CAPÍTULO IV
Sentía un cúmulo de sentimientos agolpándose en mi interior: rabia, tristeza, nostalgia y desamparo, todos ellos tratando de apoderarse de mi ánimo al mismo tiempo. Descubrir que Christine estaba frente a mí en carne y hueso había sido algo completamente inesperado, de hecho creí que estaba alucinando porque si era sincera conmigo misma hacía tiempo que había perdido la esperanza de encontrarla con vida. Había llegado a la conclusión de que Christine había muerto a manos de la gente de James, al igual que le ocurrió a Mary. Sin embargo la Christine que encontré ante mí no era más que la fachada de la chica que había sido mi mejor amiga. Ella había rechazado descaradamente que la tocara en el gimnasio y me había mirado con una expresión de desprecio que me heló la sangre. Al parecer ella también había sido una actriz más representando un papel en mi vida y este descubrimiento sí que me dolió porque no esperaba eso de ella, pero ella misma acababa de asegurarme que tuvo que estar a mi lado porque era su misión y que fue un sacrificio hacerlo. Tras encajar el golpe sentí tanta rabia contra ella que preferí salir corriendo del gimnasio y refugiarme en mi habitación para no empeorar las cosas, pero cuando me encontré sola la rabia se convirtió en dolor. Me acurruqué en la cama y empecé a llorar de pura frustración sintiéndome abatida y vulnerable.
Recordaba los numerosos momentos que Christine y yo habíamos pasado juntas desde los once años. Habíamos evolucionado de niñas a adolescentes juntas, compartiendo nuestros sueños y anhelos, nuestras tristezas y alegrías y sobre todo apoyándonos siempre la una a la otra. Cuando ahora volvía la vista atrás sabiendo que Christine había fingido todo el tiempo, mis buenos recuerdos se disolvían como la tinta en el agua, enturbiando los únicos recuerdos felices que guardaba de mi pasado.
La puerta de mi habitación se abrió lentamente y sentí a Robb deslizarse dentro y acercarse lentamente a la cama, donde yo aún seguía llorando. Se tumbó a mi lado y me rodeó con su cuerpo, envolviéndome en un abrazo protector. Su contacto me alivió, como siempre y me refugié en la calidez de su pecho. Era increíble el efecto que Robb tenía en mí, era mi cura para todo y en momentos como éste era cuando comprendía cuánto le necesitaba. Por muy deprimida, preocupada o temerosa que estuviera, su sola presencia me traía la calma y me hacía enfocar mis problemas de una forma más optimista.
–Vamos, deja ya de llorar–me susurró con dulzura al oído.
–Ya no lloro–gimoteé.
–A ver, mírame–dijo girándome hacia sí.
Aunque estábamos a oscuras en la habitación podía distinguir claramente los hermosos rasgos de Robb gracias a los rayos de luna que penetraban entre las cortinas. Sus brillantes ojos verdes me miraban con preocupación mientras que acariciaba con las yemas de sus dedos mis mejillas, limpiando los vestigios de mis lágrimas.
–Siento lo de Christine–dijo Robb con ternura– Sé que significa mucho para ti–.
–Sí, es duro encajar que todo en mi vida era falso, incluso mi única amiga. Cuando pienso en mi pasado me parece tan… artificial–dije– Al menos me alegro de que esté viva, ya tengo bastante con cargar con la culpa de la muerte de Mary sobre mis hombros–.
–Emma, amor, tú no eres culpable de su muerte, ni siquiera sabías que tú misma corrías peligro. El pasado es el pasado y ahora tienes una vida real, con amigos que te quieren y que confían en ti por cómo eres y no por lo que eres y además me tienes a mí, que te amo más que a nada en el mundo–me aseguró con fervor.
–Lo sé Robb y me siento muy afortunada, especialmente por tenerte a ti. No me dejes nunca, por favor–le supliqué.
–No podría hacerlo, yo también te necesito–susurró.
