4

Lena, la heroína de mi serie de fantasía y asesina despiadada del reino de Morvern, tenía que planear su ataque al lugarteniente de la reina, Arvane, un mago que estaba teniendo una aventura secreta con el sobrino de la reina y usando su influencia y su magia para manipular el control monárquico y político. En cambio, Lena había empezado a fantasear con desnudar a Ten, el jefe de la guardia de la reina. Ten, que había sido rubio en los cinco primeros capítulos, tenía ahora el cabello oscuro y ojos celestes. Tampoco tenía que ser un héroe romántico. No tenía que haber ningún héroe romántico. ¡Esto era cuestión de Lena!

Frustrada, aparté mi portátil.

¡Maldito Braden! Hasta estaba contaminando mi manuscrito con su toxicidad sexual.

Basta. Iba a renunciar por ese día. Sabiendo que Ellie traería comida china para cenar al salir de su trabajo de investigación en la universidad, decidí ir un rato al gimnasio —que estaba justo a la vuelta de la esquina, en Queen Street— como ataque preventivo contra las calorías. En general, no me preocupaba por mi ingesta alimentaria, pero había hecho deporte en la escuela y me gustaba mantenerme en forma. Y estaba bien, porque también me gustaban los chips o como quiera que los llamaran en Escocia. Cualquier clase de chips, todos los chips que engordan deliciosos y crujientes. Mi estrecha relación con los chips era probablemente la más real de mi vida.

Quemé mi frustración respecto a mi libro en la cinta, la bicicleta elíptica, la estática y las pesas hasta convertirme en una masa sudorosa. El ejercicio me relajó lo suficiente para que mi cerebro empezara a funcionar otra vez. Había comenzado a formarse en mi cabeza un personaje que no me dejaba en paz. Sobre todo porque se parecía mucho a mí. Era una mujer sola en la vida, independiente y con impulso. Había crecido en casas de acogida en Escocia; después se había trasladado a Estados Unidos con un permiso de trabajo y terminó enamorándose.

El personaje era mi madre. La historia de mi madre había sido genial hasta que terminó de manera trágica. A todo el mundo le gusta una buena tragedia. A todo el mundo le gustaría mi madre. Había sido valiente y franca, pero también muy amable y compasiva. Mi padre la había adorado desde el primer minuto en que la vio, pero había tardado seis meses en derribar las defensas de mi madre. Su idilio fue épico. Nunca había pensado en escribir novela romántica antes, pero no podía sacarme de la cabeza la idea de inmortalizar a mis padres sobre el papel. Destellos de recuerdos que había sepultado bajo una fría losa empezaron a desfilar ante mis ojos hasta que el gimnasio desapareció de mi alrededor: mi madre de pie delante del fregadero de la cocina, lavando los platos porque no se fiaba del lavavajillas. Mi padre apretándose en silencio contra su espalda, deslizando los brazos en torno a la cintura de ella y atrayéndola hacia su cuerpo al tiempo que le susurraba al oído. Lo que le dijo hizo que ella se echara atrás para fundirse con él, con la cabeza inclinada buscando el beso. Entonces el recuerdo saltó a mi padre entrando en casa detrás de mamá por la noche, el portazo que nos asustó a mí y a la canguro. Mi madre gritándole por ser un macho alfa engreído. Mi padre gritándole que no iba a quedarse quieto mirando mientras un capullo del trabajo flirteaba con ella delante de sus narices. Mamá diciéndole que no tenía que darle un puñetazo al tipo. «Te estaba tocando el culo», le había soltado mi padre, mientras yo observaba desconcertada. ¿Alguien le había tocado el culo a mamá delante de papá? Idiota. «Yo me estaba ocupando de eso», argumentó mamá. «¡No lo bastante deprisa! No vas a volver a trabajar con él». Desde ese punto, la discusión había ido en aumento hasta que la canguro salió corriendo sin esperar a que le pagaran. Pero a mí no me preocupaba la discusión. Mis padres siempre habían tenido una relación apasionada. La discusión se resolvería por sí sola. Y así fue. Papá se disculpó por haber perdido los nervios, pero no retrocedió respecto a que mamá no volviera a trabajar con ese tipo. La bola se hizo tan grande que mi madre por fin accedió, porque el capullo del trabajo era, bueno, un capullo, y supuse que la historia era más larga que lo que había ocurrido esa noche. Mi madre cambió a otra empresa de contabilidad. El matrimonio era una cuestión de compromiso, dijo mi madre, y papá también lo haría por ella.

