5
Dos noches más tarde estaba en remojo en la bañera después de una sesión agotadora en el gimnasio cuando oí un grito de alegría de Ellie. Levantando una ceja hacia la puerta, no me sorprendió la llamada que sonó en ella al cabo de dos segundos.
—¿Puedo pasar? —preguntó con risa en la voz.
Estaba claro que la noticia que había recibido no podía esperar. Miré para asegurarme de que estaba suficientemente cubierta por burbujas.
—Claro —respondí.
La puerta se abrió y Ellie entró con dos copas de vino en la mano y una expresión de suficiencia en la cara. Cogí la copa que me ofreció y sonreí ante su contagioso buen humor.
—¿Qué está pasando?
—Bueno —bramó Ellie—. Después de seis meses nefastos, Braden ha dejado por fin a Holly.
Resoplé en mi copa, sin hacer caso de la forma en que mi estómago se retorció con la noticia.
—¿Esa es tu noticia excitante?
Ellie me miró como si hubiera dicho alguna locura.
—Por supuesto. Es la mejor noticia en Dios sabe cuánto tiempo. Holly era la peor de todas. ¿Sabes?, creo que la otra noche en el bar fue la gota que colmó el vaso. Braden parecía mortificado con ella. Ya era hora que la dejara. Esa ensimismada, falsa y cazafortunas era un incordio.
Asentí en señal de consentimiento, pensando en el descarado flirteo de Braden conmigo.
—Sí, probablemente solo habría terminado engañándola.
La alegría de Ellie se desvaneció al instante y me miró con mala cara. Levanté una ceja ante su reacción.
—Braden nunca engañaría.
Ellie verdaderamente pensaba que su hermano caminaba sobre las aguas. Incliné la cabeza con una sonrisita cínica, una expresión que probablemente bordeaba la condescendencia y que se merecía un puñetazo.
—Por favor, Ellie, es un tío que flirtea con todo lo que se mueve.
Considerando un momento lo que acababa de decirle, Ellie se apoyó en las paredes de baldosas, al parecer sin reparar en el vaho que se había adosado a ellas y más que probablemente humedeciéndose la espalda de la blusa. Al parecer había olvidado su celebración en vista de mi negatividad.
—Hay una cosa que tienes que saber de Braden. Nunca engañaría. No es perfecto, ya lo sé. Pero digamos que nunca sería tan cruel o deshonesto con nadie. Siempre que ha estado en una relación y su interés se ha apagado o ha saltado a otra persona, ha sido sincero con su novia y ha roto antes de empezar nada con otra. No estoy diciendo que su actitud no sea un poco penosa, pero al menos es sincero.
Llena de curiosidad por la seguridad de Ellie, tomé un trago de vino antes de responder.
—¿Alguien engañó a Braden?
Ella me dedicó una historia triste.
—No soy nadie para explicarlo.
Vaya. Si Ellie no abría la boca al respecto, Braden tuvo que sufrir con eso.
—Basta con decir que tiene una relación detrás de otra. Es completamente monógamo, pero salta de una novia a la siguiente. Holly ha durado más de lo habitual. Creo que es porque hacía viajes frecuentes al sur. —Ellie me lanzó entonces una mirada provocadora, casi conocedora—. Me pregunto qué chica ha captado su interés esta vez.
La miré con atención. ¿Lo sabía? ¿Había sido testigo de la chispa entre nosotros?
—Y me pregunto si será la que por fin lo siente de culo. Necesita una inyección de realidad.
Murmuré una respuesta incoherente, porque no quería alentar sus pensamientos en mi dirección.
—Perdona por interrumpir tu baño.
—No, está bien. —Levanté la copa de vino hacia ella—. Has traído vino tinto. Está todo bien.
—¿Alguna vez has engañado a alguien?
Vaya. De dónde había venido eso.
—¿Eh?
¿Acaso estaba en una entrevista para salir con su hermano?
