10
No fui al pícnic de Braden.
Bueno, fui, pero no fui.
Estupefacta por su transformación de nuevo en el Braden sexy del taxi que no podía apartar los ojos de mí, no sabía qué pensar. Estaba desconcertada. Y muerta de miedo. Así que tomé la vía del cobarde y pedí ayuda a Rhian —al tiempo que también le mentía sobre la razón— para salir del berenjenal sin que pareciera que quería salir del berenjenal…
Llegó el sábado y amaneció un día sorprendentemente caluroso. The Meadows —un gran parque situado al otro lado de la ciudad, junto a la universidad— estaba repleto de gente que tomaba el sol o hacía deporte. Braden había logrado hacerse con un sitio a la sombra.
Adam, Jenny, Ed y el propio Braden ya estaban allí cuando nos acercamos Ellie y yo, entre los sonidos de risas, niños gritando y perros ladrando que creaban una feliz banda sonora de la escena. Era un día perfecto, y la atmósfera en The Meadows rezumaba una satisfacción casi eléctrica. Por un minuto deseé quedarme.
—Vaya… —Miré las dos cestas que había traído Braden. Eran tan elaboradas que no me habría sorprendido que las hubiera robado de un escaparate de Fortnum & Mason—. ¿Llamas pícnic a esto?
Braden, que se había levantado al ver que nos acercábamos y estaba abrazando a Ellie en su costado, hizo un gesto orgulloso hacia las cestas que descansaban sobre una preciosa manta de felpilla. Parecía desconcertado.
—Sí. —Puso ceño—. ¿Cómo lo llamarías?
—Un restaurante de tres estrellas en la hierba.
La comisura de su labio se curvó en un gesto de irónica diversión.
—Le pedí al personal del restaurante que lo cocinara.
—¿Y qué restaurante sería ese? ¿El de tres estrellas?
—Creo que se está burlando de ti y de todo tu dinero, Braden. —Ellie le sonrió—. Es un poco demasiado.
Braden soltó un ruido de descontento.
—Es un maldito pícnic. Siéntate. Y come y calla.
Ellie rio y se dejó caer al lado de Adam, que le pasó un brazo por el hombro y la apretó contra su costado.
—Me alegro de verte, Els.
—Sí, yo también. —Le sonrió, pero se separó un poco, haciéndome que levantara una ceja. ¿Qué pasaba con eso?
—¿Y bien?
Levanté la mirada a Braden y lo vi tendiéndome una mano, con un deseo no disimulado en sus pupilas.
Y Rhian me salvó con una sincronización perfecta.
Mi teléfono sonó, y puse cara de disculpa al sacarlo del bolsillo.
—Rhian, hola.
Me volví y di unos pocos pasos para impedir que pudieran oírla al otro lado de la línea.
—Tengo una emergencia —respondió en tono monocorde—. Cancela el pícnic.
—Oh, no, estás de broma. —Le seguí la corriente, sonando maternal y tranquilizadora—. ¿Estás bien?
—Cielo santo, Joss, pensaba que sabías mentir. —Rhian refunfuñó—. Estas hablando como un alienígena que ha oído el concepto humano de estar preocupado, pero no sabe cómo ejecutarlo.
Apreté los dientes, sin hacer caso.
—Claro, puedo hablar. Espera un segundo.
Me tomé un momento, tratando de exudar preocupación humana al volverme hacia Braden y el resto del grupo. Tuve la sensación de que estaba poniendo más cara de poco amigos que de preocupación, pero bueno.
—Lo siento, chicos, pero por desgracia tengo que irme.
Ellie se incorporó, preocupada.
—¿Todo va bien? ¿Necesitas que venga?
—No, estoy bien. Rhian solo necesita alguien con quien hablar. No puede esperar. Lo siento. —Aventuré una mirada a Braden y descubrí que no solo me estaba mirando, sino que me estaba estudiando con suspicacia. Bajé rápidamente la vista—. Hasta luego.
Me alejé de sus frases de despedida y volví a pegar el teléfono a mi oído.
—Estaba haciéndome la preocupada —protesté a Rhian.
—Cualquiera que te conozca, sabe que no es así como suenas cuando estás preocupada.
—Bueno, con suerte, no me conocen. —O tal vez… Braden me estaba mirando raro.
—Bueno, ¿entonces no te gusta este Ed?
Me estremecí al recordar mi mentira. En un intento de no explicar toda la historia de Braden a Rhian, había mentido y le había dicho que el prometido de Jenna, la amiga de Ellie, era un intolerante y no me gustaba estar a su lado. Y claro, tampoco quería herir los sentimientos de Ellie diciendo que no quería ir al pícnic. Me sentía mal por malignizar a Ed, pero no creía que importara mucho, porque no esperaba que él y Rhian se conocieran nunca.
—No.
—Sabes que no me lo trago, ¿verdad?
Casi tropecé.
—¿Tragarte qué?
—Hablas de Ellie todo el tiempo, Joss. Creo que puedo decir con seguridad que conozco lo bastante bien a esa mujer para saber que no sería amiga de un puto intolerante. Ya te he dicho que no sabes mentir.
Eh. Eso no era cierto.
—Yo sé mentir. Miento de maravilla.
