19
Los siguientes meses fueron un destello de Braden. Después de la noche en Fire seguía bastante consternado respecto a toda la cuestión de Gavin. Hice lo posible para convencerlo de que el tipo merecía el puñetazo, y lo que es más importante, para que comprendiera que perder los nervios en ese momento no lo convertía en un mal tipo. Descubrí más cosas de Gavin a través de Adam. Aparentemente, todos habían sido amigos desde la escuela primaria, pero al hacerse mayores Gavin se había vuelto un poco capullo. Era taimado, en ocasiones cáustico, horrible con las mujeres, un buscapleitos lo llamó Adam, y un mentiroso. Braden había tenido esa sensación terca de lealtad con él porque habían sido amigos mucho tiempo. Eso fue hasta que el tipo se tiró a su mujer. A fuerza de reiterar todas estas cosas a Braden, creo que al final lo convencí, y unas pocas semanas después observé que ese estado de ensimismamiento desaparecía gradualmente.
Por supuesto, me di de baja del gimnasio y Braden me convenció para que me apuntara al suyo, donde descubrí que parte de la razón de esos hombros anchos y sexys y caderas estrechas era que nadaba después de cada sesión de entrenamiento. De alguna manera, las más de las veces, terminaba entrenando con él y también nadando. De hecho, en cierto modo cada uno invadió la vida del otro casi por completo. Nos turnamos quedándonos en el apartamento del otro en días laborables siempre que podíamos; ambos nos contentábamos con ver la televisión o escuchar música, pero también lo pasamos bien yendo a restaurantes o al cine o tomando unas copas con amigos. Al menos dos veces al mes tuvimos alguna clase de evento relacionado con el trabajo de Braden. Yo terminé citada en un artículo del periódico local como la acompañante habitual de Braden y última «mujer». Traté de que no me influyera.
Braden intentaba pasarse por el Club 39 los viernes y sábados, y eso significaba que Ellie y Adam y quien más estuviera con ellos esa noche, también aparecían. Braden me contó que le gustaba verme trabajar, que le parecía sexy, pero Ellie dictaminó que estaba marcando su territorio delante de mis colegas y clientes.
Lo único que sabía era que estaba conmigo todo lo que podía y eso significaba pasarse mucho por mi trabajo. Y no me molestaba.
De hecho, lo echaba de menos cuando no estaba. Nuestro acuerdo no había resultado en modo alguno como yo había esperado, el acuerdo en realidad más o menos se derrumbó. Y en algún momento del proceso, dejé de preocuparme siempre y cuando significara que podía estar con él sin preguntas atemorizantes sobre el futuro.
Estábamos en mi habitación, Braden estaba con los planos de Adam sobre un nuevo proyecto y estos se hallaban extendidos sobre mi cama. Yo estaba trabajando con mi máquina de escribir en el capítulo quince de la novela y satisfecha hasta el momento. Con toda sinceridad, estaba realmente excitada con lo que estaba ocurriendo. Los personajes se sentían más reales que nada que hubiera escrito antes, y sabía que era porque estaban basados en mis padres. Estaba mirando mis notas, tratando de entender si el diálogo que había escrito en esa escena era apropiado para mi protagonista. Cuanto más lo pensaba, menos fiel a ella me parecía, y quería cambiarlo sin cambiar lo que ella estaba intentando hacer. Estaba tan sumida en mis pensamientos que ni siquiera me di cuenta de que Braden me estaba observando, así que me sobresalté cuando habló, con el corazón alojado en mi garganta al oír sus palabras.
—La semana que viene es la boda de Jenna y Ed y el final de los términos de nuestro acuerdo.
Me quedé de piedra.
Ya lo sabía. Había estado temiendo que lo sacara a relucir.
***
—¿Por qué no has sacado tú el tema? —La doctora Pritchard tomó un sorbo de agua—. Los tres meses casi han terminado. ¿No crees que deberías discutirlo?
Incliné la cabeza a un lado.
—¿No cree que he recorrido un camino muy largo en cinco meses?
—Sin duda te has abierto, Jocelyn. Pero creo que todavía no te has enfrentado plenamente con el pasado de tu familia. Todavía no quieres hablar de ellos.
—Sé que opina eso. Pero lo que estoy diciendo es que hace cinco meses tenía una mejor amiga de la que no sabía nada y ella no sabía nada de mí. No me gustaba involucrarme muy a fondo en las vidas de otras personas, y estaba decidida a rodearme de conocidos ocasionales. —Sonreí con aliviada incredulidad—. Ellie y Braden cambiaron todo eso. Sobre todo Braden. Es… —Negué con la cabeza, todavía incapaz de creer que era verdad—. Es mi mejor amigo. Hace tres meses estaba decidida a no tener nada más que sexo con él y terminar con esto. Pero ahora forma parte de mí. Lo llevo más dentro de mí que nadie, y no tengo ni idea de qué esperar de eso o del futuro. En realidad no quiero pensar en ello. Sin embargo, sé que no estoy preparada para perder a mi mejor amigo otra vez.