Mirándola a los ojos para que supiera que estaba siendo letalmente seria, contesté con más sinceridad que nunca, confiando en que Ellie no me hiciera entrar mucho en el tema.
—Nunca he estado tan cerca de nadie para que eso fuera una cuestión. —Mi respuesta pareció desinflarla, y eso solo reafirmó mi suposición de que había estado aferrándose a alguna clase de noción romántica respecto a Braden y a mí—. No tengo relaciones, Ellie. No me va.
Ella asintió, con la expresión un poco perdida.
—Espero que eso cambié.
«Nunca cambiará».
—Tal vez.
—Vale. Voy a dejarte con tu baño. Oh. —Se detuvo, dándome la espalda—. Mi madre prepara un gran asado los domingos para toda la familia. Estás invitada este domingo.
Sentí que la temperatura de mi baño caliente bajaba en picado y tuve un escalofrío. No había estado en una reunión familiar desde la escuela.
—Oh, no quiero molestar.
—No molestas. Y no aceptaré un no por respuesta.
Sonreí débilmente, apurando lo que quedaba de la copa de vino en cuanto Ellie cerró la puerta tras de sí. Sintiendo que el vino me revolvía la tripa, elevé una plegaria por un milagro que me librara de la reunión familiar.
***
El viernes por la noche llegaba tarde al trabajo en el bar. Ellie había decidido preparar ella la cena y eso se había convertido en un desastre irreparable. Habíamos terminando comiendo fuera y perdiendo la noción del tiempo al sumirnos en una profunda discusión sobre nuestros trabajos: la tesis de Ellie y mi libro.
Ellie se había ido a acostar a casa, porque tenía un dolor de cabeza terrible que le había aparecido de repente, y yo me había apresurado a ir al bar. Le lancé a Jo una sonrisa de disculpa al pasar a su lado para dirigirme a la sala de personal. Estaba metiendo mis cosas en la taquilla cuando sonó mi móvil.
Era Rhian.
—Eh, cielo, ¿puedo llamarte en mi descanso? Llego tarde a mi turno.
Rhian sollozó en la línea.
—Vale.
Mi corazón se detuvo. ¿Rhian estaba llorando? Rhian nunca lloraba. Nunca llorábamos.
—Rhian, ¿qué está pasando? —La sangre se agolpó en mis oídos.
—He roto con James. —Su voz se rompió junto con mi fe.
Pensaba que Rhian y James eran sólidos. Irrompibles.
Joder.
—¿Qué ha pasado? —Oh, Dios, ¿la había engañado?
—Me propuso matrimonio.
El silencio se instaló entre nosotras mientras trataba de entender lo que me estaba diciendo.
—Vale, ¿te propuso matrimonio y lo dejaste?
—Por supuesto.
¿Qué me estaba perdiendo?
—No lo entiendo.
Rhian gruñó. Gruñó de verdad.
—¿Cómo puedes no entenderlo tú, Joss? ¡Por eso te llamo a ti! ¡Tú deberías entenderlo!
—Pues no lo entiendo, así que deja de gritarme. —Contuve un dolor que irradiaba de mi pecho por James. Adoraba a Rhian. Ella era todo su mundo.
—No puedo casarme con él, Joss. No puedo casarme con nadie. El matrimonio lo arruina todo.
Y de repente me di cuenta de que estábamos entrando en nuestra zona vedada. Se trataba de los padres de Rhian. Sabía que se habían divorciado, pero era lo único que sabía. Tenía que haber algo más profundo, algo peor, para que Rhian le diera la espalda a James.
—Él no es tu padre. Vosotros no sois tus padres. James te ama.
—¿Qué diablos, Joss? ¿Quién coño es el que ha hecho eso con mi amiga?
Hice una pausa. A lo mejor estaba pasando demasiado tiempo con Ellie. Ella estaba borrando mi identidad.
—De acuerdo —murmuré.
