CAPÍTULO I
Estaba siendo una semana de lo más relajada sin horarios ni prisas y empezaba a sentirme un poco cansada de tanta inactividad. Desde que dejé Nueva York para mudarme con mi “falsa” tía al norte de Seattle mi vida había pasado de ser pura rutina a un caos absoluto. Mi vida como humana había sido monótona y bastante aburrida, especialmente desde el punto de vista de una adolescente que se moría de ganas de conocer el mundo y romper con todo. Mi paso por Washington con sus maravillosos bosques llenos de magia había supuesto una fase de transición y el inicio de mi metamorfosis. Pero mi verdadera transformación llegó de la mano de Robb, cuando aquella noche bajo la luz de la luna se vinculó a mí uniendo para siempre su destino al mío. Esa noche en el misterio del bosque se produjo el nacimiento del híbrido que había en mí y que había estado relegado hasta entonces tras mi fachada humana. A partir de ese momento fue cuando realmente comencé a sentir que estaba viva y la sensación se intensificó cuando Robb me ayudó a liberar mi potencial, conquistando a su vez mi corazón.
Parecía que habían pasado siglos desde entonces y en realidad no habían pasado más de tres meses desde que mi camino se había cruzado con el de Robb, pero desde entonces mi vida había cambiado por completo. Robb fue quien me contó acerca de la existencia de unos seres míticos creados en el inicio de los tiempos por Dios, los “primeros”, su escisión en dos bandos a manos de Lucifer y la lucha eterna entre los ejércitos del cielo y del infierno por dominar la Tierra. Los ejércitos los formaban potenciales, híbridos mezcla de un primero y un humano que eran captados para perpetuar los batallones que los bandos mantenían en la Tierra para asegurar su poder. Cuando me explicó que yo era el Equilibrio, un personaje legendario clave en la búsqueda de la paz entre el cielo y el infierno, pensé que Robb me tomaba el pelo. Nunca me había sentido especial y encontrarme súbitamente con esa responsabilidad sobre mis hombros me sobrecogió; no me sentía capaz de asumir mi papel y si no me había echado atrás en todo esto había sido por Robb. Él creía en mí antes de que yo creyera en mí misma y su fe ciega me convenció de que tenía que comprometerme con mi destino y conseguir la paz. Lo haría por él, eso y todo lo que me pidiera, porque de una cosa estuve segura desde que vi a Robb por primera vez y era que inevitablemente me enamoraría de él. Lo que me hacía sentir fue razón suficiente para que a pesar de ser prácticamente un desconocido aceptara su oferta de aliarme con él y me vinculara con él por medio de un rito extraño. Él cumplió su promesa de ayudarme y llegó incluso más allá, protegiéndome hasta el punto de arriesgar su vida por mí. Cuando Robb además de demostrarme su lealtad, me entregó su corazón, supe que tenía todo lo que ansiaba en este mundo.
Desde que Robb me rescató de las garras de James, sabíamos que más tarde o más temprano terminaríamos por tener que enfrentarnos a él porque él me necesitaba para sus oscuros propósitos y más tarde o más temprano vendría a por mí. Nuestra alianza con Miguel, mi gran amigo, nos había facilitado mucho las cosas. Él me ofreció refugio, amistad y apoyo cuando más lo necesitaba. Me ayudó a rescatar a Robb cuando James le capturó y se convirtió en mi mejor amigo y mi vínculo. Pero también había surgido inesperadamente algo más entre nosotros que no había traído más que problemas.
Cuando nos trasladamos a Nueva York en post de James y Robb se lanzó en solitario y en secreto a por él, Miguel y yo nos hicimos uña y carne. Robb me había apartado deliberadamente de su lado para evitar que descubriera sus planes, llegando incluso a romper conmigo y yo, destrozada, había encontrado apoyo en Miguel. Él estuvo a mi lado en todo momento, lo que nos unió aún más y finalmente me confesó que estaba enamorado de mí. Yo también le quería, lo había ido descubriendo en las últimas semanas, pero amaba más a Robb. Confundida y dolida tras el abandono de Robb, di esperanzas a Miguel de que algo podría existir entre nosotros y aunque de veras había querido estar con él y hacerle feliz como se merecía, pronto comprendí que no estaba en mi mano hacerlo porque yo pertenecía a Robb y eso sería así de por vida, aunque él no me quisiera.