—O eso está bien, grítalo mientras todavía te estás alejando de ellos.
Mierda. Me volví para asegurarme de que había puesto suficiente distancia entre nosotros. Sí. Mi corazón se enlenteció.
—Eres un grano en el culo —dije casi gruñendo, olvidando que acababa de hacerme un favor.
Resopló.
—Eres tú la que me ha mentido. En serio, ¿qué está pasando?
Suspiré.
—¿Puede esto ser una de las cosas de las que no hablamos?
—No.
—Por favor, Rhian.
—¿Has hablado de esto con tu terapeuta?
Torcí el gesto, preguntándome por qué me había preguntado eso.
—No…
—Bien. —Suspiró profundamente—. No preguntaré por eso si me prometes hablar de ello con tu terapeuta. Y podrías mentir, pero sé que nunca romperías una promesa.
—Rhian…
—Promételo.
Negué con la cabeza.
—No merece la pena hablarlo en terapia.
—Si merecía la pena mentirme a mí, merece la pena hablarlo en terapia. Aclárate, Joss, y promételo.
—Está bien —accedí, pero solo porque sabía que era la forma gruñona que tenía Rhian de ser una buena amiga.
***
La doctora Pritchard tenía flores en el escritorio. Sonreí. Había tomado nota.
—¿Mentiste para no tener que pasar un rato con Braden?
Me retorcí, lamentando que Rhian me hubiera obligado a hacer la promesa.
—Sí.
—Antes, cuando te he preguntado si te sentías atraída por Braden dijiste que lo estabas. En pasado. ¿Estabas diciendo la verdad?
No.
—Puede que no.
—Entonces ¿te sientes atraída por él?
Oh, qué demonios…
—Nunca me he sentido tan atraída por nadie como me siento atraída por él.
La buena doctora me lanzó una sonrisa irónica.
—Vale. Pero lo estás evitando, aunque ha dejado perfectamente claro que está interesado en ti. ¿Le tienes miedo, Joss?
¿Sinceramente?
—Sí.
—¿No tienes intención de mantener ninguna clase de relación con él?
—¿No estaba aquí cuando le hablé de mi pasado con los tíos?
—No es lo mismo. Para empezar, conoces a Braden.
—No quiero tener nada que ver con él, estoy bien.
—Acabas de decirme que te sientes extremadamente atraída por ese hombre. Cuando hablas de él, me queda claro que te gusta. Yo no diría que estás bien; no quieres querer tener nada que ver con él.
—Es lo mismo.
—No, no lo es. ¿Por qué tienes miedo de él, Joss?
—No lo sé —repliqué, molesta con el tema y con Rhian por obligarme a discutirlo—. Simplemente sé que no quiero empezar nada con él.
—¿Por qué no?
Joder, a veces era como hablar a la pared con esa mujer.
—Complicaría las cosas. Con Ellie, conmigo, con él. No.
Ella inclinó la cabeza a un lado, impávida. Era buena en eso.
—Joss, a lo mejor es hora de dejar de pensar cincuenta pasos por delante y dejar que las cosas funcionen de manera natural.
—La última vez que hice eso me desperté en una cama con dos tíos desconocidos y sin bragas.
—Te he dicho que no es lo mismo. No eres la misma persona y Braden no es un desconocido. No te estoy diciendo ni pidiendo que hagas nada que no quieras hacer, ni con Braden ni con nadie. Pero te estoy sugiriendo que dejes de predecir el futuro y aceptes cada día tal y como viene. No para siempre, ni siquiera para unos meses. Inténtalo unos días, unas semanas incluso. Sé que puede dar miedo, pero solo… inténtalo.
***
Como había hecho durante las últimas semanas, el sábado estaba trabajando en el Club 39. Ellie había llegado a casa antes, en torno a la hora de cenar, a rebosar del pícnic y con ganas de simplemente sentarse allí conmigo un rato mientras yo engullía algo de comida antes de que tuviera que prepararme para mi turno.
—¿Así que va todo bien con Rhian? —preguntó, con un pequeño ceño formándose entre las cejas.
La culpa se alojó en mi garganta. No me había sentido muy mal mintiendo a Braden, porque su giro radical para convertirse otra vez en un tío bueno depredador de mirada pícara y una sonrisa que decía fóllame era la única razón que había tenido para recurrir a la mentira. Pero mentir a Ellie era una cuestión completamente diferente, y eso hizo que me sintiera más que un poco incómoda.
Murmuré con la boca llena de pasta, asintiendo y evitando su mirada, con la esperanza de que entendiera que no quería hablar de ello.
Ante su silenciosa respuesta levanté la cabeza y la descubrí observándome con curiosidad. Tragué saliva.
—¿Qué?
Ellie se encogió de hombros.
—Solo… cuando Braden me ha acompañado a casa ha dicho que pensaba que quizá… que quizás estabas mintiendo sobre la llamada de Rhian para poder salvarte del pícnic.
Joder, ¡tenía tanto ego!
No importa que tuviera razón.
Solté una risotada.
—¿Qué? ¿Por él?
Ella se encogió de hombros otra vez.
—¿Tenía razón?
Seguí rehuyendo su mirada.