Rhian suspiró aliviada.
—Entonces crees que he hecho lo que tenía que hacer.
—No —contesté con sinceridad—. Creo que estás muerta de miedo. Pero de una persona muerta de miedo a otra, sé que nadie te hará cambiar de opinión.
Estábamos en silencio, únicamente respirando cada una junto a su teléfono, sintiendo esa conexión entre nosotras, ese alivio de que había alguien más igual de mal.
—¿Has pensado en la realidad de esto, Rhian? —susurré por fin—. ¿Me refiero a si has pensado en James con otra persona?
Un sonido ahogado crujió en el teléfono.
Se me partió el corazón por ella.
—¿Rhian?
—Tengo que colgar.
Y de alguna manera supe que había colgado para llorar. Nosotras nunca llorábamos.
Sintiendo que me invadía una profunda melancolía, le mandé un mensaje de texto para aconsejarle que pensara bien las cosas antes de hacer algo que lamentaría. Por una vez, deseé no estar tan quebrada, para que Rhian tuviera una mejor amiga que fuera fuerte y que no temiera amar, que le sirviera de ejemplo de lo que era posible. En cambio, yo era para ella una excusa que le permitía creer que no estaba siendo irracional. Era su posibilitadora.
—¿Joss?
Levanté la cabeza y vi a Craig.
—¿Sí?
—Un poco de ayuda, por favor.
—Oh, claro.
—¿Te apetece un polvo rápido después de trabajar?
—No, Craig. —Negué con la cabeza y lo seguí, demasiado deprimida hasta para charlar con él.
***
El domingo llegó antes de que me diera cuenta, y yo estuve tan preocupada con mi libro y con Rhian, que seguía evitando mis llamadas, y tan asustada por la posibilidad de hablar con James no fuera caso de que me causara otra fisura en mi corazón con su pena, que no tuve la menor oportunidad de que se me ocurriera una excusa para salvarme de la cena con la familia de Ellie.
Así que ahí estaba metida en un taxi con Ellie, vestida para festejar el día de calor con mis shorts de Topshop y una bonita blusita de seda verde oliva. Salimos hacia Stockbridge y paramos literalmente cinco minutos más tarde a las puertas de una casa que se parecía mucho a la nuestra.
Dentro, no me sorprendió descubrir que el hogar de los Nichols se asemejaba al nuestro. Enormes habitaciones, techos altos y una agradable colección de objetos que me recordó un montón a Ellie. Ya sabía de dónde lo había sacado.
Elodie Nichols me saludó con un beso muy francés en cada mejilla. Como Ellie, era alta y de una belleza delicada. Por alguna razón, esperaba un acento francés, pese a que Ellie me había contado que su madre se había trasladado a Escocia cuando tenía cuatro años.
—Ellie me ha hablado mucho de ti. Me ha dicho que enseguida os habéis hecho amigas. Me alegro mucho. Estaba un poco preocupada por ella cuando dijo que iba a buscar una compañera de piso, pero todo ha ido sobre ruedas.
Sentía que volvía a tener quince años. Elodie tenía esa forma maternal de hablarte.
—Sí —respondí con simpatía—, Ellie es fantástica.
Elodie sonrió, con aspecto de tener veinte años menos y de parecerse mucho a su hija mayor.
A continuación, me presentaron a Clark, un tipo un poco anodino de pelo negro, con gafas y una sonrisa dulce.
—Ellie dice que eres escritora.
Le lancé a Ellie una sonrisa irónica. Le contaba a todo el mundo que era escritora.
—Lo intento.
—¿Qué escribes? —preguntó Clark, pasándome una copa de vino.
Nos habíamos reunido en la sala de estar mientras Elodie se ocupaba de algo en la cocina.
—Fantasía. Estoy trabajando en una serie de fantasía.
Los ojos de Clark se ensancharon levemente detrás de las gafas.
—Me encantan las novelas de fantasía. ¿Sabes?, me encantaría leerla antes de que la mandes.