Pero Robb también me pertenecía a mí aunque había intentado fingir que no le importaba. Cuando descubrí sus planes de ir a por James gracias a Dragón, corrí en su busca y le convencí de que no podía hacerlo solo, que tendríamos que ir juntos. Y entonces él se avino a razones y volvió conmigo y renovamos nuestras promesas de amor al vincularnos de nuevo. De modo que rompí el corazón de Miguel, que aun así se quedó a mi lado, como mi fiel amigo y aliado.
Nuestra operación contra James había sido un éxito por pura casualidad porque si bien atacamos pensando en cogerle por sorpresa en su propia guarida, él había previsto que haríamos justo ese movimiento, y le pusimos a mano las dagas celestiales y a mí misma en la misma jugada. Afortunadamente Robb actuó rápido adivinando las intenciones de James de utilizar las dagas para asesinarme y transferirse mis aptitudes y me salvó la vida. Entre los dos acabamos con James, atravesando su corazón con una de las dagas, pero James había malherido a Robb también cuando se interpuso para salvarme y tuvimos que huir temiendo por su vida y abandonando a James bajo los escombros de Woodlawn, donde esperaba que yaciera por toda la eternidad.
Hacía una semana que todo había acabado y Robb ya estaba mucho mejor. Si bien pude sanar su herida con mi energía curativa la misma noche del ataque, estuvo débil durante un par de días como consecuencia de toda la sangre que había perdido. Yo me había volcado en cuidarle desde entonces para que se repusiera cuanto antes.
Miguel y yo nos habíamos evitado deliberadamente estos días. Yo sabía que él lo estaba pasando mal por mi culpa y si era sincera conmigo misma yo tampoco estaba demasiado bien. Le añoraba sobremanera y tenía que fingir que no era así y bloquear a Robb para que no advirtiera mi melancolía. En realidad me sentía muy feliz por haber recuperado a Robb y nuestra relación estaba en un momento extremadamente dulce tras nuestra ansiada reconciliación, pero yo no quería que Miguel sufriera y me sentía tremendamente culpable porque yo era feliz y él no. Sabía que no podía darle lo que necesitaba de mí, pero le quería de todos modos y le necesitaba a mi lado como mi mejor amigo. Necesitaba que él recuperara la felicidad y sólo ansiaba encontrar la forma de que esto fuera factible.
Había pasado los últimos días con Robb en su apartamento en Manhattan. Era mucho más fácil apartarnos de todo en ese ático a treinta pisos de altura sobre la urbe. Los primeros días mientras Robb estaba convaleciente me dediqué a cuidarle, no dejando que se levantara de la cama para que no hiciera ningún esfuerzo. Quería asegurarme de que se restablecía por completo porque el médico le había recomendado reposo y eso estrictamente era lo que le había obligado a hacer. Él cumplió mis órdenes con la mejor actitud que pudo forzar, dado que para él estarse quieto era un suplicio, pero era realmente tentador estar tan cerca él uno del otro y no poder interactuar por recomendación médica, de modo que tuve que hacerme la dura durante dos largos días hasta que la insistencia de Robb acabó por doblegarme y no pudiendo resistir más me rendí a sus súplicas.
