29
Kelsey soltó un gritito de dolor y sorpresa cuando, al cerrar la mano sobre un trozo de cristal, se hirió y la palma empezó a sangrarle.
—¡Cuidado preciosa! —dijo Rich, acercándosele—. Puedes cortarte la mano en lonchas. —Se inclinó para ver la herida y luego le ofreció un pañuelo con gesto galante—. No pretendía asustarte, pero me pareció que era hora de que habláramos. Sobre todo considerando que casi todas las noche calientas la cama de mi hijo.
—¡Usted es el padre de Gabe! —exclamó Kelsey poniéndose de pie, pero Rich estiró una mano y la sujetó por el brazo.
—Tenemos un parecido asombroso, ¿verdad? Las señoras siempre dicen que mi hijo y yo formamos una espléndida pareja. —Le recorrió la cara con ojos brillantes por el alcohol y la lascivia—. Bueno, de cerca eres aún más bonita, muñeca. No me cuesta imaginar por qué mi hijo te sigue como un perrito faldero. No, no me cuesta nada. Ten. —Le metió el pañuelo en la mano ensangrentada—. Envuélvetela.
Ella obedeció maquinalmente.
—Si busca a Gabe… —Se interrumpió y evaluó con rapidez la situación—. Está arriba —agregó—. Subiré a decirle que está aquí.
—Lo único que nunca he tolerado a las mujeres es la mentira. —Con un brusco movimiento la arrojó a un sillón—. Será mejor que lo sepas desde ahora. —Se inclinó sobre el sillón, atrapándola entre sus brazos—. En este momento Gabe no está arriba, ¿no es cierto? Hace un rato lo vi llegar en su coche elegante y dejarte aquí. No comprendo por qué se le ha ocurrido volver a su casa y a una cama fría cuando tiene a una muñeca como tú. Pero siempre me costó enseñarle las cosas a ese muchacho.
Le palmeó la mejilla y se sintió poderoso al ver que ella se echaba atrás, tratando de esquivarlo.
—Pero esto ha resultado muy acogedor. Tú y yo solos, conociéndonos… Pero ¿qué es esto? —Lanzó una risita, le tomó la muñeca y la obligó a levantar la mano—. ¿Mi hijo piensa convertirte en una mujer honesta, ricura? Bueno, desde luego eres mejor que las putas con que iba antes. Y no lo digo por ofenderte.
—Descuide —contestó Kelsey, decidida a seguirle el juego—. No me ofende. Gabe y yo nos casaremos en agosto. Espero que usted asista a la ceremonia.
Lanzó una exclamación cuando Rich le dio una bofetada. Pero la expresión agradable del padre de Gabe permaneció inalterable.
—¿Qué te he dicho sobre las mentiras? Lo que a ti y a mi hijo os gustaría sería que yo me cayera muerto aquí mismo, ¿no es así?
Kelsey parpadeó.
—Yo a usted no le conozco —dijo. Pero lo conocía bastante como para temerle y el temblor de sus manos la traicionó.
—¡Claro que me conoces! Apuesto a que mi querido hijo te ha contado muchas cosas sobre mí. Y tu mamá también. —Al pensar en Naomi su sonrisa se hizo amarga—. Ella tiene mucho que decir acerca del bueno del viejo Rich Slater.
Kelsey apoyó la barbilla contra el pecho para impedir que le temblara.
—Lo siento. Ella nunca le ha mencionado.
La sonrisa de Slater se torció.
—Siempre fue una perra. Y tú te pareces a ella.
—En algunas cosas… Me está lastimando, señor Slater.
—Rich, preciosa, o mejor aún: papaíto, ya que vas a formar parte de la familia. —La sola idea le hizo reír hasta que los ojos se le llenaron de lágrimas—. Una gran familia feliz. Apuesto a que la vieja bruja está furiosa. ¿Te he dicho que conozco a tu abuela? La conozco muy bien. Debe de estar echando espuma por la boca de solo pensar que su nieta se va a casar con mi hijo. Ella odiaba a tu madre, ¿sabes? La odiaba a muerte.
—Ya lo sé.
—¿Sabes lo que pienso? —Pellizcó la mejilla de Kelsey con tanta fuerza que la hizo hacer una mueca de dolor—. Creo que deberías preparar una copa para ambos. Entonces sí podremos conocernos.
