23
Ellie no quiso montar un número con la cita en el hospital: había decidido que solo Elodie y Clark la acompañaran a ver al neurólogo. Yo estaba un poco sorprendida por el hecho de que la consulta fuera en domingo, pero Braden había intervenido y había usado su encanto —más bien había gruñido y tirado de algunos hilos, porque conocía a alguien en el consejo de dirección del hospital— para conseguir que el neurólogo viera a Ellie lo antes posible.
Elodie y Clark habían pasado a recogerla una hora antes y nos habían dejado a Hannah y Declan. Braden y Adam se quedaron. Estábamos los cinco sentados mirando el reloj, mirando nuestros teléfonos. Me levanté a hacer pipí. Braden preparó un poco más de café. Adam no se movió en ningún momento.
Dos horas después, Hannah estaba encajada en mi costado, Braden miraba a Declan —que se había dormido en el otro sillón— y Adam tenía los ojos cerrados tan fuerte en expresión de preocupación que Hannah se dio cuenta y le apretó la mano. Adam le lanzó una sonrisa de gratitud y yo le besé el pelo suave, con el corazón dolorido, porque era tan encantadora como la que nos preocupaba a todos.
Se abrió la puerta de la calle.
Todos nos levantamos de un salto. Bueno, Declan no. Se levantó atontado y casi se cayó.
Elodie entró en la sala primero, pero no logré calibrar su expresión. Miré detrás de ella para ver a Clark con su brazo en torno al hombro de Ellie, y juré por Dios que tenía que contener las lágrimas.
—¿Qué ha pasado? —Adam avanzó hacia ella y Clark soltó inmediatamente a Ellie.
Ellie se hundió en el costado de Adam y sonrió temblorosamente.
—Vamos a sentarnos. Me explicaré.
—Prepararé un poco de té. —Elodie asintió con la cabeza y salió de la sala en la que estábamos todos sentados con el trasero en el borde del asiento.
Ellie suspiró profundamente.
—La buena noticia es que mi tumor es en realidad un pequeño quiste con dos pequeños tumores dentro. Está en la superficie del lado superior derecho de mi cerebro, así que pueden extirparlo todo. El doctor Dunham cree que lo más probable es que los tumores sean benignos. Cree que llevan mucho tiempo allí y que lentamente se han hecho más grandes y hay que extirparlos por razones obvias. Tengo programada cirugía para dentro de dos semanas, y harán una biopsia del tumor. —Ellie sonrió, con los labios temblando un poco—. Estoy un poco asustada por la cirugía, pero el doctor Dunham estaba muy seguro y ha dicho que el riesgo en esta clase de cirugía es de alrededor de un dos por ciento y que la posibilidad de que el tumor sea canceroso es realmente muy pequeña.
Todos soltamos aire al mismo tiempo y el alivio nos arrolló como una enorme ola que casi nos tiró de las sillas. Braden corrió hacia Ellie antes de que nadie más pudiera hacerlo y la abrazó hasta que su hermana le dijo que no podía respirar, y mientras tanto Clark tranquilizó a Declan, que todavía estaba un poco somnoliento, diciéndole que Ellie, casi con toda probabilidad, iba a ponerse bien. Braden finalmente dejó a Ellie en el suelo con un sonoro beso en la frente, y antes de que pudiera recuperar el aliento tenía a Adam encima besándola en la boca delante de todos. Un beso de verdad. Valiente.
—Bueno, ya era hora —dijo Clark con un suspiro.
Ellie se rio en la boca de Adam al oírlo. Obviamente, se estaba dando cuenta de que yo había tenido razón desde el principio. Ella y Adam habían sido cualquier cosa menos sutiles durante los últimos meses.
—¿Cuál es la gracia? —preguntó Elodie, volviendo a entrar en la sala.
Aproveché la oportunidad para atraer a Ellie a mis brazos.
—Las peores veinticuatro horas en mucho tiempo, amiga.
Se echó atrás para mirarme.
—Siento haberte hecho pasar por esto.
Suspiré profundamente y a continuación miré al té y el café que Elodie había traído a la sala. Le lancé una mirada de disculpa al tiempo que decía:
—Creo que no es lo bastante fuerte.
