Epílogo

Wesker, ya a kilómetros de distancia, oyó la explosión y vio la nube de humo negro y espeso que se elevó del lugar poco después. Pensó en dar la vuelta y echar un vistazo, pero decidió que era mejor no hacerlo. No tenía sentido. Si Alexia no había muerto, su gente lo descubriría dentro de poco. Demonios, todo el mundo lo descubriría.

—Espero que estuvieras ahí dentro, Redfield —dijo en voz baja sonriendo levemente. Por supuesto que estaba allí dentro. Chris no era ni lo bastante listo ni lo bastante veloz para haber salido de allí a tiempo…

Aunque puede que sea lo bastante afortunado.

Wesker tuvo que admitir aquello. Redfield tenía una suerte de mil demonios.

Había sido una pena que Alexia rechazara su ofrecimiento. Ella era algo increíble, algo aterrador y maligno, pero sin duda, algo increíble. Sus jefes no iban a estar nada contentos cuando vieran que regresaba sin ella, y no podía culparlos. Habían invertido mucho en el ataque a Rockfort, y él les había asegurado que obtendrían resultados.

Lo soportarán. Si no les gusta la idea, siempre pueden buscarse a un nuevo chico de los recados. Pero Trent…

Wesker torció el gesto. No deseaba en absoluto encontrarse con él. Le debía mucho a aquel tipo. Después del fracaso en la mansión Spencer, Trent le había sacado, de forma muy literal, el culo de la hoguera, y lo había dispuesto todo para que lo curaran y acabara mejor que cuando estaba sano. Además, había sido el responsable de que lo conocieran sus nuevos jefes, hombres que aspiraban a tener poder de verdad y que disponían de los medios para conseguirlo.

Además…

Además, y él nunca lo admitiría en voz alta, Trent le daba miedo. Era tan tranquilo, tan educado, tan reposado a la hora de hablar. Pero había un brillo en sus ojos que daba la impresión de que siempre se estaba riendo, como si todo lo que estuviese pasando fuese un chiste y sólo él fuera capaz de entenderlo. Según la experiencia que Wesker tenía en la vida, los que sonreían eran los individuos más peligrosos. No parecían tener que demostrar nada, y normalmente estaban como mínimo un poco locos.

Me alegro de que estemos en el mismo bando, se dijo Wesker para tranquilizarse. Porque tener que enfrentarse a alguien como Trent era una idea muy, muy mala.

Bueno, ya tendría tiempo de preocuparse por Trent más adelante, después de que hubiera presentado las excusas apropiadas a la gente apropiada. Al menos, Redfield había muerto, mientras que él seguía vivito y coleando, además de trabajar para el bando que iba a ganar cuando todo aquello acabara.

Wesker sonrió, deseoso de ver ese final. Iba a ser espectacular.

El sol había salido y su luz se reflejaba contra la nieve creando un brillo radiante, cegador por su perfección. La pequeña aeronave siguió a toda velocidad, mientras su sombra la perseguía incansable.