—¿Te refieres a una lectura de corrección?
—Sí. Si quieres.
Recordando que Clark era profesor universitario y que estaba acostumbrado a evaluar trabajos, me sentí secretamente complacida por su oferta. Le ofrecí una pequeña sonrisa de gratitud.
—Sería fantástico. Te lo agradezco. Por supuesto, me falta mucho para terminar.
—Bueno, cuando termines, me avisas.
Sonreí.
—Lo haré, gracias.
Estaba empezando a pensar que superaría la prueba de la cena con esa particular familia cuando oí risas infantiles.
—¡Papá!
La voz de un niño llegó desde el pasillo hasta nosotros y acto seguido apareció su propietario en el umbral. La cara del niño que corría hacia Clark se iluminó de excitación. Supuse que era Declan, el hermanastro de diez años de Ellie.
—Papá, mira lo que me ha traído Braden. —Puso una Nintendo DS y dos juegos delante de las narices de Clark.
Clark los miró, sonriendo.
—¿Era la que querías?
—Sí, la última versión.
Levantando la mirada hacia el umbral, Clark chascó la lengua en un gesto de fingida desaprobación.
—No es su cumpleaños hasta la semana que viene. Lo malcrías demasiado.
Me volví y las palmas de mis manos se pusieron sudorosas al instante al ver a Braden de pie en el umbral, con la mano en el hombro de una versión en miniatura de Ellie. La adolescente estaba acurrucada al lado de él, con el flequillo grueso y el pelo corto con un estilo sorprendente para una criatura tan pequeña. Mis ojos no se entretuvieron demasiado en la mini Ellie, que deduje que era Hannah. No, se deslizaron sobre Braden, devorándolo antes de que pudiera contenerlos.
La atracción me quemó en la sangre.
Braden llevaba vaqueros negros y una camiseta gris. Era la primera vez que lo veía vestido de manera informal, la primera vez que mis ojos tenían acceso a sus bíceps fuertes y sus hombros anchos.
Sentí un latido entre las piernas y aparté enseguida la mirada, odiando que hiciera eso con mi cuerpo.
—Lo sé —respondió Braden—, pero no quiero pasar otra tarde de domingo con Dec dándome la lata sobre esa maldita consola.
Declan se limitó a reír, bajando su mirada triunfante a la consola al tiempo que se dejaba caer a los pies de su padre y empezaba a cargar un juego de Super Mario Bros.
—Mira lo que tengo. —Hannah sonrió con timidez, sosteniendo algo que parecía una tarjeta de crédito.
Dios, esperaba que no lo fuera.
Clark entrecerró los ojos.
—¿Qué es?
Las pupilas de Hannah se iluminaron.
—Una tarjeta de regalo grande de verdad para la librería.
—Qué bien. —Ellie le sonrió y le tendió los brazos—. ¿Qué te vas a comprar?
Su hermana pequeña corrió hacia ella, acurrucándose a su lado al tiempo que se dejaban caer en el sofá. La niña me lanzó una sonrisa tímida antes de mirar a Ellie.
—Hay una nueva serie de vampiros que quiero.
—Hannah devora los libros —explicó una voz masculina grave justo encima de mi cabeza.
Me volví y vi a Braden de pie junto al sofá, mirándome con una simple sonrisa amistosa. Aunque un poco desconcertada por su cambio de actitud, descubrí que yo también le sonreía.
—Ya veo.
Noté un vuelco en el estómago y me encogí interiormente, apartando la mirada de él. Nunca se me ocurrió que Braden iba a asistir a la comida, aunque debería haberlo supuesto, considerando que Ellie había dejado claro que él era una parte importante de su familia.
—¿Le habéis dado las gracias a Braden? —preguntó Clark de repente a sus hijos, atrayendo mi atención hacia ellos y lejos del sexo con piernas que tenía al lado.
