Capítulo 19


LA EVOLUCIÓN de la inteligencia en la vida de Diomedes permanece aún en el incógnito; no ha habido tiempo para obtener fósiles de otras eras. Pero basándonos en la base de la biología existente y en los principios generales, es posible deducir los acontecimientos milenarios.

En cierto tiempo en los trópicos del planeta, hubo un pequeño continente o isla muy grande, que era un bosque muy espeso, las regiones ecuatoriales nunca saben de los largos días y noches de las altas latitudes: En el equinoccio el sol permanece en alto durante seis horas, para cruzar el cielo y permanece oculto durante otras seis; en el solsticio hay un cierto relampagueo, el sol está bien por encima o bien por debajo del horizonte. En lo que se refiere a Diomedes, estas son unas condiciones ideales que darán una vida permanente, abundante y buena. Entre las especies de esta época pasada hubo un pequeño carnívoro de ojos brillantes. Como algunos animales voladores de la Tierra, y desarrolló sus membranas mediante las cuales saltaba de rama en rama.

Pero un planeta de densidad baja, tiene una estructura diferente. Los continentes se levantan y se hunden debido a incidentes de velocidad, y esto ocurre en cientos o miles de años. Las corrientes del océano y del aire se corresponden; y a causa del gran movimiento axial y de las masas fluidas más grandes envueltas, las corrientes de Diomedes tienen un calor o un frío más considerable que en la Tierra. Así, pues, hasta en el Ecuador, hubo cambios de posición climáticos radicales.

Hubo pues, un período en el cual los antiguos bosques de maderas que en otro tiempo fueron preciosos se convirtieron en grandes y secas pampas, los animales voladores de aquellos días desarrollaron verdaderas alas para ir de un lado a otro. Pero siendo una bestia adaptable, comenzó también a hacer presa de otros animales comedores de hierbas que se alimentaban en todas latitudes. Así pues, comiendo hierba y otros animales creció en tamaño. Pero entonces necesitando más comida para un cuerpo más grande, fue necesaria una variación de los lugares que les rodeaban, el mar, las montañas y las llanuras; pero entonces por virtud de la movilidad permaneció en un lugar ya determinado antes que tener que andar por nuevos espacios. Un individuo por sí mismo podía de este modo hacer frente a muchos tipos de regiones en su vida, lo cual fue un premio a su inteligencia.

En este período por alguna razón desconocida, las especies, o una parte de ellas, la parte destinada a convertirse en algo importante tuvo que marchar de la Tierra donde había permanecido hasta entonces. Posiblemente un corrimiento de tierras rompió el continente original en pequeñas islas las cuales no podían soportar una población de animales tan grande. Cualquiera que sea la causa, las familias y las tribus tuvieron que marcharse despacio hacia el Norte o hacia el Sur, a través de un período de cientos de generaciones.

Allí ellos encontraron territorios nuevos y una excelente caza, pero un invierno al cual ellos no podían sobrevivir. Cuando llegó el período de las grandes noches, ellos se vieron obligados a volver a los trópicos para esperar el verano. No fue a causa del lugar en donde podrían reproducir sus crías de acción automática de los pájaros, emigrantes terrestres. Este animal era ya demasiado inteligente para ser una máquina instintiva; sus costumbres eran algo aprendido. La selección natural de los vuelos anuales estimulaba esta inteligencia cada vez más.

Ahora el premio a la inteligencia es un período de juventud muy largo en proporción al total de la vida. Desde entonces no es el módulo de la acción lo que cuenta, cada generación debe aprender todas las cosas nuevas, lo que lleva mucho tiempo. Así pues, ninguna especie puede llegar a ser inteligente a menos que lo que le rodea produzca algún mecanismo para guardar a los padres juntos, de modo que ellos puedan proteger a sus jóvenes hijos durante el extenso período de infancia incapaz de valerse por sí misma o el período de juventud ignorante. El amor de la madre no es bastante; la madre tendrá bastante que hacer con atender a las inquisiciones o a los trabajos que sus hijos le proporcionen, sin tener que entendérselas con ganar el sustento o guardándolos al mismo tiempo. El padre debe ayudar de otro modo. Pero ¿qué guardara al padre alrededor de la madre, una vez que su instinto sexual se haya visto satisfecho?

El instinto lo puede hacer. Algunos pájaros, por ejemplo, emplean a los dos padres para llevar consigo al joven hijo. Pero los impulsos instintivos son incompatibles con la inteligencia. El padre tiene que tener una buena razón para permanecer allí, si el padre tiene el mecanismo es simple: Sexualidad permanente. El humano nunca está satisfecho una vez al año. De este hecho se deriva la familia, y arguye la posibilidad de la prolongación, de la inmadurez.

En el caso de los diomedanos, hubo emigración.

Cada tribu tuvo un largo y peligroso camino para viajar cada año.

Era mejor ir en compañía, bajo alguna forma organizada. Al fin del viaje, en los trópicos, pronto se manifestó el abandono hacia los gustos de cada uno; pero pronto se presentó el viaje inevitable de vuelta, pues las islas ecuatoriales no soportaban a muchos visitantes durante mucho tiempo.

