X

El viejo diablo estaba aguarda que te aguarda noticias de sus diablillos, para saber cómo habían arruinado a los tres hermanos. Pero como tardaban mucho, se impacientó y fuese a averiguar lo que había ocurrido. Mucho anduvo buscando, mas sólo tres agujeros halló.

—¡Ea! —pensó—. No habrán sabido vencer; es preciso que yo mismo emprenda la tarea.

Y púsose a buscar los tres hermanos en sus antiguos domicilios; pero allí no estaban, y les encontró cada cual al frente de su reino. Eso molestó mucho al viejo diablo.

—Pues voy en persona a ocuparme de ese asuntó» —pensó.

Y comenzó por ir a casa de Seman el Zar. Tomó el aspecto de un voivoda[11] y se presentó ante él.

—He oído afirmar —le dijo— que tú, Seman el Zar, eres un gran guerrero. Y yo conozco perfectamente el arte de guerrear. Quiero servirte.

Seman el Zar le interrogó, reconociéndole apto, y lo tomó a su servicio.

Y el nuevo voivoda enseñó al Zar el arte de organizar un poderoso ejército.

—Lo esencial —le dijo— es tener muchos soldados; porque de seguro que tienes en tu reino demasiada gente inútil. Has de reclutar a todos los jóvenes indistintamente, y tendrás cinco veces más soldados que ahora Luego hacen falta fusiles y cañones de un nuevo modelo.

Te inventaré fusiles que disparen cien balas a la vez, que lloverán como guisantes. ¡Y cañones! ¡Te haré que provoquen el incendio a lo lejos y arderán hombres, caballos y muros!

Seman el Zar escuchó al nuevo voivoda y mandó reclutar a todos los jóvenes; construyó nuevas fábricas de fusiles y cañones, y, poco después, declaró la guerra al Zar vecino.

En cuanto estuvo frente al enemigo, Seman mando a sus soldados que disparasen sobre aquél las balas de sus fusiles y las llamas de sus cañones. La primera descarga hirió y quemó a la mitad de las tropas enemigas.

El Zar vecino cobró miedo. Se sometió y entregó su reino a Seman, que se puso contentísimo.

—Ahora —dijo— voy a combatir con el Zar de las Indias.

Pero el Zar indio, que había oído hablar de Seman, imitó sus innovaciones e inventó algo mejor todavía. No sólo reclutó a todos los jóvenes, sino también a las muchachas solteras de su reino, y así pudo reunir a un ejército más numeroso que el de Seman. Y, además de tener los mismos fusiles e idénticos cañones, el Zar indio halló el medio de volar por el aire y lanzar, desde lo alto, bombas explosivas.

Fue, pues, Seman a pelear contra el Zar indio, creyendo derrotarle como al otro: Pero después de cortar mucho y mucho, la guadaña pierde su filo. El Zar indio no aguardó a que se le acercara el enemigo; mandó a sus babás que le salieran al encuentro, y echaran sobre el ejercito de Seman sus bombas explosivas. Y, en efecto, tal granizada de bombas cayó, que los soldados apelaron a la fuga, dejando a Seman solo. Y el Zar indio se apoderó del reino de Semana el Guerrero, mientras éste se iba donde le guiaban sus ojos.

El viejo diablo, habiendo concluido con Seman el Guerrero, se fue hacia la casa de Tarass el Zar.

Para este menester, tomó las especies de mercader, se estableció en el reino de Tarass y comenzó a traficar. Lo pagaba todo a buen precio, y todos acudían a su casa para ganar buen jornal. Y era tanto lo que se ganaba, que todos pudieron pagar los impuestos atrasados, y, desde entonces, los tributos se satisfacían con regularidad.

Todo esto alegró a Tarass el Zar.

— «Debo dar gracias a este mercader —pensaba—, porque ahora tendré más dinero, y viviré mejor.»

Y Tarass se dedicó a nuevas empresas: y se le ocurrió hacerse un nuevo palacio. Hizo saber al pueblo que podía traerle madera y piedra y trabajar en su casa. Fijaba buenos precios para todo. Creía que, a cambio de su dinero, todos acudirían como antes a trabajar para él. Y sucedió que toda la piedra y toda la madera era llevada a casa del mercader, para quien todos preferían trabajar.

Tarass subió los jornales, pero el mercader subíalos más todavía. Porque, si bien Tarass tenía mucho dinero, el mercader le ganaba y éste venció. Y no hubo manera de que Tarass se construyera su nuevo palacio.

A Tarass se le ocurrió la idea de hacer un jardín. Llegó el otoño, y el Zar hizo saber al pueblo que podían ir a trabajar a su casa. Nadie acudió. Todos estaban ocupados en casa del mercader, que abría un estanque.

Llegó el invierno. Tarass quiso hacerse un abrigo de marta cibelina. Mandólas comprar;

pero su enviado regresó, diciendo:

—No hay marta cibelina. Todas las pieles las tiene el mercader, que las pagó muy bien de precio, para alfombrar sus habitaciones.

Tarass el Zar necesitó comprar caballos. Envió a buscarlos; pera los comisionados regresaron, diciendo:

—Todos los buenos caballos están en las cuadras del mercader. Los adquirió para acarrear las aguas que han de llenar su estanque.

Así quedaban sin realizar todos los proyectos de Tarass. Nadie quería hacer nada para él, mientras se hacía todo para el mercader. A Tarass sólo le llevaban el dinero para pagar los tributos.