Elodie levantó un ceja.
—¿Tienes algo más fuerte en la casa?
—La verdad es que no. —Miré a Ellie—. Pero aquí al lado hay un pub y todavía no hemos ido. A lo mejor es un buen momento. Creo que cabe la posibilidad de que haya algo más fuerte.
—A mí me parece bien.
—Y a mí —convino Clark.
—Tenemos a los niños —se quejó Elodie.
Cogí mi bolso que estaba en la mesa de café.
—Les dejan estar en un pub si van acompañados de un adulto. Pueden tomarse una Coca-Cola.
Elodie no parecía demasiado convencida.
Sonreí de manera tranquilizadora.
—Es solo una copa. Una copa de celebración.
—Clark puede tomar una copa. Yo conduciré. —Elodie cedió y cogimos nuestras cosas para marcharnos.
Elodie y Clark sacaron primero a los niños. Adam le había pasado el brazo por la cintura a Ellie, que se había pegado a él con aspecto asombrosamente feliz para ser alguien que tenía que someterse a cirugía mayor en unas pocas semanas. Aunque claro, durante veinticuatro horas habíamos estado convencidos de que tenía cáncer solo para descubrir que probablemente no lo tenía… y por supuesto finalmente tenía a Adam justo donde lo quería.
Eso nos dejó a mí y a Braden en último lugar, y tuve el primer anticipo de lo que había querido decir antes. Sus dedos rozaron la parte baja de mi espalda para sacarme de la casa y lo hizo de forma tan deliberada que no tenía gracia.
Él sabía lo sensible que era yo en esa parte.
Traté de contener el temblor al volverme para cerrar el apartamento, pero Braden se interpuso en mi camino y colisioné con él.
—Lo siento. —Se rio, moviéndose lentamente de manera que mis tetas rozaron su pecho.
Sentí que se me endurecían los pezones y me estremecí por el calor que pulsaba entre mis piernas. Mi mirada fue mordaz.
—Por supuesto.
Braden se rio con delicadeza cuando yo me agaché para cerrar la puerta y entonces sentí que su sombra caía sobre mí. Levanté la mirada por la derecha y vi su mano apoyada en la puerta junto a mi cabeza. Me retorcí para mirarlo solo para descubrir que se había ovillado en torno a mí.
—¿Te echo una mano?
Entrecerré los ojos hasta convertirlos en ranuras.
—Atrás antes de que convierta tus pelotas en un llavero.
Me di cuenta de que se esforzó mucho por no reír. Por desgracia, no lo suficiente.
—Nena, tienes que saber que cuando dices esas cosas haces que te quiera más todavía.
—Pareces un villano acechador malísimo ahora mismo.
—No me importa lo que parezca mientras funcione.
—No está funcionando.
—Unos días más y lo hará. —Me plantó un beso rápido en la mejilla y se alejó abruptamente antes de que pudiera matarlo.
—Vamos, chicos —nos llamó Ellie desde más adelante, ya en la acera. Elodie, Clark y los chicos ya debían estar dentro—. ¿Por qué tardáis tanto?
—Jocelyn me estaba suplicando sexo, pero le he dicho que era un momento muy inapropiado —respondió Braden en voz alta, causando que los transeúntes se rieran.
Furiosa con él por infinidad de razones, me apresuré a unirme a ellos desde la entrada de casa.
—No te preocupes, cariño —respondí en voz igual de alta—. Tengo un juguete que lo hace mejor. —Dicho eso, entré en el pub, donde no podía acosarme delante de los niños.
Y aunque era una actitud inmadura —y sí, altamente inapropiada considerando la razón por la que íbamos a tomar una copa—, no pude evitar sentir la satisfacción de haber dicho la última palabra por una vez.
***
Lo reconozco. Era una arpía cobarde.
No me reuní con Rhian y James el lunes como había prometido. Le envié un mensaje de correo electrónico a Rhian explicando la situación de Ellie y argumentando que no quería dejarla sola en ese momento. Si Rhian pensó que era raro que no pudiera tomarme dos horas libres para verla, no lo dijo. Si pensaba que era raro que le mandara un mensaje en lugar de llamarla, tampoco lo dijo.