Los recuerdos eran muy nítidos. Podía ver el brillo dorado en los ojos de avellana de mamá, podía oler la colonia de mi padre, sentir sus brazos en torno a mí, la mano de mi madre peinándome…

Se me cerró el pecho y tropecé en la cinta de correr, el mundo que me rodeaba volvió a ocupar su lugar, pero en una pulsación de color y ruido que no tenía sentido. Me latía la sangre en las orejas y el pulso se me había acelerado tanto que apenas era consciente de ello, como tampoco de las fuertes manos que me ayudaron a incorporarme y a tocar terreno firme.

—Concéntrate en la respiración —me instruyó una voz tranquilizadora en mi oído.

Obedecí la voz y nadé a través del pánico, recuperando el control de mi respiración.

Mi visión se aclaró por fin, se alivió la compresión en mi cabeza y se me abrieron los bronquios. Temblando por el subidón de adrenalina del ataque de pánico, me volví para mirar al tipo que me estaba agarrando. Sus ojos oscuros parecían preocupados.

—¿Te encuentras mejor?

Asentí, con el bochorno inundándome al levantar la mirada para ver a la gente observándonos desde las máquinas. Me solté suavemente de su mano.

—Lo siento.

Él negó con lo cabeza.

—No lo sientas. Me alegro de haberte pillado antes de que cayeras en la cinta. Pero va a salirte un buen moretón en la rodilla. —Hizo un gesto hacia ella.

Yo bajé la mirada, vi un desgarrón en mis mallas y noté el dolor. Hice una mueca, doblando la pierna.

—Vaya.

—Soy Gavin. —Me tendió la mano y yo se la estreché con educación, aunque con cierta desgana. Estaba agotada.

—Joss. Y gracias.

Gavin puso ceño y me fije en que era guapo, si te gustan de tipo musculoso y bien peinado. Y era rubio.

—¿Seguro que estás bien? Sé reconocer un ataque de pánico.

Ruborizándome por dentro, negué con la cabeza, porque no quería atraer los recuerdos que me habían provocado el ataque.

—Estoy bien, de verdad. Solo ha sido una semana muy tensa. Pero, eh, gracias. Voy a irme a casa.

—Te he visto antes. —Me detuvo con una sonrisa—. Soy entrenador personal aquí.

¿Y?

—Vale.

Esbozó una sonrisita ante mi respuesta.

—Bueno, nada, quería decir que estoy aquí por si necesitas algo.

—Lo tendré en cuenta. Gracias otra vez. —Lo saludé de manera avergonzada y salí disparada hacia los vestuarios.

Supuse que el libro sobre mi madre había acabado.

***

Llegué a casa antes que Ellie y decidí que necesitaba seguir en movimiento, aterrorizada ante la posibilidad de sufrir otro ataque de pánico. Hacía años que no tenía uno así. Empecé a sacar platos en la cocina, tratando de hacer planes para el siguiente capítulo de mi novela de fantasía, en un intento de simular que lo ocurrido en el gimnasio no había sucedido realmente.

Mi mente estaba despegando del ataque de pánico, pero no fue a causa de mi novela.

El maldito Braden se interpuso otra vez.

Abrí el cajón de los cubiertos y encontré allí un montón de cosas que no deberían estar. Siguiente elemento en la lista: reorganizar el desastre que había hecho Ellie en la cocina. El cajón estaba repleto de cacharros: hilo, agujas, una cámara, pegamento, cinta de doble cara y fotografías. Había una de Braden apoyado contra una barandilla que daba al agua. Era un día soleado, y se había vuelto hacia la cámara justo a tiempo, entrecerrando los ojos contra la luz, con su preciosa boca curvada en una sonrisa afectuosa.

