25
Quizá todavía me sentía culpable por haberle fallado a Ellie aquella primera noche, así que me pasé un poco preparando el apartamento para su regreso. Estaba limpio de suelo a techo, pero había contenido mi propia inclinación al orden y había dejado las cosas de Ellie, porque sabía que eso la haría sentirse en casa. Encargué en Internet un espléndido juego de cama color verde pálido, porque sabía que le encantaba el verde, compré unos cuantos cojines decorativos y convertí su cama en la cama de una princesa. Compré también una bandeja para desayunar en la cama que rodaba por el lateral y se doblaba hacia dentro. Compré flores. Chocolate. Llené la nevera con su helado favorito de Ben & Jerry’s. Había una pila de todos los últimos números de todas las revistas que ella leía en el armarito de al lado de la cama. Un par de libros de sudokus y crucigramas. Y lo más extravagante… una pequeña televisión de pantalla plana con DVD incorporado. Probablemente era demasiado para un paciente que en principio solo tenía que estar en cama dos semanas, pero no quería que Ellie se aburriera.
—Oh, Dios mío. —Los ojos de Ellie se ensancharon en cuanto entró en la habitación.
Estaba de pie con el brazo enlazado en la cintura de Adam, y Elodie, Clark y Braden ya estaban en el dormitorio, sonriendo ante todo ello. Los niños habían vuelto a la escuela, así que se perdieron el «Joss se ha pasado». Los ojos de Ellie se clavaron en mí.
—¿Tú has hecho todo esto?
Me encogí de hombros sintiéndome muy incómoda de repente.
—No es nada.
Ellie rio y se acercó a mí, despacio.
—Eres asombrosa.
Resoplé.
—Si tú lo dices…
—Ven. —Me envolvió con sus brazos y yo la abracé, como siempre sintiéndome como una niña pequeña abrazada a su madre porque era muy alta—. Me encanta, gracias.
—Me alegro. —La aparté con suavidad y puse ceño—. Túmbate.
Ellie gruñó.
—Esto va a ser divertido.
Cuando Adam estaba ayudando a Ellie a sacarse los zapatos y meterla en la cama, Elodie se me acercó.
—El médico dice que has de asegurarte de que no se le humedezca el vendaje cuando se duche.
—Puede bañarse por ahora.
—Bien. Y tiene que descansar. Puede caminar un poco, pero no constantemente.
—Entendido.
—Tiene que volver dentro de dos semanas para que le quiten el vendaje.
—Vale.
—Y luego tiene un control dentro de tres meses. Si todo está bien, el siguiente será dentro de un año.
Puse ceño.
—Espera. —Lancé una sonrisa de esperanza en dirección a Ellie—. ¿Tenéis los resultados de la biopsia?
—¿Nadie se lo ha dicho? —Ellie arrugó el entrecejo al mirar de manera acusadora por la habitación.
Braden suspiró.
—A lo mejor si dejara de evitar a todo el mundo…
—Hola. —Moví la mano—. ¿Resultados, por favor?
Ellie sonrió.
—Benigno.
Suspiré aliviada al oír la confirmación de lo que el doctor Dunham había predicho.
—Tendrías que haber empezado por ahí.
—Perdón.
—Ajá. —Levanté una ceja a Elodie—. Posdata: voy a cuidar bien de ella. —Fijé mi atención en Adam, que se había aupado a la parte superior de las mantas en el otro lado de la cama—. Eso si el osito amoroso me deja.
Adam hizo una mueca.
—Soy demasiado mayor para que me llamen osito amoroso.
—A mí me gusta. —Ellie sonrió con malicia.
—Entonces, osito amoroso.
—Bueno, creo que iré a preparar algo de café antes de vomitar en la colcha nueva de Ellie. —Reí y me dirigí hacia la puerta.
Braden se interpuso, con rostro inexpresivo.
—Tenemos que hablar. —Dicho esto, dio media vuelta y salió de la habitación, sin dejarme otra opción que seguirle.
Lo encontré en mi dormitorio, y en cuanto entré, él pasó a mi lado para cerrar la puerta.
—Podemos hablar en la sala —le dije con irritación, odiando tenerlo allí, donde conservaba tantos recuerdos.
Además, su presencia en mi habitación siempre había sido abrumadora.
