9
No existía una maldición lo bastante fuerte para expresar por completo su desesperación. Claire dejó caer inmediatamente el rifle inútil y echó a correr hacia la derecha, esquivándolo. No quería acabar atrapada en una esquina. No podía creer que no le hubiera echado un vistazo al cargador del puñetero rifle. Había seis o siete cajas apiladas contra el mamparo de la puerta de la cabina de mando, pero allí no podía ponerse a cubierto, a ninguno de los lados. Aquel ser la iba a atrapar.
¡Venga, venga, venga!
La pesada criatura se giró con lentitud, siguiéndola mientras ella corría a lo largo del costado derecho del avión. Sacó la pistola de debajo de su cinturón y le quitó el seguro sin mirar, temerosa de apartar sus ojos del monstruo ni siquiera un momento. La criatura avanzó dando pisotones con sus piernas como troncos, concentrado de un modo inquietante en cada paso que daba ella.
El compartimento de carga no era demasiado grande, poco más de diez metros de largo por cuatro de ancho. Llegó en un momento al otro lado del avión, a la parte posterior. El aire helado comenzó a tirar de ella intentando arrastrarla hacia las nubes. Claire echó a correr semiagachada y cruzó el espacio que la separaba de la otra pared procurando no pensar en lo que ocurriría si tropezaba antes de lograr agarrarse a un reborde metálico con dedos temblorosos.
La criatura todavía estaba a más de seis metros de ella. Claire se mantuvo agarrada a la pared, esperando a que estuviera más cerca para echar a correr de nuevo. Al menos, era un bicho bastante lento, pero tenía que pensar en algo y con rapidez. No podía estar siempre dando vueltas y vueltas en el compartimento.
Estaba observando a la criatura, la veía con claridad…, pero lo que ocurrió a continuación le pareció una especie de ilusión óptica. La criatura agachó un poco su cabeza plateada…, y de repente se situó a tan sólo un par de metros de ella. La distancia se había reducido en una fracción de segundo. Ya estaba dejando caer su brazo derecho, y las cuchillas resplandecientes cruzaban el aire con un silbido audible y característico…
Claire no pensó: actuó. Sintió de improvisó el estómago en la boca y no fue consciente de su propio movimiento. Durante una fracción de segundo no fue más que un cuerpo que se agachaba y echaba a correr…, y después, ya estaba al otro lado del avión, al lado de las cajas apiladas, mirando cómo la criatura se daba la vuelta de forma lenta, muy lenta.
¡Joder, a la mierda!
El avión sobreviviría si le abría unos cuantos agujeros. Disparó ocho veces hacia el centro de su pecho…, y todas las balas impactaron en estrecho agrupamiento sobre el objetivo. Vio que los agujeros de bordes ennegrecidos se abrían muy cerca de donde debería estar su corazón si fuera humano, pero no salió sangre, sino un tejido oscuro y húmedo que formó unos bultos esponjosos sobre las heridas. La criatura se detuvo en seco…, y comenzó a avanzar de nuevo menos de dos segundos después, un paso tras otro, con lentitud, pero sin cambiar su centro de atención.
Sintió una punzada de pánico.
Tengo que salir de aquí, me va a matar, tengo que llamar a Steve, a lo mejor con otra pistola…
No, no podía, y además, no serviría de nada, tan sólo empeoraría la situación. El señor X había sido programado con un único objetivo: obtener una muestra del virus. Claire sospechaba que aquella criatura iba a por ella en concreto, así que si entraba en la cabina y cerraba la puerta, el monstruo seguramente arrancaría la puerta y la mataría a ella…, y a Steve. Si se quedaba en el compartimento de carga, Steve al menos tendría una oportunidad. Además, las únicas armas que tenían a bordo eran pistolas de calibre nueve milímetros, y si aquel bicho podía recibir ocho tiros en el pecho sin venirse abajo, otra pistola no iba a suponer mucha diferencia.
Intenta pegarle un tiro en la cabeza, como con el otro monstruo.
Podía intentarlo, pero tenía la sospecha de que algo como aquello que no sangraba tampoco se quedaría ciego. Tenía unos ojos muy extraños, y a lo mejor incluso ni los utilizaba para ver…, eso sin contar que estaban en el interior de un avión en pleno vuelo que no paraba de moverse y de estremecerse. ¿Cómo iba a poder apuntar en condiciones sin una mira, y mucho menos acertar?