–Robb, estoy preocupada. Christine sigue órdenes de alguien y si ella nos ha localizado supongo que nuestro refugio no será seguro por mucho tiempo. Es cierto que la amenaza de James ya no existe, pero me pregunto qué es lo que quería Lobo de mí. Tengo un mal presentimiento Robb, ¿y si hubiera alguien más tratando de acabar conmigo antes de que dé la cara ante los bandos?–pregunté inquieta.
–¿Te refieres a otro primero? ¿Alguien de mi bando que conociera los planes de James para acabar contigo?–preguntó Robb.
–Quizás de tu bando o del otro bando, Robb. Miguel me dijo que hay primeros en los dos bandos que se encargan de llevar información de lo que acontece en el planeta a sus líderes. ¿No sería posible que alguno de estos mensajeros haya descubierto mi existencia y haya informado a algún primero poderoso? Alguien que no quiera que yo intente conseguir un acuerdo de paz y que haya contratado a alguien como Lobo o como Christine para desviarme del camino–planteé.
–Emma, no creo que eso sea probable. Si yo fuera ese primero poderoso no enviaría a híbridos del calibre de Christine a por ti. Yo en su lugar enviaría a alguien más potente, como Miguel o como yo, o incluso me plantearía hacer el trabajo en persona visto lo que ha ocurrido con James. Creo que no hay nadie de ese nivel ahora mismo tras tu pista, pero eso no quita que seamos precavidos y no nos confiemos. Creo que podemos escuchar lo que nos cuente Christine y después juzgar si nos conviene o no ir con ella. En todo caso Miguel y yo estuvimos planificando ayer nuestro próximo movimiento y a pesar de que tenemos opiniones encontradas como de costumbre sobre cómo proceder, en lo fundamental estamos de acuerdo. Tenemos que crear un ejército numeroso para que te respalde y después lo ideal sería que nos presentáramos al Consejo de este año y les propusiéramos un acuerdo– me explicó.
–¿En serio? ¿Crees que es el mejor modo de hacerlo?–pregunté insegura.
–Sí, pero no pienses ahora en ello. Lo meditaremos bien e iremos sobre seguro, no te preocupes–me tranquilizó– Miguel reagrupará a sus tropas y yo estaba pensando en hacerme con el batallón que tuve a mi mando aprovechando que ahora James no está. Creo que podría convencerles para que se unieran a nosotros–.
–Confío en vosotros, sabéis mejor que yo lo que hacer en este caso y haré lo que me pidáis–dije.
–Lo que no quita que sigas estando preocupada, ¿no?–me dijo Robb mientras acariciaba mi rostro.
–Me gustaría tener tu aplomo, pero yo no soy así, los nervios me consumen–admití.
–Ven aquí, yo conseguiré que olvides tus preocupaciones–dijo Robb acercándose y besándome con dulzura.
Me acerqué más a él, abrazándome a su cuello y abandonándome en sus labios. Él me besó con pasión, acariciando lentamente mi boca con sus labios y haciendo que me estremeciera de placer. Le necesitaba mucho también físicamente, él conseguía recargarme, darme energía cuando la mía fallaba y en este momento me hacía mucha falta. Comencé a levantar su camiseta y él, comprendiendo, me ayudó a deshacerme de ella sacándosela por la cabeza de un tirón. Después le desabroché los botones de los vaqueros y se los quité, recostándole sobre la cama. Me miró con su sonrisa torcida, sin duda impresionado de que hoy me atreviera a tomar las riendas del asunto. Su mirada me envalentonó y le sonreí en respuesta. Me incorporé y me saqué el vestido por la cabeza, arrojándolo a un lado y me senté a horcajadas sobre él. Robb se incorporó y me atrajo hacia sí y sus ojos desprendían llamas. Su piel se sentía dura y suave contra la mía y los músculos de su espalda se contraían con ligeros espasmos cuando le acariciaba. Él retiró mi melena a un lado con su mano y me sujetó la nuca, atrayendo mi rostro hacia él. Nos besamos, acariciando y explorando nuestros cuerpos con delicadeza. Nos aislamos del mundo y nos entregamos el uno al otro lentamente, como si no hubiera nada más importante que nosotros dos. Después permanecimos entrelazados mientras él jugaba con mi pelo hasta que rendida, me dormí apaciblemente en sus brazos.