—No.
—Bueno, solo para que lo sepas, tengo la impresión de que está planeando algo.
Levanté una ceja.
—¿Como qué?
Ella suspiró recostándose en su silla.
—Con Braden nunca se sabe. Acabo de aprender a reconocer los signos. Conozco a mi hermano mejor de lo que cree que lo conozco. Lo tienes coladito, Joss. De hecho, me impresiona que esté siendo tan paciente. Aunque eso probablemente significa que está planeando hacer lo que haga falta para conquistarte.
Estaba sorprendida, y no podía simular que no lo estaba. Me recosté en la silla, abandonando momentáneamente mi comida.
—¿Coladito? ¿Lo que haga falta?
—Por más que me dé aprensión la vida sexual de mi hermano, a veces no puedo evitar oír hablar de eso, y lo que oigo es que Braden siempre consigue lo que quiere.
Resoplé.
—Por favor, Ellie, ¿crees que yo soy lo que quiere? No soy exactamente su tipo. Jocelyn Butler no viene de Supermodelo.
Ellie pareció adorablemente confundida.
—Estás de broma, ¿no?
—Eh… ¿sobre qué?
—Sobre ti. —Me señaló con indignación—. Estás muy buena, Joss. Vale, no pareces una de las perchas con las que suele salir Braden, pero tienes esos ojos asombrosos, esa voz ronca de teléfono erótico, una talla de sujetador por la que mataría, y esa actitud distante y meditabunda que es completamente opuesta a la persona interesante y divertida que eres. Créeme, he oído hablar a los tíos. Eres diferente, y los tíos siendo tíos no pueden evitar verte como un reto. Estás cañón.
Estaba estupefacta, eso es lo que estaba.
¿De verdad era así como me veía la gente? Avergonzada, cogí mi tenedor, murmurando entre dientes.
Percibí la sonrisa de mi compañera de piso sin siquiera levantar la mirada.
—Necesitas un espejo.
Me encogí de hombros.
Entonces Ellie se quedó en silencio y me encontré a mí misma levantando la mirada para asegurarme de que estaba bien. Ahora no estaba sonriendo.
—No importa lo mucho que lo niegue, Braden está interesado en ti, Joss. Me pregunta mucho por ti, lo cual nunca había hecho con nadie, y créeme, he perdido al menos tres amigas con las que ha salido y ha quitado de mi vida. No le cuento mucho…
«Le hablaste de mi familia».
—… porque no dices mucho, así que por supuesto ha estado muy intrigado. Y ya te he dicho que Braden normalmente consigue lo que quiere.
—Por favor. —Estaba enfurruñada—. Dame un poco más de crédito. No voy a caer en la cama de un tío bueno solo porque está acostumbrado a conseguir lo que quiere. ¿Sabes qué? Yo también estoy acostumbrada a conseguir lo que quiero. Y lo que quiero es no caer en su cama.
Pero fue como si Ellie ni siquiera me hubiera oído.
—Si no logras resistir, solo ten cuidado con él, ¿vale? Lo han tratado mal antes, y no quiero que ocurra eso otra vez.
Con los ojos como platos, oí que mi tenedor resonaba en mi plato después de que mis dedos lo soltaran por decisión propia. Estaban asombrados, como el resto de mí.
—Espera. ¿Estás preocupada por que yo le haga daño?
Ella sonrió a modo de disculpa.
—Eres una buena persona, lo que hace que el hecho de que no confíes en nadie resulte realmente duro para la gente a la que le importas. Y en el caso de Braden, cuando una persona le importa, tiene que saberlo todo para poder cubrir todas las posibilidades y protegerla. Ha de ser un tipo en el que la gente confíe. Es su forma de ser. Si empezara algo contigo, se sentiría herido cuando le cerraras tu alma.
Solo lo capté en parte. Sobre todo, no dejaba de oír: «Eres una buena persona, lo que hace que el hecho de que no confíes en nadie resulte realmente duro para la gente a la que le importas».
—¿Te estoy haciendo daño, Ellie? —No quería reconocer lo mucho que me asustaba su respuesta.
Ella suspiró profundamente y pareció sopesar sus palabras.
—Al principio sí. Pero saber que no quieres hacerme daño ayuda. ¿Me gustaría que confiaras más en mí? Sí. ¿Voy a presionarte? No. —Se levantó—. Solo quiero que sepas que si alguna vez decides confiar en mí, estoy aquí. Y puedes contarme lo que sea.
Sentí que se me cerraba la garganta y solo pude asentir. En un esfuerzo por conjurar el momento, Ellie sonrió desde arriba.
—Esta noche voy a salir con Braden y Adam. He estado bien con Adam hoy. Se ha cabreado.
«Hum, ¿qué pretendes, jovencita?»
—¿Te andas con jueguecitos con él?
Puso cara de pocos amigos.
—Ayer descubrí que había avisado a Nicholas que no me pidiera una cita cuando quería hacerlo. Así que sí que me ando con jueguecitos.
—Uf, espera. —Empujé mi plato hacia atrás, totalmente confundida. Había conocido a Nicholas. Era uno de los amigos de Ellie que se pasaba a veces por el apartamento. También era profesor en su departamento—. ¿Que Adam hizo qué?