Lo cierto es que apenas vi a Ellie en los días siguientes, porque Adam prácticamente se había mudado a su habitación y los dos solo salían a comer algo y hacer pausas en el cuarto de baño.
No quería ver a Rhian y James. Esa era la verdad.
¿Y por qué?
Porque no hacía tanto tiempo que le había soltado a Rhian una perorata para que no huyera de James por miedo a lo que el futuro podía depararles, y yo no estaba de humor para un sermón de Rhian por haber roto con Braden y por ser una hipócrita total.
Mi historia con Braden era completamente diferente. Lo era.
De verdad.
Vale.
Solo estaba asustada. No. Aterrorizada. Y tenía todo el derecho a estarlo. Bastaba con ver la forma en que había reaccionado a la situación de Ellie para saber que Braden estaba listo para una vida dura y neurótica conmigo. Además, mi vida había sido mucho más calmada sin su presencia. Yo rara vez me preocupaba por nada, mis emociones eran muy estables. Tenía, si no paz, al menos tranquilidad. Estar con Braden era tumultuoso y, la verdad es que si pensaba en ello, agotador. Si quitabas el sexo asombroso, lo único que quedaba era un puñado de emociones desagradables. Preocupación de que se hartara de mí y dejara de gustarle. Celos. Nunca había sido una novia celosa antes de conocer a Braden, pero ahora afilaba las uñas cada vez que veía a una mujer coqueteando con él. Miedo por él. Como si no tuviera suficiente con preocuparme por mí misma, ahora me importaba si él era feliz o estaba sano. Y me importaba mucho. Eso simplemente no era guay.
Me gustaba la Joss pre-Braden.
Tenía agallas y era fría e independiente.
La Joss post-Braden era una estúpida sentimentaloide.
No ayudaba que Braden se mantuviera fiel a su palabra. Aparecía en el apartamento a la menor oportunidad, y aunque le decía que Ellie estaba en otra cosa seguía viniendo.
***
—Estaba lavando los platos y el cabrón taimado me vino por detrás y me abrazó por la cintura. Y me besó. Justo aquí. —Me señalé el cuello, enfadada—. ¿No podría hacer que lo internaran o algo?
La doctora Pritchard resopló.
—¿Por quererte?
Me eché atrás, negando con la cabeza en expresión de asco.
—Doctora Pritchard —la amonesté con suavidad—. ¿De qué lado está?
—Del de Braden.
***
El miércoles por la noche, dos días después de Navidad, yo estaba supliendo a un colega en el bar. Faltaban dos días para la cirugía de Ellie.
Había pasado una semana agotadora esquivando a Braden y, cada vez que Ellie salía de su habitación, trataba de calmarla respecto a la cirugía. Esquivar a Braden no era tan fácil. Aunque Darren, su gerente en Fire, había tenido que dejarlo porque su mujer estaba embarazada y le había pedido que tuviera un horario normal de nueve a cinco (Braden le consiguió un trabajo de gerente en un hotel de la ciudad propiedad de un amigo y eso significaba formar a otra persona), Braden todavía encontraba tiempo para pasarse a incordiarme. Estuvo el incidente del fregadero (al cual podría haber reaccionado en exceso porque me evocó un recuerdo que tenía de mis padres), el incidente de entrar cuando me estaba duchando para preguntarme dónde estaba el mando a distancia de la tele, el incidente de ponerse a comer en la cocina sin camisa (dijo que accidentalmente le había salpicado café y la había puesto en la lavadora-secadora) y los numerosos, muy numerosos incidentes de mirarme sin ninguna razón. Juro por Dios que me estaba desquiciando. Había estado a punto de ceder cuando empezó a retroceder un poco.
Por supuesto, no habría cedido de todos modos.
Porque veía la imagen más amplia.