—De acuerdo. —Al ver que él retrocedía, Kelsey se levantó del sillón. Miró la puerta del patio y la puerta que llevaba al vestíbulo. Si conseguía salir de la habitación escaparía de las garras de aquel hombre.
—No, querida. Ni lo intentes. —Le pellizcó el brazo brutalmente—. Estoy seguro de que no quieres intentarlo.
—En ese mueble hay coñac Napoleón.
—Bueno, eso me parece fantástico. —Mantuvo la mano sobre el brazo de Kelsey y la arrastró hasta el mueble—. Sirve un par de copas. Beberemos los dos.
«Él ya está borracho», pensó Kelsey, frenética. Si le servía una ración generosa tal vez lograra escapar de sus garras.
—Gabe me dijo que usted ha viajado mucho.
—He estado aquí y allá.
—A mí me encanta viajar. —Sonrió y le entregó una copa—. ¡Salud! —agregó, entrechocando su copa con la de él.
—Tienes una frialdad envidiable —dijo Rich bebiendo el coñac de un trago y lanzando luego un suspiro de satisfacción—. Esa era una de las cosas que me gustaban de tu madre. Naomi era como un gran vaso de agua fría, pero nunca me dejó probar ni un sorbo. Permitía que los demás bebieran grandes tragos, pero al viejo Rich no le permitió probar ni una gota. Tal vez ahora me lo permitirá. Apuesto a que consigo hacerla cambiar de idea. ¿Está arriba?
—Mamá no está en casa. —Antes de acabar de pronunciar la frase, Kelsey trastabilló a causa de la bofetada que recibió.
—¡Zorra embustera! —Con una sonrisa, Rich bebió más coñac—. Zorra embustera y fría, como tu madre. Tal vez prefieras que en lugar de probarla a ella te pruebe a ti. —Rio a carcajadas de la expresión de terror de Kelsey—. No, no, no estaría bien que me metiera donde ya ha estado mi hijo. Además prefiero una mujer… más madura. Naomi ha estado un par de veces en la pista, ¿no es verdad? Bueno, si tu abuela me hubiera contratado a mí en lugar de al tonto de Bradley, las cosas habrían sido distintas. ¿Por qué no vamos a preguntarle a Naomi si ahora le gustaría follar con Rich?
—¡No se acerque a mi madre! —La cabeza le daba vueltas, pero consiguió ponerse de pie. La visión se le nublaba, porque el golpe le había afectado un ojo—. Si la toca, lo mataré.
—Sí, eres como tu madre. Matáis a un hombre por tratar de hacer algo perfectamente natural.
—Sabemos todo lo que usted hizo. —Mareada, se apoyó contra el mueble. «Solo necesito un minuto para que remita el dolor de cabeza y recuperar la fuerza de las piernas», pensó—. Gabe no está aquí porque fue en busca de la policía. Llegarán en cualquier momento.
Kelsey retrocedió y estuvo a punto de caer cuando él volvió a alzar la mano.
—Dime la verdad, preciosa, si quieres conservar esa bonita cara.
—Es la verdad. Esta noche nos encontramos con Charles Rooney. Él nos llamó después que usted estuvo en su oficina. Nos lo contó todo. —Tratando de ganar tiempo empezó a enumerar los detalles. Por la expresión de Rich, se dio cuenta de que la creía, y también se dio cuenta de que aquel hombre podía hacer algo mucho peor que darle una bofetada—. Si se queda aquí lo encontrarán —continuó—, y lo encarcelarán. Igual que usted hizo encarcelar a mi madre. Es posible que todavía consiga huir. Si se da prisa tal vez no lo alcancen.
—No tiene nada en mi contra. Absolutamente nada. —Tomó la copa de Kelsey y bebió su contenido—. No son más que faroles. Y te has olvidado de abuelita.
—No, no la olvido. Encerraron a mi madre con mentiras. Será fácil encerrarlo a usted con la verdad.
—Él es muy capaz de traicionarme. —Enfurecido, Rich arrojó la copa contra la chimenea y la hizo añicos—. Mi propia carne y mi propia sangre volviéndose en mi contra. Tendremos que hacer que se arrepienta de eso. Que se arrepienta mucho.
Se abalanzó hacia Kelsey. El pánico y la juventud permitieron que ella lo esquivara y Rich apenas consiguió aferrar la manga de su camisa. Cuando la tela se desgarró, Kelsey corrió hacia la puerta.