Todo aquello pasó por su mente en menos de un segundo, y a continuación se puso en movimiento de nuevo, en dirección a la parte posterior del avión otra vez. Tenía miedo de echar a correr, tenía miedo de quedarse quieta, y se preguntó cuánto tardaría el monstruo en abalanzarse una vez más y qué es lo que haría para…
La criatura agachó la cabeza como había hecho antes, y el cuerpo de Claire reaccionó como en la otra ocasión, pero mientras tanto, se le ocurrió una idea. Se alejó de la pared y corrió hacia la criatura, pero echándose a un lado.
Si esto no funciona, estoy muerta…
Y sintió el frío de su extraña carne cuando pasó a toda velocidad a su lado. Estuvo tan cerca que olió la podredumbre de su cuerpo…, y un momento después ambos estaban en lados opuestos de aquel espacio abierto y el monstruo se estaba dando la vuelta de forma mecánica otra vez. Había funcionado, pero por los pelos: si hubiese estado un centímetro más cerca, si ella hubiese sido una fracción de segundo más lenta, todo habría acabado ya.
La pistola no servía, no podía huir de allí, así que era la criatura la que tenía que salir, pero ¿cómo? La corriente de aire que salía por el hueco posterior abierto en el compartimento era fuerte, pero si ella podía resistirlo, el pesado monstruo sin duda ni lo notaría… Tenía que lograr que perdiera el equilibrio. Quizá si lo atraía hasta la abertura y lo hacía tropezar, pero no tenía tanta fuerza…
¡Piensa, maldita sea! Ya se dirigía hacia ella de nuevo, un paso, dos. Apartó la mirada el tiempo suficiente para echar un rápido vistazo a la zona de suelo que estaba cerca de la abertura en busca de algo que lo hiciera tropezar, quizá la cinta mecánica…
La cinta mecánica hidráulica.
Se utilizaba para llevar las cajas más pesadas hasta la parte trasera del avión y descargarlas. De hecho, había dos cajas vacías en la plataforma metálica al comienzo de la cinta, a pocos pasos de la puerta que llevaba a la cabina de mando. Los mandos que la controlaban estaban situados en la pared exterior, justo delante de la puerta.
Es demasiado lenta, no servirá. Pero…, era lenta porque normalmente iba cargada con algo pesado: si sólo había una o dos cajas vacías sobre ella, ¿cuán rápidamente iría? Tenía que llegar hasta los controles y ver…
Notó un movimiento de refilón y la maza llena de pinchos apareció de repente, directa hacia un lado de su cabeza. Claire saltó hacia adelante y se echó a un lado de un modo instintivo, pero no fue lo bastante veloz. Los pinchos no llegaron a darle, pero sí lo hizo el fuerte antebrazo, que le impactó dolorosamente contra la oreja y la lanzó al suelo.
La criatura se agachó un poco de forma instantánea y golpeó con el brazo derecho, pero ella ya se había apartado y se puso a rodar por el suelo en cuanto cayó. Las cuchillas de la mano arañaron con fuerza el suelo e hicieron saltar chispas. La criatura lanzó un aullido de rabia cuando Claire se puso en pie de un salto intentando no hacer caso a la oreja palpitante de dolor ni a los puntitos negros que asomaban en los bordes de su campo de visión. Echó a correr hacia los mandos de la cinta hidráulica a la vez que la criatura también se ponía en pie. El monstruo se movía de nuevo de forma mecánica, mostrando tanta falta de sentimientos como furia había tenido tan sólo unos segundos antes.
Claire dio unas cuantas zancadas y enseguida estuvo al lado de los mandos de la cinta. Era un panel de control bastante sencillo: un botón de encendido, un marcador que indicaba el peso aproximado de la carga, los botones de avance y retroceso, una pequeña pantalla digital indicadora y un apagado de emergencia. Claire pulsó el botón de encendido y llevó el marcador hasta la anotación máxima de carga, poco menos de tres toneladas.
Echó una mirada hacia la criatura, todavía a una distancia segura, y vio que sólo estaba a un paso o dos de colocarse en la trayectoria de la plataforma de la cinta. Puso la mano encima del botón azul de avance que la haría salir disparada hacia la salida del compartimento de carga a una velocidad tremenda. Con tan sólo unos cuantos kilos de contenedor donde se suponía que tenía que haber tres toneladas, derribaría a la criatura como un bolo.
Casi… Casi… ¡Ahora!
Claire apretó el botón cuando la criatura ya estaba casi sobre la cinta mecánica…, y no ocurrió nada.
¡Mierda!
Miró de nuevo el botón de encendido. Quizá no lo había pulsado bien…, y fue entonces cuando vio lo que ponía en la pequeña pantalla digital. Soltó un quejido. Ponía simplemente: «Recarga en proceso: espere la señal».
