22

Así fue como Braden nos encontró al día siguiente, tumbadas con las cabezas juntas, sosteniéndonos las manos, durmiendo con las mejillas sucias con regueros de lágrimas, como dos niñas pequeñas.

No me despertó. De hecho ni siquiera me miró.

Me desperté porque estaba sacudiendo a Ellie para despertarla.

—¿Qué hora es? —Oí que preguntaba ella somnolienta.

—Es más de mediodía. He preparado algo de comer.

El sonido de su voz fue como un puñetazo en el pecho. Mis ojos se abrieron con dificultad, pegajosos con la sal de las lágrimas secas e hinchados por el peor ataque de llanto que había tenido desde que perdí a Dru. Braden se estaba inclinando sobre Ellie, peinándola hacia atrás, con un brillo de amor en la mirada. Todavía tenía los ojos inyectados en sangre y grandes ojeras.

Tenía un aspecto horrible.

Apostaría que yo estaba peor.

—No tengo hambre —susurró Ellie.

Braden negó con la cabeza con expresión decidida.

—Necesitas comer. Vamos, cielo, es hora de levantarse.

Observé que Ellie tomaba la mano grande de Braden y él delicadamente la ayudaba a bajar de la cama y ponerse en pie. Todavía sosteniéndola la condujo fuera de la habitación. Ellie tenía los pantalones de lino arrugados al máximo, la camisa retorcida en torno al cuerpo y el pelo hecho un desastre. Parecía alguien cuya vida habían puesto patas arriba. Sufría por ella. Y ni siquiera podía mirar a Braden, porque el dolor que sentía por él era indescifrable.

—Joss, ¿vienes? —Ellie me miró por encima del hombro.

Y por ella, asentí. Aunque no quería estar cerca de Braden.

¿Sabes que era peor? Él ni siquiera podía ser directamente mezquino respecto a la ruptura. Claro, no podía mirarme y no podía hablarme, pero… también había preparado mi comida.

Ellie y yo nos sentamos en torno a la mesa de la cocina a comer los sabrosos huevos revueltos y tostada, mientras Braden estaba apoyado contra la encimera tomando café. Ellie al principio no reparó en el silencio entre nosotros porque estaba metida en su propia cabeza y porque el silencio en ese punto no parecía inusual.

Te contaré lo poco egoísta que es la chica: con todo lo que estaba pasando, se fijó en lo que estaba ocurriendo entre su hermano y yo. Y mucho antes de lo que yo esperaba. Era culpa nuestra, no éramos exactamente sutiles al respecto. Me levanté para poner el plato y la taza en el fregadero y Braden pasó al otro lado de la cocina. Después yo crucé para sacar un poco de zumo de naranja de la nevera y Braden volvió al fregadero. Me acerqué al fregadero para sacar un vaso del armario y Braden volvió a la nevera. Fui a la nevera para volver a dejar el zumo y él volvió al fregadero.

—¿Qué está pasando? —preguntó Ellie con suavidad, juntando las cejas al observarnos.

Murmuramos un par de nadas.

—¿Chicos? —Ellie parecía paralizada—. ¿Ha llamado el médico?

Nuestras cabezas se inclinaron sobre ella y de inmediato se asentó el remordimiento entre nosotros.

—No. —Braden negó con la cabeza—. No, Els. Tenemos cita con el doctor Dunham esta tarde, como quedamos.

—¿Entonces por qué estáis actuando de forma tan extraña?

La miramos sin inmutarnos, pero uno de nosotros delató algo, algo grande, porque después de un minuto de escrutar nuestras caras, Ellie cayó.

—Habéis roto.

Braden no le hizo caso.

—Els, deberías meterte en la ducha y arreglarte un poco. Te sentirás mejor.

—¿Por mí? —Ellie se levantó, con los ojos redondos—. Habéis roto por mí.

Intenté mirar a Braden, pero él estaba mirando solemnemente a Ellie. Como yo, él no había querido añadir más peso a sus hombros. Me volví hacia ella.

—No, Ellie. No es por ti. No tiene nada que ver contigo y ya está hecho. Estamos bien. No te preocupes por nosotros.

Su expresión se endureció, echando la barbilla hacia delante de forma testaruda.

—Pero está claro que no os habláis. ¿Qué ha pasado?

Braden suspiró.

—Ella no me quiere y yo creo que ella es una zorra fría que no es de fiar. Ahora vete a la ducha.

Como no me estaba mirando a mí, no me molesté en enmascarar el dolor que sentí por sus palabras. Zorra fría que no es de fiar. No es de fiar. Fría. Zorra. Fría. Zorra. Zorra. ZORRA.

También olvidé que Ellie podía verme y sus ojos se oscurecieron de compasión.

—Braden —susurró, con un suave reproche en la palabra.

—A la ducha. Ahora.