Braden había empezado el proceso de enfriamiento unos días antes de Navidad, y mostró una conducta todavía mejor cuando tuvimos la cena de Navidad con la familia de Ellie. El único momento incómodo llegó cuando intercambiamos regalos. Los dos habíamos comprado los regalos tiempo atrás y estos eran más significativos que lo que dos simples amigos se regalarían. Braden me había conseguido un ejemplar firmado de mi libro favorito de mi autor favorito. Cómo lo consiguió, no lo sé. Oh y ¿he mencionado la alucinante pulsera de diamantes? Ajá. Yo le conseguí una primera edición de su libro favorito de Hemingway, Fiesta. Era el regalo más elaborado que había comprado nunca, pero mereció la pena ver la forma en que sonrió al abrirlo.
Joder.
Mierda, mierda, mierda.
A lo mejor esperaba que él subiera la apuesta después de eso, pero Braden hizo justo lo contrario y simplemente… desapareció.
Me pregunté si no sería una nueva táctica.
Así que me puse alerta al ver que no aparecía con Ellie y Adam el miércoles cuando yo estaba en mi turno de suplencia. Braden los había arrastrado al bar la semana anterior cuando yo había hecho turnos extras después de que Ellie me pidiera que saliera del apartamento —creo que yo estaba como un león enjaulado— y él se había sentado en el sofá de enfrente de la barra, en mi línea de visión directa, dividiendo su tiempo entre observarme y coquetear con chicas guapas. Supongo que esa era la parte de cabrearme de su promesa.
Así que me sorprendió que no estuviera allí el miércoles.
Ellie todavía estaba despierta cuando volví del trabajo. Salió de su habitación y cerró la puerta suavemente tras de sí.
—Adam está durmiendo —susurró, siguiéndome a la sala de estar.
Le sonreí por encima del hombro.
—No me extraña. Debes de tenerlo agotadito.
Ellie puso los ojos en blanco y se derrumbó en el sofá a mi lado.
—No hay para tanto. Bueno… más o menos. —Se ruborizó con los ojos brillantes de felicidad—. Sobre todo hablamos mucho. Solucionamos cosas. Todos esos malentendidos. Aparentemente, lleva tiempo enamorado de mí.
—Oh, no me digas.
—Qué graciosa.
—Hablando de graciosos, Braden no ha aparecido esta noche en el bar.
Su hermana me miró con cautela.
—Su nueva gerente necesitaba ayuda esta noche. ¿Te decepcionó que no estuviera ahí?
—No —respondí con rapidez. Probablemente demasiado deprisa. Maldición, echaba de menos a la Joss pre-Braden—. Solo noté una falta de ego en la sala y pensé: «Eh, ¿dónde está Braden?»
Ellie no rio. Me lanzó una mirada maternal de desaprobación.
—Braden tiene razón. Estás enamorada de él. Entonces ¿por qué lo haces sufrir? ¿Disfrutas viendo que te va detrás? ¿Es eso?
Levanté la ceja.
—¿El tumor se te ha cargado el sarcasmo?
Puso mala cara.
—¿Demasiado pronto para bromas sobre el tumor?
Entornó los ojos.
—¿Nunca será momento para bromas sobre el tumor?
—Nunca, Joss. Nunca.
Me estremecí.
—Lo siento. Ha sido cruel.
—No. Cruel es usar mi tumor como herramienta para cambiar de tema. Te quiero mucho, Joss, pero también quiero a mi hermano. ¿Por qué le estás haciendo esto?
—No le estoy haciendo esto a él. Estoy haciendo esto por él. —Me volví hacia ella, con mis ojos sinceros mientras trataba de hacérselo comprender—. No manejo muy bien las malas noticias. No estoy orgullosa de ello, pero es verdad. Mira cómo reaccioné contigo cuando me necesitaste.
—Pero volviste —argumentó—. Estabas en estado de shock, pero has estado aquí cada segundo desde entonces.
—Braden me convenció —confesé—. Tuvo que hacerme recobrar un poco de sensatez. Y cuando lo hizo me di cuenta de que no podía protegerme de que ocurrieran desgracias a la gente que me rodeaba. Y aparentemente, las desgracias me persiguen, así que es probable que vuelva a ocurrir alguna otra vez. Cuando ocurra, no puedo garantizar que no saldré corriendo, y simplemente no puedo hacerle eso a Braden. Su vida sería inestable conmigo y después de que esa esposa zorra suya le hiciera vivir un infierno, se merece alguien que pueda darle paz.
