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El ojo verde me ha mirado, yo le he devuelto la mirada, y no recuerdo qué me ha arrancado del abismo entre el ojo parpadeante y lo que ha pasado después.

¿Mi primer recuerdo claro? Correr.

Vestíbulo, escaleras, sótano, primer rellano, segundo rellano.

Cuando llego al tercero, el impacto de la explosión se estrella contra mi espalda como un martillo de demolición que me lanza escaleras abajo, contra la puerta que da al refugio antiaéreo.

Por encima de mí, el hospital grita mientras se hace jirones. Así suena: como un ser vivo que chilla mientras lo destrozan. El crujido atronador de mortero y piedra al romperse. El chirrido de los clavos que saltan y el chillido de doscientas ventanas al estallar. El suelo se comba, se parte. Me lanzo de cabeza al pasillo de hormigón armado justo cuando el edificio que tengo encima se desintegra.

Las luces parpadean una vez y el pasillo se sume en la oscuridad. Nunca había estado en esta parte del complejo, pero no necesito las flechas luminiscentes para saber por dónde se va al búnker. Solo tengo que guiarme por los gritos de terror de los niños.

Pero, primero, no me vendría mal levantarme.

La caída me ha abierto todos los puntos; sangro profusamente por ambas heridas: el agujero de entrada de la bala de Hacha y el agujero de salida. Intento levantarme. Lo intento con todas mis fuerzas, pero las piernas no me sostienen. Me levanto a medias y vuelvo a caer, me da vueltas la cabeza y jadeo.

Un segundo estallido me derriba de nuevo. Consigo arrastrarme unos centímetros antes de que una tercera explosión me derribe otra vez. Maldita sea, ¿qué estás haciendo ahí arriba, Vosch?

«Si es demasiado tarde, no tendremos más remedio que llevar a cabo el plan de último recurso último recurso».

Bueno, supongo que acabo de resolver ese misterio: Vosch está volando en pedazos su propia base. Destruye la aldea para salvarla. Pero ¿para salvarla de qué? A no ser que no sea Vosch. Puede que Hacha y yo nos equivocáramos estrepitosamente: a lo mejor estoy arriesgando mi vida y la de Frijol por nada. Quizás el Campo Asilo sea lo que Vosch dice que es, y eso significa que Hacha se ha metido con la guardia baja en un campo de infestados. Hacha está muerta. Hacha, Dumbo, Bizcocho y la pequeña Tacita. Dios, ¿he vuelto a hacerlo? ¿He vuelto a huir cuando debería haberme quedado? ¿He dado media vuelta cuando debería haber luchado?

El siguiente estallido es el peor; lo tengo justo sobre mi cabeza. Me tapo la cabeza con los dos brazos mientras me llueven encima trozos de hormigón del tamaño de puños. Las contusiones por las bombas, el medicamento que todavía me corre por las venas, la pérdida de sangre, la oscuridad… Todo conspira para inmovilizarme. Oigo a alguien gritar a lo lejos… hasta que me doy cuenta de que soy yo.

«Tienes que levantarte. Tienes que levantarte. Tienes que cumplir la promesa que le hiciste a Sissy…».

No, a Sissy, no. Sissy está muerta. La abandonaste, apestoso saco de vómitos regurgitados.

Mierda, eso duele. El dolor de las heridas que sangran y el dolor de la vieja herida que no se cura.

Sissy, conmigo, en la oscuridad.

Veo que intenta llegar a mí en la oscuridad.

«Estoy aquí, Sissy, dame la mano».

Intento llegar a ella en la oscuridad.

La quinta ola
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