Ellie centró su atención en mí, preocupada. No podía creer que ella estuviera preocupada por mí en un momento como ese.

—A la ducha. Ellie.

—Eres peor que mis padres —murmuró sin humor, pero decidiendo que prefería no tener que enfrentarse con dos de las personas más tenaces que conocía, salió de la cocina dejándonos solos en un silencio grueso y espantoso.

Finalmente habló Braden.

—Has dejado parte de tu mierda en mi casa. Lo tiraré esta semana.

Él también tenía cosas en mi habitación.

—Recogeré tus cosas.

Debe señalarse que en este punto estábamos apoyados en puntos opuestos de la encimera de la cocina, hablando a la pared de delante de nosotros, sin mirarnos.

Braden se aclaró la garganta.

—¿Has vuelto por ella?

¿Había esperanza en su voz?

—Bueno, a veces las zorras frías indignas de confianza mantienen su palabra —respondí con rigidez, dando un sorbo a mi zumo.

Braden gruñó y dejó su taza con fuerza en la encimera.

—Ella no necesita tu caridad ni tu puta culpa.

Joder.

Mierda, mierda, mierda.

Claramente Braden había aprovechado la noche para dejar que su rabia hirviera y se derramara. Me abracé a mí misma, tratando de comprender y de no hacerle más daño del que ya le había hecho.

—Ella no tiene mi caridad ni mi culpa.

—Oh, entonces tenía razón anoche. —Braden asintió—. A mí no me quieres, pero a ella sí.

—Braden… —Me atraganté.

Esperaba que él fuera como siempre. Braden era estoico, intimidante, inamovible y sereno. No era vulnerable ni amargo, y nunca se enfadaba. Básicamente, se estaba comportando como un capullo en un momento muy inapropiado. Aunque yo lo había dejado horas después de que se enterara de que su hermana pequeña podría tener cáncer, así que, ¿quién era más capullo?

—Tú tampoco me quieres, Braden.

Sus ojos destellaron al oírlo antes de posarse en mi cuerpo y volver a subir en un frío examen que me causó temblores horribles. Su mirada volvió a la mía y era pálida como el hielo.

—Tienes razón. No te quiero. Solo estoy cabreado por tener que buscar un nuevo acuerdo, sobre todo cuando el último no era nada malo en la cama.

Diría que era bastante buena actriz, pero si seguía con su asalto verbal iba a derrumbarme por el dolor. Me volví con rapidez para que no viera el efecto de sus palabras en mí.

—Esperaba que todavía seríamos amigos, pero claramente tú no quieres eso. Así que ¿podemos estar de acuerdo en no hablarnos a menos que tengamos que hacerlo por el bien de Ellie?

—Si fuera por mí, por el bien de Ellie, te echaría de una patada en el culo y te diría que no volvieras a oscurecer nuestro umbral. Pero Ellie no necesita eso ahora mismo.

El asombro me obligó a levantar la cabeza y lo miré con incredulidad.

—¿Estás de broma?

Cruzó sus brazos poderosos sobre el pecho y negó con la cabeza.

—No. No puedo confiar en ti. Estás jodida. No creo que Ellie necesite eso.

—Anoche me querías aquí por Ellie.

—He tenido tiempo para pensarlo. Si pudiera, me desembarazaría de ti. Pero eso solo causaría más dolor a Ellie. Ella no necesita eso ahora mismo.

—¿Podrías hacer eso? —Estaba casi sin aliento—. Echarme sin más de tu vida.

—¿Por qué no? Tú me hiciste eso anoche.

—No. Yo rompí contigo. Yo no te eché de mi vida. —Lo fulminé con la mirada—. Pero si hubiera sabido lo poco que significaba en realidad para ti, probablemente debería haberlo hecho.

—Oh. —Braden asintió—. Es verdad. Tú no me quieres, pero te preocupas por mí. —Se encogió de hombros—. Bueno, pues tú me importas una mierda.

Apreté la mandíbula esforzándome por contener las lágrimas.

—De hecho, anoche me follé a otra.

¿Alguna vez te han pegado un tiro de escopeta en el estómago? ¿No? A mí tampoco. Pero tengo la impresión de que lo que sentí cuando Braden dijo eso sería similar a un tiro de escopeta. Y la verdad, ni siquiera la mejor actriz del mundo podía ocultar esa clase de dolor.

Me encogí físicamente con sus palabras, mi cuerpo se echó atrás y casi cedieron mis rodillas. Tenía los ojos como platos y la boca abierta por el horror. Y entonces ocurrió lo peor. Empecé a llorar.

A través de mis lágrimas vi que los labios de Braden se apretaban y dio dos pasos hacia mí, con todo su cuerpo crispándose.

—Joder, lo sabía —dijo entre dientes, todavía viniendo hacia mí.

