CAPÍTULO XII

 

Volamos hasta el oeste de China y aterrizamos en una explanada a los pies de las montañas que hacía las veces de aeropuerto. Como imaginaba nadie nos esperaba allí, pero Lian había asegurado que él sería nuestro guía y a estas alturas teníamos plena confianza en él como para ponerlo en duda. Jacob y la tripulación de vuelo se quedaron allí el tiempo justo para repostar para el viaje de vuelta y hacer la puesta a punto del jet y abandonaron la pista antes de que nosotros hubiéramos iniciado nuestra marcha allá donde fuera que nos dirigíamos.

Me quedé en la explanada a pleno sol cuidando del equipaje mientras los demás se hacían con un jeep y víveres para nuestra travesía. Los pocos habitantes de aquel lugar que transitaban de vez en cuando por allí me miraban con curiosidad a través de sus ojos rasgados. Supondrían que éramos turistas americanos organizando una expedición y algunos se acercaban para intentar venderme cosas. Una niña de unos ocho años se acercó a mí para mostrarme unos colgantes que llevaba extendidos a lo largo de sus brazos. Me sonrió y extendió su pequeño brazo para que los admirara. Estaban hechos con tiras de cuero de las que pendían piedras con distintas formas y bellos colores.

–¿Los has hecho tú?–le pregunté sorprendida.

Ella no pareció entenderme y volvió a sonreír. Cogí unos de los colgantes y simulé que lo estaba elaborando y luego la señalé a ella. Entonces pareció comprender y asintió, soltando una risita musical.

–Son preciosos–le dije–No sabría cuál escoger–.

–El turquesa, sin dudarlo, hará resaltar aún más tus ojos–dijo Robb que se había acercado en silencio.

La niña pegó un respingo sobresaltada por su voz, pero cuando le vio se quedó observándole embelesada. Me hizo gracia advertir que Robb también contaba con admiradoras entre las chicas más jovencitas. La niña reaccionó con habilidad, como si hubiera entendido lo que había dicho Robb sobre mis ojos y colgó de pronto en mi cuello un colgante esmeralda, del mismo tono que los ojos de Robb y se apresuró a colgar el turquesa en su cuello. Robb le guiñó un ojo y le ofreció un billete de veinte dólares y unas chocolatinas. La niña pegó un gritito de alegría y se apresuró a compartirlas con sus amigos, otro par de niños que la esperaban un poco retirados de nosotros.

–Muchas gracias–le dije acercándome y rodeándole con mis brazos–Mi colgante es precioso, ha sido buena idea combinar el color de nuestros ojos–.

–Nada puede compararse a la maravillosa luz de tus ojos, pero lo cierto es que la pequeñaja ha dado justo con el tono de los tuyos–admitió.

–¿Estamos listos?–pregunté impaciente por partir.

–Sí, hemos alquilado un Range Rover y tenemos agua y comida para el trayecto–me indicó–Mira, ya vienen a recogernos–.

Observé el jeep que se acercaba a nosotros y pronto Lian y Tom bajaron del vehículo y comenzaron a cargar el equipaje.

–Lian, ¿tenemos mucho trayecto hasta nuestro destino?–pregunté con curiosidad.

–Unos trescientos Kilómetros. Tenemos que ir hacia el interior, hacia las montañas–dijo–Las carreteras de montaña por esta zona son bastante malas, tardaremos más de seis horas–.

Era pasado el mediodía, de modo que llegaríamos más bien al atardecer y eso contando con que no nos viéramos obligados a hacer muchas paradas. Robb preparó la Harley y se montó en ella, metiendo una cantimplora en uno de los bolsos laterales y lanzando los cascos a Tom para que los llevara en el jeep. Estaba decidida a ir con él, de modo que me recogí el pelo en una cola de caballo y me subí a la moto, agarrándome a sus costados. Él se volvió a mirarme sorprendido.

–Creí que preferirías ir en el jeep, estarías más cómoda–dijo.

–Quizás esté más cómoda, pero no más a gusto que contigo–dije.