Al sacar los platos, la sonrisa de Braden me recordó su risa, y esa risa no dejaba de resonar en mis oídos como en los últimos cuatro días desde que lo había visto en el bar. No podía pensar en otra cosa que no fuera él sin camiseta y yo envolviéndolo como una tortilla. Solo porque había descartado los encuentros sexuales, no significaba que no fuera una mujer fogosa que se calentaba como cualquier otra. Tenía una caja de zapatos llena de chismes que vibraban que se ocupaban de mí cuando estaba de humor. Pero desde que había conocido a Braden estaba constantemente de humor y de cuando en cuando la idea de salir y encontrar un rollo de una noche había destellado en mi cabeza.

Por supuesto, recordé cómo se sentía una al despertarse en una cama desconocida con dos tipos desconocidos uno a cada lado y sin saber qué demonios había ocurrido, y esa noción se evaporó al instante.

Solo… simplemente no podía comprender cómo podía sentirme tan atraída por alguien. Alguien al que apenas conocía.

Un portazo en la puerta del piso me sacó de esos pensamientos, y empecé a servir agua para mí y té para Ellie.

—Hola —susurró ella con alegría al entrar en la cocina, con el olor de comida china desencadenando una serie de protestas de mi estómago—. ¿Cómo te ha ido el día? —Vació la comida en la mesa e inmediatamente me puse a ayudarla a guardar todo.

—Ha ido bien —murmuré, masticando un cracker de gambas.

Cuando por fin nos sentamos una frente a otra me dedicó una mirada de preocupación.

—¿Estás bien?

«No. No estoy bien. He ido al gimnasio y he tenido un ataque de pánico delante de un grupo de desconocidos. Oh, y el hijo de perra ligón de tu hermano no quiere salir de mi cabeza ni de mis fantasías sexuales. Estoy caliente, estoy cabreada y no me gusta».

—Bloqueo de escritor.

—Oh, eso es un asco. Solo lo sé de cuando estoy escribiendo mi tesis. No puedo imaginar lo malo que tiene que ser escribiendo una novela.

—Es más que frustrante.

Comimos en silencio un momento y me fijé con curiosidad en lo tensa que estaba Ellie.

—¿Tú has tenido un buen día?

Ellie me dedicó una sonrisa tenue justo antes de probar el arroz al curry. Cuando terminó de masticar asintió.

—Estoy empezando a sentir la presión de ser una estudiante de doctorado.

—Ah, las alegrías de la vida estudiantil.

Ellie murmuró su consentimiento y luego, después de mirar a la mesa en silencio durante un minuto entero, preguntó:

—Entonces… ¿qué te pareció Adam la otra noche?

La pregunta apareció sin venir a cuento y había una timidez definitiva en ella. Ah. Sabía que había algo en marcha ahí.

—No lo sé. En realidad no tuve oportunidad de hablar con él. Es guapo. Parece simpático.

Una expresión soñadora apareció en el rostro de Ellie. No es broma. Soñadora. Solo había visto una mirada así en las películas. La chica estaba colgada.

—Adam es genial. Él y Braden son amigos desde siempre. Cuando no era Braden el que intimidaba a mis novios en el colegio era Adam. —Se ruborizó y negó con la cabeza—. Yo lo seguía a todas partes cuando era niño.

No sé lo que me empujó a…

—¿Estáis saliendo?

Ellie apartó su mirada de la mía, con los ojos muy abiertos.

—No. ¿Por qué? ¿Daba esa impresión?

Vale. Pregunta equivocada.

—Un poco.

—No. —Negó con la cabeza con vehemencia—. Solo somos amigos. En todo caso, Braden siempre me ha dicho lo cabeza loca que es Adam. Nunca sentará la cabeza. Y es demasiado como un hermano para mí para ser algo…, bueno, algo más. —Su voz se fue apagando de manera poco convincente.

Al menos sabía una cosa. Nunca tendría que preocuparme por que Ellie me mintiera. No sabía mentir.

—Vale.

—¿Tú estás saliendo con alguien?

Maldición. Culpa mía por hacer antes la pregunta.

—No, ¿y tú?

—No. —Ellie suspiró—. ¿Cuándo fue tu última relación?