—Hice una broma ayer diciendo que no había tenido una cita en meses y Nicholas dijo que a lo mejor habría tenido una cita si Adam dejara de amenazar a posibles candidatos. Estaba completamente confundida, así que Nicholas se explicó. Nick llevaba meses pensando en proponerme una cita y fue a pedirle consejo a Adam sobre adónde llevarme. —Apretó la mandíbula al pensar en ello—. En lugar de responder, Adam amenazó a Nicholas con hacerle daño. Le dijo que se mantuviera lejos de mí. Sin ninguna explicación. Solo «no te acerques».
Me reí con incredulidad.
—Y por supuesto la corpulencia de Nicholas parece un chiste al lado de la de Adam, así que Nick retrocedió.
—Exactamente.
—¿A qué demonios juega Adam?
—Eso es lo que quiero saber. Me ha jodido, y por eso voy a disfrutar jodiéndolo a él.
Tenía que reconocer que me gustaba ese lado de Ellie. La gente pensaba que podía salir airosa con ella, pero se equivocaba. Le sonreí.
—Así que indiferencia, ¿eh?
Ella me sonrió con descaro, y me recordó un ángel diabólico.
—A tope esta noche. Incluso podría coquetear con alguien al azar para ver si se irrita un poco. Luego puedo preguntarle a qué demonios está jugando. Era él el que no quería que fuéramos nada más que amigos.
—Bueno, normalmente no apruebo los jueguecitos, pero en este caso se lo merece. No puedo creer que esté amenazando a los tíos a tu espalda. Espero el siguiente informe, señorita Carmichael.
Ellie rio y se apresuró a prepararse para la noche, dejándome que terminara la cena para poder meterme en la ducha antes de irme a trabajar.
***
Craig estaba de turno conmigo junto con Alistair, otro camarero con el que había trabajado antes unas cuantas veces. Los chicos estaban de buen humor y el local estaba lleno. Los dos se esforzaban al máximo por hacerme reír, y así los minutos iban pasando deprisa. Me estaba divirtiendo. Nuestro buen humor revitalizó la atmósfera del club y la gente había empezado a reunirse en torno a la barra a tomarse sus copas y disfrutar no solo de su charla, sino también de la mía con los chicos.
—Yo me encargo de este cóctel —me gritó Craig desde el fondo de la barra—. Y tú cedes de una vez y echamos un polvo esta noche, Joss.
Los clientes se rieron primero con disimulo y luego abiertamente cuando yo le devolví la sonrisita a Craig, sirviendo dos Jack Daniel’s con Coca-Cola a las chicas que tenía delante.
—Ni hablar, Tom Cruise.
Craig tenía grandes reflejos. Sin duda perdería la partida.
—Me estás rompiendo el corazón, cielo —dijo imitando al actor de Hollywood.
Le hice un gesto de desdén, pasando las bebidas a mis clientes y cogiendo su dinero.
—¿Y qué me dices a mí, Joss? —Alistair me lanzó una sonrisa insinuante, pero sabía que solo estaba bromeando.
Alistair estaba felizmente comprometido con una chica irlandesa que estudiaba en la Universidad de Napier. Aun así, podía ser fiel, pero coqueteaba tanto como Craig.
—Hum, lo pensaré —respondí en tono provocativo, lo bastante alto para que Craig lo oyera.
Craig gruñó en fingido tormento e hizo pucheros ante la atractiva chica a la que estaba sirviendo.
—Me está matando.
La chica sonrió, con los ojos brillantes en él. Yo puse los ojos en blanco cuando Craig cogió la mano de la chica y la puso en su propio pecho.
—¿Notas esto? Es mi corazón que se rompe.
—Oh, tío. —Puse los ojos en blanco, encogiéndome—. ¿No podías ser más cursi?
—Por supuesto que podía.
Alistair resopló.
—Créelo o no, esa es una de sus mejores frases.
Craig lo azotó en la cabeza con un trapo.
Riendo, pasé al lado de Craig para coger un ron y me puse de puntillas para darle un beso en la mejilla. Eso le valió unos cuantos vítores y un abucheo de Alistair.
Haciendo el idiota, la siguiente hora pasó volando y el bote de las propinas se llenó deprisa. El club estaba aún más lleno, así que mi atención estaba completamente centrada en el trabajo y en mis colegas. El hecho de que sintiera sus ojos en mí entonces, decía mucho…
Sentí un cosquilleo en la piel, levanté la cabeza y miré a través de la multitud hacia la entrada y mi interés pasó rozando a Adam y Ellie, que seguían a Braden hacia el interior; Braden, que iba caminando al lado de una morena alta que le enlazaba el brazo.
Nuestras miradas conectaron y él ni siquiera hizo ademán de reconocimiento. En cambio, bajó la cabeza y susurró algo al oído de la morena que la hizo reír.
Algo desagradable me revolvió el estómago y eché un vistazo a Ellie. Ella estaba mirando con cara de pocos amigos a Braden y luego a Adam, apartándole la mano y caminando con paso firme hacia su hermano. Este había logrado convencer a un grupo de gente sentada a una mesa para que se echaran a un lado del sofá de cuero, y así él, su chica misteriosa, Ellie y Adam pudieran sentarse.
