CAPÍTULO IX
No tenía la menor duda de que Miguel corría peligro y no sabía qué es lo que tenía que hacer para ayudarle. ¿Quién demonios era ese tipo? Se suponía que venía de parte de su padre, lo que me hizo pensar que nos habían descubierto y que a Miguel no le esperaba un encuentro fácil con él. Miré el reloj y me di cuenta de que se nos echaba el tiempo encima, con lo que opté por lanzarme a su rescate en solitario. Avisaría a Robb sólo si era necesario, aunque no lo creía porque si Miguel no conseguía por sí mismo librarse de ese tipo, yo le ayudaría. Miré a mi alrededor y cuando me aseguré de que no pasaba nadie por allí, subí de un salto al tejado del local y me dirigí en silencio al lateral que daba al callejón para poder ver a Miguel. Me acerqué y de pronto una sombra se movió a mi lado y me dispuse a atacar, pero paré en seco al darme cuenta de que se trataba de Christine.
–¿Qué haces aquí?–pregunté.
–Lo mismo que tú, ver cómo se las apaña el rubiales–me explicó.
Nos acercamos en silencio al borde del tejado y nos asomamos para localizar a Miguel. Éste estaba charlando en murmullos con el tal Daríus, pero desde allí arriba no conseguíamos entender la conversación.
–¿Quién es ese tipo?–le pregunté a Christine.
–Es un mensajero–dijo.
–¿Qué tipo de mensajero?–pregunté.
Ella me puso los ojos en blanco como si se tratara de algo más que obvio y aunque continuó mirando hacia el callejón me respondió.
–Los mensajeros son los únicos seres que pueden transportarse al cielo o al infierno. Sólo ellos se pueden mover entre esos lugares y son capaces de transportarte con ellos al contacto– dijo Christine.
–Pues si es así esto es peor de lo que suponía. Este tipo viene a llevarse a Miguel, ha dicho que su padre le requiere en su presencia. Miguel corre un grave peligro, tenemos que deshacernos de ese tipo–dije alarmada.
–¿Estás segura de que es un mensajero de su padre? De ser así no hay nada que podamos hacer Emma. Si le atacamos, pronto trascenderá la noticia y nos condenarán por ello. Los mensajeros son intocables, son como la poli celestial. Es mejor no meterse en problemas con ellos–me explicó Christine.
–¿Crees que voy a dejar solo a Miguel en esto? Entonces iré con él, si es que no puedo cargarme a ese tío–decidí.
–¡Estás loca! Te llevaría directamente a las manos del arcángel. ¿No te han dicho Miguel y Robb que eso es justo lo peor que podría pasarte ahora? Miguel ha montado todo un numerito para ponerte a salvo, de modo que más te vale no liarla y no estropear lo que ha hecho por protegerte–me dijo furiosa.
–Christine, ya he tomado una decisión. Le quiero y no le dejaré ir solo a enfrentarse a su padre–le aseguré.
Me acerqué al borde del tejado y me dispuse a saltar. Tenía que llegar antes de que Daríus se llevara a Miguel.
De pronto Christine me apartó y se situó en mi lugar, mirándome a los ojos.
–No estará solo, yo iré con él–me aseguró.
Vi que se había formado una resolución en su mirada y supe que lo haría por mí. La abracé con fuerza y ella se preparó y saltó, justo al mismo tiempo que Daríus ponía su mano sobre el hombro de Miguel. Me temí que hubiéramos perdido nuestra oportunidad y que Christine llegara tarde, pero consiguió apoyar su mano en el hombro de Daríus cuando llegaba al suelo y de pronto hubo un resplandor y los tres desaparecieron como por arte de magia ante mis ojos.
Entré en el local bastante agitada y me dirigí a mi posición, pero Robb no estaba allí. Probé a llamarle mentalmente y en unos segundos estaba a mi lado.
“¿Dónde demonios estabas? Me tenías preocupado. Incluso me has bloqueado mentalmente…”me reprochó.