—Joss, estás hablando como si fueras un caso de psiquiátrico. No lo eres. Tu único problema es que no quieres a afrontar lo que le ocurrió a tu familia ni empezar a enfrentarte a eso.
Eché la cabeza atrás contra el sofá.
—Suenas como la doctora Pritchard.
—¿Quién?
—Mi terapeuta.
—¿Estás viendo a una terapeuta? ¿Cómo es que no lo sabía? —Me puso una mano en el brazo.
—Eh… —Hice un gesto de dolor y me aparté de ella.
—De esto estoy hablando. —Ellie estaba enfadada; sus ojos destellaban igual que los de Braden cuando estaba cabreado—. Soy tu mejor amiga y no me dices que estás viendo a una terapeuta. ¿Lo sabe Braden?
—Sí —respondí como una adolescente enfurruñada.
—Bueno, algo es algo. —Negó con la cabeza en señal de incredulidad—. Has de empezar a afrontar lo de tu familia, Joss. Creo que si lo haces, todo lo demás empezara a parecerte menos abrumador. Y te darás cuenta de que puedes ir paso a paso con Braden. No tienes que protegerlo de estar contigo. Es un gran chico, y claramente sabe mucho más de ti que yo, y milagro de milagros todavía quiere estar contigo.
—Muy graciosa. De verdad, suenas como la doctora Pritchard.
—Con toda la seriedad, Joss. Creo que necesitas dejar de jugar.
—No estoy jugando. —La estudié cuidadosamente, captando algo en su expresión—. ¿Qué? ¿Qué es eso? ¿Qué sabes?
Ella tardó un minuto, casi como si no estuviera segura de decir lo que tenía en la cabeza. De repente, tuve una espantosa sensación en la boca del estómago.
—Adam y yo hemos ido a comer hoy.
—Lo sé. Estaba aquí, mirando un manuscrito que no he tocado en días.
—Bueno. —Ellie rehuía mi mirada—. Nos hemos encontrado a Braden en la comida y él estaba con la nueva gerente de Fire.
—¿Y?
Sus ojos destellaron en mí y yo tensé la preocupación en ellos.
—La nueva gerente es Isla. Isla es una rubia impresionante de casi metro ochenta que además es lista y divertida.
Creo que mi corazón se desplomó en mi estómago.
—Joss, parecía que estaban bien juntos. —Negó con la cabeza—. No quería creerlo, pero estaban coqueteando y Braden era… muy atento. Parecían… a gusto.
Los celos son una cosa horrible. El dolor que producen consume casi tanto como un desengaño, y lo sabía porque estaba sintiendo las dos cosas al mismo tiempo. Me sentía como si alguien me hubiera desgarrado el pecho con las manos desnudas, hubiera arrancado mi corazón y mis pulmones y los hubiera sustituido por un puñado de rocas y piedras. Miré el árbol de Navidad, con mi mente zumbando. Esa era la razón por la que no lo había visto últimamente.
—¿Joss? —Ellie me tocó el brazo.
La miré, decidida a no llorar. Le dediqué una sonrisa triste.
—Supongo que entonces siempre he tenido razón.
Ellie empezó a negar con la cabeza.
—No. Está bien. —Me levanté, necesitando estar sola—. Rompí con él porque merece encontrar a alguien decente y normal. Y ahora no tengo que sentirme culpable por eso, porque siempre había tenido razón. No me quería. No te vas con alguien nada más romper con el amor de tu vida, ¿no? Esto es bueno. —Me fui hacia la puerta de la sala y oí a Ellie levantándose de su silla.
—¡No! —dijo Ellie—. No es eso y no te lo he contado por eso. —Me siguió al pasillo pero yo no estaba escuchando, porque tenía mucha sangre agolpándose en mis oídos—. Joss, te lo he dicho para que dejes de hacer tonterías y vuelvas a estar con él. Escucha, podría…
Le cerré la puerta en las narices.
—Joss. —Golpeó la puerta.
—Buenas noches, Els.
—Mierda —oí que murmuraba, y luego sus pisadas perdiéndose.
Lo intenté. Lo intenté de verdad. Pero cuando me acurruqué en la cama, no pude contener las lágrimas.