hombros y me di cuenta de que estaba helada. Robb advirtiéndolo, se acercó y me rodeó con sus brazos para que entrara en calor. Nuestro anfitrión al percatarse nos trajo una especie de manta de piel de conejo para que me cubriera con ella.
–Gracias–dije.
Después nos acercó unos cuencos con estofado y se sentó en cuclillas delante de nosotros.
–Bien, ¿qué le ocurrió a Mary?–preguntó.
–James me descubrió y la quitó de en medio para llevarme con él–le expliqué.
–¿James te atrapó y sigues viva?–dijo arqueando una ceja.
–Bueno, Robb me ayudó a escapar y además… soy el Equilibrio–admití.
–Perdona, pero nunca creí lo de la leyenda. Siempre pensé que no era más que un cuento para dar esperanzas a los infelices que pensaban que habría un futuro mejor–dijo con desdén.
–¿Quién eres?–le pregunté no aguantando más la curiosidad.
–Puedes llamarme Huracán, es mi apodo por así decirlo–dijo.
–Nada presuntuoso por cierto– bromeó Robb– ¿Qué haces aquí? ¿Fuiste desterrado?–preguntó.
–Algo así–admitió Huracán–¿Qué sabes de tus padres?–me preguntó.
–Apenas nada. Mary murió sin hablarme de mi origen. Sólo sé algunas cosas de mi madre, pero mi padre es un desconocido para mí– admití.
–Adriel, el gran Adriel. Ése era el nombre de tu padre–comenzó Huracán.
–¿Conociste a mi padre?–pregunté sorprendida.
–¿Qué si le conocí? Adriel fue el primero del infierno durante muchos siglos y yo era su mejor amigo, su mano derecha. Luchamos juntos en cientos de batallas para defender la posición de nuestro bando en la Tierra. Al principio no nos cuestionábamos si eso era lo correcto o no, era nuestra misión hacernos con un sitio en este mundo aunque para ello tuviéramos que arrasar a la humanidad y a los angelitos de Miguel. Sin embargo Adriel cambió, empezó a compartir el sufrimiento de la humanidad y a padecer con ellos. Finalmente forzó la situación para que se convocara un Consejo y le ofreció a Miguel un acuerdo de paz. Todo el consejo se quedó sorprendido porque hubiera una propuesta de tregua de nuestro bando, que fue el que inició la batalla, pero sobre todo esto impactó a James, el subordinado directo de tu padre que ansiaba desde hacía mucho ocupar su lugar. El acuerdo se sometió a voto y no fue aceptado por todo el consejo, pero sí por algo más de la mitad de los miembros y entonces Miguel y Adriel sellaron un acuerdo de paz temporal entre los bandos. Esto enfureció a James que desde entonces inició su propia guerra contra Adriel, divulgando mala prensa sobre él y esperando la mínima oportunidad para derrocarle. Y entonces Adriel en una de sus visitas a Miguel conoció a Hana y se enamoró de ella perdidamente. Yo traté de disuadirle cuando me di cuenta de lo que supondría algo así, pero él me ignoró. Era demasiado tarde, a esas alturas ya había perdido la cabeza por ella. Yo sólo confiaba en que ella le ignorara, pues tenía fama de no haber amado jamás a ningún hombre, pero cuando él le confesó su amor, ella le aceptó. Ambos sabían que lo suyo no sería permitido por el consejo, de modo que huyeron y se escondieron en la Tierra. James aprovechó este episodio para ponerse al mando de nuestro bando temporalmente y yo escapé en busca de Adriel para intentar hacerle entrar en razón. Miguel se enfadó enormemente con Adriel tras lo que ocurrió, llegando incluso a pensar que había secuestrado a Hana aprovechándose de la confianza que había depositado en él y así se rompió la tregua entre los bandos y comenzaron de nuevo los enfrentamientos. Mientras tanto James puso precio a nuestras cabezas y nos acusó de alta traición, usurpando el puesto de tu padre y buscándolo por todas partes para apresarle y ejecutarle y evitar ser derrocado del poder. Cuando encontré a tus padres me asombró hasta qué punto se amaban y como su amor les había convertido en unos defensores acérrimos de la paz. Habían reagrupado a cientos de híbridos que también deseaban la paz, constituyendo escuadrones donde los dirigentes eran híbridos veteranos. Estos grupos se fueron dispersando, extendiéndose por el mundo para promover el movimiento que habían creado. Ellos mismos comenzaron a llamarse los pacificadores y yo, por mi lealtad a Adriel, me uní a ellos. Pero James sabía que mientras Adriel viviera existiría el riesgo de que él reclamara su puesto y ahora con cientos de seguidores incluso podría intentar instaurar