—Tendrías que discutirlo con él, Joss. Necesita saberlo.
Puse ceño, con la ansiedad atenazándome al pensarlo.
—No. No voy a hacerlo. Si quiere que esto termine, entonces bien, pero si termina, será más fácil si al menos conozco la verdad.
La doctora Pritchard suspiró.
—¿Por qué? ¿Para poder enterrar esa verdad junto con todas las demás?
«Es un taladro».
—Es como un taladro.
Ella rio.
—Solo porque yo no entierro la verdad.
—¿Siempre ha de tener la última palabra?
***
Me volví lentamente hacia él.
—Sí, lo es.
Braden apartó el periódico de su regazo y me prestó toda su atención.
—¿Cómo te sientes con eso?
—¿Cómo te sientes tú con eso?
Entornó los ojos.
—Yo te he preguntado primero.
Suspiré, con hormiguitas de incertidumbre congregándose en mis tripas.
—¿Acaso tenemos cinco años?
—¿Tú crees?
Miré sus ojos tercos.
—Braden. —Ni siquiera quería que sonara como un ruego, pero sonó así.
Su expresión obstinada pareció reforzarse.
—Podría responder con facilidad, Jocelyn. Sabemos quién de los dos es más franco aquí. Pero no voy a hacerlo. Por una vez quiero saber cómo te sientes tú.
—¿Qué quiere decir por una vez? —solté—. Has sacado más de mí que la mayoría, tío.
Me lanzó una sonrisa rápida, chula y demasiado atractiva.
—Lo sé, nena. Esta noche quiero más.
No creo que se diera cuenta, pero justo entonces había hecho su primer movimiento. Quería más. Así que, con cierta seguridad, me encogí de hombros como si tal cosa y me volví a mi máquina de escribir.
—No me importa si rompemos el acuerdo.
Se quedó en silencio detrás de mí y yo esperé. Finalmente:
—¿Y si yo también propusiera que dejáramos de simular que somos follamigos?
Una sonrisa lenta se extendió en mis labios y me alegré de que no pudiera verla.
—Sí —respondí con una buena dosis de aburrimiento—. Puedo trabajar con eso.
¿He mencionado que Braden sabía moverse deprisa?
Los papeles salieron volando cuando él se abalanzó sobre la cama para cogerme por la cintura y arrancarme de la silla hasta el colchón. Asombrada, reí cuando él presionó su cuerpo contra el mío.
—¿Cuándo dejarás de manejarme como una muñeca de trapo?
Su sonrisa era impenitente.
—Nunca. Eres tan pequeña que la mitad de las veces lo hago sin darme cuenta.
—No soy pequeña —repliqué con indignación—. Mido uno sesenta y cinco. Hay gente más pequeña, créeme.
—Nena, te saco casi un palmo. Eres pequeña. —Inclinó la cabeza para frotar mis labios con los suyos—. Pero me gusta.
—¿Qué ha pasado con tu amor por las muñecas de piernas largas?
—Lo he cambiado por mi amor por tetas grandes, sexo genial y una boca sabia.
Me besó profundamente, con su lengua cosquilleando deliciosamente en la mía. Le eché los brazos al cuello y me hundí en el beso como siempre, pero por una vez mi mente no estaba solo en el beso…
De una manera indirecta… ¿había sido eso una declaración de amor?
Jadeé al pensarlo, pero por fortuna sincronicé ese jadeo con el instante en que Braden metió su mano por debajo de mis bragas, de manera que no se dio cuenta de que estaba perdiendo el control.
***
Me dije a mí misma que eso no era en modo alguno lo que él quería decir, y lo dejé estar, limitándome a disfrutar el día a día con él. Unos días más tarde estaba en la cocina, tomándome un descanso de la novela, cuando entró Ellie. Ese día estaba en casa, corrigiendo exámenes.
Me sonrió con picardía al deslizarse en la silla de enfrente de la mía.
Levanté una ceja con sospecha.
—¿Qué?
—Acabo de hablar por teléfono con mi hermano mayor.
—¿Y?
Ellie hizo una mueca.
—Me ha dicho que vais a ir a la boda juntos.
—¿Y?
—Joss. —Me lanzó una galletita de té y yo la esquivé—. ¿Cuándo pensabas decírmelo?