Todos se deslizaron en el sofá excepto Ellie, que en ese momento estaba fulminando con la mirada a todos ellos. Adam le dijo algo. Ellie negó con la cabeza, con aspecto de estar extremadamente cabreada, y la expresión de Adam se oscureció. Su mano salió como un látigo y envolvió el brazo de Ellie, obligándola a sentarse a su lado. Mi amiga pugnó por desembarazarse de él, pero el brazo masculino se deslizó en torno a su cintura, con la mano en su cadera; era un gesto aparentemente despreocupado, pero estaba claro que la sujetaba con fuerza, y lo que le susurró al oído hizo que ella dejara de debatirse.
Sin embargo, no eliminó su expresión pétrea.
Preocupada, mis ojos vagaron a Braden, pero él no había visto nada de eso. Estaba demasiado ocupado charlando con la morena.
Me volví con rapidez, porque no estaba en absoluto preparada para el torrente de sangre en mis oídos y la opresión en mi pecho.
Sinceramente, no sabía qué terreno pisaba con ese tío. En un momento me miraba con ojos cargados de deseo y al siguiente ni siquiera reconocía mi presencia. Bueno, no iba a dejar que pudiera conmigo. Serví a mi cliente y miré a Alistair.
—He visto a unos amigos. ¿Podéis ocuparos de la barra mientras les llevo unas copas?
—Claro.
Sin hacer caso del cosquilleo en mi estómago, me dirigí a la pista, dando estúpidamente gracias a mi jefe por el top tan sexy que me hacía llevar. Si tenía que estar un poco sudorosa y en desventaja en comparación con la morena del vestido brillante, al menos sabía que el top me quedaba bien.
Al acercarme, la mirada glacial de Ellie se fundió y me sonrió, aliviada de verme.
—Eh, chicos —me anuncié en voz alta para que se me oyera por encima de la música—. ¿Puedo traeros unas copas?
—Oh, no hay necesidad —me dijo Adam con una sonrisa—. Darren nos las va a traer.
Señaló detrás de mí y yo me volví para ver a un tipo alto y de pelo corto, pelirrojo, esperando para abrirse paso entre la multitud hacia la barra.
Yo puse ceño en un gesto inquisitivo.
—¿Darren?
—Mi marido.
La respuesta vino de la morena y yo la miré con sorpresa, derramando mi atención sobre la mujer sentada al lado de Braden, con mi cerebro tratando de entender la imagen que tenía delante y de dar sentido a lo que ella acababa de decir. Capté la mirada de Braden y él me dedicó una sonrisita fría, para darme a entender que sabía que yo había dado por sentado que la joven era una de sus Barbies.
—Ella es Donna, la mujer de Darren. Darren es el gerente de Fire.
Oh.
Bueno, me sentía avergonzada.
Y entonces vi otra vez los ojos de Braden y su sonrisa se profundizó.
Recordé las sospechas anteriores de Ellie. «Bueno, solo para que lo sepas, tengo la impresión de que está planeando algo».
Maldito fuera. Me había hecho creer que Donna era su cita. Quería ver el alivio destellando en mis ojos al darme cuenta de que no lo era. Y Dios me maldijera, porque yo se lo había concedido.
—Me alegro de conocerte. —La saludé con la cabeza—. Volveré a mandarte a tu marido, porque va a pasarse allí la vida. Le preguntaré lo que queréis y os lo traeré.
—Gracias, Joss. —Ellie sonrió lánguidamente.
Torcí el gesto, odiando verla tan incómoda. Estiré el brazo y le apreté el hombro de manera tranquilizadora, notando la mano de Adam todavía aferrada con fuerza en su cadera. Le lancé una mirada de advertencia por encima de la cabeza de mi amiga que hizo que Adam arrugara el entrecejo en un gesto de desconcierto. Sin hacer caso de Braden y del jueguecito que tramaba, caminé pavoneándome hasta Darren, me presenté y lo mandé de vuelta con los otros una vez que memoricé las bebidas.
—Ha vuelto —me dijo Craig al oído, inclinándose en torno a mí al agitar un cóctel.
—¿Quién?
—El tipo con el que Jo ha estado flipando desde que estuvo aquí.
—Braden —asentí, mirándolo. No me había dado cuenta de lo cerca que estaba, nuestras caras a centímetros de distancia—. Jo quería convertirlo en su siguiente papito.
—Por cómo siento las dagas clavadas en mi espalda diría que él está interesado en ser el papito de otra.
Me separé, poniendo los ojos en blanco.
—No necesito papito, Craig.
Craig lanzó una mirada a Braden.
—Me molesta. La última vez que estuvo aquí te miró como si fueras de su propiedad y esta noche lo mismo. ¿Hay algo entre vosotros dos?
—Nada. Ya te he dicho que no necesito un papito.
Los ojos de Craig se estrecharon y volvió hacia mí con una sonrisa traviesa.
—A lo mejor yo necesito una mamita.