Él la alcanzó y la derribó propinándole un doloroso golpe. Jadeando y sollozando, la muchacha empezó a soltar puntapiés a ciegas. Le pegó uno en el hombro y otro en pleno pecho mientras se arrastraba desesperada, centímetro a centímetro, por la alfombra.
Estaba convencida de que Rich la iba a matar. Que la golpearía y la estrangularía con sus grandes manos. Y que cuando terminara con ella, atacaría a Naomi.
Gritó agudamente cuando Rich le echó la cabeza hacia atrás, aferrándola por el pelo. Hubo un relámpago de luz en sus ojos, como cometas disparados por un dolor horrible. En ese momento, de haber podido recuperar la voz, habría suplicado, pero le costaba respirar.
—Te he cogido, ¿verdad? ¡Te he cogido! ¡Y tú te creías una puta tan lista!
Kelsey clavó los dedos en la alfombra, estiró la mano, luego la cerró sobre un trozo de cristal. Enloquecida de terror y dolor, atacó a Rich.
Entonces fue él quien gritó y retrocedió con la sangre manando de su mejilla, donde lo había herido la pata de cristal de un purasangre.
Entre sollozos, Kelsey se puso de pie y huyó de la habitación, cojeando y a tropezones, seguida por las maldiciones de Rich.
Cayó al pie de la escalera mientras luchaba por recuperar el resuello, por sofocar su miedo para poder pensar. Cuando gritó, para advertir a su madre, de su boca solo surgió un débil aullido. Empezó a arrastrarse escaleras arriba, sintiendo la sangre y el miedo en la boca, y al llegar a la parte superior consiguió ponerse de pie justo en el momento en que oyó que Rich la seguía.
—¡No! —gritó arrojándole un jarrón lleno de lilas. El ruido del golpe y un gruñido de dolor le proporcionaron unos instantes preciosos para tratar de abrir la puerta del dormitorio de su madre.
—¡Mamá! ¡Oh, por Dios, mamá! —Tras un esfuerzo supremo, abrió la puerta violentamente, entró y cerró de un portazo—. ¡Levántate, mamá! —Lloraba mientras con dedos entumecidos por el miedo intentaba echar la llave—. ¡Por el amor de Dios, levántate!
Se precipitó hacia la cama y tironeó a Naomi de los hombros, temblorosa y suplicante.
—¿Qué…? —Aturdida por el somnífero, Naomi apartó la mano de su hija—. ¿Qué pasa?
—¡Despierta! ¡Tenemos que huir! ¡Él está aquí!
—¿Quién está aquí? —preguntó Naomi, parpadeando y con los ojos pesados de sueño—. ¿Kelsey? ¿Qué ocurre?
—¡Nos matará! ¡Levántate de una vez, maldita sea! —Volvió a gritar cuando Rich arremetió contra la puerta—. ¡Levántate! —Jadeante, miró aterrorizada la puerta—. ¡No va a aguantar! ¡Dios mío, no aguantará! El arma. ¿Todavía tienes el arma?
Murmuró una plegaria mientras abría el cajón de la mesilla de noche. Allí estaba, el cromado resplandeciendo a la luz de la luna.
—¿Qué haces? —Adormilada y mareada, Naomi consiguió volverse en la cama—. ¡Dios santo, Kelsey! ¿Qué haces? ¿Quién está del otro lado de la puerta?
Pero en ese momento la madera se rajó y Kelsey miró fijo la puerta. Sostenía el arma con ambas manos, intentando que no se le escurriera entre los dedos temblorosos.
Rich entró como una tromba, con la mejilla ensangrentada. Y solo vio a Naomi arrodillada sobre la cama, con el camisón transparente deslizándose de su hombro. Saltó hacia adelante, enseñando los dientes. Kelsey sintió que el arma retrocedía como un ser viviente, haciéndole vibrar los hombros.
Nunca oyó el disparo.
—¿Alee? —El somnífero embotaba la mente de Naomi, mezclando escenas del pasado y el presente.
—No es Alee. —Kelsey oyó su propia voz como si viniera de muy lejos—. Es el padre de Gabe. Acabo de matar al padre de Gabe.