Bajé la mirada al proyectil que ya yacía en el suelo.
—¿Decirte qué exactamente?
—¿Que el acuerdo entre Braden y tú ha terminado? ¿Es verdad? ¿Ahora estáis saliendo?
¿Saliendo? Esa palabra era una etiqueta. Me negaba a que me etiquetaran.
—Nos estamos viendo.
Ellie chilló y se echó atrás.
—Oh, ¡es fantástico! ¡Lo sabía! ¡Lo sabía!
—Ojalá supiera lo que tú sabías —repliqué desconcertada y con los ojos muy abiertos.
—Oh, vamos. Sabía desde el principio que Braden estaba actuando de forma diferente contigo. —Suspiró con absoluta satisfacción—. La vida es buena. Sería mejor todavía con una taza de té.
—Has de rellenar la tetera.
Ella asintió y se acercó a hacerlo y al mirarla pensé en Adam.
—Adam tiene acompañante. ¿Tú vas a llevar a alguien?
Sus hombros se tensaron un poco cuando llevó la tetera al fregadero.
—Llevaré a Nicholas.
—Oh, eso será divertido —murmuré, pensando en el posible drama cuando Adam lo descubriera.
Un estruendo hizo que levantara la cabeza al tiempo que Ellie maldecía, con la cara tensa. Corrí y vi que se le había caído la tetera en el fregadero y se estaba agarrando el brazo derecho.
—¿Estás bien? —pregunté, confundida por lo que había ocurrido, pero ella tenía la cara pálida.
Ellie asintió con los labios apretados.
—Es solo un calambre en la mano de corregir todos esos trabajos.
—¿Se te ha caído la tetera? —No era la primera vez que trabajaba tanto que tenía un calambre en la mano—. Has de tomártelo con más calma y hacer más descansos. Trabajas demasiado. —Ellie parecía tan preocupada que sentí que el corazón me daba un vuelco—. Els, ¿estás bien?
Ella me ofreció una sonrisa temblorosa.
—Estresada.
—Échate una siesta. —Le froté el hombro de manera tranquilizadora—. Te sentirás mejor.
***
—Eh, bombón.
Di media vuelta y sonreí a Braden, que estaba allí plantado con un esmoquin negro contemporáneo, muy sexy. Él y Adam habían decidido olvidarse del kilt tradicional porque noviembre en Escocia era báltico, como ellos decían.
—Hola, guapo.
—¿Te he dicho lo mucho que me gusta este vestido? —Entró como si tal cosa, estirando las manos a mis caderas para acercarme—. Es un buen vestido.
Era de satén color amatista, resaltaba la figura y mostraba un poco de escote y un poco de pierna. Era un vestido que seducía y a Braden le encantaba que lo sedujeran. Le planté un beso familiar justo debajo del mentón, mi lugar favorito para besar.
—Será mejor que salgamos, no vayamos a llegar tarde. ¿Ellie todavía no está preparada?
—No. Y no puedo sentarme fuera solo con Nicholas. —Braden hizo una mueca.
Arrugué la nariz.
—El pobre es aburridísimo.
Braden gruñó y enterró la cabeza en mi cuello.
—Mi hermana necesita que le miren la cabeza —murmuró en mi piel y yo reí en silencio, acariciándole el pelo.
—Ellie estará bien.
Braden se retiró, de repente nervioso y gruñón.
—No es lo bastante bueno para ella.
Me encogí de hombros, recogiendo mi bolso y abrigo.
—Yo no soy lo bastante buena para ti, pero eso no te ha parado.
Me agarró la mano con fuerza, torciendo el gesto.
—¿Qué?
—¡Estoy lista!
Ellie entró en mi habitación con un vestido de diseño blanco estilo años cincuenta con un estampado amarillo claro, chocolate y cerceta. Llevaba una combinación de seda debajo y un abrigo de lana blanca que costaba más que toda mi indumentaria. Sonreí. Estaba preciosa.
—Joss, estás guapísima. El taxi está esperando.
Ella me cogió de la mano y nos arrastró a Braden y a mí al pasillo, donde el desafortunadamente monótono Nicholas nos estaba esperando.
Estaba contenta de no tener que responder por ese desliz locamente estúpido en la habitación.
***
La ceremonia de la boda y la recepción se celebraron en el Edinburgh Corn Exchange, una sede de eventos que albergaba cualquier cosa desde bodas a conciertos de rock. Era un edificio con columnas griegas, bastante antiguo, pero no era espectacularmente hermoso, ni tampoco sus alrededores. No obstante, la sala de ceremonias era bonita, y la recepción fue alucinante. Todo era blanco y plata con luces azul hielo. Era un mundo invernal maravilloso para una boda invernal.