Ya amanecía cuando me desperté aún en los brazos de Robb. Él dormía sereno y no quise despertarle tan temprano, por lo que me escurrí lentamente de sus brazos y me levanté de la cama sin hacer ruido. Cogí algo de ropa del armario y me dirigí a vestirme al cuarto de baño. Había tenido pesadillas, como todas las noches, pero también había soñado con Christine, seguramente por la impresión que me había causado haberme reencontrado con ella anoche. Afortunadamente en este caso no había sido una pesadilla, sino que había tenido un sueño agradable en el que ambas charlábamos despreocupadas tumbadas en la hierba de Central Park, como habíamos hecho muchas tardes después del instituto.
Me preguntaba si Christine se habría ido anoche o si por el contrario habría aceptado mis condiciones y se había decidido a hablar. Ayer había sido bastante dura con ella, lo sabía, pero estaba muy furiosa por sus reproches, demasiado para haber continuado la discusión por más tiempo. Hice bien en retirarme y dejar que mi enfado se enfriara. Ahora, tras dormir unas horas y haber tomado mi dosis de Robb, veía las cosas de otra manera. Deseaba de veras hablar con Christine, aparcar el rencor que parecía sentir por mí y que me contara todo lo que sabía de mí, de mi pasado y de mi misión. Tendría que encontrar la forma de persuadirla para que hablara porque si lo que le había dicho a Miguel era cierto y era un escudo, no podría sugestionarla. Me puse los vaqueros cortos y la camiseta de tirantes que había recuperado del armario y salí de nuevo a la habitación. Robb continuaba dormido y no pude evitar recorrerle con la mirada antes de salir de la habitación. Estaba muy sugerente únicamente cubierto con una esquina de la sábana, ya que como siempre conseguía acapararla toda para mí. Pronuncié un “te quiero” silencioso y salí de la habitación. La casa estaba en silencio y me deslicé al piso de abajo intentando hacer el menor ruido posible. Cuando llegué al salón distinguí una figura inmóvil reclinada en la mesa y me acerqué sabiendo que se trataba de Christine. Tenía apoyados sus codos en el tablero y su cabeza reposaba sobre sus manos con la mirada perdida. No parecía dormida con lo que decidí saludar.
–Hola–dije.
Christine levantó la cabeza y se me quedó mirando.
–Hola–respondió.
–Has madrugado mucho–dije para intentar iniciar una conversación.
–En realidad no he dormido, cuando me harté de dar vueltas en la cama decidí bajar y esperar aquí–dijo.
–Entonces estarás cansada, ¿quieres un café?–ofrecí.
–Sí, no estaría mal–me respondió.
–¿Cómo lo quieres?–pregunté.
–Sabes de sobra cómo lo tomo, Emma–dijo.
–¿Con una pizca de leche? Quiero asegurarme ya que quizás también mentiste en lo relativo a tus gustos– dije sin poder contenerme.
Christine me miró entrecerrando los ojos, pero no dijo nada. Comprendí que ella tampoco quería tener de nuevo una discusión y decidí cuidar un poco más mis comentarios. Me dirigí a la cocina y me puse a preparar los cafés. Ella se levantó y me siguió hasta la cocina, sentándose en la encimera.
–¿Vas en serio con Robb?–preguntó de pronto.
Me volví a mirarla, sorprendida por el giro que había elegido para nuestra conversación, pero decidí responder.
–Sí, más que en serio. Estamos enamorados y además…es mi vínculo–dije.
–Es la impresión que me dio– dijo– ¿Y Miguel?–añadió.
–¿Miguel?–pregunté sorprendiéndome de nuevo.
–También parece que estéis muy unidos–me aclaró.
–Sí, lo estamos. Miguel es mi mejor amigo. Tenemos una relación especial porque también estuvimos vinculados durante un tiempo –dije prefiriendo dejarlo sólo ahí.
–Entiendo–dijo–.
–En realidad todos formamos un gran equipo y a estas alturas los considero mi familia–confesé.
–Ya, la familia que nunca tuviste ¿no?–apuntó sarcástica.