–Entonces será un placer que me acompañes. Me encanta conducir esta máquina por la montaña y compartir la experiencia contigo lo hará aún más intenso–me explicó.

–Pues vamos allá–dije impaciente.

El paisaje era maravilloso. Cruzamos verdes explanadas manchadas aquí y allá de campos de flores de tonos amarillos y rojos. Cuando llegamos a las montañas y empezamos a ascender, las vistas resultaron impresionantes. Desde gran altura se divisaban los verdes valles surcados por serpenteantes ríos y aún más arriba se avistaban las altas cumbres, típicamente redondeadas y rodeadas de nubes que se quedaban enganchadas en las cimas a su paso.

“Este lugar es increíble” compartí con Robb.

“Sí, parece irreal, como salido de un cuento de hadas” admitió.

“Ojalá fuera eso, un cuento de hadas donde ganaran los buenos y los protagonistas vivieran felices para siempre” deseé.

“¿Y quién dice que no será así? Ten fe amor, seguro que esto acaba bien” me pidió.

“Lo intento, Robb. De veras que lo intento” dije besando su espalda y recostando mi cabeza contra él.

Caía el atardecer cuando vislumbramos desde lo alto de una montaña un hermoso lago. Parecía un espejo que reflejaba el cielo anaranjado por el sol poniente, la carrera de las nubes azotadas por el viento y las montañas a su alrededor. Según descendíamos me di cuenta de que el lago parecía surgir de la montaña hasta que comprendí que se había formado en un antiguo cráter y de ahí que tuviera una forma circular perfecta  y que estuviera rodeado por una vegetación tan frondosa. Era un paisaje de postal, un hermoso lago de aguas esmeralda rodeado de montañas y bosques. Observe que en el medio del lago había un pequeño templete construido sobre un muelle flotante y que en la orilla norte había otro edificio, también con la forma característica de un templo chino, con tres alturas y terminando en una veleta con una esfera dorada en la punta. Era un lugar idílico y parecía ser nuestro destino porque cuando el jeep alcanzó el templete, se detuvo y Lian bajó del vehículo y empezó a descargar. Robb estacionó la moto a continuación del jeep y ambos desmontamos y agradecí poder estirar por fin las piernas que se me habían quedado entumecidas durante el viaje. Me giré para admirar el lago y comprendí que yo ya había estado allí antes. Se trataba del escenario del sueño en el que caminaba sobre el agua y me encontraba frente a frente con Dragón. No podía ser una casualidad, había soñado con el futuro como me había dicho Dragón.

De pronto la puerta del templete se abrió y un adorno móvil de cañas de bambú nos avisó de que alguien salía a nuestro encuentro. Se trataba de una chica oriental de larga melena que se aproximó veloz a recibirnos.

–Hola hermanita–dijo Lian cuando pasó por su lado.

–Quita de en medio, enano–respondió la chica apartándole con brusquedad.

–¡Tan dulce y delicada como una flor de loto!–exclamó Lian.

Y de pronto para mi sorpresa la muchacha se lanzó a los brazos de Robb y le besó con pasión. Entonces la reconocí, se trataba de Mei, la ex de Robb, por así decirlo. Robb, apurado, se la quitó de encima  como pudo y se apartó de ella, chocando conmigo en su intento de escapar.

–¿Qué hace ella aquí?–pregunté sin saber a quién pero bastante furiosa.

–No lo sé–dijo Robb–Pero intuyo que esto va a complicarnos mucho las cosas–.

–Robb, ¿por qué te alejas?–preguntó Mei contrariada–Llevo esperándote no sé cuántos días en este sitio infernal y ahora que apareces te comportas así. ¿Es que no te alegras de verme?–.

Robb se volvió a mirarme agobiado y yo no pude menos que mirarle contrariada. Estaba furiosa con él, pensaba que había aclarado las cosas con Mei y que le había contado que su novia era yo, pero aparentemente ella no estaba al corriente de lo nuestro, con lo cual resoplé bastante enojada y cogiendo mi mochila de entre el montón del equipaje eché a andar hacia el templo.

–Perdona, pero te equivocas de alojamiento–dijo Mei– Tú te quedarás allí–.