En respuesta, él se acercó a mí y solo se detuvo cuando estuvimos a dos dedos de distancia. Quería retroceder, pero no pensaba darle esa satisfacción. Lo miré desafiante y él inclinó un poco la cabeza para mirarme directamente a los ojos.
—He estado tratando de darte espacio, pero esto es ridículo.
Di un cabezazo al oírlo.
—Eh, ¿qué?
Observé sus ojos excepcionales y furiosos entornándose.
—Nunca estás aquí. ¿Estás viendo a otra persona? Porque juro por Dios…
Decir que me enfureció se quedaba muy corto.
—¿Me estás tomando el pelo? —grité, olvidando que había público al otro lado del pasillo.
—Bueno, ¿qué demonios está pasando?
Tomé una inspiración temblorosa, tratando de calmarme.
—Eres un capullo. Cómo se te ocurre entrar aquí y acusarme de hacer cosas a tu espalda cuando eres tú el que se está follando a la nueva gerente de tu club.
Ahora Braden echó la cabeza atrás, desconcertado. ¿Y la mirada que me dedicó? Bueno, digamos solo que no era una forma educada de expresar que pensaba que me faltaba un tornillo.
—¿Isla? ¿Crees que me estoy follando a Isla? No puedo creerlo.
Vale. Estaba completamente confundida. Crucé los brazos sobre el pecho en un intento de mostrar que controlaba esa conversación.
—Ellie me lo contó todo.
Se quedó con la boca abierta. Habría sido divertido si la situación no hubiera sido como un cuchillo en la tripa.
—¿Ellie? ¿Qué te dijo exactamente Ellie?
—Os vio en la comida. Los dos os encontrasteis con Adam y ella para comer y dijo que estabais coqueteando y que se os veía muy a gusto.
Ahora Braden cruzó los brazos sobre el pecho y la seda suave de su camisa se tensó contra los músculos de su bíceps. Tuve un flash de él encima de mí, con sus manos presionándome las muñecas al colchón, moviendo los músculos de sus brazos al empujar con fuerza en mi interior una y otra vez.
Me ruboricé, apartando la imagen de la cabeza.
Mierda.
—¿Ellie te contó que comió conmigo y con Isla y que yo estaba coqueteando con ella? —me preguntó lentamente, como si fuera una paciente psiquiátrica.
Respondí con los dientes apretados.
—Sí.
—Si no acabaran de operarle el cerebro juro por Dios que la mataría.
Pestañeé.
—¿Qué?
Braden dio un paso adelante, lo cual me obligó a dar un paso atrás, porque no quería que mis tetas chocaran con él.
—Nunca he comido con Isla y Ellie. Se conocieron cuando ella y Adam se pasaron por el club a traerme un USB que dejé en el piso. Se vieron dos segundos.
Me rasqué detrás de la oreja, porque no me gustaba en absoluto dónde me dejaba eso en esta conversación.
—¿Por qué iba a contarme eso?
Braden suspiró profundamente y se volvió, pasándose una mano por el pelo en señal de frustración.
—No lo sé. Probablemente porque le dije que iba a darte espacio como parte de la siguiente fase del plan para recuperarte, y a Ellie no le pareció buena idea. Aparentemente, pensó que el siguiente paso eran los celos. —Negó con la cabeza al lanzarme una mirada insondable—. Y aparentemente se equivocaba.
Lo observé paseando por mi habitación, claramente ordenando sus ideas tanto como yo trataba de afrontar la idea de que Braden no había pasado página en absoluto. Pero todavía no podía entender que Ellie me hubiera hecho daño de esa manera. También me preguntaba cuándo demonios había aprendido a mentir tan bien. No tenía ni idea de mentir cuando la conocí.
Oh.
¿Culpa mía?
—Todavía no lo entiendo. Conocí a esa Isla y es exactamente tu tipo, y está claro que coqueteaba contigo.
—¿Por qué te importa? —Sonrió, pasando las manos por mi estantería—. Dijiste que no querías… —Se detuvo, con el cuerpo tenso con una alerta repentina.
—¿Qué?
Tiró de algo en mi estantería, inclinando la cabeza, y luego se volvió hacia mí, con ojos acusadores.
—¿Vas a alguna parte? —Sostuvo mi billete electrónico impreso para mi viaje a Virginia.
Mi cerebro y mis emociones todavía estaban decidiendo si esta nueva información afectaba a mis planes, de modo que mi cerebro solo dijo la primera parte, que era técnicamente cierta.
—Me voy a casa.