–Sí, eso es–admití intentando no ser demasiado corrosiva– ¿Y tú? ¿Tienes novio o a alguien especial a tu lado?–pregunté.
–No, no de ese modo–dijo– No puedo tener distracciones en este momento–.
Comprendí entonces que Christine había actuado siempre así. Se había centrado en su trabajo desde que éramos niñas, por eso no había intentado buscar amistades con nadie a parte de mí y nunca había perdido la cabeza por ningún chico. El daño colateral había sido que ella con su hermetismo había evitado que yo ampliara mi círculo de amistades, pero suponía que ése también sería uno de los objetivos de su misión.
–Yo lo veo de otro modo. Mis amigos son mi fortaleza, en especial Robb y Miguel, sin ellos no habría conseguido desarrollar así mi potencial. Ambos han sido mis maestros durante todo este tiempo y hemos pasado por muchas cosas juntos – le expliqué.
–¿Y los demás quiénes son?–se interesó.
–Cloe es la hermana de Miguel y es mi mejor amiga–dije interrumpiéndome de repente al darme cuenta de lo que mi comentario significaría para Christine.
Ella no dijo nada y decidí continuar.
–Está saliendo con Rick, el tipo fuerte. Él y Tom son los mejores amigos de Robb. Y también está David, el mejor amigo de Miguel, pero ahora mismo no está en Nueva York– expliqué.
Christine asintió y cogió la taza de café que le ofrecí. Cogí también la mía y me senté con ella en la encimera.
–¿Qué pasó aquella noche Christine? ¿Por qué no te volví a ver?–pregunté por fin llevando la conversación a lo que me reconcomía por dentro.
–Esa noche ocurrió lo que Mary había temido todo el tiempo, te localizaron incluso conmigo cerca. No sé qué es lo que sabes o no de la historia, pero supongo que sabes que tu madre le pidió a Mary que se hiciera cargo de ti ¿no?–preguntó.
Asentí.
–Bueno, pues Mary era un escudo poderoso y sabía que con ella nadie te localizaría, pero el problema era que tu tenías sólo once años y que si quería que llevaras una vida normal tendrías que ir al colegio y estar con gente de tu edad. Entonces Mary me acogió a mí también para que me convirtiera en tu amiga y en tu escudo en el exterior. Mary se vinculó conmigo y me ayudó a liberar mi potencial y a tenerte controlada en todo momento– me explicó.
–No lo entiendo, pero si tú sabías todo y lo asumiste sin problema, ¿por qué Mary no confió en mí? ¿Por qué borró mi memoria y me mantuvo en la más completa ignorancia?–pregunté dolida.
–Emma, aunque Mary no era tu verdadera abuela te quería y creo que no deseaba que vivieras atemorizada toda la vida. Ella pensaba contártelo antes de que fueras a la universidad y de hecho yo estaba casi segura de que lo haría el día de tu diecisiete cumpleaños. Lo habíamos hablado y yo le había rogado que lo hiciera. Aunque tú aún no te habías dado cuenta yo sentía cómo tu aura iba ganando peso día a día e incluso habías intentado sugestionarme en varias ocasiones, de no haber sido un escudo estaba segura que lo habrías hecho y eso me preocupaba. Se lo conté a Mary y se puso muy nerviosa, pero yo le insistí en que estabas preparada y que necesitabas saber la verdad ya–me explicó.
–¿En serio? ¿Tú querías contármelo todo? Pero ¿por qué?–quise saber.
–Pues claro que quería. Yo sabía cómo te sentías: claustrofóbica y asfixiada por el estricto control al que te tenía sometida Mary y me daba miedo de que acabaras por estallar. Si te descontrolabas y descubrías tus poderes estaba convencida de que no aceptarías unas explicaciones tardías y que te largarías poniéndote en sumo peligro. Y por otro lado también sería mucho más fácil para mí poder estar contigo sin ocultar nuestra naturaleza y sin tener que tener mi escudo activado a todas horas para evitar que nos localizara cualquier otro híbrido– continuó.
–¿Y por qué no lo hizo? ¿Por qué no me lo contó?– pregunté intrigada.