Me aliviaba pasar de nuevo cada noche en los brazos de Robb porque sólo me sentía segura durmiendo con él. Desde la noche que dejamos a James moribundo en Woodlawn había sufrido terribles pesadillas que me hacían despertarme temblando cada noche. Soñaba cosas terribles relacionadas con lo ocurrido aquella noche, como que Robb seguía herido y que yo no podía salvarle y le veía morir en mis brazos, o que James se quitaba la daga del corazón y venía a por mí e incluso había llegado a soñar que Miguel había desaparecido bajo los escombros de Woodlawn y por mucho que escarbaba entre ellos no lograba encontrarle. Me entraba una sensación de pánico cada vez que me echaba a dormir pensando en qué me aguardaría esa noche. Por supuesto Robb había terminado por descubrir mis pesadillas porque ahora estábamos de nuevo vinculados y ese tipo de cosas eran difíciles de ocultar cuando estabas inconsciente. Desde entonces cada noche me rodeaba con sus brazos y me aseguraba que no me dejaría ni un instante con el fin de infundirme seguridad y de que pudiera dormir. Estaba convencida de que las pesadillas eran consecuencia de un shock post traumático por la impresión que me causó el enfrentamiento con James y tener a Robb tan malherido en mis brazos y sabía que con el tiempo lo superaría, sobre todo ahora que James había muerto y que ya no podría atemorizarme nunca más.
Esa mañana Robb se había levantado antes que yo y había estado haciendo ejercicio en el salón, donde contaba con una cinta de correr y una máquina de musculación. El doctor le había indicado que empezara la actividad física en cuanto se encontrara con fuerzas y comprendía que él estaba impaciente por hacerlo y por volver a la normalidad. Yo me había quedado holgazaneando en la cama un poco más pensando en todo lo que había pasado en tan poco tiempo y preguntándome qué haríamos a continuación. Habíamos conseguido acabar con James, nuestro principal objetivo y el más peligroso, pero ahora me inquietaba saber qué consecuencias traería su muerte y cuál tendría que ser nuestro siguiente paso para buscar la paz. Si bien habíamos comenzado el inicio de mi misión con violencia, esperaba que no tuviéramos que hacer nunca más uso de ella. Las bajas que habíamos vivido en los últimos meses, Mary, Hilda y muy probablemente también mi amiga Christine, ya eran bastante carga que soportar para el resto de mi vida. A partir de ahora tendríamos que ser más diplomáticos si queríamos convencer a los bandos para que firmaran una tregua. Suponía que Robb aún no me había propuesto nuestro siguiente paso para no presionarme y para dejarme disfrutar un poco de la tranquilidad que hacía tanto tiempo que no encontraba, pero hasta cierto punto yo ansiaba seguir ya adelante hacia la siguiente fase de mi misión porque la inactividad no iba conmigo.
Me incorporé y me desperecé saliendo de la cama y abriendo el balcón que daba a la espléndida terraza con vistas a Manhattan. Me encantaba este lugar. Desde que Robb me había traído aquí por primera vez comprendí que el apartamento era perfecto, él encajaba perfectamente en un sitio así y me ilusionó mucho que decidiera compartirlo conmigo. Mantuvimos el ático para los dos, de modo que podíamos aislarnos en él y dedicarnos el uno al otro sin interrupciones. Me había vuelto a vincular con él realizando el ritual en la terraza sobre Manhattan y esa misma noche nos habíamos entregado el uno al otro sobre un lecho de pétalos de rosas. Le amaba tanto que a veces incluso dolía. Cuando me miraba con esa pasión sentía una presión tan fuerte en el pecho que me impedía respirar y mi corazón se aceleraba con sus caricias y sus abrazos. En estos casos era aconsejable estar solos aquí, donde no nos molestaba nadie y donde podíamos dar alas a nuestro amor.
Me asomé al salón y no vi a Robb. Debía de haber acabado ya su entrenamiento y estaría en el baño dándose una ducha, pero observé que ya había dejado el desayuno a medio servir en la terraza y decidí terminar de prepararlo yo. Cuando estaba sirviendo unos expresos, Robb salió de la ducha cubierto sólo con una toalla anudada en su cintura y verle tan sexy me hizo sentir calambres en el estómago. Él me sonrió advirtiendo mi mirada y se acercó a mí con su característico paso lento y mi corazón se lanzó en un sprint. Llegó a mi lado y se recostó sobre mí contra la encimera de la cocina. Mi respiración se aceleró a su contacto sin que pudiera evitarlo.
–¡Buenos días, preciosa! ¿Qué tal has dormido esta noche?–preguntó acariciando mi rostro con su mirada.