Y entonces señaló una pequeña construcción de dos alturas situada justo a la orilla del lago. Estaba asentada sobre un pequeño embarcadero donde había amarradas un par de canoas de cañas. Tenía un aspecto un tanto desvencijado e inestable y estaba convencida de que había sido idea de Mei que ese lugar tan descuidado fuera precisamente mi alojamiento. ¡La odiaba! Sin embargo aunque me sentía agotada por el viaje seguía teniendo el orgullo suficiente para aguantar con dignidad su intento de humillación, con lo que cambié de dirección y me dirigí a mi nueva casa, si así podía llamarse a eso.

–Cuídate de no dar un portazo al entrar, está un poco abandonado y podría desmoronarse sobre ti–añadió Mei sin duda divirtiéndose con su broma.

Robb corrió a mi lado, me cogió la mochila y me dio la mano.

–Tranquila, nos apañaremos bien en ese lugar. Tiene las mejores vistas del lago y cuando mañana lo ponga a punto no tendrá nada que envidiar a nuestro apartamento en Manhattan–me animó apretándome suavemente la mano.

Mei nos alcanzó a toda velocidad.

–Robb ¿qué crees que estás haciendo?–protestó–Ese sitio es para que se aloje ella. Tu habitación está en el templo como la del resto de nosotros–.

Robb se detuvo y sin soltarme de la mano se dirigió a Mei.

–Perdona Mei, pero quiero alojarme con mi novia. Te agradezco que nos hayas reservado un lugar apartado y romántico para que podamos tener algo de intimidad. Ha sido todo un detalle por tu parte–le soltó con cierto tono de ironía.

Me sentí sumamente satisfecha por el comentario de Robb y sobre todo por contemplar la expresión que se formó en el rostro de Mei al escucharlo. Enmudeció por completo y aunque al principio parecía desconcertada, a medida que asimiló la situación se puso furiosa hasta el punto que pensé que echaría humo por los oídos.

–¿Tu novia? Ella no puede ser tu novia Robb, ella es sólo tu misión. ¿A qué estás jugando? ¿Finges que la quieres sólo para que ella colabore en esto?–preguntó Mei contrariada.

–No tengo que fingir nada, estoy enamorado de Emma. Además ella es libre de hacer lo que le plazca y si está aquí es porque lo ha elegido así, no porque yo se lo haya pedido–respondió Robb, cabreado.

–No lo puedes decir en serio. Ella es sólo una distracción como las otras que hubo antes. Tú me perteneces a mí y lo sabes, siempre ha sido así. Siempre acabas volviendo a mi lado aunque tardes en hacerlo, me necesitas–continuó Mei furiosa.

–Eso no es cierto, Mei. Tú y yo nunca hemos tenido nada serio. Déjalo ya, por favor, para mí es agua pasada. Emma es ahora mi presente y mi futuro–concluyó Robb y tiró de mí hacia sí para continuar hacia nuestro alojamiento.

–¿Tu futuro? Ella no estará en tu futuro y lo sabes. Todos lo sabemos–sentenció Mei.

Robb se puso tenso y yo me enfurecí aún más con ella por su comentario y sin poder evitarlo comencé a irradiar energía hacia mis manos, electrizando el aire. Si me volvía y le lanzaba una descarga podría fulminarla y hacerla callar para siempre, pero a pesar de lo furiosa que estaba con ella, eso me pareció demasiado cruel incluso para ella, con lo que pensé que alejarla lanzándola por los aires a kilómetros de distancia sería una mejor opción. Sentía unas ganas tremendas de hacerla daño por insinuarse así a Robb y por despreciarme tanto y quería hacérselo pagar. Robb lo intuyó y al instante reaccionó, rodeándome con sus brazos y susurrándome palabras tranquilizadoras para que me calmase. Detuve en seco mi amenaza de ataque y me abracé a él.

–¡Qué conmovedor! Pero eso no quita que lo que haya dicho sea cierto–concluyo Mei y dándonos la espalda se apresuró a meterse en el templo dando un portazo.

–¡Ojalá se le caiga el templo encima!–maldije furiosa.

