Bette Davis

Kim Carnes habló de sus embrujados ojos en una canción del año 81; Madonna expresó su devogueción por ella en los tempranos noventa, compartida por toda persona que aprecie el buen cine y la actuación barroca en intensidad. Ocurre con Davis algo particular entre la comunidad gay, sin embargo, que quizá guarde relación con su belleza elegante y poco convencional para la época, aunque de seguro más tenga que ver con los intensos papeles dramáticos que eligió a lo largo de su carrera. Prostituta, asesina, trepadora, diva conflictuada: la Davis fue todas ellas. Y, más que tremenda, fue sí misma.

Nació en los Estados Unidos en 1908, y se introdujo en el mundo cinematográfico en 1930, después de haber estudiado artes dramáticas y de haber trabajado en algunas puestas teatrales. Su primer gran éxito fue como Mildred Rogers en Of Human Bondage (1934), una camarera analfabeta que enamora a un pintor al que trata con todo desdén. Se produjo en su momento gran polémica pues no fue nominada al Oscar, por lo que hubo una campaña para cambiar los reglamentos de votación. A pesar de los intentos, no ganó el premio sino hasta el año siguiente, por su rol de una turbada actriz que intenta un regreso a las tablas en Dangerous (1935).

Después de haber perdido un juicio con el estudio que la tenía contratada. Davis se puso en la piel de una prostituta que denuncia al proxeneta que la maneja en Marked Woman (1937), y más tarde fue una decidida mujer del sur norteamericano en Jezebel (1938). Gracias a este último rol recibió otra nominación al Oscar y llegó a ser considerada seriamente para personificar a la Southern belle Scarlett O’Hara en Lo que el viento se llevó, que terminó en manos de Vivien Leigh. Vinieron después el drama Dark Victory (1939), el film noir The Letter (1940) y algunos largometrajes más, a la par de numerosas tareas de apoyo a las tropas norteamericanas en la Segunda Guerra. En Mr. Skeffington (1944), y en medio de serios asuntos personales, Davis compuso a una de sus antológicas bitches, como se las llamaba en inglés, en una actuación nominada al Oscar.

A partir de entonces se inició una pendiente en su carrera, que duraría más de quince años. La crítica la vapuleaba y el público no la favorecía en la taquilla. A pesar del suceso de All About Eve (1950), no fue hasta What Ever Happened to Baby Jane? (1962) que Davis regresó a las primeras planas, un poco por su memorable papel de psicótica y otro poco por la batalla constante con su coestrella y enemiga, la asimismo difícil Joan Crawford. Aprovechó el fuerte impulso obtenido con su Baby Jane Hudson, que duró hasta comenzados los setenta, y trabajó en algunos otros films exitosos.

Ya algo lejos del cine, aunque con participaciones esporádicas, trabajó en TV y recibió numerosos reconocimientos por su trayectoria, en medio de fuertes crisis familiares y personales. Víctima de un cáncer, que inicialmente consiguió vencer pero que luego recrudeció, murió en 1989, en París.

Greta Garbo

Encarna la Garbo todo el misterio de las primeras estrellas de Hollywood y se convierte en sustantivo elegante, en la manera de nombrar mejor el encanto puro de una personalidad que nunca despliega su enigma. Era sueca, y había emigrado a los Estados Unidos bajo contrato con los estudios MGM. Allí fue que protagonizó sus famosos papeles mudos, entre los que se destaca el de Love, versión libre del clásico de Tolstói Anna Karenina. Este proyecto contó con gran apoyo de los estudios y patentó la imagen de sensualidad intrigante de la actriz. Cuando el cine comenzó a implementar las técnicas de captura de sonido, Garbo pospuso tanto como pudo los pedidos de la Metro para incluirla en filmes no mudos, prefiriendo el silencio. Su belleza y su magnetismo en pantalla resultaban casi hipnóticos, y acompañados de su voz lo eran aun más.