Braden se había alejado para hablar con Adam, quien había pasado la mayor parte de la boda hasta el momento sin hacer caso de su guapa pareja y fulminando a Nicholas con la mirada. ¿Por qué estaba fulminando a Nicholas cuando Ellie había dejado al pobre chico librado a su suerte para mariposear en torno a todos como la mariposa social que era? No tenía ni idea. Pero si las miradas mataran…
Negué con la cabeza. Adam necesitaba una pista ya.
—Joss.
Levanté la cabeza del champán y me encontré a Elodie a mi lado. Ella y Clark estaban en la mesa contigua y yo miré más allá de la madre de Ellie para ver a Clark sumido en una profunda conversación con un tipo mayor al que no conocía. ¿A quién estaba engañando? Apenas conocía a nadie allí. Sonreí a Elodie, que estaba preciosa en color azul zafiro.
—Hola, ¿cómo estás?
Ella me ofreció una sonrisa de circunstancias y se sentó en una silla libre al lado de la mía. Para entonces, por supuesto, se había dado cuenta de que Braden y yo estábamos viéndonos, sobre todo porque él no era sutil al respecto y Declan lo había pillado besándome en la cocina una cena de domingo semanas atrás. El niño había dicho ¡puaj!, y había procedido a iluminar a toda la familia.
—Braden parece realmente feliz. —Elodie le sonrió a través de la sala.
Me fijé en una rubia guapa y muy alta que se había unido a él y a Adam, y traté de no entornar los ojos como un tigresa celosa.
—Creo que nunca lo había visto tan feliz —insistió Elodie.
Sentí un dolor caliente extendiéndose por mi pecho, pero no supe qué decir.
Ella me miró, con los ojos amables pero serios.
—Creo que eres una chica encantadora, Joss. De verdad. Pero también creo que eres increíblemente difícil de conocer. No sé por qué, pero siempre tienes la guardia alta, cariño. Es una muralla alta y casi impenetrable.
Sentí que me ponía lívida.
—Pienso en Braden como un hijo. Un hijo al que quiero mucho. Lo que le hizo Analise le rompió el corazón. No tendría que volver a pasar por eso. O algo peor. —Volvió a mirarlo a él y luego otra vez a mí—. Contigo creo que sería peor.
—Elodie… —Me fallaron las palabras.
—Si no te sientes con él como él se siente contigo, termínalo ahora, Joss. Por su bien. —Y dicho esto, se levantó, me dio unos golpecitos en el hombro de forma maternal y volvió a dirigirse al marido al que adoraba.
—Nena, ¿estás bien?
Levanté la mirada, con el corazón todavía martilleando en mi pecho, y descubrí a Braden de pie a mi lado. Sus cejas se juntaron en un gesto de preocupación. Asentí, todavía sin habla.
No parecía convencido.
—Vamos. —Me tomó de la mano y me levantó—. Ven a bailar conmigo.
Estaba sonando Non Believer de La Rocca. Era una de mis favoritas.
—¿Tú bailas?
—Esta noche sí. —Dejé que me condujera a la pista de baile y me sepulté en él cuando él me acercó a su cuerpo—. El corazón te va acelerado. ¿Elodie te ha dicho algo?
Solo la verdad. Ella tenía razón. Debería marcharme. Lo respiré a fondo, incapaz de imaginar un momento sin él en mi vida.
Y entonces fui egoísta. Me acurruqué más cerca de él. No podía alejarme. Pero ¿y si le hacía daño? Oh, Dios, la idea de hacerle daño me desgarró. Me desgarró de manera tan total que supe que me preocupaba más por él que por mí.
Estaba profundamente pillada.
Sentí que se me aceleraba la respiración. Braden, captando el cambio en mí, me apretó más contra su cuerpo y murmuró.
—Respira, nena. —En mi oído.
No iba a tener un ataque de pánico, pero no dije nada, disfrutando de la calma mientras él me acariciaba la espalda de forma tranquilizadora.
—¿Qué te ha dicho? —Su tono era duro. Estaba enfadado con Elodie.
Negué con la cabeza para tranquilizarlo.
—Solo ha mencionado lo importante que es la familia. No era culpa suya.
—Nena —susurró, acariciándome la mejilla.
—¿Quieres que me emborrache? —pregunté, tratando de mejorar el humor.
Braden resopló, deslizando las manos sensualmente por mi espalda hasta la curva de mis caderas.
—No necesito emborracharte para tenerte.
—Oh, tienes suerte de que me vaya el rollo cavernícola, Braden Carmichael.