–No lo sé. Se echó atrás por algún motivo, no cabe duda, pero no tuve tiempo de preguntarle el por qué–respondió– La noche de tu cumpleaños, cuando fuimos a ese club, localicé a un híbrido que parecía seguirnos. Me extrañó que nos hubiera encontrado porque yo anulaba tu aura, de eso estaba segura, y sin embargo supe que iba a por ti. Traté de avisar a Mary, pero no me respondió y en el local me sentí desorientada y muerta de miedo. En ese momento no supe lo que me ocurría, pero después supe que era porque Mary había muerto, rompiendo nuestro vínculo y que por eso yo me había sentido así–me explicó.
–Christine, ¿por qué no me lo contaste todo entonces?–pregunté–Yo podía haber ayudado de algún modo. Podíamos haber huido juntas…–.
–Emma, no sabía qué hacer, pero cuando volvimos a casa y nos encontramos junto a vuestro bloque al mismo tipo del club supe que tenía que ir a por él o de lo contrario irían a por ti. Por eso te dejé en casa, creyéndote a salvo con Mary y le seguí. No tengo aptitudes físicas demasiado remarcables, pero tengo algo que me resulta bastante ventajoso en un combate. Dame la mano, te lo mostraré–dijo.
Le tendí la mano y ella la cogió entre las suyas. De pronto noté un cosquilleo que subía de intensidad y comprendí que se trataba de una descarga eléctrica. Christine cesó su demostración y soltó mi mano.
–Puedo darle bastante potencia si quiero y pensé utilizar mis descargas contra ese tipo, pero no tuve oportunidad de hacerlo porque él me atrapó antes de que hubiera podido incluso ponerme el escudo–dijo.
–¿Él? ¿De quién estás hablando?–pregunté.
–De James. Creo que es íntimo tuyo ¿no? Yo por entonces no sabía de quién se trataba, pero pronto comprendí hasta qué punto el mal podía habitar en un ser. James intentó que hablara y que le contara todo sobre ti, pero yo no lo hice y entonces él me torturó. Me contó que había acabado con Mary y que ahora tú estabas en su poder y que si yo no colaboraba con él que te mataría a ti también. Y entonces le conté cosas sobre ti, pero jamás le hablé de tus aptitudes Emma. Le hice creer que aún no se habían manifestado en ti y sobre todo le aseguré que tú no sabías nada sobre tu origen. Él pareció satisfecho, pero aun así me castigó y me inoculó una droga que me hizo perder la consciencia por varios días–me explicó.
–¡Dios mío, Christine! Lo siento mucho. Siento no haberte podido ayudar en ese momento, de haber conocido la verdad te aseguro que te habría buscado sin descanso, pero no sabía qué hacer. Me llevaron muy lejos y no pude hacer nada hasta que volví a Nueva York y comencé a buscarte de nuevo. ¿Qué te ocurrió después?– pregunté intrigada.
–Me rescataron. Un grupo de pacificadores asaltó la nave donde James tenía a varios híbridos presos y me liberaron. Me ofrecieron unirme a ellos y lo hice sin dudarlo. Mary me había hablado de los pacificadores antes. Tus padres iniciaron el movimiento antes de que nacieras y se habían ido creando guetos de híbridos afines al movimiento por todo el mundo. Supe que ése era mi lugar ahora que Mary no estaba y desde entonces he estado con ellos– me explicó.
–¿Los pacificadores? Lian nos habló de ellos–dije y decidí no seguir porque no quería poner en un aprieto al muchacho.
–Lo sé. Yo le encargué que te localizara. Cuando oímos rumores de que el Equilibrio estaba en Nueva York pensé que debíamos enviar a nuestro mejor rastreador a buscarte y Lian lo hizo increíblemente bien, te encontró muy pronto y eso contando con que sólo le había dado una fotografía tuya para que pudiera reconocerte. Él te tuvo vigilada y me pasaba toda la información que averiguaba sobre ti–me explicó.
–Entiendo. ¿Por eso conocías a todo el grupo?– adiviné.