¡Dios!, ¿y cuánto tardará?
La criatura todavía estaba a unos seis metros y caminaba sobre la cinta casi en silencio. No dispondría de otra oportunidad mejor, porque, entre otras cosas, el siguiente golpe podría matarla…, pero si se quedaba allí, donde estaba, y el monstruo llegaba hasta ella antes de que el motor del aparato estuviese cargado, quedaría atrapada entre la pared y las cajas almacenadas a su lado. La machacaría contra la puerta de la cabina de mando.
Es mejor que eche a correr.
Es mejor que me quede donde estoy.
Claire dudó un instante de más y la criatura se abalanzó sobre ella de nuevo. Avanzó como una catástrofe natural y fue demasiado tarde, ya no tenía ni tiempo de darse la vuelta para refugiarse en la cabina…
¡Ping!
La criatura comenzó a bajar el brazo izquierdo para golpearla al mismo tiempo que Claire apretaba el botón y cerraba los ojos con fuerza, segura de que el mundo iba a desaparecer en una oleada de dolor, un momento antes de que el monstruo saliera disparado hacia atrás alejándose de ella cuando las cajas lo golpearon en las piernas y lo hicieron salir catapultado de espaldas. La criatura utilizó aquel increíble poder de aceleración antes de que a ella le diera tiempo a aceptar que su plan estaba funcionando, y se agarró a la parte frontal del contenedor para intentar recuperar el equilibrio y avanzar de nuevo…
Pero Claire no quiso esperar a ver cuál de las dos fuerzas era más poderosa. Empezó a disparar y le metió dos, tres balazos en la cabeza. Los proyectiles rebotaron de un modo inofensivo en el cráneo blindado, pero lo distrajeron. La criatura luchó otro medio segundo antes de que ella y las cajas vacías desaparecieran al hundirse en el profundo cielo plomizo.
Claire se quedó mirando al cielo que pasaba por la abertura durante unos momentos, sabiendo que debería sentirse tremendamente aliviada: había matado al monstruo, había sobrevivido a otro desastre provocado por Umbrella, estaban, por fin, a salvo…, pero también estaba totalmente agotada, y cualquier posibilidad de sentir alguna clase de emoción fuerte había salido por la abertura junto al hermano mayor del señor X.
—Por favor, que se haya acabado —dijo en voz baja antes de darse la vuelta y abrir la puerta para entrar en la cabina de mando.
Steve echó la vista atrás y frunció el entrecejo mientras ella subía los dos escalones que llevaban a la zona de pilotaje.
—¿Qué ha pasado? ¿Va todo bien?
Claire asintió y se dejó caer en el asiento de al lado, completamente exhausta.
—Sí. Un nuevo gol para los chicos buenos. Ah, por cierto, la compuerta de carga posterior ha desaparecido por completo.
—¿Estás de broma? —preguntó Steve.
—No —contestó ella, y un momento después bostezó con todas sus ganas, repentinamente abrumada por el cansancio—. Oye, voy a descansar un momento. Si me quedo dormida, despiértame a los cinco minutos, ¿vale?
—Vale —contestó Steve, que parecía seguir confundido—. ¿La compuerta ha desaparecido por completo?
Claire no le respondió. La oscuridad se abalanzaba sobre ella, su cuerpo se disolvía en el asiento…
Steve empezó a sacudirla, repitiendo su nombre una y otra vez.
—¡Claire! ¡Claire!
—Sí —murmuró ella, segura de que no se había quedado dormida en cuanto abrió los ojos. Se preguntó por qué Steve querría torturarla de ese modo…, hasta que vio la expresión de su cara, y una sensación de alarma la espabiló del todo.
—¿Qué?, ¿qué pasa? —preguntó mientras se sentaba.
Steve parecía muy preocupado.
—Hace menos de un minuto cambiamos de rumbo y los mandos se bloquearon de repente —contestó—. No sé qué está pasando. No hay radio, pero todo lo demás funciona a la perfección…, sólo que no puedo virar, ni cambiar de altitud o de velocidad. Parece atascado en el piloto automático.
Se oyó un chasquido procedente de encima de sus cabezas antes de que ella tuviera tiempo de contestar. Se trataba de una pequeña pantalla situada en el techo de la cabina y en la que Claire no se había fijado antes. Unas cuantas rayas de distorsión aparecieron y permanecieron durante unos momentos, pero cuando por fin les llegó la imagen, fue bastante clara.
¡Alfred!