“Robb, estaba con Miguel en el callejón y…”empecé.
“Emma, no hay tiempo ahora. Era lo que trataba de decirte, Lobo está dentro y tenemos que atacar ya. No os encontraba y me iba a lanzar yo solo a por él cuando me has llamado. O vamos ya o le perderemos” se explicó.
“Vamos entonces, pero hay cambio de planes, sólo estamos tú y yo” dije avanzando decidida.
Robb me miró confuso, pero me siguió el paso.
“De acuerdo, Cloe y Rick nos cubrirán las espaldas” dijo.
Avanzamos hacia la escalera que llevaba al primer piso y nos cogimos por la cintura como si fuéramos una pareja que buscaba intimidad en uno de los reservados. Por el rabillo del ojo vi de pasada a Cloe que esperaba abrazada a Rick al pie de la escalera. Robb y yo subimos acaramelados y nos dirigimos a la derecha, directos al reservado donde se suponía que estaba Lobo. Inmediatamente los dos gorilas, claramente híbridos, nos salieron al encuentro.
–No se puede pasar–dijo uno de ellos cortándonos el paso.
Robb le metió un puñetazo en el estómago y yo le toqué la sien, de modo que cayó inconsciente a nuestros pies. Su colega sacó una barra inmovilizadora y nos atacó, pero Robb le retorció el brazo y yo le desactivé también. Escuchamos que en el interior del reservado había revuelo y al correr la espesa cortina descubrimos a Lobo y a otros dos híbridos dispuestos para atacar.
–Id a por ellos–gritó Lobo.
Los híbridos se lanzaron a por nosotros y comprobamos que eran más fuertes que los otros, debía de tratarse de sus guardaespaldas. Lobo dio una patada al biombo que separaba los reservados, derribándolo y se escapó saltando al cubículo contiguo. Rick y Cloe llegaron a ayudarnos con los guardaespaldas, de modo que Robb y yo salimos en post de Lobo. Éste, advirtiendo que le seguíamos de cerca, se impulsó de un salto sobre una de las mesitas de los reservados y se lanzó hacia una de las claraboyas del techo, atravesando el cristal que cayó sobre nosotros hecho pedazos. Robb y yo nos miramos y establecimos nuestro esquema de ataque. Primero saltó Robb porque era mucho más veloz que yo y tenía más probabilidades de atrapar a Lobo a la carrera. Yo le seguí, intentando no quedarme demasiado atrás. Cuando llegué al tejado observé que Lobo y Robb corrían saltando por los tejados de los edificios colindantes. Les perseguí a toda velocidad y observé cómo Robb daba alcance a Lobo saltando sobre él y cayendo ambos desde el borde de un tejado a gran altura. Aceleré y me lancé desde el tejado, encontrando a Robb y a Lobo en plena pelea en la azotea de un edificio. Ambos estaban magullados, pero no sufrían graves daños. Sabía que Lobo era fuerte, lo recordaba de la noche que Miguel y yo nos habíamos enfrentado a él en aquel club, con lo que lo más simple era sugestionarle cuanto antes.
Me acerqué concentrándome en la mente de Lobo mientras Robb le atacaba a la mínima oportunidad.
–¿Qué haces zorra? ¡No se te ocurra meterte en mi cabeza!–me amenazó Lobo.
Robb se lanzó contra él y le metió un rodillazo en el estómago.
–¡No le hables así a mi novia, bastardo!–rugió Robb.
–Sabía que eras un traidor, Robb. Tendría que haberte matado cuando te infiltraste entre nosotros, pero el jefe no me dejó. Ahora te mataré a ti y a la zorra–amenazó.
Robb se lanzó de lleno contra él asestándole golpes por todo el cuerpo. Yo sabía que Lobo era muy fuerte y que eso no le haría más que cosquillas, pero Robb también le conocía y sabía lo que se hacía. De todos modos me dispuse a ayudarle intentando sugestionar de nuevo a Lobo.