Con su primer film sonoro, Anna Christie, rompió el hechizo del mutismo y se hizo acreedora de una nominación al Oscar. Continuó después su carrera con gran éxito, y mantuvo siempre su intrigante figura pública, evasiva del público y la prensa. En la década de 1930 protagonizó más de una docena de films y fue nominada al Oscar tres veces más, hasta su retiro en 1941. Pocas veces fue vuelta a ver desde entonces, ya instalada en un departamento en Nueva York donde viviría hasta su muerte, en 1990.

Su vida amorosa fue objeto de mil especulaciones, comenzando por el tórrido romance que vivió con John Gilbert, su coestrella en el film Flesh and the Devil, de 1926. Además de algún otro actor, fueron famosos sus supuestos y ocultos affaires con la poeta cubana Mercedes de Acosta y la autora Salka Viertel, con quien mantuvo una tempestuosa relación de más de diez años.

Isabel Sarli

Se desnudó la Sarli en su debut cinematográfico, El trueno entre las hojas, de 1958, y desató un alud de pasión y placer que nunca conoció freno. A las órdenes de Armando Bo, su pareja, fue estrella de casi treinta largometrajes eróticos. Nacida en 1930 en Concordia, Argentina, la Sarli fue modelo publicitaria y llegó a ser coronada Miss Argentina en el año 55. Imágenes de aquel certamen atestiguan la generosidad de sus curvas, así como también lo minúsculo de su cintura de avispa autóctona. Era magníficamente sensual. No por nada el couturier argentino Paco Jamandreu, que supo vestir a Evita, decía de Sarli que era la única verdadera estrella argentina. Suyos fueron los diseños que la diosa lució en casi toda su carrera y al representar a nuestro país en el concurso Miss Universo, que finalmente no ganó.

Tímida, muerta de frío, la Sarli odiaba hacer sus escenas de desnudos. Bo, impaciente, aplicaba a esa vergüenza métodos actorales que consistían en fajarla ponerla de prepo en situación. Ella también tenía su truco para perder los tapujos y entrar en celo: unas religiosas medidas de whisky. Desnuda bajo las cataratas del Iguazú en India (en una larga escena que marcó su cuerpo debido al constante golpe del agua), hirviendo al son de un galope equino en Fiebre o vejada por mil hombres en la muy recordada Carne, la Sarli fue símbolo de transgresión incluso (sobre todo) en épocas en que la censura editaba lo mejor de sus películas. Tal fue la cantidad de metraje prohibido que con él se llegó a confeccionar un documental.

El puesto del maricón omnipresente y desmedido, infaltable en el cine y la televisión picarescos de la época, estaba cubierto por un mucamo súper afeminado, especie de asistente que llegaba a envidiar a su patrona por los machos que se comía. En él, las mujeres que Sarli encarnaba obtenían guarida y respaldo. Años más tarde, la Coca se despacharía declarando que todos sus amigos son gays.

De a poco su fama de morocha alucinante alcanzó todos los rincones del planeta, con público ávido de sus películas en rincones de Japón, Rusia y, claro, Latinoamérica entera, donde en numerosas oportunidades llegó a filmar. El cineasta John Waters la idolatra, al igual que el español Pedro Almodóvar, ambos representantes de un cine que, al menos en sus primeros trabajos, se pretendía tan camp y extremo como el de la dupla Sarli + Bo. En todo el mundo sus títulos son cultuados en los círculos más entendidos, y se los venera como precursores de un género porno soft y de sexualidad moralizante que viviría su auge años más tarde.

Fallecido Bo en 1982, Sarli abandonó las pantallas, con una única aparición posterior en el pretencioso collage kitsch de Jorge Polaco, La dama regresa, de 1996. Atrás habían quedado los años de escote prometedor y abundante cabellera azabache, de naturales paisajes y belleza indómita. Una belleza tan indómita como su dueña. Como el amor.

Joan Crawford

Esa mirada que penetra, ese porte y ese ímpetu incontenibles. Joan Crawford es una de las actrices (¿debería mejor llamársela performer?) más notorias que Hollywood ha dado. Sus inicios como flapper en los años veinte la convirtieron en una temprana luchadora por el lugar de la mujer moderna: fumaba, bebía, se acostaba con quien quería y salía de noche, entre otras conductas que en estos tiempos han sido ya naturalizadas por todas.