«¿El sexo cuenta como relación?» Me encogí de hombros.

—¿Cuándo fue la tuya?

Ellie arrugó los labios y bajó las pestañas para cubrir el instantáneo endurecimiento en la expresión de sus ojos. Una onda feroz de instinto de protección me arrolló de forma inesperada, sorprendiéndome.

—¿Ellie?

—Hace nueve meses.

«¿Y qué te hizo ese cabrón?»

—¿Qué ocurrió?

—Salimos durante cinco meses. Me dijo que trabajaba en Glasgow para una empresa de reclutamiento de personal. En realidad trabajaba para un empresa inmobiliaria rival aquí en Edimburgo. Estaban pujando contra Braden por esa parcela fantástica de Commercial Quay. Resulta que solo me estaba usando para llegar a Braden, para descubrir cuál iba a ser la puja de Braden y poder superarla. Basta con decir que la relación no acabó bien. Él terminó con la nariz rota y Braden se quedó con la parcela.

Arqueé una ceja, felicitando a Braden en silencio por darle una lección a un cabrón.

—¿Braden le pegó?

—No. —Ellie negó con la cabeza—. Braden no pelea. Desde hace mucho tiempo. —Sonrió ampliamente ahora—. Fue Adam el que le dio una buena.

Le devolví la sonrisa.

—No debería aprobar la violencia, pero… ¡bien, Adam!

Ellie se rio y luego se calmó.

—Me alegro de que al menos mi ingenuidad no causara problemas a Braden en el trabajo.

«Estoy segura de que eso no era lo que preocupaba a Braden». No sabía cómo lo sabía, pero lo sabía. Cualquiera con ojos y oídos se daría cuenta de que Ellie era importante para él.

—No puedo creer que alguien se meta en tantos problemas para hacer algo vil, por un trozo de tierra.

—Commercial Quay promete de verdad. Restaurantes con estrellas Michelin, cirugía estética, coctelerías con estilo… Braden está construyendo pisos de lujo allí y sacarán entre medio millón y un millón por los apartamentos de ático. Un buen margen de beneficios.

Me repugnaba el hecho de que alguien pudiera utilizar a una persona tan dulce como Ellie por un maldito margen de beneficios.

—Los tíos dan asco.

Ellie levantó su taza de té para brindar conmigo por eso.

Después de un rato de masticar en silencio, Ellie se aclaró la garganta.

—Antes me he fijado en que tienes fotografías de tu familia en tu habitación. ¿Sabes?, puedes ponerlas en la sala de estar o en cualquier sitio del piso. Ahora también es tu casa.

Me tensé ante la mención de mi familia, todavía preocupada por sufrir otro ataque.

—Está bien.

Oí un suspiro por respuesta y me preparé.

—No hablas mucho de ellos.

¿Ya había llegado el momento? Con Rhian habían pasado seis meses antes de que lo descubriera. El estómago me daba vueltas, aparté el plato y me recosté en la silla para sostener la mirada ansiosa de Ellie. Éramos compañeras de piso, nos llevábamos bien, sorprendentemente bien considerando lo distintas que éramos, y ya era hora de poner las cartas sobre la mesa.

—Mi familia está muerta —le dije aturdida, sin dolor, sin lágrimas, sin nada que ella viera mientras yo observaba como sus mejillas se ponían pálidas al instante—. No hablo de ellos. Nunca.

No sé lo que esperaba. Quizá porque Ellie era tan franca y amable pensé que intentaría derribar mi guardia. Pero ella me asombró otra vez.

—Vale —respondió, y vi que se esforzaba por ocultar la pena en su mirada.

—Muy bien, pues. —Le dediqué una suave sonrisa tranquilizadora y ella respondió relajando los hombros.

Al cabo de un minuto, ella murmuró.

—¿Sabes?, puedes ser un poco intimidante.

Mis labios se curvaron a modo de disculpa.

—Lo sé. Lo siento.

—Está bien. Estoy acostumbrada a Braden.

Como si él hubiera oído que lo mencionaban, el móvil de Ellie se encendió y su nombre destelló en la pantalla. Ella respondió de inmediato, pero sin su habitual alegría. Parecía que mi familia muerta había destrozado el estado de ánimo.