Supe que me equivoqué. Supe que me equivoqué porque Braden no dijo nada. Me clavó en la pared con una expresión que nunca quería ver otra vez en sus ojos y a continuación se volvió y salió de mi habitación dando un portazo.
Sin argumento. Sin discusión.
Quería volver a llorar. Una vez que había iniciado el camino de ceder a las lágrimas después de años de contenerlas, parecía que ya no había forma de pararlas. Mi boca tembló y me abracé a mí misma para contener los temblores que me sacudían.
Diez minutos después estaba lo bastante calmada para preparar café para todos y llevarlo al dormitorio de Ellie. Braden estaba sentado en un rincón y ni siquiera me miró.
Basté decir que creamos una tensión horrible en la habitación de Ellie. Todos nos habían oído discutir y todos habían oído a Braden casi astillando la madera en la puerta de mi dormitorio al dar un portazo. Era incómodo.
Al darse cuenta por fin de que su humor estaba envenenando el regreso triunfal de Ellie a casa, Braden se levantó, besó a su hermana en la frente y le dijo que llamaría más tarde. Ellie asintió, mordiéndose el labio con preocupación al verlo salir. Me lanzó una mirada de colegiala culpable y yo aparté la cara.
Elodie y Clark salieron poco después, y yo ya me estaba levantando para dejar solos a Ellie y a Adam cuando ella me detuvo.
—¿Qué está pasando contigo y con Braden?
—Ellie, no voy a arrastrarte a nuestro drama cuando aún estás en recuperación.
—¿Es por esa mentirijilla piadosa que te conté sobre él e Isla?
Me volví, levantando una ceja ante la expresión abochornada de Ellie.
—Sí, acabo de descubrirlo.
Ellie miró a Adam, que estaba torciendo el gesto, claramente confundido.
—Hice una cosa mal.
Asintió.
—Me estoy dando cuenta. ¿Qué pasó?
—Le dije a Joss que tú y yo habíamos comido con Isla y Braden y que estaban coqueteando el uno con el otro.
Su novio retrocedió igual que había hecho Braden. De hecho me di cuenta de que los dos tenían muchos gestos similares. Pasaban demasiado tiempo juntos.
—Nunca comimos con ellos. Pasamos dos segundos por el club.
—Vale, este juego ya no tiene gracia —solté, olvidando que se lo estaba soltando a una convaleciente—. ¿Por qué me mentiste?
Los ojos de Ellie estaban llenos de pena. Podía salvarse del asesinato de bonita que era.
—Braden me contó que como ponerse delante no estaba funcionando, se le había ocurrido el estúpido plan de retirarse y hacer que lo echaras tanto de menos que volvieras con él. Le dije que eras demasiado terca para caer por eso.
De hecho, había estado echándolo de menos. El cabrón me conocía demasiado bien.
—Mmm —respondí sin comprometerme.
—Estabas siendo muy cabezota, Joss. Pensé que si provocaba tus celos te asustarías y saldrías corriendo detrás de él. —Tenía la cara pálida al mirar a los ojos de Adam—. Me salió el tiro por la culata.
—Ya lo veo —murmuró él, tratando de no sonreír.
¡No tenía gracia!
—Tienes suerte de que acabas de salir del quirófano.
Ellie hizo un gesto de dolor.
—Lo siento, Joss. —Entonces la esperanza asomó en su mirada—. Quería decírtelo antes de la cirugía, pero estaba tan asustada ese día que me olvidé. Pero ahora sabes la verdad. Puedes dejar de resistirte e ir a recuperarlo.
Era mi turno de suspirar.
—Ahora está cabreado conmigo.
—¿Por no confiar en él?
—Algo así —murmuré, preguntándome qué demonios iba a hacer a continuación.
—¿Me has perdonado? —preguntó Ellie con calma.
Puse los ojos en blanco ante la pregunta.
—Por supuesto. Pero… deja el negocio de celestina. Eres penosa. —Les dediqué un tímido y triste saludo con la mano y salí de la habitación, cerrando la puerta en silencio tras ellos.
Me senté ante mi máquina de escribir, mirando la última página, tratando de entender qué significaba eso para mí ahora. La doctora Pritchard dijo que lamentaría no ser sincera con Braden. Y la verdad era que todas las cosas que me preocupaban al respecto —no ser lo bastante buena, que Braden fuera tan intenso, qué podía ocurrirnos en el futuro— parecían calderilla después de tener un pequeño anticipo de lo que sería sentir que pensaba que ya no me quería.