–¡Buenos días! Hoy he dormido mucho mejor, creo que ya estoy empezando a olvidar todo–mentí para tranquilizarle.
–Me alegro, seguro que en unos días tus pesadillas serán historia–me animó sonriendo.
Puse mis manos en su pecho y comencé a deslizarlas camino a su cuello para atraerle más a mí.
–Tengo una sorpresa para ti–dijo de pronto Robb acariciando mi frente con sus labios.
–¿Ah sí?, ¿qué sorpresa?–pregunté intentando leerlo en sus ojos.
–Algo que estoy convencido de que te ayudará a liberar tensión y te cargará de pura energía–me avanzó con una sonrisa torcida.
–¿Tú eres mi sorpresa? ¡Me encanta!–dije deslizando mis manos hacia el nudo de su toalla.
Robb comenzó a reírse y negó con la cabeza.
–A mí ya me tienes cuando quieras, tu sorpresa es otra cosa–me confesó–Mira en la terraza, junto a tu cubierto–propuso mirándome ilusionado.
–Vale, ya has conseguido que me muera de curiosidad–dije intrigada.
Me puse de puntillas y besé sus labios con intensidad, volviendo a anudar su toalla para evitar que se le cayera. Robb se apartó de mí sonriendo y me dirigí veloz a la mesita de la terraza. Localicé un sobre de papel bajo uno de los cubiertos y lo cogí con avidez.
–¿Puedo abrirlo?–pregunté impaciente.
–Por supuesto, espero que te guste–dijo mirándome con ternura.
Rasgué por un lado el sobre y extraje unos papeles del interior. Parecían entradas y cogí una de ellas para averiguar de qué se trataba. Eran para esta noche, para un concierto de indie rock en Terminal 5. Me entusiasmó su regalo. Había visto anunciado ese concierto hacía varios meses y ansiaba ir, pero dadas las circunstancias que me rodeaban ni siquiera me había planteado la posibilidad de hacerlo. Sabía que las entradas se habían agotado hacía tiempo porque actuaban grupos buenísimos, con lo que no quería ni pensar cómo diablos las había conseguido.
–¡Dios mío, Robb! ¡Me moría de ganas de ir a este concierto!–exclamé emocionada.
–Lo sé y supuse que te animaría. Hay entradas suficientes para todo el grupo, nos vendrá bien desquitarnos un poco después de todo lo sucedido–dijo con una sonrisa.
–¡Eres increíble!–dije lanzándome a sus brazos.
Busqué sus labios y le besé con demasiado entusiasmo, pero estaba muy feliz y no podía contenerme. Siempre había querido ir a un concierto de rock tan impresionante como ése y había oído que la acústica en Terminal 5 era estupenda. Además que nos acompañaran también nuestros amigos lo hacía aún más increíble.
–Me encanta verte tan contenta, te hace estar incluso más radiante–dijo Robb acariciando mi espalda.
–Te quiero, eres el mejor. ¿Cómo has podido conseguir las entradas?–dije asombrada.
–Es mejor que mantenga eso en absoluta confidencialidad, pero a estas alturas ya deberías de saber que soy un tipo con recursos y que todo lo que desees lo pondré a tus pies cueste lo que cueste conseguirlo; especialmente si con ello consigo verte así de feliz–dijo con fervor.
–¿Ah sí?–pregunté arqueando una ceja.
Él asintió mirándome intrigado. Le cogí de la mano y le llevé conmigo hasta el dormitorio y una vez allí me senté en la cama y me quedé observándole.
–Me moriría de ganas de que arrojaras esa toalla a mis pies–le reté.
Y Robb con una sonrisa torcida desanudó su toalla, guiñándome un ojo me la lanzó y luego se abalanzó sobre mí.
Nos trasladamos en la Harley de Robb hacia Williamsburg donde íbamos a almorzar con el resto del grupo. Se acercaba el verano y Nueva York estaba llena de vida y de color. Me abracé más fuerte a Robb mientras circulábamos en la moto y me sentí rebosante de felicidad. Inspiré profundamente y como me sentía optimista sólo identifiqué el olor a salitre y a primavera que inundaba el aire, ignorando la polución.