“Emma, no intervengas todavía. Me apetece darle una paliza para que se trague sus palabras” me pidió Robb.
“De acuerdo, pero ten cuidado. Es peligroso” le avisé.
Me mantuve apartada observando el combate y dispuesta a intervenir en cualquier momento si era necesario, pero Robb se apañaba francamente bien. Si bien Lobo era una mole llena de energía, Robb era veloz como un rayo y conseguía atacarle y escabullirse antes de que el híbrido reaccionara. Al final Lobo acabó por cabrearse y liberó su energía contra Robb, alcanzándole de lleno y enviándolo despedido al otro extremo de la azotea. Después se dirigió a toda velocidad hacia donde había caído Robb con un puñal en la mano y saltó sobre él. Me dispuse a intervenir, pero Robb fue más rápido. Tomó impulso con sus manos contra el suelo y de una patada le quitó el arma a Lobo y le derribó. Antes de que se levantara le metió una patada en el pecho dejándolo sin aire y poniendo una mano en su sien le dejó inconsciente. Robb había aprendido a usar mi aptitud para desactivar las mentes con el contacto de mis manos. Mientras estuviéramos vinculados podía hacerlo, porque compartíamos aptitudes y por lo que veía que se las apañaba bastante bien.
Me acerqué a su encuentro mientras él se echaba a Lobo al hombro.
–Este tío pesa como un oso– se quejó.
–Yo juraría que incluso más–bromeé.
–Vamos, Jacob debe de estar aparcado dos calles más abajo–me dijo avanzando con Lobo a sus espaldas.
–Ve tú primero. Voy a comprobar que Cloe y Rick están bien–le dije y volví sobre nuestros pasos.
Cuando me acercaba a la azotea del club oí sirenas de policía y me temí que el local habría sido evacuado a causa de la pelea. Me encontré con Tom que venía corriendo en mi dirección.
–¿Atrapasteis a Lobo?–me preguntó al alcanzarme.
–Sí, Robb le llevó a la furgoneta. ¿Dónde están Rick y Cloe?–pregunté.
–Están bien. Terminamos a puñetazo limpio con los gorilas de Lobo en la azotea, pero entre los tres nos libramos de ellos. Están abajo buscando a Miguel, pero no hay rastro de él. Yo iba en vuestra búsqueda por si necesitabais que os echara una mano–me explicó.
–Por favor Tom, busca a Cloe y a Rick y diles que vayan hacia el lugar donde hemos aparcado las motos. Tenemos que ir a Staten Island antes de que Lobo despierte. Yo avisaré a Robb mientras tanto para que se reúna allí con nosotros–le pedí.
Tom asintió y se lanzó de un salto al callejón en busca de los demás. Con la agitación de la emboscada no había podido dedicar mucho tiempo a pensar en Miguel y en Christine, pero ahora el hecho de su desaparición me llenó de angustia.
Llamé a Robb y le pedí que volviera a nuestro encuentro y me dirigí hacia el lugar donde habíamos aparcado las motos. Robb y los demás llegaron de inmediato y el semblante de Cloe me confirmó que estaba sumida en la más profunda preocupación.
–Emma, Miguel ha desaparecido–me dijo alarmada–Le hemos estado buscando por todas partes y no hay rastro de él. Además su móvil no da señal. ¿Qué vamos a hacer?–.
Me acerqué y la rodeé con mi brazo.
–Cloe, Miguel no está aquí. Antes de la pelea estaba con él en el callejón y apareció un mensajero, un tal Daríus y se le llevó con él. Dijo que le enviaba tu padre–le expliqué.
Todos me miraron sorprendidos, incluida Cloe, pero estaban tan impactados que guardaron silencio.
–Iba a patear a ese tipo, pero Christine me advirtió que era una mala idea hacerlo, que nos traería problemas– le expliqué.
–¡Dios mío! Mi padre le ha llamado a su presencia. ¿Crees que sabe en qué andamos metidos? Si es así estoy segura de que le castigará. ¿Cómo has podido dejarle ir solo?–me reprochó.