Debería hablar con él.
De todos modos, iba a ir a Virginia para afrontar la muerte de mi familia.
Pero debería hablar con él.
Espera un minuto. Me volví en mi silla para mirar el estante donde había estado mi billete de avión. No estaba allí. Y ahora que lo pensaba, no había visto a Braden dejándolo otra vez.
Oh, Dios mío, ¡me había robado el billete!
Mi ira alimentó mi hiperenergía. ¡Intenso! ¿Braden intenso? ¡Era un puto capullo mandón! Me calcé las botas, me puse el abrigo, abotonándomelo mal y luego gritando entre dientes de exasperación. Cogí las llaves y el monedero e intenté armarme con un poco de calma cuando le dije a Adam y Ellie que iba a salir. Ellos me saludaron y yo salí dando un portazo, con la mano ya estirada para pedir un taxi.
No podía pensar. No podía respirar. O sea, era el colmo. Robarme el billete de avión.
Era un cavernícola.
Prácticamente le eché el importe de la carrera al taxista y bajé de un salto, corriendo por Quartermile hasta la entrada de su apartamento. Sabía que me enfocaba la cámara, así que levanté la mirada, medio esperando que no me dejara entrar.
Me dejó entrar.
Fue el trayecto en ascensor más largo de mi vida.
Al bajar me encontré a Braden de pie en su puerta, con aspecto despreocupado y natural, con suéter, vaqueros y pies descalzos. Se echó rápidamente atrás para sostener la puerta abierta para mí cuando yo pasé echa una furia a su lado.
Me volví, casi perdiendo el equilibrio por la inercia de mi ira.
El idiota me estaba sonriendo al cerrar la puerta y caminó hacia mí en la sala de estar.
—No tiene gracia —solté, probablemente reaccionando en exceso… pero estaba tratando con un conjunto de emociones que él me había hecho pasar en las últimas semanas.
Vale, quizá la mitad me las había ganado sola, pero también estaba enfadada conmigo misma. De todos modos, no podía discutir conmigo, así que lo iba a pagar él.
La sonrisa desapareció del rostro de Braden y apareció el ceño.
—Ya sé que no tiene ninguna gracia. Créeme.
Estiré la mano.
—Devuélveme el billete, Braden. No estoy de broma.
Asintió y sacó el billete del bolsillo de atrás.
—¿Este billete?
—Sí. Dámelo.
Entonces encendió mi furia volcánica.
Braden rompió mi billete y dejó que los trocitos cayeran al suelo.
—¿Qué billete?
A pesar de la idea que estaba alojada en la parte de atrás de mi cerebro de que podía volver a imprimirlo… perdí los estribos.
Con un gruñido animal del que ni siquiera me creía capaz, lancé mi cuerpo contra el suyo, arremetiendo con las manos por delante y empujándolo con fuerza suficiente para hacerlo trastabillar. De repente, estaba todo en mis tripas: los últimos seis meses de agitación emocional, los cambios drásticos que había traído a mi vida, la incertidumbre, los celos, el sufrimiento.
—Te odio —grité. Las palabras salieron de mi boca con voluntad propia. Me aparté de él—. Estaba bien hasta que llegaste.
Empezaron a picarme los ojos cuando miré su rostro pétreo.
—¿Por qué? —Se me quebró la voz y empezaron a resbalar lágrimas por mis mejillas—. Estaba bien. Estaba bien y a salvo. Estoy rota, Braden. Deja de tratar de arreglarme y déjame estar rota.
Él negó con la cabeza lentamente, también con los ojos brillantes, y yo me quedé petrificada cuando vino hacia mí. Cerré los ojos al notar su contacto, sus manos envolviéndome, los brazos atrayéndome hacia él.
—Tú no estás rota.
Abrí los párpados y miré su bello rostro, su bello y angustiado rostro.
—Sí lo estoy.
Esta vez me dio un enfadado zarandeo.
—No, no lo estás.
Inclinó su cara hacia la mía y me encontré atrapada en sus ojos celestes, hipnotizada por el brillo de vetas plateadas en ellos.
—Jocelyn, no estás rota, nena —susurró con voz ronca, con un ruego en la mirada—. Tienes unas pocas grietas, pero todos las tenemos.
Vertí más lágrimas y mi boca tembló cuando susurré:
—No te odio.