“No puedo dejar de pensar en el concierto de esta noche, seguro que a los demás también les encantará ir” dije emocionada.
“Espero que sea así. ¿Crees que Miguel se unirá a nosotros?” preguntó con un tono de duda.
“No lo sé, no hemos hablado demasiado desde que nos desvinculamos. Sé que necesita espacio y tiempo y estoy intentando concederle al menos eso, pero me gustaría que nos acompañara, sinceramente creo que le vendría bien” respondí.
“¿Y cómo lo estás llevando tú? ¿Le echas de menos?” preguntó Robb cauto, como siempre que hablábamos de Miguel.
Tenía que pensar muy bien todo lo que decía sobre Miguel delante de Robb porque no quería herirle de ningún modo y sabía que todo lo referente a mi relación con Miguel era un tema de conversación bastante delicado entre nosotros. Miguel y Robb no se llevaban demasiado bien, por decirlo suavemente. De hecho desde pequeños habían sido adversarios y por más que yo había intentado unirlos y fomentar entre ellos la amistad, había sido misión imposible. Era evidente que al menos se respetaban el uno al otro y que eran capaces de trabajar juntos cuando la situación lo requería, pero ahí acababa todo. Aprovechaban la más mínima oportunidad para rivalizar por cualquier cosa, incluso llegando a emplear la violencia en alguna ocasión y había llegado a comprender que siempre sería así. Además sabía que yo era responsable en parte de esa confrontación existente entre los dos, dado que ambos me amaban y sin quererlo había desatado una tormenta de celos entre ellos que no había hecho más que empeorar las cosas. Estábamos en un punto en el que no sabía muy bien cómo actuar con ninguno de los dos cuando estábamos los tres juntos en la misma habitación. Trataba de no mostrarle a Miguel que Robb y yo estábamos muy enamorados y evitaba todo contacto físico con mi novio en su presencia. A su vez intentaba que Robb no me viera atenta y preocupada por Miguel para que no creyera que aún sentía algo por él y que le echaba demasiado de menos. Sin duda esto era un despropósito, pero de momento no se me ocurría cómo solucionarlo y trataba de evitar que estuviéramos juntos en el mismo lugar durante mucho tiempo.
“Estoy preocupada por él. Cloe dice que se pasa las horas entrenando o encerrado en su habitación. Necesito que vuelva a ser él mismo y mientras no lo sea me sentiré mal conmigo misma” admití.
“Emma, no es tu culpa” dijo Robb.
“Robb, sí que lo es y lo sabes. Y bien ¿qué podemos hacer para que se sienta mejor?” pregunté.
“Fácil, podríamos desaparecer solos tú y yo. Conozco un par de lugares cálidos y exóticos que serían el destino perfecto para perdernos y que nadie nos encontrara jamás ¿Qué opinas?” me insinuó.
“Tentador, pero no es el momento” dije.
“Siempre con evasivas… Empiezo a intuir que te gusta la acción más de lo que quieres demostrar” insinuó Robb.
“Bueno, he de confesar que el subidón de adrenalina que conlleva una batalla es genial, pero si te soy sincera prefiero la combinación de esta noche: Robb y Rock. ¡No hay nada que supere eso!” confesé.
Robb soltó una carcajada por mi comentario y aceleró la moto mientras atravesábamos el puente de Williamsburg camino a Brooklyn.
Entramos al edificio por el garaje, como de costumbre, y aparcamos allí la moto de Robb, junto a la BMW de Miguel. Cloe vino a recibirnos y se adelantó cogiendo mi mano y arrastrándome al salón.
–¿Qué pasa?– le pregunté con curiosidad.
–Tenemos que hablar, ¡cosas de chicas! Estaba deseando que llegaras porque hay ciertas cosas que sólo puedo contarte a ti y últimamente apenas te veo–me dijo.
–Lo siento, es cierto que he estado volcada en la recuperación de Robb, pero si me hubieras llamado podíamos haber quedado para hablar–me excusé.