–Sí, Lian me informaba de vuestros movimientos, aunque le disteis esquinazo un par de veces y tuvimos huecos de información. Por ejemplo sé que pasó algo en Woodlawn y me imagino que estuvisteis implicados, al menos es lo que se rumorea por la ciudad, pero no sé exactamente qué ocurrió–dijo.
Comprendí que Lian había cumplido su promesa en el tema de Woodlawn y que no había contado nada de lo que pasó allí. Era un hombre de palabra.
–Conseguimos localizar la guarida de James y acabamos con él. Teníamos que hacerlo. Él venía a por mí y además no iba a detenerse ahí Christine, quería hacerse con el mando en la Tierra y no podíamos permitírselo. Un tipo así acabaría con la humanidad– expliqué.
–Intuía que tenía que haber sido eso, por eso hay tanto revuelo en el otro bando. Temí por tu seguridad y aunque Lian no me quiso decir dónde te refugiabas, sí que me dijo dónde podría encontrarte anoche. No me preguntes cómo lo sabía, pero él sabía que estarías en ese concierto–me dijo.
–¡Ese chico es increíble! Necesito que trabaje para mí– me asombré.
–Bueno, ya lo hace, aunque sea de modo indirecto. Pertenece a los pacificadores y al fin y al cabo nosotros te respaldamos a ti. Tú tienes que conseguir el acuerdo de paz y en cierto modo eso significa que eres nuestra líder–dijo.
Me quedé mirándola recordando los reproches que me había hecho anoche sobre mi falta de responsabilidad y desvié la mirada hacia el suelo.
–Emma, yo… siento lo que dije anoche. Estaba muy enfadada contigo. Pensé que no te ibas a tomar en serio tu papel y después de todo lo que he pasado estaba decepcionada y dolida–se excusó poniendo su mano sobre mi hombro.
–Yo también lo siento. También yo estaba muy alterada anoche y dije cosas que realmente no sentía. Es cierto que no me gustó que me mintierais, nos puso en peligro a todos nosotros, pero no os guardo ningún rencor ni a Mary ni a ti. Fuisteis la única familia que conocí hasta que encontré a Robb y no dudo de que lo disteis todo por mí– admití.
–Quiero que sepas que a pesar de que cumplía mi misión, eres la única amiga que he tenido–confesó Christine.
–Y que aún tienes. Te quiero, Christine–dije abrazándola.
Christine se quedó un poco sorprendida, pero pronto apoyó su cabeza sobre la mía y se dejó hacer. De pronto sentí el aura de Miguel y cuando levanté la vista le vi en las escaleras observándonos con una sonrisa torcida.
–Creo que me ponía más que os tirarais los trastos a la cabeza–dijo como siempre provocador.
Se acercó a la cocina con su paso lento y seductor y se detuvo frente a nosotras. Iba descalzo y llevaba puestos sólo los pantalones del pijama que le caían debajo de la cintura y me obligué a desviar la vista de sus estupendos abdominales. Observé que Christine también se había fijado en su perfecta anatomía y al contrario que yo, no le quitaba ojo.
–¿Y bien? ¿Significa esto que habéis hecho las paces y que ahora la rubita nos contará voluntariamente todo sobre el levantamiento, el misterioso líder y demás?–preguntó con una sonrisa angelical.
Miguel y yo intercambiamos una mirada y nos volvimos ambos a mirar a Christine y ella alzó las cejas un poco abrumada.
–De acuerdo, lo haré, pero sólo si dejas de llamarme rubita–pidió dirigiéndose a Miguel.
–Te recuerdo que fuiste tú quién me llamó primero rubiales a mí–se quejó Miguel.
–¡Vaya! Cuando yo le vi por primera vez también le puse ese apodo–dije sorprendida por la coincidencia.
–Es que le pega ¿verdad? ¿Se comporta siempre como un capullo engreído cuando conoce a alguien o he tenido la suerte de que sólo lo haga conmigo?–preguntó entonces Christine.
–Es así siempre, pero le sale natural, no tiene que esforzarse mucho. Pero aunque no lo parezca, en el fondo es un buen tipo, te lo aseguro–le confirmé divertida.