definitivamente la paz y entonces expuso ante el Consejo que Adriel había cometido traición contra los dos bandos y que merecía como pena la muerte. Tu padre aún tenía defensores entre su gente, pero tal fue la presión de James que se votó unánimemente su condena a muerte. Cuando tu padre cayó capturado, el mismo James pidió ser su verdugo y le asesinó delante del Consejo. Adriel tenía una de las dagas forjadas en el cielo para ejecutar a los inmortales y James la usó para matarle y desde entonces se apropió de ella sin dar cuentas a nadie. Yo escapé de la batalla donde capturaron a tu padre y corrí de vuelta con tu madre para protegerla, pero ella había huido y aunque la busqué no la encontré hasta años después. Tras la muerte de tu padre, James había perseguido a los pacificadores, intentando erradicar su ideología del planeta. Arrasó sus asentamientos, diezmando su número y dispersándolos para que nos supusieran ninguna amenaza. A pesar de haber destruido la amenaza de la paz, James no se cansó de buscarnos a tu madre y a mí, sabiendo que éramos la semilla del movimiento y que podríamos intentar un levantamiento antes o después. Entonces un día Mary me localizó y me contó que tu madre había sido capturada y me habló de tu existencia. No podía creer que tú fueras hija de Adriel, nunca dos primeros habían podido concebir, pero cuando Mary te trajo ante mí no me cupo ninguna duda de que eras hija de ambos. Tenías los bellos ojos de tu madre y el semblante sereno y regio de tu padre. Aunque intenté que Mary comprendiera que la profecía no podía ser real, terminó por convencerme de que se había hecho realidad en esa niña indefensa que tenía ante mí y que desprendía un aura excepcional. Mary se dedicó a cuidarte y yo me infiltré en el complejo donde se celebraría el Consejo para intentar rescatar a tu madre. Conseguí verla antes de la ejecución y ella me hizo prometer por la unión que había tenido con tu padre que cuando acudieras a mí te contaría todo esto y te respaldaría si querías seguir lo que ellos habían empezado. No pude rescatarla y volví a por ti, pero no encontré a Mary. Ella se puso más tarde en contacto conmigo a través de un mensajero y me aseguró que estarías más a salvo con ella. Había decidido que te quedarías con ella mientras fueras una niña y cuando te acercaras a la mayoría de edad, ella te traería conmigo. Mary ya era bastante mayor y no podría ayudarte a liberar tu potencial, pero yo iba a encargarme de eso. Por eso concertamos que en tu diecisiete cumpleaños ella te lo contaría todo y te enviaría conmigo. Este sitio me pareció lo suficientemente aislado para que nadie nos encontrase y hace cuatro meses me instalé aquí para acogerte conmigo. Como no supe nada de Mary ni de ti en estos cuatro meses he estado vagando Nueva York, buscándote y he oído rumores sobre ti. He oído que estabas trabajando con otros híbridos y que habíais tenido problemas con la gente de James. Pero también he oído que James ha muerto y en ese caso nuestra situación mejoraría drásticamente– explicó.
Estaba aún asimilando lo que Huracán me había contado e iba asimilando en diferido desde que él hablaba hasta que yo comprendía lo que me estaba diciendo. Estaba abatida tras conocer al completo la trágica historia de mis padres. Robb me había abrazado todo el tiempo, apretándome contra su pecho y acariciando mis brazos para darme ánimo durante el relato de Huracán y como siempre me había reconfortado, ayudándome a soportar la pena con entereza.
Huracán me miraba esperando una explicación, pero yo seguía aún ensimismada, por lo que Robb besándome en la frente, decidió tomar la palabra.
–Descubrí hace unos meses que James tenía en su poder a Emma y al conocerla comprendí que se trataba del Equilibrio y que James no podía pretender nada bueno manteniéndola bajo su control. Le conté a Emma cuál era su origen y acordamos unirnos contra James y sobre todo creamos una alianza para buscar la paz, pero entonces descubrimos que James quería sacrificar a Emma para arrebatarla sus poderes y huimos. Conseguimos escapar y ocultarnos. Nos trasladamos hace un mes a Nueva York tras la pista de James y finalmente descubrimos la forma de acabar con él y su localización exacta. Hace una semana fuimos a su encuentro y Emma consiguió destruirle –explicó Robb lo más escuetamente que pudo.