Nuestras miradas se encontraron: tanta emoción, tanta incertidumbre, tanto de todo se había construido a nuestro alrededor en esa tensión gruesa. El aire se notaba cargado, desesperado. La expresión de Braden había cambiado, sus ojos quemaban al bajar a mi boca.
No sé quién de los dos hizo el primer movimiento, pero segundos después mis labios estaban aplastados bajo los suyos y su mano estaba tirando casi dolorosamente de mi pelo al sacarme un clip para dejar que mi melena cayera en torno a mis hombros. Y al instante sentí su lengua deslizándose en la mía, y pude saborearlo, olerlo, percibir su fuerza a mi alrededor.
Lo echaba de menos.
Echaba de menos la asombrosa sensación de hacerle reír.
Pero todavía estaba enfadada, y en el beso doloroso del que no iba a apartarme, sentí lo enfadado que estaba Braden también. Eso no nos detuvo. Interrumpimos el beso durante dos segundos para que Braden pudiera soltar los botones de mi abrigo y quitármelo. Yo tiré del borde de su suéter y se lo quité frenéticamente antes de que mis manos volvieran a perderse en su pecho duro y caliente y en sus abdominales. Me abalancé para darle otro beso, pero Braden no había terminado de quitarme la ropa. Con impaciencia me eché atrás para ayudarle a que me quitara el suéter, pero no iba a esperar mucho más después de eso.
Mis manos en su nuca le obligaron a bajar la cabeza y lo besé por todos los días que no lo había besado. Era un nudo desesperado y sensual de lenguas y aliento caliente, con mi sexo pulsando inmediatamente después de la fuerza húmeda de ese único beso.
Así que en medio del beso, apenas reparé en que Braden me arrastraba sin demasiada delicadeza contra una pared, separando su boca de la mía al trazar un reguero de besos por mi cuello, cogiéndome con sus brazos fuertes por debajo de mis muslos para envolverse la cadera con mis piernas. Mi cuerpo subió por la pared, con su polla dura en mi entrepierna, vaquero contra vaquero.
—Joder —murmuró Braden con voz caliente, hundiendo su boca en la curva de mis pechos.
Me sostuvo con una mano en mi trasero mientras me bajaba el sujetador con la otra, dejando que el aire frío susurrara en mi pezón. Este se endureció con el beso de Braden y yo jadeé por el relámpago de placer que estalló entre mis piernas cuando él lo introdujo en su boca. Arqueé las caderas, frotándome contra la erección de Braden.
—No puedo esperar —jadeé, agarrándome a sus hombros.
Como para comprobarlo, Braden desabotonó mis vaqueros y deslizó una mano por debajo de mis bragas. Gimoteé, presionando contra sus dedos, que se hundían en mi interior.
—Joder. —Su cabeza cayó contra mi pecho al deslizarse dentro y fuera—. Tan mojada y tan cerrada, nena. Siempre.
—Ahora —gruñí, clavando mis uñas en su piel—, Braden.
Y entonces nos estábamos moviendo, yo sujetándome en él cuando él se volvió conmigo en brazos y nos tumbó en el sofá; sus manos rápidas al echarse atrás y bajarme los pantalones. Me desabroché el sujetador mientras él volvía a mis bragas, al tiempo que yo hacía un pequeño movimiento con el pie para desembarazarme de ellas. Jadeando con anticipación, con la piel ardiendo, caí de espaldas, separando las piernas para él.
—Braden, ahora.
Se había detenido, paralizado, mientras me miraba desnuda debajo de él, con mi pecho subiendo y bajando con respiraciones cortas y excitadas, mi pelo extendido alrededor de todo mi cuerpo. Observé que su expresión cambiaba, no menos excitada, pero más suave de algún modo. Presionó una mano en mi vientre, temblando, y subió suavemente por mi estómago, entre mis pechos, a mi mandíbula. Empezó a moverse encima de mí, erosionando mis piernas desnudas con el tejido de sus vaqueros.
—Pídelo —susurró con brusquedad contra mis labios.
Deslicé una mano entre nuestros cuerpos para bajarle la cremallera de los vaqueros. Mis dedos se colaron bajo sus calzoncillos bóxer y se curvaron en torno a su polla. La saqué de sus vaqueros y observé que cerraba los ojos, con su respiración entrecortada.