Se deshizo obsesivamente de su acento, típico del sur norteamericano, y estelarizó junto al galán Clark Gable su primer largometraje con los estudios MGM, Possessed (1931). A lo largo de esa década se consolidó como una de las más famosas actrices norteamericanas, en parte debido a su estilo elegante y bien definido de maquillajes fuertes y hombreras importantes. Sin embargo, y después de varios éxitos, se la tildó en 1938 como box office poison (veneno para las taquillas) junto a muchas otras personalidades, categoría de la que afortunadamente consiguió huir con The Women (1939). Y A Woman’s Face (1941). MGM decidió dar por finalizado su contrato, en un enroque que incluyó uno nuevo con los estudios Warner Brothers. Con su protagónico en Mildred Pierce (1945) obtuvo su primer y único Oscar, restableciéndola de modo definitivo en el panorama fílmico. Mantuvo su éxito con trabajos en Caged (1950), ofrecido primero a Bette Davis (que, como había ocurrido con Mildred Pierce, rechazó el papel), y Sudden Fear (1952), exponente del film noir clásico.

Se cruzó con la Davis en What Ever Happened to Baby Jane? (1962), y gracias al enorme suceso de público protagonizó después numerosos thrillers de ese estilo, basados en historias de mujeres psicóticas y de edad avanzada. Tras la muerte de su marido, que ocupaba un alto cargo en la empresa Pepsi, pasó a formar parte de la junta directiva de ésta, convirtiéndose en una poderosa mujer de negocios que defendía sus posturas con la tenacidad de cualquier ejecutivo de la época. Consiguió asimismo ubicar botellas y anuncios de la bebida en muchos de sus posteriores largometrajes, gracias a una cláusula que incluía en sus contratos.

En 1968 hizo un insólito reemplazo en la teleserie The Secret Storm cuando su hija adoptiva Christina, que actuaba en ésta, debió ser internada de urgencia. La transmisión era en vivo y en directo, y la Crawford, que venía de épocas teñidas por el abuso y el alcohol, se puso en ridículo frente a las cámaras al no poder recordar sus parlamentos. Su talento, que venía siendo ciertamente desperdiciado en los innumerables papeles posteriores a Baby Jane, se vio definitivamente vejado en Trog (1970), pastiche de terror clase B.

Después de algunas apariciones televisivas más, y con su carrera cinematográfica ya terminada, Joan Crawford murió en 1977 de un infarto. En su testamento desheredó a sus dos hijos mayores, Christina y Christopher, hecho que Christina relataría, junto con varios episodios de extrema violencia doméstica y de errática conducta por parte de su madre, en su libro Mommie Dearest.

Liz Taylor

He aquí una serie de datos que ilustrarán la relevancia icónica de esta superestrella del cine nacida en 1932:

  • Tiene ojos violetas.
  • Se casó ocho veces, entre ellas dos con Richard Burton.
  • Prefiere que la llamen Elizabeth y no Liz.
  • Filmó más de sesenta largometrajes a lo largo de su carrera.
  • Ganó dos premios Oscar, uno por su papel como modelo descarriada en Una mujer marcada y otro por su esposa despótica en ¿Quién le teme a Virgina Woolf?
  • Durante las décadas de 1950 y 1960 era considerada la mujer más hermosa del mundo.
  • En Cleopatra, de 1963, usó más de cincuenta cambios de vestuario, uno de ellos confeccionado en oro puro.
  • Es fanática de las joyas.
  • Es propietaria del diamante Taylor-Burton, de tal calibre que fue bautizado con su apellido y el de su marido, que se lo regaló.
  • También fue Burton quien le obsequió la perla La Peregrina, de 50 kilates, que había pertenecido a la realeza británica.
  • Fue alcohólica y adicta a los calmantes.
  • Intentó suicidarse al menos una vez.
  • Andy Warhol confeccionó con una foto de su rostro una de sus famosas serigrafías multicolores.
  • Michael Jackson, amiguísimo suyo, le escribió y dedicó un tema como regalo de cumpleaños.
  • Tiene una línea propia de fragancias y otra de joyas.
  • Apoya la lucha contra el sida haciendo apariciones en eventos benéficos y donando dinero a instituciones.
  • Es de las pocas luminarias que quedan con vida de la era dorada de Hollywood.