–Lo sé, pero no quería separaros, me he imaginado que necesitabais estar a solas después de lo mal que lo habéis pasado las últimas semanas. De todos modos hoy podemos buscar un rato solo para nosotras y nos ponemos al día de todo, ¿vale?–me propuso.
–Me encantaría–admití.
En el salón Rick y Tom jugaban una partida de ajedrez y Robb se había sentado con ellos estudiando el avance del juego en el tablero. Yo no sabía jugar al ajedrez y aunque siempre me había impresionado cómo los jugadores se concentraban en una partida repasando las jugadas realizadas y programando las futuras con todas sus posibilidades y consecuencias antes de mover ficha, nunca había tenido la paciencia suficiente para aprender ni siquiera los movimientos de las fichas. Era una de mis asignaturas pendientes, quizás un día aprendería a jugar. Desvié la atención del tablero y barrí la habitación con la mirada.
–¿Dónde está Miguel?–le pregunté a Cloe.
–Debe de estar aislado en su habitación–respondió disgustada.
–¿Sigue igual?–pregunté temiendo la respuesta.
–No, está peor. Desde que David abandonó Staten Island y volvió a la base con la mayoría de los oficiales no hace más que entrenar y entrenar. He intentado hablar con él, pero dice que está bien y me despacha para encerrarse en su habitación–admitió.
–¿Crees que si hablo con él servirá de algo?–pregunté.
–No sabría decirte, pero podrías intentarlo–admitió.
–De acuerdo, voy–dije tratando de sonar decidida.
–Hemos pedido comida a un italiano, nos la servirán en quince minutos. Os aviso cuando esté, ¿de acuerdo?–dijo Cloe.
–Ok, ahora te veo–dije dirigiéndome a la escalera.
Miré en dirección a Robb antes de subir y le sorprendí mirándome.
“Voy a hablar con Miguel. No te lo tomes a mal, pero te bloquearé durante un rato” le advertí.
“De acuerdo, pero por si acaso recuérdale que eres mi novia y que no le conviene sobrepasarse contigo, sólo por si se le ha olvidado” apuntó sarcástico.
“¡Muy gracioso!” dije con ironía.
No entendía cómo Robb a estas alturas todavía pensara que yo podía cambiar de opinión respecto a mi elección por él, pero parecía seguir sintiéndose inseguro respecto a mi relación con Miguel. En el fondo creo que pensaba que Miguel aún no se había rendido y que le presentaría frente a la mínima oportunidad y por esa razón prefería que yo no me mantuviera muy cercana a él, pero Miguel era mi amigo y quería tenerle cerca. Podía esperar hasta que ya nuestros sentimientos no fuesen más que de amistad, pero estaba convencida de que volvería a tenerle a mi lado algún día y todos seríamos felices de nuevo juntos.
¡Uf! Iba a ver a Miguel a solas y no sabía muy bien con cuál de sus facetas me encontraría: la del tipo provocador y altivo que simulaba frialdad e indiferencia por todo y por todos o la de mi amigo leal, cariñoso e íntegro que se preocupaba por sus amigos… Me sentía intranquila por él. Tenía que intentar saber cómo estaba realmente y qué podía hacer para ayudarle. Si hubiéramos estado vinculados, averiguarlo sería mucho más fácil, pero ya no era el caso. Ahora tendría que leer en él sin ayuda de su pensamiento. Si creía conocerle tan bien como le conocía, esto en principio no tendría que ser muy complicado para mí. Llegué a la puerta de su habitación y sentí su aura, fuerte y cálida y sentí nostalgia de él. Esperé unos instantes para recomponerme un poco, no podía entrar así y dejarle ver que yo también le echaba muchísimo de menos, no creía que eso ayudara a que él se olvidara de mí. Inspiré y golpeé la puerta con los nudillos. Sin duda él ya sabría que era yo la que llamaba porque habría sentido mi aura igual que yo había percibido la suya.
–Soy Emma, ¿puedo entrar?–pregunté de todos modos.
–Pasa–dijo con desgana.