—Quiero que me folles. —Di un pequeño lametón a sus labios que volvió a abrirle los ojos. Me miró desde arriba—. Por favor.
Con el gemido que tanto había echado de menos, Braden se bajó un poco los vaqueros y envolvió su mano en torno a la mía para que ambos guiáramos su miembro entre mis piernas. Al sentir el más ligero roce de él me puse aun más mojada. Lo solté, liberando las manos para agarrar su trasero al tiempo que él se introducía lentamente dentro de mí. Le apreté las nalgas, instándolo a ir más deprisa.
Y él lo hizo encantado.
—Más fuerte —gemí—. Más fuerte, Braden, más fuerte.
Pedirle que me follara más fuerte nunca fallaba para espolear a Braden. Me besó y se hundió en mí. El placer se enrolló con tanta fuerza en mi cuerpo cuando su polla me besó tan adentro que eché la cabeza atrás para gritar, y mis gritos fueron subiendo de volumen a medida que él empujaba deliciosamente en mi interior. Lo que me estaba haciendo por dentro, la visión de él tensándose encima de mí, los sonidos de nuestros jadeos y gemidos de excitación y el húmedo sonido primigenio del sexo, todo ello me propulsó hacia la satisfacción, y deprisa. Estallé, gritando su nombre al correrme. Me corrí con tanta fuerza, con mi sexo pulsando en torno a Braden, que le provoqué su propio orgasmo. Su cuerpo se tensó, recorrido por el placer, y siguió moviendo las caderas adelante y atrás, prolongando nuestros dos orgasmos.
El mejor sexo de mi vida.
Braden gruñó y se derrumbó encima de mí. Yo froté las manos en sus nalgas con dulzura antes de deslizarlas en su espalda para acercarlo.
Él giró la cabeza para plantarme un beso familiar en el cuello.
—¿Todavía estás cabreada conmigo? —murmuró.
Suspiré.
—Iba a ir a casa para hacer lo que debería haber hecho ocho años antes. Iba a ir a casa para despedirme de mi familia.
Braden se quedó quieto y luego se echó atrás para mirarme a la cara, con los ojos cargados de remordimiento.
—Dios, lo siento, nena. Por el billete.
Me mordí el labio.
—Puedo volver a imprimirlo. Y… estaba pensando en quedarme en Virginia permanentemente después de que Ellie se recupere.
El remordimiento se volatilizó en un abrir y cerrar de ojos.
—Por encima de mi cadáver.
—Sí, pensaba que dirías eso.
Puso ceño.
—Todavía estoy dentro de ti.
—Ya lo noto. —Sonreí, desconcertada.
—Bueno, al menos déjame salir antes de que me digas que estás intentando dejarme.
Me incliné sobre él y le besé los labios.
—Todavía no sé si es eso lo que estoy haciendo.
Acostumbrado a que nada fuera sencillo conmigo, Braden soltó aire lentamente y se retiró de mí. Volvió a meterse la polla en los vaqueros y se incorporó ofreciéndome la mano. Decidiendo confiar en él, dejé que me pusiera de pie, y subí por la escalera detrás de él hasta su habitación. Él señaló con la cabeza a la cama.
—Métete dentro.
Como estaba desnuda y saciada y sin ganas de discutir, me metí en la cama y me tumbé de costado. Observé con placer cómo Braden se desnudaba por completo y se metía bajo las sábanas a mi lado. Inmediatamente me acomodé en su costado, con la cabeza en su pecho caliente.
—Entonces ¿qué estás haciendo?
Menuda pregunta. ¿Y por dónde empezar?
—Tenía una familia muy buena, Braden —le dije en voz baja, con un dolor que había ocultado demasiado tiempo enrollado en cada palabra.
Braden lo oyó y me agarró el brazo.
—Mi madre era huérfana. Creció en casas de acogida y luego se trasladó a Estados Unidos con un visado de trabajo. Estaba trabajando en la biblioteca del campus cuando conoció a mi padre. Se enamoraron, se casaron y durante un tiempo vivieron felices. Mis padres no eran como los padres de mis amigas. Yo tenía catorce años y ellos todavía estaban escapándose, besuqueándose cuando creían que no podía verlos. Estaban locos el uno por el otro. —Sentí que se me cerraba la garganta, pero traté de continuar—. Estaban locos por mí y por Beth. Mi madre era sobreprotectora y un poco autoritaria, porque no quería que nos sintiéramos tan solas como se había sentido ella al crecer. —Sonreí—. Yo pensaba que era más guay que todas las demás madres porque, bueno, tenía un acento guay, y era bastante seca, pero de una manera divertida que asombraba a algunas de las amas de casa pijas que vivían en nuestro pueblo.