–Seguro que tienes razón, pero de momento encontraría otros adjetivos calificativos más adecuados para definirle como: prepotente, creído, pedante, bocazas,…–enumeró Christine.
–Me encanta que las mujeres hablen mal de mí, cuando reaccionan así significa que están inconscientemente locas por mí–dijo fanfarrón.
Miguel se estaba comportando con su habitual encanto provocador. Me sorprendió y me tranquilizó verle así, tal y como solía comportarse antes de que yo le hiciera daño eligiendo a Robb en vez de a él. Christine le miró echando rayos por sus ojos y comprendí que Miguel estaba en lo cierto, tenía una habilidad especial para desquiciar a las chicas y aunque te daban ganas de arrearle en la entrepierna, también te producía una sacudida hormonal que te abrasaba por dentro. Recordaba que cuando a mí me había ocurrido eso me enfurecía aún más conmigo misma porque mi cerebro me ordenaba odiarle y mi cuerpo me traicionaba sintiéndome atraída por él y por la mirada de Christine supe que la misma batalla se estaba librando ahora en su interior.
–Ten cuidado con Miguel–le dije a Christine– Puedes caer en sus redes sin apenas darte cuenta–.
–No creo que esté en peligro. No me atraen los rubios monos–dijo Christine mirando a Miguel.
–Me alegra saberlo– se burló Miguel– No me gustaría que lo pasaras mal por mí porque no eres en absoluto mi tipo, me gustan las castañas– dijo buscando mis ojos.
Me sonrojé y bajé la mirada notando aún sus intensos ojos azules fijos en mí. Cuando me miraba así, recordaba esa noche en mi habitación, cuando él me había confesado sus sentimientos y me había besado con intensidad. Esa noche habíamos sido más que amigos, ambos lo teníamos presente y aún seguía latente en sus ojos.
–Creo que deberíamos convocar una asamblea para escuchar a Christine–dije al fin para desviar el tema de conversación– Miguel por favor, ¿podrías llamar a los demás?– le pedí mirándole de nuevo.
–Dalo por hecho, nena–dijo guiñándome un ojo y saliendo de la cocina.
Me quedé observándole mientras se movía perezosamente escaleras arriba y después me giré hacia Christine que permanecía en la encimera siguiendo también a Miguel con la mirada. Ambas nos miramos y la expresión de Christine se tornó curiosa.
–¡Vaya! ¡Un triángulo amoroso! Veo que no te has aburrido en estos meses– comenzó.
–Christine, por favor, este asunto es bastante complicado ¿vale?–dije molesta, bajando de la encimera de un salto.
–¿Le quieres también a él? Porque lo que es evidente es que él está loco por ti–dedujo.
–Sí, quiero decir, no así…Miguel es muy importante para mí, pero amo a Robb y él lo sabe. No puede haber nada entre nosotros salvo amistad. Estamos intentando buscar nuestro punto, pero es una situación incómoda para todos y sé que Miguel está mal– le expliqué.
–Se le pasará–dijo Christine–Encontrará a alguien más afín a él algún día y podrás dejar de poner esa cara de culpabilidad cada vez que te mira como si le fuera la vida en ello–.
–Espero que tengas razón–dije– ¡Anda! Ven y ayúdame a preparar unas tostadas y café para todos–.
–Dalo por hecho, nena–dijo guiñándome un ojo como había hecho Miguel.
Cogí un paño de la cocina y se lo lancé a la cara por burlarse así de mí.
–Ándate con cuidado, rubita–dije divertida– Ahora soy un híbrido muy poderoso–le amenacé.
Ella ahogó una risa y me lanzó de nuevo el paño, a la vez que saltaba desde la encimera al suelo.
–Bueno, si hablamos con propiedad no eres precisamente un híbrido, eres un espécimen único más parecido a un primero que a otra cosa–bromeó Christine.
–En definitiva soy la friki de siempre–concluí.
–Sí, mi friki–dijo Christine tirándome del pelo como hacía cada vez que quería picarme.
Me giré hacia ella y le pasé el pan para hacer las tostadas.
–Te he echado de menos–me sinceré.
–Yo también–dijo sonriente y se dirigió a por el tostador con paso decidido.