–Cloe, créeme, me disponía a ir con él, pero Christine se me adelantó y los tres se desvanecieron ante mis ojos–dije.
–¿Christine se arriesgó a ir con mi hermano?–preguntó Cloe perpleja– Pero, si se odian…–.
–Creo que lo hizo para evitar que fuera en su lugar, me vio decidida a hacerlo y se expuso por mí–admití.
–Al menos no está solo–dijo Cloe– Y ¿qué haremos ahora?–.
–Miguel me dijo que tú sabrías qué hacer–le expliqué.
–¿Yo? Pero si yo nunca he estado en el cielo. No tengo ni idea de qué tengo que hacer. ¿Por qué diría eso?–se preguntó Cloe.
–Quizás lo que sugirió es que no hiciéramos nada–concluyó Rick.
Todos nos volvimos a mirarle, contrariados. Entonces Robb, acercándose a nosotras, intervino.
–Vamos a darle a Miguel algo de tiempo ¿de acuerdo? Quizás pueda apañárselas solo con su padre y confiemos que sea así. Si mañana no tenemos noticias de él iremos a su encuentro–dijo.
–¿Estás insinuando que nos colemos en el cielo?–pregunté sorprendida.
–Algo así. Cloe irá a visitar a su padre, al que hace tiempo que no ve, y aprovechando el viaje iré con ella y liberaremos a Miguel–propuso.
–Pero ¿cómo vamos a llegar hasta allí? Necesitaríamos un mensajero…–se quejó Cloe.
–Ese es el menor de los problemas–dijo Robb– Sé dónde localizarlos. Miguel lleva semanas sobornándolos para que no filtren información sobre nosotros. Es evidente que no habíamos contado con Daríus puesto que trabaja bajo las órdenes directas del arcángel, pero no creo que haya problemas para alquilar un viajecito hacia el cielo, en especial si lo pides tú, Cloe–.
–Entonces a eso era a lo que se refería Miguel–deduje– De acuerdo, esperemos hasta mañana. Ahora vamos a sonsacar a ese cerdo de Lobo, a ver si obtenemos alguna información de provecho–.
Jacob se había encargado de mandar encadenar a Lobo en una de las habitaciones de la base que había sido habilitada como celda. Del interrogatorio nos ocuparíamos Robb y yo, de modo que liberamos a los demás para que se fueran a descansar. Los pacificadores se habían trasladado ya a la base y parecían estar bastante bien organizados, bajo las órdenes de Jacob tal y como había previsto Christine, cuando ella estaba ausente.
Entramos en la celda y reanimamos a Lobo arrojándole un cubo de agua a la cara. Se espabiló bastante rápido y cuando vio que se encontraba esposado de pies y manos se revolvió como un animal intentando romper las cadenas.
–No te servirá de nada–le avisó Robb–Son resistentes para tipos como tú–.
–¿Qué queréis de mí?–rugió.
–Pues para empezar que nos cuentes dónde está James– dijo Robb.
–¿No os acordáis? Vosotros le matasteis–dijo escupiendo al suelo.
–Si hay algo que me fastidia más que un mentiroso es un mentiroso con malos modos–dijo Robb– Emma, amor, ayuda a nuestro amigo a hacer memoria–.
Me adelanté y me hice con la mente de Lobo. Ya había estado en su cabeza una vez antes y cuando conseguía penetrar en una mente era como si a partir de entonces el acceso fuera mucho más simple. Sólo tenía que esforzarme un poco como para recordar su frecuencia y entrar. Lobo no pudo resistirse, aunque lo intentó y de pronto yo controlaba su mente.
–Bien, ¿cómo supiste donde encontrar a James tras lo de Woodlawn?–le pregunté.
–Él me avisó. Me llamó agonizante y me dijo que si le salvaba me daría una gran suma de dinero– respondió.
–¿Cómo es que no murió?–pregunté.