Y acto seguido estaba besándome, con una mano en mi nuca para mantenerme allí mientras su lengua se deslizaba en mi boca y su cuerpo se apretaba al mío. El asombro me mantuvo paralizada y luego el sorprendentemente agradable tacto de sus labios en los míos. Craig sabía besar, eso desde luego. Los silbidos y vítores interrumpieron el momento, y yo me separé de él poniéndole una mano en el pecho.
—Eh… —Pestañeé, tratando de entender lo que estaba pasando—. ¿Qué acaba de pasar?
Craig me hizo un guiño.
—Solo hemos cabreado al señor Dinero de ahí pasando un buen rato al hacerlo.
Negué con la cabeza en ademán de incredulidad y lo aparté, captando la sonrisa de Alistair cuando Craig pasó caminando con fanfarronería a su lado, obviamente complacido consigo mismo. Al volver a preparar las bebidas de mis amigos, me obligué a no levantar la mirada. No quería saber si Craig tenía razón respecto a Braden. No quería reconocer los sentimientos que pudiera tener por mí y viceversa. Pero maldición, me complacía saber que alguien más había reparado en su interés en mí además de una optimista y romántica recalcitrante como Ellie. Al menos sabía que no estaba imaginando cosas.
¿Y acaso yo no era solo un manojo de hormonas confundidas?
Puse las bebidas en una bandeja, me alejé de la barra sin hacer caso del «Eh, cielo» de un cliente que obviamente había presenciado el show de Craig, y esquivé a la gente para poder llevar las bebidas a Ellie y compañía sin derramar ni una gota.
—Aquí tenéis. —Puse la bandeja en la mesa y empecé a repartir las bebidas.
—Eh, ¿qué ha sido eso? —preguntó Ellie con ojos como platos al coger la bebida.
No sé qué me poseyó para pensar que hacerme la tonta era la forma de actuar.
—¿Qué ha sido qué?
Adam gruñó.
—El tipo que te ha metido la lengua hasta la garganta.
Ni siquiera pude mirar a Braden, porque podía sentir que su mirada quemaba, mejor dicho, que me quemaba. Me encogí de hombros.
—Solo es Craig.
Y entonces salí corriendo antes de que pudieran preguntarme nada más.
Pero Craig no estaba satisfecho solo con meterme la lengua hasta la garganta. En los siguientes minutos incrementó el flirteo, besándome el cuello, dándome palmadas en el culo y provocándome sin clemencia con charla sexual.
Supongo que no estar más enfadada por el hecho de que me besara le hizo pensar que podía. Y la verdad es que yo no hice nada para que creyera lo contrario. Había decidido que quería enviar un mensaje a Braden.
No éramos amigos.
Y nunca íbamos a ser nada más que no amigos.
Así que… no éramos nada.
—¡Tu descanso, Joss! —Alistair me dio un golpetazo con el trapo al volver de su descanso.
Suspiré.
—Voy a quitarte ese maldito trapo si no dejas de usarlo como un arma. En serio, ¿era necesario?
Me sonrió.
—¿Qué? ¿Habrías preferido un beso con lengua?
—Qué gracioso.
Me volví de puntillas y salí por la parte de atrás de la barra en dirección a la zona de personal. Había un pequeño vestuario con un sofá, una máquina de caramelos y algunas revistas. Una puerta situada a la derecha daba a la oficina de dirección, pero Su casi nunca estaba los fines de semana porque trabajaba a tiempo completo durante la semana. Cuando cerrabas la puerta de Su, el ruido del bar desaparecía. Con la cabeza zumbando y la adrenalina bombeando por Braden y Craig, entré con una lata de Coca-Cola y me apoyé en el escritorio.
Dar esperanzas a Craig era una mala idea. Siempre habíamos tonteado, pero esa noche había cruzado la línea y yo le había dejado, y todo porque Braden me estaba sacando de quicio. Odiaba el puñetazo en las tripas que había sentido al pensar que Donna era su pareja. Odiaba que supiera que sentía algo. Odiaba sospechar que él lo había orquestado todo.
Tenía que encontrar una manera de hacerle saber de una vez por todas que nunca iba a ocurrir nada entre nosotros.
Levanté los ojos de la moqueta cuando se abrió la puerta. Me enderecé. Los nervios se apoderaron de mi estómago en cuanto Braden entró y cerró la puerta.
Sus ojos estaban calculando al enfocarse en mi cara. Tenía las facciones duras, empañadas.
Parecía cabreado.
—¿Qué estás haciendo aquí?
No respondió y mis ojos volvieron a hacer lo mismo… perdiendo el control, recorriendo su cuerpo, asimilando el elegante suéter negro de cuello cisne y los pantalones negros de sastre. El único accesorio que llevaba era un caro reloj deportivo de platino. Su estilo sencillo y el hecho de que no se había afeitado en varios días contribuían a un conjunto muy sexy.
Sentí ese apretón en lo más hondo de mi cuerpo y apreté la mandíbula. ¿Por qué tenía que calentarme tanto? No era justo.
Tomé un trago de mi refresco para cubrirme.
—¿Y pues?
—No me gusta compartir.
Mis ojos volaron a los suyos y, si era posible, él parecía más enfadado que nunca. En esa minúscula habitación, Braden era enorme e intimidante, y la comparación entre nuestros tamaños más notable. Podía aplastarme como un insecto si quería hacerlo.