Un par de «sí» murmurados respondieron la pregunta.
—Hannah, Dec, esta es mi compañera de piso, Joss —me presentó Ellie.
Sonreí a los dos.
—Hola. —Hannah me saludó tímidamente con la mano. Sentí que se me encogía el pecho de lo encantadora que era.
—Hola. —Le devolví el saludo.
—¿Te gusta la Nintendo? —preguntó Declan, esperando mi respuesta con una mirada valorativa.
Sabía que la respuesta sería decisiva.
—Oh, sí, Mario y yo nos conocemos desde hace mucho.
Me regaló una sonrisa de respuesta.
—Tienes un acento muy guay.
—Tú también.
Eso pareció complacerle y enseguida regresó a su juego. Creo que aprobé.
Clark dio una palmadita en la cabeza de Declan.
—Hijo, ponlo en silencio, por favor.
Casi de inmediato los sonidos familiares de Mario desaparecieron y decidí que me gustaban esos niños. Leyendo entre líneas, supuse que Braden los malcriaba, y mirando la casa no parecía que les faltara de nada, pero eran muy educados, como Ellie.
—¡Braden! —Elodie entró arrastrando los pies con una enorme sonrisa de amor en la cara—. No te había oído llegar.
Braden le sonrió y le dio un fuerte abrazo.
—¿Clark te ha puesto algo para beber?
—No, pero me serviré algo yo mismo.
—Oh, no, deja. —Clark se levantó—. ¿Cerveza?
—Sí, gracias.
—Siéntate. —Elodie sentó a Braden en el sillón de mi derecha al tiempo que Clark salía. Se acomodó en el brazo del sillón y apartó el pelo despeinado de Braden de su frente—. ¿Cómo estás? Me he enterado de que has roto con Holly.
Braden no me parecía de los que les gusta que los mime una madre, pero se quedó allí sentado, aparentemente disfrutando de la atención de Elodie. Él le tomó la mano y le besó los nudillos de manera afectuosa.
—Estoy bien, Elodie. Ya iba siendo hora, nada más.
—Hum —respondió ella frunciendo el ceño. Y luego, como si recordara algo, se volvió hacia mí—. ¿Ya conoces a Joss, no?
Braden asintió, con una sonrisa delicada, casi secreta, curvándole la comisura de los labios. Aun así, era amistosa, sin carga sexual, y no sabía si estar contenta o decepcionada por eso. Estúpidas hormonas.
—Sí, Jocelyn y yo ya nos conocemos.
Sentí que se me juntaban las cejas. ¿Por qué insistía en llamarme Jocelyn?
El ceño enseguida desapareció cuando Clark regresó y la conversación ganó impulso. Me esforcé todo lo posible, respondiendo sus preguntas y preguntando a mi vez, aunque nunca había estado tan agradecida a Ellie. Ella acudió en mi auxilio cuando su madre empezó a hacer preguntas sobre mis padres, desviando las preguntas con facilidad de mí hacia Elodie, y suspiré aliviada por haber escapado de tener que ser directamente grosera. Hasta logré mantener una charla amistosa y sin carga sexual con Braden.
Entonces pasamos al comedor.
Había algo en la risa, en toda la charla y el ruido, al acomodarnos allí y servirnos patatas, verduras y puré para comer con las generosas porciones de pollo que Elodie puso en nuestros platos. Al servirme salsa sobre en el plato, su charla, su afecto, la cálida normalidad desencadenaron los recuerdos…
«—He invitado a Mitch y Arlene a comer —dijo mi madre, poniendo dos cubiertos más.
»Dru se había quedado a comer porque estábamos trabajando juntas en un proyecto escolar y mi padre estaba poniendo a la pequeña Beth en la trona.
»Papá suspiró.
»—Me alegro de haber hecho un montón de chili, porque Mitch es capaz de comérselo todo.
»—Sé amable —le advirtió mamá con una sonrisita en los labios—. Llegarán en un momento.