Él también parecía estar volando. Estaba sentado en el asiento delantero de un avión a reacción de dos plazas, o en un aparato similar. Todavía tenía manchas de maquillaje por toda la cara y los bordes de los ojos resaltados de negro, y cuando habló, lo hizo con la voz de Alexia.
—Os pido disculpas —dijo con voz suave—, pero no puedo permitir que os escapéis. Al parecer, habéis logrado desembarazaros de otro de mis juguetitos. Sois muy traviesos.
—Psicópata travestido —le respondió Steve con un gruñido, pero Alfred o no lo oyó, o no le importó.
—Disfrutad del viaje —siguió diciendo Alfred entre risitas, la pantalla se apagó después de una descarga estática final.
Claire se quedó mirando a Steve, quien la observó con un sentimiento de inutilidad, y después ambos se quedaron mirando el mar de nubes y cómo los primeros rayos de sol las atravesaban.
Steve soñaba con su padre cuando se despertó sobresaltado, atemorizado por alguna razón. El sueño fue desapareciendo mientras se daba cuenta de dónde se encontraba. Claire dejó escapar un leve sonido somnoliento desde la parte posterior de su garganta y se arrebujó contra él colocando mejor la cabeza sobre el hombro izquierdo de Steve. Sintió su respiración tibia contra el pecho.
Ah, pensó él, sin querer moverse por temor a despertarla. Se habían quedado dormidos uno al lado del otro apoyados contra la pared de la cabina de mando, y, por lo que parecía, se habían acercado bastante en algún momento del sueño. No tenía ni idea de la hora que era, o cuánto tiempo habían dormido, pero todavía estaban en el aire, y la luz apagada del sol seguía entrando por las ventanas.
Habían hablado durante un rato después de que Alfred se hubiera hecho con el control del avión, pero no sobre lo que harían al final de aquel vuelo secuestrado. Claire había insistido en que, puesto que no podía hacer nada al respecto, no tenía sentido preocuparse por ello. En vez de eso, se habían puesto a comer (Claire había sacado a golpes unos cuantos paquetes de almendras de una máquina de aperitivos, algo por lo que Steve le estaría eternamente agradecido) y habían hecho todo lo posible por lavarse algo con un poco del agua embotellada. Después se habían puesto a hablar, pero a hablar en serio.
Ella le contó todo lo que le había pasado cuando estuvo en Raccoon City para ver a su hermano Chris, y lo que sabía sobre Umbrella y sobre aquel tipo que recordaba a un espía, Trent…, y también le contó otras muchas cosas. Iba a la universidad y tenía dos años más que él. Montaba en moto, pero lo más probable era que lo dejara por lo peligroso que solía ser. Le gustaba bailar, así que le gustaba la música de baile, pero también le gustaban grupos como Nirvana, y pensaba que la política era muy aburrida, y su comida preferida eran las hamburguesas con queso. Era una chica genial, la más genial que él jamás hubiera conocido, y lo que era incluso mejor todavía, estaba interesada de verdad en lo que él decía. Se rió mucho con los chistes que le contó Steve, y pensaba que era estupendo que él se entrenara corriendo campo a través, y cuando había hablado un poco sobre sus padres, ella lo había escuchado con atención sin preguntar demasiado.
Y es tan lista y tan guapa…
La miró, miró su cabello y sus largas pestañas, y su corazón palpitó con fuerza aunque intentaba relajarse. Ella se movió de nuevo, inquieta en su sueño, y alzó un poco la cabeza…, y sus labios levemente separados quedaron lo bastante cerca de los suyos como para que la pudiera besar. Lo único que tenía que hacer era bajar la cabeza unos cuantos centímetros. Deseaba tanto hacerlo que de hecho comenzó a inclinarse hacia ella y bajó los labios hacia los suyos…
—Mmmmmm —murmuró ella, todavía dormida por completo. Steve se detuvo y retrocedió un instante después, con el corazón palpitándole con mayor rapidez todavía. Deseaba hacerlo con todas sus fuerzas, pero no así, no si ella no lo quería también. Él creía que sí quería, pero Claire también le había hablado un poco de Leon, y no estaba muy seguro de que tan sólo fueran buenos amigos.