Abrí la puerta y le busqué con la mirada. Estaba tumbado en la cama y sólo por su postura supe que tenía puesta la máscara de indiferencia. Intenté no venirme abajo porque era normal que me acogiera así. Yo le había hecho daño, dándole esperanzas de que podríamos estar juntos para luego terminar por volver con Robb, de modo que lo normal era que ni siquiera quisiera hablarme. Me podía dar por satisfecha de que me hubiera dejado entrar en su habitación. Cerré la puerta tras de mí y me acerqué lentamente hasta la cama. Él ni siquiera cambió de postura, sólo me siguió con la mirada.
–Hola, ¿qué haces?–pregunté sentándome al borde de la cama.
–Escuchaba música–respondió señalándome el mp4 que estaba en su mesilla.
Ambos nos quedamos mirándonos con detenimiento, pero el silencio con Miguel no me incomodaba, me sentía bien con él a pesar de las circunstancias. Estaba tan guapo como siempre, salvo que tenía ojeras por falta de sueño.
–¿No estás durmiendo lo suficiente?–dije de pronto.
–No y veo que tú tampoco, aunque seguro que no es por el mismo motivo que yo ¿no?–insinuó provocador.
¡Vaya! Estaba mordaz y aunque luché por vencer la vergüenza, no pude evitar sonrojarme ligeramente por su indiscreción. Sin embargo decidí no molestarme con él porque sabía que estaba dolido conmigo y necesitaba soltarlo de algún modo. Bajé la mirada y aguardé unos instantes, inspirando para recuperar la compostura.
–En realidad no duermo porque sufro terribles pesadillas desde lo de James– le confesé–Supongo que terminarán pasando, pero de momento me atormentan cada noche–.
Miguel se incorporó y se acercó más a mí.
–Lo siento, no lo sabía–dijo en un tono mucho más dulce.
–¡Ya!, no es nada. Debió de impactarme más de lo que pensaba, pero pasará. ¿Por qué no duermes tú?–pregunté mirando sus ojos e intuyendo la respuesta.
–Lo sabes bien–dijo manteniendo mi mirada.
Suspiré y sin poderlo evitar cogí su mano y la estreché entre las mías.
–¿Qué puedo hacer Miguel? ¿Quieres que me aleje?–pregunté preocupada.
–¡No, Emma! Si quisiera estar lejos de ti habría vuelto a la base con los demás, pero no puedo apartarme de ti, te necesito– me confesó.
–Y me tienes Miguel, como amiga. Sabes que yo también te necesito a ti, pero no quiero verte así, melancólico e infeliz por mi culpa. Necesito que seas feliz–dije.
–¿Y crees que lo que siento por ti va a desaparecer de la noche a la mañana? Te amo Emma, eso no ha cambiado y no sé si cambiará. Ahora sé que lo nuestro no es posible y estoy hundido. Estoy intentando pasar página pero no es fácil–me confesó.
Me alegraba que fuera sincero conmigo, pero ver hasta dónde llegaba su dolor me abatió profundamente. No sabía si consolarle tendría un efecto contraproducente, pero no podía evitarlo. Me acerqué más a él, me hice hueco en su regazo y le abracé. Él me rodeó con sus brazos y me besó en la frente.
–Tienes que reponerte, Miguel. Eres fuerte y podrás hacerlo. Si quieres estaré a tu lado y te ayudaré en lo que esté en mi mano o si lo prefieres me apartaré y te daré tiempo, pero tienes que volver a ser el de antes. Tu gente te necesita, los humanos te necesitan y yo también. Estoy convencida de que serás feliz algún día y espero poder estar a tu lado y comprobarlo por mí misma– dije.
–Lo estoy intentando Emma, sólo necesito tiempo– dijo.
–Lo sé–admití.
–¿Tú eres feliz con Robb?–preguntó.
–Sí, todo sería perfecto si tú también lo fueras. Eres mi mejor amigo y quiero que estés bien–admití.
–Lo sé–dijo– Ahora cuéntame de qué van esas pesadillas tuyas–pidió.
Y le creí y me sentí más aliviada, porque si lo conseguía significaba que podríamos preservar nuestra amistad y quería que fuera así. Miguel era mi mejor amigo y le necesitaba realmente junto a mí.