»—Solo decía que es de buen comer.
»Dru se rio a mi lado, lanzándole a papá una mirada de adoración. El padre de Dru nunca estaba en casa, así que papá era como Superman para ella.
»—Bueno, ¿cómo va el proyecto? —preguntó mamá, sirviéndonos zumo de naranja.
»Obsequié a Dru con una sonrisa secreta. No estaba yendo ni para atrás ni para delante. Habíamos pasado la última hora cotilleando sobre Kyle Ramsey y Jude Jeffrey. Más que nada no paramos de decir Juuude en lugar de Jude y con eso nos reíamos como idiotas.
»Mi madre resopló, captando la mirada.
»—Ya veo.
»—Eh, vecinos —se oyó que saludaban en voz alta cuando Mitch y Arlene abrieron la puerta cristalera, entrando sin llamar.
»No pasaba nada por eso. Estábamos acostumbrados a su exceso de familiaridad, porque eran los únicos vecinos cercanos a la casa. A mi madre le encantaba su exceso de familiaridad. ¿A mi padre? No tanto.
»Después de un montón de saludos —Mitch y Arlene eran incapaces de decir hola una sola vez—, todos nos sentamos por fin en torno a la mesa de la cocina con el famoso chili con carne de papá.
»—¿Por qué no cocinas nunca para mí? —se quejó Arlene a Mitch después de gemir de manera un poco inapropiada al probar el chili de papá.
»—Nunca me lo has pedido.
»—Apuesto a que Sarah nunca ha de pedirle a Luke que cocine, ¿verdad, Sarah?
»Mamá pidió ayuda a papá poniendo los ojos como platos.
»—Hum…
»—Sí, es lo que pensaba.
»—Papá, Beth ha tirado el zumo. —Señalé con la cabeza al suelo.
»Como él era el que estaba más cerca, se agachó para recoger el vaso.
»—Mi padre nunca cocina —intervino Dru, tratando de conseguir que Arlene se sintiera mejor.
»—Mira —murmuró Mitch con la boca llena—, no soy el único.
»Arlene torció el gesto.
»—¿Qué quiere decir “mira”? Como si el hecho de que otro hombre no cocine para su mujer de alguna manera justificara que tú no lo hagas.
»Mitch tragó saliva.
»—Muy bien. Cocinaré.
»—¿Sabes cocinar? —preguntó mamá con suavidad, y oí que mi padre se atragantaba.
»Oculté mi sonrisa dando un trago de zumo de naranja.
»—No.
»Se hizo el silencio en la mesa cuando todos nos miramos unos a otros y luego rompimos a reír. Beth chilló al oír el ruido y su manita golpeó el zumo y lo hizo salir volando otra vez, y eso hizo que nos riéramos más todavía…
Ese recuerdo fue seguido por otro recuerdo de una comida de Navidad. Acción de Gracias. Mi decimotercer cumpleaños…
Los recuerdos desencadenaron un ataque de pánico.
Primero sentí cada vez mayor confusión y enseguida dejé la salsera con mano temblorosa. Noté un cosquilleo en la piel de la cara y un sudor frío se filtró en mis poros. El corazón me latía tan deprisa detrás de la caja torácica que pensé que iba a explotar. Se me cerró el pecho y sentí que no podía respirar.
—¿Jocelyn?
Mi pecho subía y bajaba rápidamente con inspiraciones tenues; busqué la voz con ojos aterrorizados.
Braden.
Dejó el tenedor y se inclinó por encima de la mesa hacia mí con el entrecejo arrugado con expresión de preocupación.
—¿Jocelyn?
Necesitaba salir de allí.
Necesitaba aire.
—Jocelyn… por Dios —murmuró Braden, echándose atrás en la mesa decidido a rodearla para llegar hasta mí.