–Su malla de titanio desvió ligeramente el cuchillo y no le atravesó el corazón. Estaba agonizante sin embargo y pensé que no duraría mucho–rugió dolorido por la presión en su cerebro.
–¿Dónde está? ¿Cómo ha sobrevivido?–pregunté de nuevo.
–Le llevé a donde me pidió, a una clínica donde le atendió un médico híbrido. Le mantuvieron con vida artificialmente y no esperábamos que se recuperara por completo–se explicó.
–¿Y qué pasó entonces?–presioné.
–Entonces James recuperó unos instantes la consciencia y me ordenó que trajera tu sangre–dijo Lobo.
–¿Mi sangre?–pregunté perpleja.
–El cuchillo, Emma–dijo Robb acercándose a mí– Lobo te atacó el día del concierto, apuñalándote sólo para conseguir tu sangre–.
–¿Para qué quería mi sangre James?–le pregunté a Lobo con ansiedad.
–Para regenerarse–admitió a punto de derrumbarse.
–¿Quieres decir que James se ha restablecido gracias a mí?– pregunté atónita.
Lobo no respondió, le estaba sometiendo a demasiada presión y acabaría por perderle.
–Pregúntale que dónde está ahora–pidió Robb.
–¿Dónde está James?– pregunté.
–Se recuperó…y se largó–dijo Lobo.
–¿A dónde? ¿Dónde se dirigió?–pregunté furiosa.
–No lo sé–gimió Lobo y se desmayó.
–¡Mierda!–grité– James se nos ha vuelto a escurrir entre los dedos–.
Robb me miraba y en su rostro se denotaba pesimismo, lo mismo que en el mío.
–¡Se ha curado con mi sangre, Robb!– exclamé– Ahora ¡quién sabe de lo que será capaz! Todos teníais razón, soy una irresponsable, todo esto ha ocurrido por mi culpa. Si no hubiera salido sola tras Lobo el día del concierto, él no me habría conseguido herir y no se habría hecho con mi sangre–.
Lágrimas de rabia comenzaron a escurrirme por las mejillas y me derrumbé, cayendo de rodillas al suelo. Robb al instante estaba a mi lado, rodeándome con sus brazos y susurrándome al oído que me tranquilizara. Poco a poco conseguí aplacar la desesperación y contener el llanto y me senté en el regazo de Robb.
–¿Y ahora qué se supone que vamos a hacer?–pregunté buscando sus ojos.
–Ahora es cuando tú y yo nos retiramos, amor–me dijo besando mis lágrimas.
–¿Así, sin más?–pregunté desconsolada.
–Sí, pero tranquila, esperaremos a Miguel. Sé que él regresará antes de mañana y así te podrás despedir de él. ¿De acuerdo?–me dijo.
–¿En serio crees que regresará o sólo lo dices para tranquilizarme?–le pregunté preocupada.
–¡Vamos! Estamos hablando de Miguel, él puede con eso y con bastante más. Seguro que después nos contará con todo lujo de detalles su actuación y cómo consiguió salir ileso–bromeó Robb.
–Sí, tienes razón. Es un buen actor–admití esbozando una sonrisa.
De pronto se abrió la puerta de la celda y Lian sigiloso se asomó al interior.
–Lian, ¿qué ocurre?–preguntó Robb–¿Tienes algo que decirnos?–.
Lian asintió y Robb le hizo señas para que se acercara. El muchacho avanzó con paso ágil hasta nosotros y me miró intensamente.
–El maestro dice que es el momento de que te reúnas con él–dijo Lian.
–¿El maestro? ¿Qué maestro?–pregunté confusa.
Lian me miró con sus ojos rasgados de un azul grisáceo y pareció activar mi mente. Me levanté con agilidad y puse las manos sobre los hombros de Lian y le miré con detenimiento.
–Dile al maestro que estoy preparada, pero he de esperar a Miguel. Tendrá que ser mañana–dije decidida.
Lian asintió y salió veloz de la habitación. Robb me miró perplejo y entonces comprendió. Ambos sabíamos que esa era nuestra mejor opción.