Y el Zar tuvo tanto dinero, que no supo dónde meterlo; pero vivía muy mal. Había renunciado a todas sus empresas, conformado con un vivir llevadero. En todo se veía contrariado. Sus criados, cocineros y cocheros, le habían abandonado para irse con el mercader. De suerte que hasta el alimento le faltaba. Cuando mandaba al mercado a sus servidores, lo encontraba desprovisto: todo lo había comprado el mercader. A él solo le llevaban el dinero de las contribuciones.

Tarass el Zar se enojó y despidió al hombre, que así lo perjudicaba, de su reino. Pero el mercader se estableció en la misma frontera y continuó su negocio. Seguían llevándoselo todo a cambio de su dinero, y al Zar, nada. Para éste, todo iba de mal en peor y Tarass pasaba días enteros sin comer. Y empezó a correr el rumor de que el mercader se había jactado de que, el día menos pensado, compraría al mismo Zar. Este tuvo miedo y no supo ya qué hacer.

Entonces fue a encontrarle Seman el Guerrero.

—Préstame tu ayuda —profirió—; el Zar indio quitóme cuanto poseía.

—Pues yo —repuso Tarass-me paso los días sin comer.

Narrativa breve
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
sec_0070.xhtml
sec_0071.xhtml
sec_0072.xhtml
sec_0073.xhtml
sec_0074.xhtml
sec_0075.xhtml
sec_0076.xhtml
sec_0077.xhtml
sec_0078.xhtml
sec_0079.xhtml
sec_0080.xhtml
sec_0081.xhtml
sec_0082.xhtml
sec_0083.xhtml
sec_0084.xhtml
sec_0085.xhtml
sec_0086.xhtml
sec_0087.xhtml
sec_0088.xhtml
sec_0089.xhtml
sec_0090.xhtml
sec_0091.xhtml
sec_0092.xhtml
sec_0093.xhtml
sec_0094.xhtml
sec_0095.xhtml
sec_0096.xhtml
sec_0097.xhtml
sec_0098.xhtml
sec_0099.xhtml
sec_0100.xhtml
sec_0101.xhtml
sec_0102.xhtml
sec_0103.xhtml
sec_0104.xhtml
sec_0105.xhtml
sec_0106.xhtml
sec_0107.xhtml
sec_0108.xhtml
sec_0109.xhtml
sec_0110.xhtml
sec_0111.xhtml
sec_0112.xhtml
sec_0113.xhtml
sec_0114.xhtml
sec_0115.xhtml
sec_0116.xhtml
sec_0117.xhtml
sec_0118.xhtml
sec_0119.xhtml
sec_0120.xhtml
sec_0121.xhtml
sec_0122.xhtml
sec_0123.xhtml
sec_0124.xhtml
sec_0125.xhtml
sec_0126.xhtml
sec_0127.xhtml
sec_0128.xhtml
sec_0129.xhtml
sec_0130.xhtml
sec_0131.xhtml
sec_0132.xhtml
sec_0133.xhtml
sec_0134.xhtml
sec_0135.xhtml
sec_0136.xhtml
sec_0137.xhtml
sec_0138.xhtml
sec_0139.xhtml
sec_0140.xhtml
sec_0141.xhtml
sec_0142.xhtml
sec_0143.xhtml
sec_0144.xhtml
sec_0145.xhtml
sec_0146.xhtml
sec_0147.xhtml
sec_0148.xhtml
sec_0149.xhtml
sec_0150.xhtml
sec_0151.xhtml
sec_0152.xhtml
sec_0153.xhtml
sec_0154.xhtml
sec_0155.xhtml
sec_0156.xhtml
sec_0157.xhtml
sec_0158.xhtml
sec_0159.xhtml
sec_0160.xhtml
sec_0161.xhtml
sec_0162.xhtml
sec_0163.xhtml
sec_0164.xhtml
sec_0165.xhtml
sec_0166.xhtml
sec_0167.xhtml
sec_0168.xhtml
sec_0169.xhtml
sec_0170.xhtml
sec_0171.xhtml
sec_0172.xhtml
sec_0173.xhtml
sec_0174.xhtml
sec_0175.xhtml
sec_0176.xhtml
sec_0177.xhtml
sec_0178.xhtml
sec_0179.xhtml
sec_0180.xhtml
sec_0181.xhtml
sec_0182.xhtml
sec_0183.xhtml
sec_0184.xhtml
sec_0185.xhtml
sec_0186.xhtml
sec_0187.xhtml
sec_0188.xhtml
sec_0189.xhtml
sec_0190.xhtml
sec_0191.xhtml
sec_0192.xhtml
sec_0193.xhtml
sec_0194.xhtml
sec_0195.xhtml
sec_0196.xhtml
sec_0197.xhtml
sec_0198.xhtml
sec_0199.xhtml
sec_0200.xhtml
sec_0201.xhtml
sec_0202.xhtml
sec_0203.xhtml
sec_0204.xhtml
sec_0205.xhtml
sec_0206.xhtml
sec_0207.xhtml
sec_0208.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_000.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_001.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_002.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_003.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_004.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_005.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_006.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_007.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_008.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_009.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_010.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_011.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_012.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_013.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_014.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_015.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_016.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_017.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_018.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_019.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_020.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_021.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_022.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_023.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_024.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_025.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_026.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_027.xhtml