—Suena como alguien que conozco —murmuró Braden, con diversión en la voz.
Sonreí al pensar que podría ser un poco como mi madre.
—¿Sí? Bueno, era asombrosa. Y mi padre era igual de genial. Era el padre que te preguntaba cada día para ver qué pasaba. Incluso al hacerme mayor y convertirme por completo en esa nueva criatura llamada chica adolescente, seguía siempre allí. —Sentí que me caía una lágrima—. Éramos felices —susurré, logrando apenas pronunciar las palabras.
Sentí el beso de Braden en mi pelo, con su agarre en mi brazo tan fuerte que casi dolía.
—Nena, lo siento mucho.
—Hay que joderse, ¿verdad? —Me limpié rápidamente las lágrimas—. Un día estaba sentada en clase y la policía vino a decirme que mi padre había chocado de frente con un camión para esquivar a un motorista que había caído de su moto. Muertos. Mamá. Papá. Beth. Perdí a mis padres y perdí a una niña pequeña a la que no había tenido oportunidad de conocer. Aunque la conocía lo suficiente para saber que la adoraba. Sabía que lloraría si no podía ver a su osito de peluche favorito, su pequeño oso raído con una cinta azul en torno al cuello que era mío y todavía olía como yo. Se llamaba Ted. Original, ya sé. Sé que tenía un gusto sofisticado en música porque lo único que tenías que hacer para que dejara de llorar era poner MMMBop de Hanson. —Reí con tristeza al recordarlo—. Sabía que cuando estaba pasando un mal día, lo único que tenía que hacer era cogerla en brazos, apretarla cerca, oler su piel y sentir su pequeño calor contra mí para saber que todo estaba bien.
»Descarrilé cuando los perdí. Mi primera casa de acogida estaba llena de otros niños, así que mis padres de acogida apenas se fijaron en que estaba viva, y eso ya me iba bien, porque significaba que podía hacer lo que quería. La única cosa que entumecía todo era hacer cosas estúpidas que me hacían sentirme como una mierda conmigo misma. Perdí la virginidad demasiado joven, bebía demasiado. Luego, después de que muriera Dru, paré. Me cambiaron a otra casa de acogida en el otro lado del pueblo. No tenían mucho, pero había menos niños allí y una niña en particular que era muy maja. Pero quería una hermana mayor… —Respiré hondo, sintiendo que la culpa me inundaba otra vez—. Yo no quería ser nada para nadie. Ella necesitaba a alguien, y yo no se lo concedí. Ni siquiera sé lo que le ocurrió después de que me fui. —Negué con la cabeza y suspiré, apesadumbrada—. Cuando estuve allí, fui a alguna fiesta a lo largo de los años, no muchas. Siempre terminaba con algún tío al que no conocía ni me importaba. —Solté un suspiro pesado—. La verdad es que salía el mismo día todos los años. A una fiesta, a un bar. No importaba siempre que me ayudara a olvidar. He pasado ocho años enterrando a mi familia, simulando que nunca había existido, porque sí, como dijiste, era más fácil simular que nunca los había tenido que afrontar lo mucho que me dolía haberlos perdido. Me doy cuenta ahora de lo injusta que fui con ellos. Con su recuerdo. —Apreté la mandíbula para contener las lágrimas, pero se derramaron de todos modos, goteando en el pecho de Braden—. La noche que salía era la del aniversario de su muerte. Pero dejé de hacerlo a los dieciocho. Salí esa noche y fui a una fiesta, pero no puedo recordar nada de lo que ocurrió después de que llegué. Me desperté al día siguiente y estaba desnuda en la cama con dos tíos a los que no conocía.
Braden maldijo entre dientes.
—Jocelyn.
Ahora estaba cabreado con retraso y lo sabía.
—Créeme, he estado allí. Estaba furiosa conmigo, me sentía violada, asustada. Podría haberme ocurrido cualquier cosa. Y sexualmente…
—No.
Me detuve porque su tono daba miedo.
—Me revisé y esos chicos no me habían pasado nada, gracias a Dios. Pero nunca volví a acostarme con nadie. Hasta que lo hice contigo.