—¿Qué?
Sus ojos se entornaron.
—He dicho que no me gusta compartir.
Pensé en Vicky.
—No es lo que he oído.
—Deja que lo reformule. —Dio un paso tranquilizador hacia mí—. Cuando se trata de ti… no me gusta compartir.
No hubo tiempo de procesar eso. Un momento estaba mirándolo con incredulidad y al siguiente la lata de refresco estaba en el suelo y mi trasero en el escritorio cuando Braden colisionó conmigo. Su calor y su fortaleza me arrollaron cuando me agarró por la nuca con una mano grande y con la otra mano arrastró mi muslo izquierdo hacia arriba para poder situarse entre mis piernas y posicionarme sobre el escritorio. Su boca se aplastó en la mía y el deseo que mi cuerpo había estado albergando por él durante semanas se apoderó de mí. Me aferré a él, con las manos clavadas en su espalda, mis piernas trepando por sus caderas al tiempo que mis labios se separaban en una exhalación de alivio que permitió que su lengua entrara para provocarme. El olor de Braden, el gusto a whisky en su lengua, la sensación de sus manos cálidas agarrándome con fuerza… todo ello me dominó y se me escapó ese sonido gutural que no podía controlar.
Su beso borró todo recuerdo del de Craig.
La mano de Braden se tensó en mi nuca y lo oí gemir. La vibración de su gemido se transmitió, pasó rozando mi cuerpo como manos incitando mis pezones, susurrando en mi estómago y deslizándose hasta aposentarse entre mis piernas. Sus besos se hicieron más intensos, más demandantes: largos besos que me drogaban y me dejaban sin respiración. Estábamos jadeando y tirando de la boca del otro como si no pudiéramos llegar lo bastante profundo, con mis uñas clavadas en su suéter para instarlo a apretarse más.
Cuando reparé en su erección clavándose en mi estómago ya estaba perdida. Mi vientre se encogió y gimoteé con mi boca pegada a la suya, con las bragas empapadas de deseo. La necesidad se acrecentó cuando Braden subió una mano por mi cintura, rozándome el pecho y deteniéndose en el tirante ancho del top. Interrumpió el beso, retirándose solo un centímetro para mirarme a los ojos. Los suyos eran oscuros, con las pestañas caídas sobre ellos, los labios amoratados. Sentí que dos de sus dedos se deslizaban bajo mi tirante para bajar el lado izquierdo del top y dejar al descubierto mi sujetador. Su mirada nunca abandonó la mía al repetir el proceso con el tirante de mi sujetador.
Noté aire frío en mi pecho desnudo y mi pezón se tensó, incitante. Braden bajó la mirada y sentí que su mano se deslizaba hacia arriba para agarrarme el pecho. Lo acarició, rozándome con el pulgar el pezón, y yo ahogué un grito cuando este se endureció y lanzó un relámpago de deseo entre mis piernas. Braden me miró a los ojos.
—¿Te gusta esto, nena? —murmuró, y sus ojos volvieron a mi boca—. ¿Te gusta sentir mis manos en ti?
Bueno… ¡sí!
—O… —Bajó la cabeza y sus labios se frotaron suavemente contra los míos—. ¿Sirven las de cualquier hombre?
Esas palabras tardaron unos segundos en penetrar, pero cuando lo hicieron aplasté el dolor y recuperé la rabia, dejando de abrazarlo para volver a colocarme el sujetador y el top.
—Vete a la mierda —le solté.
Traté de apartarlo, pero solo conseguí que se apretara más a fondo entre mis piernas, sujetándome las muñecas para parar los puñetazos que estaban a punto de volar hacia él.
—¿Qué demonios era eso de ahí fuera? —me dijo echando humo, pero todavía estaba inequívocamente excitado, con su erección clavándose en mí, haciendo que mi propio cuerpo luchara con mi cabeza.
—No es asunto tuyo, es lo que era.
—¿Te lo estás follando?
—¡No es asunto tuyo!
Soltó un ruido bajo, airado, entre dientes, y tiró de mis brazos.
—Considerando que quiero follarte, es asunto mío. Y considerando que está claro que quieres que te folle, creo que es mejor para ti que me respondas.
—Eres un capullo arrogante y egoísta, que lo sepas —dije enrabietada, decidida a que ese macho alfa no me controlara—. ¡No tendría sexo contigo ni aunque fueras el último hombre del mundo!
No era la respuesta más original, ya lo sé. Y desde luego no era el mejor momento para decirla.
Braden me besó otra vez, sin soltarme las manos, pellizcándome con furia la boca, frotando su polla dura contra mí, atormentándome. Mi cuerpo cedió y mis labios se separaron, dejándolo entrar. Traté de presentar una fingida batalla, pero mis hormonas estaban mucho más interesadas en el sexo que en controlar la situación.
—¿Te acuestas con él, Jocelyn? —murmuró de forma sexy, con sus labios dejando un rastro de besos ansiosos en mi mandíbula.
—No. —Respiré.
—¿Quieres acostarte con él?
—No.
Vagamente era consciente de que me estaba soltando las muñecas, y mis manos —con mente propia— se estiraron para tocar el estómago tenso de Braden.