–No le hagas caso, sólo está celosa–me dijo Robb.

–Pues yo estoy furiosa y tengo ganas de… ¡Dios!, no la soporto–grité.

–Créeme, lo entiendo perfectamente–admitió con una sonrisa y me besó en los labios.

 

Robb acondicionó nuestro alojamiento lo mejor que pudo para pasar la noche y nos recostamos juntos en el tatami que haría las veces de cama.  Al final conseguí calmarme y apartar de mi mente el incidente con Mei, como decía Robb sería mejor ignorarla. Antes del anochecer llamaron a la puerta y me sorprendió comprobar que se trataba de Lian que traía para cenar unas cestas de bambú repletas de bolas de arroz y distintas variedades de sushi y unas enormes moras para el postre.

–Supuse que no os apetecería cenar con nosotros después del espectáculo de bienvenida que os ha ofrecido la fiera de mi hermana–dijo Lian avergonzado.

–No es culpa tuya, Lian–le tranquilicé.

–Yo sabía que Mei estaba aquí, pero os aseguro que no estaba al tanto de sus movidas con vosotros. Os aseguro que de haberlo sabido os habría avisado. Ahora está hecha una furia y he decidido quitarme de en medio para que no la pague conmigo–nos explicó.

–Bien, pues así cenaremos en tu compañía–dijo Robb acercando una mesita baja para servir la comida.

–¡Vaya!¡Esto está hecho un desastre–dijo Lian admirando el interior del alojamiento–Sabía que mi hermanastra era un arpía, pero no hasta este nivel–.

Nos sentamos alrededor de la mesita descansando sobre nuestros talones y comenzamos a cenar.

–¿Por qué no ha venido contigo Tom?–preguntó entonces Robb.

–¡Ah!, pues por increíble que parezca ha cometido la locura de quedarse en el templo intentando calmar a Mei. Yo le aconsejé que se largara antes de que ella se desquitara con él, pero no me hizo caso y se quedó allí aguantando sus gritos–nos contó.

–Bueno, si alguien puede calmarla, ése es Tom–dijo Robb divertido.

Le miré estupefacta por su comentario, no era tema de broma. ¡Pobre Tom!, seguro que se había sacrificado para intentar que esa psicótica dejara de despotricar. Tenía que acordarme de darle las gracias al día siguiente por sus buenas intenciones.

–¿Dónde está Dragón?–pregunté yo de repente–Supongo que no estará muy contento con el jaleo que se ha montado a nuestra llegada–.

–Afortunadamente no está hoy aquí. Mi padre es como el viento, va  y viene, sin embargo no creo que tarde en volver, de un modo u otro se enterará de tu llegada, Emma–respondió Lian.

–Lian, ¿qué sabes del pasado de tu padre? ¿Es cierto que fue uno de los primeros del ejército celestial?–preguntó Robb mientras cogía con habilidad una bola de arroz con sus palillos.

–Mi padre me contó que hace tiempo era la mano derecha de Miguel y que luchó siglos y siglos a su lado, defendiendo el planeta del mal. Pero surgieron tensiones entre ellos y como siempre en estos casos fue a causa de una mujer. Ambos amaban a Hana, que por lo que he escuchado era la madre de Emma–nos contó Lian.

–¡Dios mío! ¿También Miguel amaba a mi madre?–pregunté estupefacta.

–Debía de ser una mujer muy bella, pero no creo que fuera sólo eso lo que la hacía tan atractiva porque los primeros no se dejan llevar por las pasiones como los humanos, sino que admiran predominantemente la esencia y el magnetismo inherentes en las personas y Hana debía ser un compendio de todo eso. Justo como tú–dijo Robb tocando suavemente mi nariz con su dedo índice.

Esto hizo que me sonrojara violentamente y Robb me guiñó un ojo, divertido.