—¡No me toques! —grité, incapaz de soportar la idea de tenerlo cerca ahora.

—¿Que no te toque? —rugió con los ojos destellando con violencia—. ¡Voy a matarte!

—¿A mí?

Me volví, cogí un plato del escurridor y se lo lancé a la cabeza. Él se agachó y el plato se estrelló contra la pared.

—Yo no soy la que se folla a otro dos segundos después de romper.

Busqué un vaso para lanzar, pero ya tenía a Braden encima, con las manos fuertes sujetándome las muñecas en el costado, con su cuerpo sobre el mío contra la encimera. Me debatí con ferocidad, pero él era demasiado fuerte.

—¡Suéltame! —Sollocé—. Suéltame. Te odio. Te odio.

—Chis, chis, Jocelyn —me aplacó, inclinando la cabeza a mi cuello—. Chis, no digas eso —rogó contra mi piel—. No digas eso. No quería decirlo. Es mentira. Estaba enfadado. Soy un idiota. Mentí. Estuve toda la noche con Elodie. Puedes llamarla y preguntarle, pero ella te dirá la verdad. Sabe que nunca te haría lo que me hicieron a mí.

Sus palabras penetraron mi histeria y dejé de luchar. Y empecé a temblar.

—¿Qué?

Braden se echó atrás para mirarme con un par de ojos azul claro y muy sinceros.

—Mentí. No estuve con nadie. No ha habido nadie más desde que empezamos a estar juntos.

Tenía la nariz tapada de tanto llorar, así que soné como una niña de cinco años cuando murmuré.

—No lo entiendo.

—Nena —rugió su voz, con la ternura recuperada, aunque todavía podía ver el enfado en sus ojos—. Estaba cabreado anoche cuando rompiste conmigo, así que solo me fui caminando. Fui a casa de Elodie porque sabía que estaría despierta preocupada por Ellie y quería ver si estaba bien. Supo que me pasaba algo en cuanto me vio entrar. Le conté lo que había ocurrido y me contó lo que te dijo en la boda, y también me contó que, al decírtelo, pusiste cara de que te hubieran abofeteado. Y después de eso, cuando estábamos bailando, se dio cuenta de que se equivocaba contigo. —Me soltó las muñecas para deslizar sus manos en mi pelo, inclinándome la cabeza hacia atrás para que no pudiera apartar la mirada—. Pasé la última noche repasando una y otra vez los seis meses en mi cabeza y sé que me estás mintiendo. Sé que me quieres, Jocelyn, porque no es posible que esté tan enamorado de ti y que tú no te sientas de la misma manera. Eso no es posible.

Con el corazón latiendo, el miedo aferrado a mi garganta, traté de tragarlo.

—Entonces ¿qué demonios ha pasado esta mañana?

Me apretó la nuca e inclinó la cabeza cerca de la mía, con sus ojos definitivamente oscuros de rabia.

—No eres poco de fiar, no eres fría y no eres una zorra. Tienes… problemas. Eso lo entiendo. Todos tenemos nuestras cosas. Pero en cuanto me di cuenta de que me estabas mintiendo empecé a comprender por qué. Crees que nunca te delataste conmigo. Crees que tienes tiempo de dar marcha atrás y simular que no ocurrió nada entre nosotros, porque de esa forma si alguna vez me pasa algo a mí, podrás decir que no te importa y no sentir el dolor.

Oh, Dios mío, ahora era un puto vidente.

—También eres bastante buena simulando que no sientes nada. Pensaba que si lograba hacerte daño esta mañana, podría tener la prueba que necesitaba de que estabas mintiendo.

Lo paralicé con una expresión que decía que quería arrancarle las pelotas.

—¿Por eso me contaste que te habías acostado con otra?

Él asintió con suavidad y plantó un beso de disculpa en mis labios.

—Lo siento, nena. Lo hice para conseguir la verdad… pero si soy sincero lo hice para hacerte daño como tú me lo hiciste anoche. —Sus ojos se llenaron de remordimiento—. Lo siento de verdad. No quiero volver a poner esa expresión en tu cara otra vez, ni hacerte llorar otra vez, lo juro. Pero la verdad es que lloraste. Lloraste porque la idea de que hiciera eso te destrozaba. Tú me amas.

Traté de ordenar mis ideas, pese a que el pánico iba esparciéndolas. Había mucho que afrontar, demasiado que discutir y todo tendría que ocurrir después, porque Ellie nos necesitaba.

—Uno: ha sido la cosa más cerda que se puede hacer en el mundo. Dos: no podemos ocuparnos de esto ahora mismo.

—No vamos a salir de esta cocina hasta que reconozcas que me quieres.

—Braden, lo digo en serio. —Lo empujé con severidad y él me soltó, aunque no retrocedió—. No voy a volver contigo. No voy a cambiar de idea.