—¿Quieres que te folle? —me gruñó al oído.
Me estremecí de deseo. ¡Sí!
En lugar de decir la verdad, negué con la cabeza, tratando de mantener cierta clase de control.
Y entonces su mano estaba entre mis piernas, con dos dedos frotando con fuerza la costura de mis vaqueros. La excitación me inundó en un torrente de temblores.
—Oh, Dios… —Gemí, tratando de apretarme más a él.
Sus labios estrujaron los míos y busqué algo más profundo, más húmedo, pero Braden se estaba retirando.
—¿Quieres que te folle?
Sentí una explosión de rabia y abrí los ojos de golpe para fulminarlo.
—¿Qué coño crees?
Bajé su cabeza, con nuestros labios chocando al sacar de él lo que quería. Sus brazos me rodearon la cintura, fusionando nuestros cuerpos mientras nuestras bocas se alimentaban ansiosamente una de la otra. La impaciencia ardía entre nosotros y las manos fuertes de Braden se deslizaron por mi espalda y bajo mi trasero para levantarme con facilidad. Mi cuerpo comprendió lo que quería y mis piernas se envolvieron automáticamente en torno a su cintura al tiempo que él se volvía y daba dos pasos para apretarme contra la pared, con su erección frotándose contra la uve de mis vaqueros y empujándome con sus caderas. La satisfacción y la necesidad me atravesaron y jadeé contra su boca, rogando más en silencio.
—Oh, joder, lo siento. —La voz de Alistair penetró entre la niebla y yo me aparté de Braden, con mi pecho subiendo y bajando con rapidez mientras intentaba recuperar el aliento.
Miré a Alistair horrorizada al sentir que la realidad retornaba.
¡Qué demonios!
«Oh, joder, joder, joder». ¡Mi autocontrol daba pena!
—Mierda —exclamé, soltando el aire.
La mirada confundida de Alistair voló entre Braden y yo antes de volver a mí.
—Fin del descanso.
Tragué saliva pese al nudo de pánico y excitación sexual que se había formado en mi garganta.
—Ahora mismo salgo.
En cuanto se hubo ido, sentí que la sala se cerraba en torno a mí. Todavía estaba envuelta en los brazos de Braden. Desenredé mis piernas y él me bajó al suelo. En cuanto mis pies pisaron en firme, apoyé una mano en el pecho de Braden para apartarlo.
—Tengo que volver a trabajar.
Me agarró por la barbilla con dedos suaves y me obligó a levantar la mirada. Su expresión era granítica, decidida, controlada… y completamente opuesta a su boca hinchada y desordenado pelo.
—Hemos de hablar.
¿Sobre mi absoluta falta de control y fuerza de voluntad?
—No tengo tiempo ahora mismo.
—Entonces me pasaré mañana por la noche.
—Braden…
Su agarre en mi barbilla se tensó, silenciándome.
—Pasaré mañana por la noche.
Eso no iba a ocurrir. ¿Cómo podía dejar que eso ocurriera?
—Braden, no quiero que pase nada entre nosotros.
Levantó una ceja, claramente no convencido.
—Díselo a tus bragas mojadas, nena.
Entrecerré los ojos.
—Eres un cabrón.
Él sonrió ampliamente y se inclinó para depositar un beso suave en mis labios.
—Te veré mañana.
Lo agarré por el suéter, impidiendo que se marchara.
—Braden, lo digo en serio.
Riéndose entre dientes, él pacientemente fue estirando mis dedos uno a uno hasta que solté el suéter y retrocedió.
—Tengo una propuesta. Pasaré mañana para discutirla.
Arg. ¿Estaba sordo?
—Braden…
—Buenas noches, Jocelyn.
—Braden…
—Ah. —Se volvió hacia mí en la puerta con expresión endurecida—. Estaré esperando al final del turno para meteros a ti y a Ellie en un taxi. Si te vuelvo a ver coqueteando otra vez con ese gilipollas le partiré los dientes.
Y al instante, puf. Se había ido.
Hice balance un momento, incapaz de creer lo que acababa de permitir que ocurriera. Pero mis labios estaban pulsando por esos besos desesperados, mis mejillas ardiendo por el roce de su barba de dos días, mi corazón acelerado y mis bragas definitivamente empapadas.
Peor… todavía estaba tan caliente que medio pensé en cerrar la puerta y terminar lo que él había empezado.
Al día siguiente eso tenía que terminar. Si Braden podía transportarme de esa forma, no podía dejar que la situación llegara más lejos.
A lo mejor debería mudarme.
Sentí un dolor en el pecho al pensar en dejar a Ellie y el apartamento de Dublin Street. ¡No! Podía hacerlo. Podía poner a ese cabrón arrogante en su sitio.
Asentí, poniéndome en pie solo para balancearme un poco.
Puse los ojos en blanco. ¿Por qué demonios tenía que ser la versión humana de un arma nuclear con carga sexual? Gruñendo, me recompuse todo lo que pude y me dirigí a la barra, sin hacer caso de las miradas burlonas de Alistair, la mirada ardiente de Braden ni los intentos de coqueteo de Craig.
Me gustaban los dientes de Craig donde estaban, muchas gracias.