Marlene Dietrich

Triunfó en el mundo como símbolo de ambigüedad sexual y atractivo inquietante. Luego de haber protagonizado numerosos films y obras teatrales en su Alemania natal, fue importada por los Estados Unidos gracias a su papel en The Blue Angel (1930), largometraje alemán en el que encarnaba a una madama que enamora a un profesor de escuela. Instalada en Norteamérica, y bajo contrato con los estudios Paramount, se unió en una serie de seis películas a Josef von Sternberg, que la había dirigido en The Blue Angel. Junto a él dio matices, sombras y brillos a la imagen de la Dietrich clásica que hoy se conoce: sumida en un contraluz estratégicamente bien definido, haciendo de su tez perfecta y su lánguida mirada una marca de estilo única. La primera de esas seis colaboraciones fue Morocco (1930), en la que Marlene causó furor por lucir un clásico conjunto masculino de frac y galera negros.

Histórica. Así ataviada, además, besaba a una mujer que la iba a ver a un espectáculo, generando shock en las plateas. En Blonde Venus (1932) invertía el ensemble con un frac tan ebúrneo como su cutis, esta vez enriquecido con espectaculares solapas de lúrex plata. La acompañaba el galanazo Cary Grant, al que, claro, seducía.

Dietrich mantuvo a lo largo de su juventud algunas relaciones amorosas lésbicas, entre ellas con la cantante francesa Edith Piaf, la escritora cubana Mercedes del Río y, se dice, también con la actriz sueca Greta Garbo. Su voz como ahumada, sus amoríos con chicas y sus momentos de elegante montaje masculino la hacen una figura cultuada por la comunidad lésbica y, en menor medida, gay.

Tita Merello

De humildes orígenes, es Tita Merello una de las más grandes estrellas del cine y del tango argentinos. Nació en 1904 en Buenos Aires, y pasó su infancia en asilos para niños, aunque también conoció la vida en la calle. Fue analfabeta hasta su adolescencia, cuando de la mano de un periodista comenzó a estudiar. Llegó a ser colaboradora en varias publicaciones, además de actriz e intérprete musical.

Se inició en el mundo del espectáculo cerca de los veinte años al debutar como cantante en una obra del estilo bataclán, especie de revista algo subida de tono para la época. Con sus tangos y su inconfundible estilo reo comenzó a levantar vuelo, y tiempo más tarde ya cantaba en los espectáculos revisteriles de los teatros céntricos. Para esa época grabó sus primeros temas, bajo contrato con la fonográfica Odeón, y más tarde su primer álbum. Sus momentos más recordados son aquellos en compañía del maestro Francisco Canaro y su orquesta, en las décadas del cincuenta y sesenta. Su tango más popular, sin duda, es «Se dice de mí», cuya letra desafiante y cómica es una delicia repetida por más de una performer en sus shows.

En cine hizo su debut en el musical ¡Tango! (Luis Moglia Barth, 1933), al que seguirían otros films, también musicales. Con La fuga (1937) reveló sus hasta entonces desconocidas cualidades como actriz dramática. Algunos de sus papeles más emblemáticos fueron el de La Carancha en el drama Los isleros (1951), ambientado en el delta del Paraná, y el protagónico de La madre María (1974), como una millonaria que se vuelve sanadora. Completó más de cuarenta largometrajes en total, habiendo filmado el último en 1985.

Murió en 1990, ya absolutamente consagrada y querida. Había sufrido la miseria de niña; las prohibiciones y la falta de trabajo con la caída de Perón en el año 55, cuando todos le dieron la espalda, al igual que a muchos otros artistas; el exilio, poco más tarde, en México. Ese mismo coraje que, siendo una adolescente, la llevó a dedicarse al espectáculo para dejar la calle fue el que le permitió seguir adelante, dedicada siempre a su público.