Sin embargo, yo me levanté de la silla, haciendo un gesto con las manos para pararlo. Sin decir una palabra, me volví y salí corriendo del comedor. Eché a correr por el pasillo hasta el cuarto de baño, donde me encerré dando un portazo.
Subí la ventana con manos temblorosas y di gracias por la ráfaga de viento que me dio en la cara, aunque fuera aire caliente. Sabía que necesitaba calmarme y me concentré en respirar más despacio.
Al cabo de unos minutos, mi cuerpo y mi mente habían vuelto en sí y me derrumbé en el asiento del inodoro, con los miembros como gelatina. Me sentía agotada otra vez. Mi segundo ataque de pánico.
Genial.
—¿Jocelyn? —Su voz atronó a través de la puerta.
Cerré los ojos, preguntándome cómo demonios iba a explicarme. El bochorno me calentó la sangre en las mejillas.
Pensaba que lo había superado. Habían pasado ocho años. Debería haberlo superado ya.
Con el sonido de la puerta al abrirse, mis ojos también se abrieron y observé que un preocupado Braden entraba y volvía a cerrar. Me pregunté brevemente por qué él me había seguido y Ellie no. Cuando no dije nada, se acercó, poniéndose rápidamente en cuclillas para que nuestros ojos quedaran a la misma altura. Mi mirada buscó su rostro atractivo, y por una vez deseé poder romper mis estúpidas reglas. Tenía la sensación de que Braden sería capaz de hacerme olvidar de todo por un rato.
Nos miramos el uno al otro durante lo que pareció una eternidad, sin decir una palabra. Estaba esperando un montón de preguntas, porque tenía que haber quedado claro para todos, o al menos para los adultos sentados a la mesa, que había sufrido un ataque de pánico. Desde luego, todos estarían preguntándose por qué, y la verdad es que no quería volver allí.
—¿Mejor? —preguntó finalmente Braden con suavidad.
Espera. ¿Eso era todo? ¿Sin preguntas de sondeo?
—Sí. —No, en realidad no.
Debió de leer en mi expresión la reacción a su pregunta, porque inclinó la cabeza a un lado, con mirada reflexiva.
—No hace falta que me lo expliques.
Esbocé una sonrisa carente de humor.
—Dejaré que pienses que estoy como una cabra.
Braden sonrió.
—Eso ya lo sabía. —Se levantó, tendiéndome una mano—. Vamos.
Miré la mano que me ofrecía con cautela.
—Creo que será mejor que me vaya.
—Y yo creo que deberías comer un poco de comida casera con unos buenos amigos.
Pensé en Ellie y en lo afable y cordial que había sido conmigo. Sería un insulto marcharme de la cena de su madre, y decidí que no quería hacer nada que hiciera sentir mal a Ellie.
Tomé la mano de Braden de manera tentativa y dejé que me pusiera en pie.
—¿Qué voy a decir?
No servía de nada simular tranquilidad y serenidad con él. Ya me había visto en mi estado más vulnerable. Dos veces.
—Nada —me tranquilizó—. No has de dar explicaciones a nadie.
Su sonrisa era amable, no podía decidir qué sonrisa me gustaba más, si esa o la pícara de antes.
—Vale.
Respiré hondo y lo seguí. Él no me soltó la mano hasta que llegamos al comedor, y yo me negué a reconocer la sensación de pérdida en mi pecho cuando dejé de notar su tacto.
—¿Estás bien, cielo? —preguntó Elodie en cuanto entramos en la sala.
—Mucho sol —dijo Braden para tranquilizar a la madre de Ellie—. Ha estado demasiado rato al sol esta mañana.
—Oh. —Elodie centró su preocupación maternal en mí—. Espero que al menos llevaras protección solar.
Asentí, deslizándome en mi silla.
—Solo me he olvidado de ponerme un sombrero.
Cuando se reanudó la conversación y la tensión desapareció de la mesa, no hice caso de las miradas suspicaces de Ellie y le lancé a Braden una sonrisa de agradecimiento.