***

No sé cómo, pero Ellie había logrado convencerme para que saliera con ellos. Miré a los amigos de Ellie y Braden ataviada con un vestido que había pillado prestado del armario de Ellie. Estaban sentados en sofás en torno a una mesa de café en un bar de George IV Bridge. Braden había llamado dos horas antes para proponer que nos encontrásemos allí. Por supuesto, yo estaba lista con una hora de antelación. Ellie había tardado una eternidad en arreglarse, y al lanzarle una sonrisa a Adam empecé a comprender por qué.

—Bueno, chicos, esta es mi nueva compañera de piso, Jocelyn. —Se volvió hacia mí—. Jocelyn, ellos son Jenna y Ed.

Ellie me había hecho un resumen en el trayecto en taxi. Jenna, la guapa rubia con las gafas extravagantes y el anillo de compromiso de diamante era la mejor amiga de Ellie y compañera de doctorado. Ed, el tipo rubio bajo con pinta de friki, era el prometido de Jenna.

—Y ya conoces a Adam y Braden.

Su sonrisa se desvaneció un poco al mirar a la mujer sentada pegada a Braden. Tenía el pelo de color castaño muy claro, casi blanco, ojos azules enormes, piernas largas y cara de puchero.

—Y ella es Holly, la novia de Braden.

Recordé al instante que no le caía bien a Ellie. Y por la mirada despectiva que Holly le lanzó a Ellie, me quedó claro que el sentimiento era mutuo. Yo dije hola a todos, evitando la mirada de Braden y sin hacer caso de la forma en que mi corazón latía contra mi caja torácica solo por estar al lado de él y su novia.

De ninguna manera iba a sentirme descorazonada por el hecho de que me recordaba a Jo: opuesta a mí en todos los sentidos.

Sentada junto a Jenna mientras Ellie salía corriendo a buscar bebidas, traté de mirar hacia cualquier sitio menos a la pareja de mi derecha.

—¿Cómo te estás adaptando, Jocelyn? —preguntó Adam desde el otro lado de la mesa.

Agradecida, le dediqué una amplia sonrisa.

—Bien, gracias. Y es Joss.

—Entonces ¿tú y Ellie os lleváis bien?

Algo en su voz me decía que no era una pregunta superficial. Estaba preocupado por mi compañera de piso. Empecé a preguntarme si los sentimientos de Ellie podían ser correspondidos.

—Nos llevamos de maravilla. Es una gran persona.

Mi respuesta le cayó bien.

—Vaya, me alegro. Bueno, Ellie me ha contado que estás escribiendo un libro.

—Oh, Dios mío —interrumpió Holly con su acento ronco inglés. Odié que su acento fuera tan estupendo—. ¿Te he contado que han publicado a mi amiga Cheri?

Braden negó con la cabeza, centrando su atención en mí. Aparté la mirada muy deprisa, simulando estar fascinada por la noticia de Holly sobre esa misteriosa Cheri.

—Cheri es mi mejor amiga de casa —explicó Holly a todos justo cuando Ellie volvía con las bebidas. Me aparté para hacerle sitio—. Escribe los mejores libros.

—¿Sobre qué son? —preguntó Ed con educación.

Yo miré a Jenna y vi que ella y Ellie intercambiaban una mirada. Estaba dándome cuenta de que Holly no caía bien entre las chicas.

—Oh, son asombrosos. Son sobre esa chica del asilo de los pobres que se enamora de un tipo que es hombre de negocios pero todavía tiene un viejo título inglés…, como conde o algo así. Es muy romántico. Y su forma de escribir es espléndida. Ella es espléndida.

Vale. Aparentemente ella era espléndida.

—¿Así que es una novela histórica? —preguntó Ed.

—No. —Holly negó con la cabeza en gesto de desconcierto.

—Holly —Braden estaba intentando no sonreír—, ya no hay asilos de los pobres, ¿estás segura de que no es histórico?

—Bueno, Cheri no me dijo que lo fuera.

—Entonces estoy seguro de que tienes razón —dijo Adam con simpatía.