Se sentía torturado por tenerla tan cerca pero que no fuera suya, así que se sintió muy aliviado cuando ella se apartó de él unos momentos más tarde. Se puso en pie y estiró las piernas, que tenía medio dormidas, y se acercó a la parte delantera de la cabina de mando preguntándose si ya habrían comenzado a utilizar el depósito de combustible de reserva. La idea de tener que enfrentarse otra vez al cabrón enloquecido de Ashford le borró los últimos pensamientos positivos que tenía. Esperaba que Claire durmiera un poco más; estaba tan cansada…, hasta que vio lo que había afuera. Leyó el rumbo y se dio cuenta de que la altitud había disminuido de forma considerable. El avión comenzaba a cabecear y a estremecerse un poco, y no era de extrañar. La lectura del mapa que había al lado de la brújula proporcionaba la longitud y latitud aproximadas de su posición.
—¡Claire, despierta! ¡Tienes que ver esto!
Ella se puso a su lado unos segundos más tarde frotándose los ojos…, que se abrieron como platos cuando miró por la ventana. Había una ventisca de hielo y nieve que se extendía hasta donde alcanzaba la vista.
—Estamos sobre el Antártico —dijo Steve.
—¿En el Polo Sur? —preguntó Claire con incredulidad. Se agarró al respaldo del asiento del piloto cuando el avión se inclinó para virar—. ¿Donde los pingüinos, las orcas y todo eso?
—No conozco la fauna del lugar, pero estamos en la latitud 82.17 Sur —contestó Steve—. Sin duda, el culo del mundo. Y no estoy seguro del todo, pero creo que estamos descendiendo para aterrizar. Bueno, al menos, estamos aminorando la velocidad.
Quizá el plan de Alfred era dejarlos caer en mitad de la nada y que se helaran hasta morir. No demasiado brillante ni llamativo, pero serviría a la perfección. Steve deseó poder ponerle las manos encima aunque sólo fuera durante un minuto, uno solo. No era un luchador nato, pero Alfred se desharía como un merengue.
—Debemos de estar dirigiéndonos hacia eso —exclamó Claire señalando a la derecha, y Steve entrecerró los ojos, apenas capaz de ver a través de la ventisca. Pero unos momentos más tarde vio los demás aviones y los edificios bajos y alargados que ella había visto, y a sólo unos minutos de vuelo.
—¿Crees que es una instalación de Umbrella? —preguntó Steve, a pesar de que ya sabía antes de que ella asintiese que tenía que ser así. ¿Dónde si no iban a parar?
El morro del avión continuó bajando, llevándolos a donde Alfred hubiera decidido, pero Steve se sentía de hecho un poco aliviado. Tener otro encuentro con Umbrella no era agradable, desde luego, pero al menos puede que allí hubiera otra persona a cargo del lugar, y no todos los empleados de Umbrella podían ser tan mamones como Alfred, aparte de que no podía imaginarse que todo el mundo dejara lo que tuviese entre manos para ir a besarle el culo a aquel degenerado. A lo mejor Claire y él encontraban a alguien con quien hacer un trato, o a quien pudieran sobornar de algún modo…
Se estaban acercando para efectuar una primera pasada. El avión comenzaba a balancearse demasiado debido a la acumulación de hielo en las alas…, y Steve se dio cuenta de que iban demasiado bajos, demasiado bajos y demasiado rápidos. El tren de aterrizaje se había bajado por su cuenta en algún momento, pero no había forma alguna de que pudieran aterrizar en condiciones con esa altitud y esa velocidad.
—Sube, sube… —gimió Steve mientras observaba cómo el tamaño de los edificios crecía con demasiada rapidez. Sintió que las gotas de sudor le salían por todos los poros del cuerpo. Se colocó en el asiento del piloto, agarró la palanca de mando y tiró con todas sus fuerzas…, pero no ocurrió nada.
Joder.
—¡Claire, ponte el cinturón! ¡Vamos a estrellarnos! —gritó Steve abrochándose el cinturón mientras Claire se sentaba de un salto en su sitio. Los cierres de seguridad soltaron un chasquido justo cuando tocaban tierra…, y las alarmas comenzaron a sonar en el panel de mandos cuando el tren de aterrizaje se partió y quedó atrás. La panza del avión chocó contra el suelo. La cabina de mando se estremeció de arriba abajo y los cinturones de los asientos fue lo único que impidió que se estamparan de cabeza contra el techo. A Claire se le escapó un grito cuando una tremenda ola de nieve se estrelló contra los cristales de las ventanas de la cabina. Se oyó un gigantesco chirrido metálico detrás de ellos cuando la cola o una de las alas se desgajó del fuselaje, y de las ventanas del morro se desprendió la nieve suficiente para que vieran el edificio que tenían delante de ellos y cómo el avión se deslizaba fuera de control hacia allí y que todo estaba cubierto de humo. Iban a estrellarse y…