Levantó la mirada como si quisiera mirar al cielo y yo observé que luchaba con su paciencia. Finalmente volvió a mirarme y vi que el músculo de su mandíbula se tensaba.

—¿Por qué no? —soltó.

No iba a explicárselo. Braden encontraría una manera de darle la vuelta y yo solo… no.

—Porque no. Ahora, tenemos un día muy largo por delante y posiblemente unos meses aún más largos, así que dejémoslo estar.

—Vale. —Braden levantó las manos y retrocedió.

Estaba a punto de suspirar con una pequeña dosis de alivio cuando él habló otra vez.

—Por ahora.

Oh, demonios.

—¿Qué?

Me sonrió, y era una sonrisa infantil que pretendía ser perversa, pero estaba demasiado cansado para conseguirlo.

—Te quiero. Eres mía. Mataré a cualquier cabrón que intente arrebatarte. Así que esto es lo que vamos a hacer. Primero va Ellie, pero mientras estemos cuidándola tú puedes ser todo lo cabezota que quieras y simular que hemos roto. Incluso te dejaré. Pero también voy a estar aquí, cada día, mostrándote lo que te estás perdiendo.

Todavía tenía las mejillas húmedas, los ojos hinchados, y sabía que tendría un aspecto horrible, pero justo en ese momento no me importaba. Parte de mí estaba sobrecogida de asombro. La otra mitad de mí estaba muerta de miedo. Y aferrándose a ambas correas estaba mi persistencia cabezota.

—¿Estás loco? No voy a cambiar de opinión.

—Sí, lo harás. —Braden suspiró—. Vamos a necesitarnos el uno al otro en esto. Todos nosotros. Pero si no puedes hacer eso, entonces voy a jugar duro. Haré lo que haga falta. Algunas cosas te frustrarán, otras cosas te excitarán y con un poco de suerte algunas te cabrearán.

—Estás loco.

—No. —Nos volvimos al ver a Ellie en el umbral de la cocina, con su bata, luciendo una sonrisa pequeña, exhausta pero decidida—. Está luchando por lo que quiere.

—No es el único. —Oí la voz de Adam cuando la puerta de la calle se abrió y se cerró y Ellie se volvió en el umbral para mirar al pasillo.

Esperamos a que las pisadas se acercaran y entonces estaba justo al lado de ella.

Joder, tenía un aspecto horrible. Nunca había visto a Adam sin afeitar antes, y llevaba una camiseta vieja y gastada, una parka y vaqueros que habían conocido mejores días. Tenía unas ojeras que rivalizaban con las de Braden y la desesperación grabada en cada molécula de su expresión.

Adam tomó la mano de Ellie y se la llevó a sus labios, cerrando los ojos al apretar su boca en la piel de mi amiga. Cuando los abrió vi lágrimas brillando allí y sentí que se me cerraba la garganta. Observé que Ellie se quedaba sin respiración cuando Adam tiró de su mano para atraerla a la cocina con él para afrontar a Braden. De repente, Adam parecía un poco mareado.

—Tengo que decirte algo.

Braden cruzó los brazos sobre el pecho, torciendo el gesto al ver a los dos juntos.

—Adelante.

Adam cerró los ojos un instante y cuando los abrió vi la determinación que admiraba en la cara de su amigo apisonadora.

—Eres como un hermano y nunca haría nada para hacerte daño. Y sé que no he sido lo que un hermano consideraría buen material para su hermanita, pero quiero a Ellie, Braden. Desde hace tiempo y no puedo estar sin ella. Ya he desperdiciado demasiado tiempo.

Ellie y yo contuvimos la respiración cuando los dos mejores amigos se encaraban.

Los ojos de Braden viajaron a los de Ellie, sin que su expresión delatara nada. Dios, podía ser un cabrón intimidante cuando quería.

—¿Tú le quieres?

Adam miró a Ellie y ella le apretó el brazo. Con una pequeña sonrisa se volvió hacia su hermano.

—Sí.

Braden se encogió de hombros y se acercó a la tetera para encenderla.

—Ya era hora. Me estabais dando dolor de cabeza.

Me quedé tan boquiabierta como Adam y Ellie. Ni una sola vez en todo el tiempo que llevábamos saliendo Braden había dado a entender que sabía lo que estaba pasando entre Adam y Ellie. Cabrón taimado.

—Eres un incordio sabelotodo —anuncié con sarcasmo, pasando a su lado con brusquedad. Me paré un momento ante Ellie y Adam para decir—: Me alegro por vosotros.

Y enseguida me precipité por el pasillo al cuarto de baño para alejarme de Braden, ese gruñón perceptivo e inflexible.

Oí la risa suave y rasposa de Braden, su voz deliciosa haciendo eco en mi cabeza cuando replicó.

—La verdad es que me quiere.