Ellie se encogió de hombros a mi lado por el bien disimulado sarcasmo en la respuesta de Adam. Traté de mirar a cualquier sitio menos a Braden.

—Jenna, ¿cuándo tienes que probarte el vestido otra vez? —preguntó Ellie, mirando en torno a mí.

Jenna sonrió con picardía.

—Oh, faltan siglos. Me han vetado de la casa de mamá porque no dejo de abrir su armario para mirarlo.

—¿Oh? —pregunté, tratando de ser amistosa—. ¿Cuándo es la boda?

—Dentro de cinco meses —respondió Ed, sonriendo amorosamente a Jenna.

Vaya. Un tío al que no le avergonzaba mostrar lo que de verdad sentía. Fue encantador y otra imagen de mi padre sonriendo a mi madre destelló en mi cerebro. Tomé un trago para contener el recuerdo.

Ellie casi soltó un chillido a mi lado.

—Deberías ver el vestido de Jenna. Estamos…

—Oh, nena —interrumpió otra vez Holly—. ¿Os he contado que Lisa se casa en octubre? Le dije que era una época del año horrible para casarse, pero ella insistió en que quería una boda otoñal. ¿Habéis oído alguna vez algo así? De todos modos, es algún castillo con corrientes de aire en algún sitio llamado Oban, así que tendremos que organizar los hoteles.

—El castillo de Barcaldine —explicó Braden—. Es un sitio encantador.

—A lo mejor en verano, pero no en octubre.

Y así fue más o menos como avanzó la siguiente hora. Cada vez que alguien mencionaba un tema, Holly tomaba el control, imponiendo su voz fuerte por encima del sonido del bar atestado. Daba ganas de vilipendiarla, y yo supe casi de inmediato por qué Ellie no la soportaba. Holly era ruidosa, detestable y completamente ensimismada. Peor, tenía la sensación de que Braden estaba estudiando mi reacción a ella. ¿Por qué le importaba lo que yo pensara?

Necesitaba un descanso de la voz de Holly, una voz que me había parecido encantadora al principio y ahora me desagradaba en gran medida, de modo que me presenté voluntaria para traer la siguiente ronda de bebidas. Me relajé en la barra, pidiéndole las copas al camarero, y disfruté del silencio; la barra estaba en la parte de atrás del edificio, detrás de una pared y un pasillo, lejos de la voz de Holly.

Pero entonces él tuvo que seguirme, ¿no?

Noté un calor en el costado derecho al sentirlo apretado contra mí, inclinándose sobre la barra. Percibir el olor de su colonia me provocó un cosquilleo en la nariz, y volví a notar un vuelco en el estómago.

—Entonces… ¿eres escritora? —Braden me miró desde arriba.

Fue la primera vez que él me preguntaba algo sin tono sexual en su voz. Lo miré, desconcertada por su expresión de genuina curiosidad. Sonreí con un ápice de autodesaprobación. Todavía no era escritora.

—Intento serlo.

—¿Qué escribes?

Pensé en mi madre y respiré hondo, apartando la idea.

—Fantasía.

Braden arqueó ligeramente las cejas, como si mi respuesta lo hubiera sorprendido.

—¿Por qué fantasía?

El camarero me dijo el importe de las bebidas antes de que pudiera responder a Braden, pero Braden entregó el dinero sin darme tiempo a sacar el monedero.

—Yo pago —insistí.

Rechazó mi oferta como si estuviera loca.

—¿Y entonces? —preguntó al coger el cambio.

Las copas estaban delante de nosotros en la barra, pero Braden no parecía tener mucha intención de llevarlas a la mesa.

Suspiré, sabiendo que cuanto antes respondiera antes podría apartarme de él.

—Porque la realidad no tiene autoridad allí. Mi imaginación lo controla todo.

En cuanto las palabras salieron de mi boca, lo lamenté. Una persona lista leería entre líneas. Y Braden era listo.

Nuestras miradas se encontraron y se transmitió entre nosotros una comprensión silenciosa. Por fin, Braden asintió.

—Ya veo la atracción en eso.

—Sí. —Aparté la mirada.

Ya era bastante malo que me hubiera visto físicamente desnuda. No necesitaba que desnudara mi alma.

