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Los alienígenas son estúpidos.

No hablo de los alienígenas de verdad. Los Otros no son estúpidos. Los Otros nos sacan tanta ventaja que es como comparar al humano más tonto con el perro más listo. No hay color.

No, me refiero a los alienígenas que nos montamos en la cabeza.

Los que nos inventamos, los que llevamos inventándonos desde que nos dimos cuenta de que esas luces que brillaban en el cielo eran soles como el nuestro y probablemente tenían planetas como el nuestro girando a su alrededor. Ya sabes, los alienígenas que imaginamos, la clase de alienígenas que nos gustaría que nos atacaran: alienígenas humanos. Los has visto millones de veces. Bajan en picado desde el cielo en sus platillos volantes para arrasar Nueva York, Tokio y Londres, o recorren el campo en enormes máquinas parecidas a arañas mecánicas que escupen rayos láser; y la humanidad siempre, siempre deja a un lado sus diferencias y se une para derrotar a la horda alienígena. David mata a Goliat y todos (salvo Goliat) se van a casa contentos.

Qué mierda.

Es como si una cucaracha ideara un plan para derrotar al zapato que se dispone a aplastarla.

No hay forma de saberlo a ciencia cierta, pero apuesto lo que sea a que los Otros conocen a los alienígenas humanos que nos imaginábamos, y apuesto lo que sea a que les hicieron muchísima gracia. Seguro que se partieron el culo de risa; si es que tienen sentido del humor… o culo. Seguro que se rieron como nos reímos nosotros cuando un perro hace una monería muy tonta: «¡Ay, pero qué monísimos que son estos humanos tan tontos! ¡Creen que pensamos como ellos! ¿No son adorables?».

Olvídate de platillos volantes, hombrecillos verdes y arañas mecánicas gigantes que escupen rayos mortíferos. Olvídate de batallas épicas con tanques y cazas, y de la victoria final de los indómitos e intrépidos luchadores humanos sobre el enjambre de ojos saltones. Está tan lejos de la realidad como su planeta moribundo del nuestro, lleno de vida.

Lo cierto es que, en cuanto nos encontraron, podríamos habernos dado por muertos.

La quinta ola
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