–¿Entonces es cierto? ¿Habéis visto con vuestros propios ojos morir a James?–preguntó Huracán esperanzado.
–Ambos atravesamos el corazón de James con la daga forjada en el cielo y le dejamos agonizante en el subsuelo de Nueva York. Es imposible que saliera con vida de allí–explicó Robb.
–Sí, es imposible que se recupere de algo así, la daga es mortal para nosotros–aclaró– También lo es para ti, Emma. Tú eres un primero también–.
–¿Cómo?– reaccioné sorprendida.
–Tienes que serlo, siendo hija de quien eres–contestó Huracán.
–Pero, ¡no es posible! Yo evoluciono, crezco y cambio y los primeros fuisteis creados como tal y no cambiáis con el tiempo. Y además sois inmortales y yo no lo soy–aseguré alterada.
Sentí pánico con la conclusión de Huracán. Yo no podía ser un primero. No, no era ser un primero lo que me preocupaba. Para reformularlo bien lo que ocurría era que yo no quería ser un primero. Ya me había resultado bastante complicado asimilar que era un híbrido con aptitudes extraordinarias que me diferenciaban enormemente de los humanos, pero ahora pensar que podía ser inmortal e inmutable me asfixiaba porque yo quería a Robb y quería evolucionar con él y sobre todo quería envejecer y morir con él. No necesitaba otra preocupación más en este momento, no podía procesarla.
–Emma, tranquila–dijo Robb abrazándome más fuerte.
–No creo que seas inmortal, Emma–dijo finalmente Huracán.
–Pero, necesito saberlo con seguridad. No quiero ser un primero, yo sólo quiero cumplir mi misión y ser libre y pasar el resto de mi vida lejos de todo esto–dije nerviosa.
–Emma, cálmate cielo–volvió a decir Robb.
–Emma, pensé que lo sabías… la profecía vaticina que para cumplir tu misión el precio es tu muerte–dijo Huracán.
El cuerpo de Robb entró en tensión, aferrándome protector y entonces estalló lanzando toda su furia contra Huracán.
–No vuelvas a decir eso–siseó corrosivo.
–Los escritos lo narran así–admitió Huracán.
–Pues antes de nada nos aseguraremos de eso porque si es la única opción quiero que sepas que se acabó, Emma no seguirá con su destino si le espera la muerte. Yo no lo permitiré–rugió Robb.
–Pero es su destino, es un sacrificio por la Humanidad–alegó Huracán.
–No, ella no se sacrificará por nadie. Y ¿sabes qué? Se puede ir todo al infierno desde este momento si hay que pasar por ahí– gritó Robb.
Y de pronto Robb me cogió en sus brazos y me sacó de la cabaña a toda velocidad, destrozando la puerta a nuestro paso. Corría hecho una furia a través del bosque en plena noche a pesar de la lluvia y yo me aferré a él y me dejé llevar. Lágrimas amargas resbalaban por mi rostro y sentía que Robb también tenía un gran pesar en su interior.
No sabía cómo Robb había podido orientarse así en el bosque, pero de algún modo había conseguido hacerlo porque de pronto encontramos el deportivo aparcado en la ruta forestal. Robb se detuvo junto al coche y me dejó en el suelo y abrazándome con fuerza me besó intensamente.
–Tranquila Emma, no te ocurrirá nada malo. Confía en mí, yo cuidaré de ti–me susurró tranquilizador.
–Lo sé–dije más tranquila.
–Nos iremos tú y yo y desapareceremos del mapa. Nunca nadie nos encontrará–me propuso intenso.
–Encontraron a mis padres–dije.
–Sí, pero ellos siguieron activos alentando el movimiento de los pacificadores desde su escondite. Nosotros nos desvincularemos de todo y no nos encontrarán. Ya hemos hecho una parte importante eliminando a James y exponiendo nuestras vidas para conseguirlo; tú no te expondrás más–dijo serio.
Yo quería decirle que estaba de acuerdo con él, que sólo quería vivir a su lado y olvidarme de todo lo demás, pero sabía lo que se esperaba de mí. Incluso mis padres lo sabían y habían dejado todo dispuesto para ello. No creía que pudiera eludir mi destino de un modo simple, pero no quería herir más a Robb y abrazándome a él, asentí y me acurruqué en su pecho.
–Tranquila, amor–dijo–Todo saldrá bien. Te lo prometo–.