—Me alegro de que tú y Ellie os llevéis bien.

—Eres muy protector con ella, ¿no?

—Te quedas corta.

—¿Por qué? Parece mucho más fuerte de lo que crees.

Sus cejas se juntaron al pensar en ello.

—No se trata de su fortaleza. A lo mejor su aspecto o su forma de hablar induce a la gente a pensar que Ellie es frágil. Yo sé que no es así. Ellie puede encajar un golpe y recuperarse mejor que nadie que conozca. No se trata de eso. Se trata de asegurarse de que nada malo llegue a ocurrirle. Ella es demasiado buena, más de lo que le conviene, y la he visto herida demasiadas veces por gente que aseguraba preocuparse por ella.

No le envidiaba esa tarea.

—Sí, me doy cuenta de eso. Ellie va con el corazón en la mano.

—A diferencia de ti.

Asombrada por la observación, lo miré con cautela.

—¿Cómo es eso?

Sus ojos estaban buscando, hurgando, tratando de llegar a mi interior. Di un paso atrás y él se acercó más.

—He oído lo que Ellie me ha contado de ti. Y he visto cómo actúas conmigo. Tratas de no revelar nada.

Retirada.

—Tú tampoco. No sé nada real de ti.

—La verdad es que no soy tan difícil de conocer. —Me lanzó una sonrisa rápida—. Pero tú… Creo que has convertido el cambiar de tema y la serenidad en un arte.

«Deja de analizarme». Puse los ojos en blanco.

—¿Crees que lanzarte un trapo es una prueba de mi serenidad?

Rio y una profunda reverberación se abrió paso en mi columna.

—De acuerdo.

Y entonces volvió a lanzarme esa mirada, esa mirada que sentía como si estuviera deslizando esos dedos largos y masculinos en el interior de mis bragas.

—Estás preciosa esta noche.

Me ruboricé por dentro por el cumplido. Por fuera esbocé una sonrisita.

—Tu novia también.

Braden suspiró profundamente ante mi comentario mordaz y cogió algunas de las copas de la barra.

—No tenía ninguna doble intención, Jocelyn. Solo era un cumplido.

«No lo era. Estás jugando conmigo. Y si hemos de estar juntos todo el tiempo, quiero que eso pare».

—¿En serio? ¿Hablas con todo el mundo como hablas conmigo?

—¿Cómo?

—Como si me hubieras visto desnuda.

Sonriendo, los ojos de Braden brillaron de calor.

—No, pero tampoco he visto a todo el mundo desnudo.

Frustrada, negué con la cabeza.

—Ya sabes lo que quiero decir.

Casi salté por el cálido susurro de su aliento en mi oreja cuando se inclinó para decirme muy despacio.

—Me gusta la reacción que provoco en ti.

Retrocedí. ¿Así que yo era un reto? Bien. Entendido.

—Pues para. Eres el hermano de Ellie y probablemente vamos a tener que vernos, así que preferiría que no me hicieras sentir incómoda.

Se formó un ceño entre sus ojos.

—No quiero que te sientas incómoda. —Su mirada me estaba escrutando otra vez, pero en esta ocasión yo no estaba delatando nada.

Con un profundo suspiro, Braden asintió y dijo:

—Oye, lo siento. Quiero que nos llevemos bien. Me caes bien. A Ellie le caes bien. Y me gustaría que fuéramos amigos. De ahora en adelante dejaré de flirtear contigo y haré todo lo posible por olvidar cómo eres desnuda.

Dejó las copas en la barra y me tendió la mano para que se la estrechara. La expresión de sus ojos era nueva, una expresión de súplica, infantil y completamente atractiva. No confiaba en absoluto en esa expresión, pero me di cuenta de que estaba negando con la cabeza, sonriendo a mi pesar al tenderle la mano. En cuanto mis dedos tocaron la palma de su mano, se me erizó el vello en los brazos.

Había pensado que esa chispa que aparentemente sientes cuando te toca una persona que te atrae era un mito reservado para los romanticismos de Hollywood.

Pero no.