Otro apretón fuerte por eso.
—Puede que no pare nunca de tener miedo al mañana, Braden —reconocí con calma—. Me asusta el futuro y lo que podría sacar de mí. Y en ocasiones me vuelvo loca, y en ocasiones mis locuras hacen daño a la gente que tengo más cerca.
—Eso lo entiendo. Puedo afrontarlo. Has de confiar en mí.
—Pensaba que eras tú el que tenía problemas con la confianza —gruñí.
—Confío en ti, nena. No te ves de la forma en que yo te veo.
Tracé una pequeña jota en su pecho.
—Yo confío en ti. No esperaba que Ellie me mintiera, y por eso la creí a pie juntillas. Lo siento.
Braden dejó escapar el aire.
—Te quiero, Jocelyn. Estas últimas semanas han sido una pesadilla por más de una razón.
Pensé en la rubia de piernas largas que me había hecho pasar un infierno.
—¿Y qué pasa con Isla?
—Juro que nunca me acosté con ella.
—¿Ocurrió algo?
Su pecho se puso frío debajo de mí.
—¿Braden?
Suspiró pesadamente.
—Ayer ella me besó. Yo no le devolví el beso. La aparté y le hablé de ti.
Me quedé un momento en silencio y entonces repliqué con determinación.
—Has de despedirla.
Braden resopló.
—¿Vas a reconocer finalmente que me quieres?
—No puedo prometer que será fácil, Braden. Probablemente siempre seré un poco irracional respecto al futuro. Me preocuparé mucho.
—Te he dicho que puedo manejarlo, nena.
—¿Por qué?
—Porque… —Suspiró—. Me haces reír, me retas, me excitas como nadie más puede hacerlo. Siento que me estoy perdiendo algo realmente importante cuando te vas. Tan importante que no me siento yo mismo. Nunca había sentido que alguien era mío antes. Pero eres mía, Jocelyn. Lo he sabido desde el momento en que nos conocimos. Y yo soy tuyo. No quiero ser de nadie más, nena.
Me incliné sobre un codo para poder mirarlo a los ojos antes de plantarle un beso suave en los labios y caer sobre él en el momento en que sus brazos me rodearon para aguantarme cerca y profundizar el beso. Cuando finalmente salí a buscar aire estaba jadeando un poco. Toqué sus labios con un dedo, decidida a que un día disfrutaría de esa satisfacción sin preocuparme porque me la quitaran.
—¿Crees que podrías venir a Virginia conmigo? ¿A revisar las cosas de mis padres?
Sus ojos sonrieron, y no puedo explicarte lo que significó para mí poder hacerle feliz.
—Por supuesto. Iremos cuando quieras. Pero volveremos.
Asentí.
—Solo iba a mudarme a Virginia porque pensaba que tú te habías mudado con Isla.
Braden gruñó.
—Muy bonito.
—Vas a despedirla, ¿verdad?
Entornó los ojos.
—¿Quieres que la despida sin más?
—Si te dijera que Craig me besó anoche me harías renunciar al trabajo.
—Entendido. Le encontraré empleo en otro sitio.
—En otro sitio en el que tú no trabajes.
—Joder, qué mandona.
—Eh, ¿no recuerdas cómo te echaste encima de mí en un escritorio después de que Craig me besara?
—Otra vez, entendido.
Enterré la cabeza en su pecho.
—Pensaba que la había cagado de verdad.
Me apretó la nuca.
—Los dos lo hicimos. Pero ya es pasado. De ahora en adelante estoy completamente a cargo. Creo que tendremos mucho menos drama y desde luego ninguna ruptura más, si yo controlo esto.
Le di un golpecito en el estómago.
—Lo que necesites decirte a ti mismo para pasar el día, nene.
—Todavía no lo has dicho, ¿sabes?
Volví la cabeza y le sonreí. Respiré hondo.
—Te quiero, Braden Carmichael.
Su sonrisa hizo que se me hinchara el pecho.
—Dilo otra vez.
Reí.
—Te quiero.
Se sentó rápidamente y luego bajó de la cama, atrayéndome hacia él. Me empujó hacia el baño en suite.
—¿Vas a decirlo otra vez mientras te follo en la ducha?
—Todo este rollo de tomar el control me pone.
—Te va a poner más, nena.
Me dio un tortazo en la nalga y di un gritito, con su risa y la mía llenando el cuarto de baño al meternos juntos en la ducha.