–No sé exactamente qué es lo que ocurrió después, pero de pronto mi padre se vio puesto en entredicho por intento de traición y se le citó ante el Consejo para juzgarle. Al parecer todo fue promovido por James que debió declarar que Dragón les había pasado información para acabar con Miguel. Y Miguel no debió apoyarle ni defenderle de la acusación porque no se opuso a que se presentara ante el Consejo y se le juzgase, lo que hace pensar que tampoco tenía plena confianza en su inocencia. El caso es que mi padre no se presentó al juicio, desapareció y desde entonces lleva una vida de fugitivo– contó Lian.

–Esta historia se va complicando a medida que escuchamos distintos fragmentos de la misma. Me gustaría escuchar la versión completa para poder comprender qué es lo que pasó en realidad–admití.

–Pues si unimos lo que sabemos hasta ahora la historia comienza a tener sentido. Miguel y Dragón eran dos amigos colados por la misma chica, pero ella los ignoraba a ambos, luego esto fomentó su rivalidad y creó asperezas en su relación de amistad. James, aprovechando la situación para su propio beneficio, hizo crecer la distancia entre ambos acusando a Dragón de pasarle información contra Miguel. Miguel a su vez vio la acusación de Dragón como el modo de quitarse de en medio a un rival y hacerse con el corazón de Hana. Y justo ocurrió lo que James había esperado y es que se abriera un cisma entre los dos primeros que debilitó la organización de su bando. Pero James no contaba con que Dragón huyera, sino que contaría con que se le ejecutara y quitarse así un problema de encima para siempre. Aun así el plan no le salió del todo mal porque Dragón, al huir, había renunciado implícitamente a su rango y a todos sus derechos y sería por siempre un fugitivo que no supondría ninguna amenaza para él. Más tarde James vio otra amenaza en Adriel, su jefe al frente del bando del infierno. Adriel quería firmar una tregua con Miguel y James quería evitar la paz a toda costa porque en realidad lo que buscaba era hacerse con el poder. Fue paciente y esperó su oportunidad y ésta vino dada de nuevo gracias al amor a primera vista que surgió entre Adriel y Hana. Tras lo que nos ha contado Lian es más fácil entender por qué tus padres huyeron juntos en lugar de defender su relación abiertamente. Si Hana sabía que Miguel la amaba temería por lo que podría ocurrirle a Adriel y seguro que insistió en mantenerlo en secreto hasta que no hubo más elección que huir. Y justo entonces James apareció de nuevo para denunciarles al Consejo, echando sal sobre las heridas de Miguel para que no tuviera clemencia con ellos, especialmente con Adriel. De este modo James se quitó de en medio a cualquier rival y quedó al mando de su bando, lo que representaba el primer paso de su elaborado plan para gobernar. Pero se dio cuenta de que Adriel no era su verdadero rival, sino Hana. Ella era la que había destacado siempre en escena, desatando pasiones entre los primeros más poderosos y fomentando las ideas de la paz entre los bandos. Entonces comprendió que había errado el tiro y que tenía que haber ido a por ella desde el primer momento. Por eso la persiguió todo ese tiempo desde la muerte de Adriel y no paró hasta que la encontró y la llevó al Consejo para su ejecución –dedujo Robb.

–Robb, pero eso es horrible. Si Miguel realmente amaba a mi madre tenía que haber intentado salvarla y por lo que sé no movió un dedo en su ayuda. ¿Qué clase de amor es ese?–dije espantada.

–¡Quién sabe las mentiras que argumentaría James para condenarla! Quizás Miguel a pesar de su posición no pudo salvarla–contestó Robb.

–Pues entonces no la amaba–dije– Si fueras tú quién estuvieras en esas condiciones ante el Consejo, yo haría cualquier cosa por salvarte, aunque perdiera mi vida en el intento–afirmé.

–¿Y no te das cuenta de que quizás James pretendía forzar justo eso, que Miguel se enfrentara al Consejo para salvarla y así quedar también desacreditado ante él? Eso le habría dado vía libre para hacer su voluntad, especialmente en época de tregua en la que nadie se habría enfrentado abiertamente a él–planteó Robb.

Y me di cuenta de que Robb tenía que estar en lo cierto. La jugada era típica de James, él forzaba los lazos sentimentales de los individuos para manejarlos a su antojo. Lo había hecho con mis padres y también con Robb y conmigo. Era un demonio de los de verdad.