Sin contar este agrupamiento anual primitivo (puesto que no era una cosa instintiva, sino el fruto de la experiencia animal) hubo pérdidas de asociaciones permanentes. Bandas defensivas se convirtieron en bandas cooperativas. Las exigencias del viaje habían hecho que las hembras y los machos se especializaran su tipo de cuerpo, unos para luchar, y otros como porteadores de las cosas que llevaban consigo. Era pues, ventajoso que los sexos mantuviesen su compañero durante todo el año.

El animal de familia permanente (en Diomedes, por regla general, una familia más bien grande, tiene un clan matrimonial completo) con larga gestación, de gran número de crías, el constante cambio y el desafío a los alrededores, la lucha para buscar sus alimentos durante el invierno con bandas extrañas en extraños caminos, este animal tenía una razón evolutiva cada vez mayor para empezar a pensar. Sin contar con estas razones hubo también un motivo para empezar a manifestarse por medio del lenguaje, para empezar a utilizar las cosas, el fuego, a manifestarse como naciones organizadas, y estas vagas e inalcanzables situaciones son las que nosotros llamamos «cultura».

Ahora, mientras el diomedano no tenía un módulo irrevocable de conducta de reproducción, intentó seguir ciertos medios de vida. Siempre fueron los más fáciles. Análogamente, la clase humana, no se manifiesta por instinto para formalizar y regular las cosas matrimoniales, pero las sociedades humanas lo han hecho así casi invariablemente. Es más cómodo en lo que concierne a todo. Así los diomedanos emigraron hacia el Sur para reproducirse.

¡Pero no tenían por qué hacerlo! Cuando existe el ciclo reproductor, están controlados por alguna simple máquina. Así, pues, para muchos pájaros sobre la Tierra es la medida creciente del día del verano lo que les causa el período reproductivo: El estímulo óptico ejerce sobre el proceso hormonal que hace reaccionar a otras células durmientes. En Diomedes, esto no es así; los ciclos de luz varían mucho con la latitud. Pero una vez el proto inteligente diomedano haya adquirido hábitos emigratorios (y por tanto debe reproducirse solamente en cierto período del año, si el joven debe sobrevivir) la evolución tomará un curso obvio que haga que la emigración sea el gobernador de sí misma.

Ordinariamente un cazador, con comidas accidentales de nueces, frutas o granos salvajes, el diomedano ejercita esto con gran facilidad. La emigración pide un esfuerzo prolongado; debe tener cientos o miles de generaciones para desarrollar los músculos voladores, tiempo suficiente para desarrollar a sí mismo otras adaptaciones. Así, pues, el esfuerzo estimula ciertas glándulas, que operan a través de un complejo hormonal para hacer despertar las células reproductoras. Una excepción fue la hembra lactante, cuyas glándulas mamarias segregaban un agente restringido. Durante el gran vuelo, se concentraban las hormonas de cada sexo; no había tiempo para desperdiciar la energía en estas disipaciones. Una vez se hallaban ya en los trópicos, descansados y alimentados los diomedanos se rehacían de las oportunidades perdidas. Y lo hacían tan incesantemente que el viaje de vuelta no tenía ningún efecto significativo en sus glándulas exhaustas.

De cuando en cuando una vez en los hogares, y debido a algún ejercicio poco usual, alguno podía sentir algún deseo hacia el sexo opuesto. El que lo sentía suprimía esto tan rigurosamente como el humano suprime los impulsos del incesto, y debido a razones más prácticas: Un recién nacido fuera de la estación significaba muerte durante la emigración para él y para su madre. Esto no quiere decir que una gran parte de diomedanos realizaran esto; simplemente aceptaban el tabú, fundaban religiones y sistemas éticos y se concentraban en ello, sin embargo, indudablemente la atracción constante durante todo el año hacia el otro sexo había sido una raza ir consciente para el desarrollo inicial de sectas y tribus.

Cuando los diomedanos emigrantes encontraban una tribu que no observaba esta ley que era principalmente una base moral, sentían un horror físico.

La de los draconnay era una de las varias que han sido ahora descubiertas por los investigadores. Ellos pueden haber sido originados como grupos viviendo cerca del Ecuador y así pues, no necesitando practicar los viajes; pero esto es aún un trabajo que no está totalmente verificado. El punto claro es que ellos comenzaron a vivir más lejos del mar que de la tierra. Durante muchas centurias elaboraron aparatos físicos de barcos y los manejaron hasta que estos se convirtieron en su medio de vida.

Esto les daba más seguridad que la caza. Les dio también un hogar que podía ser habitado continuamente. Les dio la posibilidad de construir y usar esos aparatos, acumulando grandes bibliotecas, sentados y pensando o debatiendo problemas; en breve, la libertad para lograr una verdadera civilización, que ningún emigrante había aceptado en el grado más pequeño de les límites. Por otra parte, esto significaba un trabajo muy duro y una dominación aristócrata.

Este trabajo estimulaba la sexualidad; pero como hijos tibios y alimentos recogidos del mar habían hecho de su nacimiento un sigo independiente de las estaciones. Así pues, las naciones marineras se manifestaron como un módulo parecido al humano en el matrimonio y en la educación de los hijos: Había todavía un concepto romántico del amor.

Verdaderamente ninguna de las culturas podía imaginarse cómo podría ser la otra de la misma especie.

¿Y cómo podrá uno confiar en el otro?