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Alexia Ashford vio a su gemelo morir a sus pies, sangrando y con un dolor agónico, mientras alargaba una mano para tocar el tanque de estasis con los ojos llenos de adoración hacia ella. Nunca había sido demasiado listo o competente en sus funciones, pero ella lo había querido, y mucho. Su muerte era una gran tristeza, pero también la señal que había estado esperando. Había llegado el momento de salir de allí.
Sabía desde hacía unos cuantos meses que el final llegaría en poco tiempo. O más bien, el comienzo, el surgimiento de una nueva vida sobre la Tierra. Su estado de estasis había permanecido estable durante la mayor parte de los quince años que había necesitado, y a lo largo de ese tiempo, su cuerpo y su mente habían permanecido ajenos a la vida de su alrededor, ajenos al hecho de que se encontraba en el interior de un tanque lleno de líquido amniótico helado mientras sus células cambiaban con lentitud y se adaptaban al virus Verónica-T.
Sin embargo, eso había cambiado en el transcurso del año anterior. Había mantenido la hipótesis de que si se le proporcionaba el tiempo suficiente, el virus Verónica-T elevaría la conciencia hasta niveles mentales insospechados, expandiendo áreas de la mente que sobrepasarían los simples sentidos humanos, y estaba en lo cierto. Durante los diez meses anteriores había comenzado a experimentar su propia existencia a pesar del estasis en que se encontraba, poniendo a prueba su conciencia, y había sido capaz de ver a través de sus ojos humanos cuando había querido.
Alexia expandió su mente hasta apagar los interruptores de las máquinas de apoyo vital. El tanque comenzó a vaciarse, y ella se quedó mirando a su hermano muerto, tremendamente descontenta de que fuera así. Podía elegir no hacer caso de sus emociones, pero ella había sido humana a su lado. Le parecía lo más apropiado.
Cuando el tanque estuvo vacío del todo, Alexia abrió la puerta y salió a su nuevo mundo. Había poder por todos lados, y era suyo, tan sólo tenía que apropiarse de él, pero en ese momento se sentó delante del tanque, colocó la cabeza ensangrentada de Alfred sobre su regazo y experimentó la tristeza.
Comenzó a cantar una tonadilla infantil que le había gustado mucho a su hermano mientras le apartaba con cuidado el cabello de la cara. Distinguió arrugas de tristeza alrededor de su boca y de sus ojos, y Alexia se preguntó cómo había sido la vida de su hermano. Se preguntó si se habría quedado en Rockfort, si se habría quedado en la casa de Verónica, el hogar de sus antepasados.
Alexia concentró su mente, sin dejar de cantar, en buscar a su padre, y se quedó sorprendida al no encontrarlo: o estaba muerto, o estaba más allá de su alcance de percepción. Había entrado en contacto con su mente escaso tiempo atrás y estudiado lo poco que quedaba de ella. En cierto modo, él era responsable de lo que le había ocurrido a ella. El virus Verónica-T había convertido su mente en papilla, lo había vuelto loco, lo mismo que le habría pasado a ella si no se le hubiera ocurrido probarlo antes en él.
Extendió la percepción de su mente y descubrió enfermedad y muerte en los niveles superiores de la terminal. Una pena. Había deseado comenzar de nuevo sus experimentos de forma inmediata. Sin embargo, sin sujetos a los que poner a prueba, no tenía sentido que se quedara allí.
Descubrió a dos personas no muy lejos de las instalaciones de Umbrella, y decidió poner a prueba su control sobre la materia para determinar cuánto esfuerzo le costaba, y comprobó que apenas era un esfuerzo de verdad. Se concentró durante unos pocos segundos, vio un macho y una hembra en el interior de un trineo motorizado, y deseó que regresaran a las instalaciones.
De forma instantánea, unas extremidades de materia orgánica atravesaron la capa de hielo y se dirigieron hacia el trineo. Alexia observó divertida con sus sentidos cómo un tentáculo gigante de la sustancia recién formada surgía del suelo, se enroscaba alrededor del vehículo y lo alzaba en el aire sin ninguna clase de dificultad antes de lanzarlo hacia las instalaciones. El aparato rodó sobre sí mismo y su motor estalló en llamas antes de detenerse contra la pared de uno de los edificios de Umbrella.
Se dio cuenta de que ambos seguían vivos, y se mostró contenta. Podía utilizar a uno de ellos en un experimento sobre el que llevaba cavilando desde hacía varias semanas, y sin duda le encontraría una buena utilidad al otro a su debido tiempo.
Alexia continuó cantándole a su hermano muerto, intrigada por los cambios que veía llegar, deseando obtener el control completo de sus poderes recién adquiridos. Acarició el cabello de Alfred mientras seguía soñando.