–Eso suena muy razonable–admitió también Lian– Quizás Miguel lo vio venir y decidió no intervenir a favor de Hana. Se arriesgaba a perderla pero como primero y líder del cielo, antepondría su misión de proteger la Tierra a sus sentimientos–.

–Sí, eso es lo mismo que pienso yo–añadió Robb–Por desgracia James convenció al Consejo de la traición de Hana demostrando que había creado y fomentado el movimiento de los pacificadores y ella fue ejecutada también. Entiendo que su ejecución fue el hecho que puso fin a la tregua, pero James se había llevado unos cuantos tantos por delante–.

–Hasta que aparecí yo, ¿no?–intuí.

–Sí, hasta que apareciste tú. Supongo que había seguido maquinando la forma de desbancar de algún modo a Miguel cuando por azar descubrió que había una amenaza más inminente, la descendiente de Hana–apuntó Robb.

–Sí y además representando a un personaje legendario que simboliza la esperanza de los híbridos de tener la paz. Eso debió cabrearle de verdad–dijo Lian.

–Pues aún se cabreará más cuando descubra que el movimiento ha vuelto a resurgir y que Dragón nos respalda–dijo Robb animado.

–Esto me hace pensar que si destapamos toda la trama que ha urdido James durante siglos ante el Consejo, es él el que lo pasará realmente mal. Si Miguel supiera que James les ha manejado a todos como si se tratara de títeres, quizás estuviera dispuesto a escucharnos–sugerí.

–Quizás sea nuestra opción, pero James es un tipo listo. Conviene estar preparado como habíamos convenido por si acaso. Y convendría contrastar nuestras hipótesis con Dragón, seguramente él tenga más claro cuál sería la mejor forma de actuar–propuso Robb.

–Sí, mi padre sabrá qué hacer–dijo Lian levantándose y recogiendo las cestas vacías– Es tarde, os dejaré para que podáis descansar. Mañana te echaré una mano para poner esto a punto, Robb–.

–Gracias, muchacho–dijo Robb dándole un apretón de manos.

 

Cuando Lian salió me dejé caer en nuestra cama, exhausta. Robb se tumbó a mi lado y me atrajo hacia él, recostándome en su pecho, como de costumbre. Empecé a dibujar círculos con mis dedos sobre su piel, acariciando su pecho e intentando relajarme para poder dormir.

–¿Nerviosa?–me susurró al oído.

–Un poco. ¿Es tan obvio?–le pregunté sorprendida de que me conociera tan bien.

–Obvio y sencillo de aplacar–me dijo con una sonrisa torcida.

De pronto él me cogió la mano y se la llevó a los labios, mordiendo uno a uno mis dedos y enviando calambres a todos los  puntos de mi cuerpo. Levanté el rostro y me encontré con sus ojos verdes oscurecidos por el deseo. Me agarré con fuerza a su cuello y aproximé mi rostro al de él, acariciando su nariz con la mía y rozando ligeramente nuestras bocas. Eso fue suficiente para que él iniciara la acción. De pronto se volteó y estaba sobre mí y me besaba con ardor. El peso de su cuerpo sobre el mío me resultaba reconfortante y cálido. Sentía cada uno de sus músculos tensos contra mi cuerpo y mis manos se deslizaron hacia su espalda, recorriendo cada milímetro de su piel, mientras que le apretaba más contra mí. Nuestras respiraciones se aceleraron, lo mismo que nuestros corazones y llegaron a sincronizarse y a convertirse en un único latido, fuerte y poderoso. Comprendí que Robb y yo juntos éramos un solo ser, ésa era la razón de que nos amáramos tanto y de que juntos nos sintiéramos completos y más fuertes. Nuestro vínculo había evolucionado hasta un grado superior y había fusionado nuestras almas. Esa certeza me encendió y respondí a Robb con pasión. Nuestras bocas se unieron con besos ardientes fruto de las ascuas del incendio que nos abrasaba por dentro. Continuamos besándonos lentamente hasta que nos pudo el agotamiento y nos dormimos el uno en los brazos del otro.