Nuestras miradas colisionaron al tiempo que el calor me subía por el brazo. El cosquilleo entre mis piernas se intensificó, la necesidad en mis tripas gimió de deseo. Lo único que podía ver era a Braden, lo único que podía oler era a Braden, y su cuerpo estaba tan cerca que imaginé que podía sentir toda su fuerza presionando contra mí. En ese momento no quería nada más que meterlo en el lavabo de chicas y dejar que me follará con fuerza contra la pared.

La mano de Braden se tensó en torno a la mía, sus ojos pálidos se oscurecieron, y supe… que él también me deseaba.

—De acuerdo —murmuró, y un elemento peligroso apareció en su expresión al inclinarse para casi introducir sus palabras en mi boca de tan cerca que estaba—. Puedo hacer esto. Si tú puedes disimular, yo puedo disimular.

Aparté mi mano de la suya, tratando de no temblar al ir a recoger el resto de las bebidas. Braden cogió las que había dejado para darme ese maldito apretón de manos. Odiaba que tuviera razón. Nuestra atracción era nuclear. Nunca había conocido nada semejante.

Y eso hacía que Braden Carmichael fuera extremadamente peligroso para mí.

Tenía que fingir. Le lancé una sonrisa despreocupada.

—No estoy disimulando.

Me aparté antes de que él pudiera decir nada, agradecida por la pared que nos había protegido del ángulo de visión de nuestra mesa. Me habría muerto de vergüenza si alguien hubiera sido testigo de nuestro interludio.

Braden se sentó al lado de Holly y entregó a esta y a Adam sus respectivas copas. Nuestras miradas volvieron a colisionar durante un instante y él esbozo una sonrisa falsamente educada antes de inclinarse hacia atrás y deslizar su brazo en torno al respaldo de la silla de Holly. Su novia le sonrió y le apoyó íntimamente una mano —con una manicura perfecta— en el muslo.

—Cielo, justo estaba hablándole a Ellie de ese vestido de Gucci que vi en Internet. Estaba pensando que podías llevarme a Glasgow para que me lo pruebe. Te gustará. Merecerá la pena el dinero que vale. —Batió sus pestañas postizas en dirección a Braden.

No hacía falta que nadie me dijera que el dinero que merecería sería el de Braden.

Indignada, aparté mi copa y traté de no hacerles caso. Holly ni se dio cuenta.

—Entonces, Josh, ¿cómo puedes costearte ese piso espléndido con Ellie?

Todos los ojos se posaron en mí.

—En realidad es Joss.

Ella se encogió de hombros y sonrió con los ojos entrecerrados, y de repente me pregunté si quizás ella había pillado las miradas entre Braden y yo.

Mierda.

—¿Y pues? —insistió, con un poco de veneno.

Sí. Lo había visto.

—Mis padres. —Di otro trago y me volví hacia Jenna para preguntar sobre su trabajo a tiempo parcial en la industria turística escocesa.

La voz de Holly cortó mi pregunta.

—¿Qué quiere decir tus padres?

«Cállate la bocaza». La miré con enfado velado.

—Su dinero.

—Oh. —Arrugó la nariz como si de repente hubiera olido algo muy desagradable—. ¿Vives del dinero de tus padres? ¿A tu edad?

Oh, no, por favor. Tomé otro trago y entonces sonreí a modo de advertencia como diciendo: «No juegues a este juego conmigo, cariño, porque no vas a ganar».

Ella no consideró la advertencia.

—Entonces ¿ellos lo pagan todo? ¿No te hace sentir culpable?

Cada puto día.

—¿Fue tu dinero el que pagó esos Louboutin… o el de Braden?

Ellie se atragantó de risa, disimulando el ruido dando rápidamente un trago a su copa. Le di un golpecito en la espalda para ayudarla en su disimulo. Cuando volví a mirar a Holly, ella estaba mirándome, con la cara colorada hasta la línea del nacimiento del pelo.

Tesis demostrada. Pregunta desviada. Zorra consentida puesta en su lugar.

—Así que la gente puede casarse en el castillo de Stirling, ¿eh? —Me volví hacia Jenna y a nuestra conversación anterior—. Solo lo he visitado una vez, pero es un sitio precioso…