—¿Slater? —Como en un sueño, Naomi se levantó y, lo mismo que muchos años atrás, se inclinó sobre el cadáver de un hombre. Antes de volver a enderezarse, en un movimiento mecánico, le tomó el pulso—. ¿Rich Slater? —Confusa, se pasó la mano por los ojos—. ¡Por el amor de Dios! ¿Qué está pasando aquí?
—Lo he matado —balbuceó Kelsey dejando caer el brazo, con el arma todavía colgando de su mano.
Naomi miró el rostro de su hija y reconoció la conmoción, la incredulidad y el miedo. Obligó a sus piernas temblorosas a moverse.
—Siéntate, Kelsey. Eso es, siéntate. —Con suavidad la ayudó a sentarse en el borde de la cama. Ya nada importaba, solo Kelsey.
—Dame el arma… Así, muy bien. —La dejó a un lado—. Ahora inclina la cabeza entre las piernas y respira hondo.
—¡No puedo! No puedo respirar.
—Sí, claro que puedes. Respira lento y hondo. Así, querida. —Mientras Kelsey trataba de hacerlo, Naomi le explicó su plan—: Ahora te diré lo que vamos a hacer y quiero que me escuches con atención y que hagas exactamente lo que te diga. ¿De acuerdo?
—Quería matarnos, a ti y a mí. Nos habría matado a las dos. Pero yo lo maté a él. No recuerdo haber apretado el gatillo, pero debo haberlo hecho. —Los dientes empezaron a castañetearle—. Yo le disparé.
—No. Yo le disparé. Mírame, Kelsey. —Levantó con suavidad el rostro aterrorizado de su hija—. ¡Oh, Dios! —Se estremeció y hundió las uñas en las palmas para soportarlo—. Escúchame, cariño. Rich entró por la fuerza y… —acarició el corte que Kelsey tenía en la mejilla—, y te hizo daño. Así que yo cogí el arma y le disparé.
—No, no ocurrió así. Yo no podía despertarte.
—No, no, querida. Desperté en cuanto entraste. Recuérdalo. Tú venías huyendo de él. Entonces Rich derribó la puerta y yo le disparé. Ahora voy a llamar a la policía y eso es exactamente lo que les diremos.
—Yo no… —Kelsey se llevó una mano a la cabeza, mareada—. Yo no… —Se volvió y gritó de angustia al oír pasos apresurados que subían la escalera.
—¡Santo Dios! —Gabe miró fugazmente a su padre y clavó la mirada en las dos mujeres abrazadas en la cama—. ¡Kelsey! —Corrió a su lado, se arrodilló y le tomó las manos heridas—. ¡Te ha herido! ¡Mira tu cara! —Se puso de pie con una mirada mortífera—. Lo mataré con mis propias manos.
—Ya lo he hecho —dijo Naomi con tranquilidad—. Vete de aquí, Gabe. Sácala de esta habitación. Voy a llamar a la policía.
—Estoy bien —insistió Kelsey, pero cuando intentó ponerse de pie se desmayó.
—Necesitas acostarte —dijo Gabe, cogiéndola en brazos—. Yo te cuidaré. —Miró a Naomi—. Me encargaré de ella.
—Haz que se quede en su habitación hasta que yo haya terminado con esto —dijo Naomi, tomando el teléfono.
—Él estaba allí… —murmuró Kelsey, estremeciéndose, mientras Gabe la llevaba a su dormitorio y la acostaba en la cama—. Estaba allí… Forzó la entrada a la casa.
—Tranquilízate.
Quería abrazarla y quería destrozar algo o a alguien hasta convertirlo en polvo. Pero en lugar de ello la cubrió con la colcha. El impacto de lo ocurrido la hacía temblar y sus pupilas eran dos puntos diminutos. Y su rostro… Gabe cerró los puños con impotencia. No podía pensar, en ese momento no podía permitirse pensar que su propio padre le había hecho eso.
Se dirigió al baño con rapidez, humedeció una toalla y llenó un vaso de agua.
—Aquí tienes, cariño. —Le levantó con suavidad la cabeza y le acercó el vaso a los labios—. Bebe agua.
—Estaba abajo —dijo Kelsey aferrando la colcha—. No era Channing como yo creía. El caballito de cristal estaba hecho añicos y él estaba allí… No hacía más que sonreír… Me abofeteaba y sonreía.
Gabe apretó con tanta fuerza la toalla húmeda que los nudillos se le pusieron blancos.
—Ya no te hará más daño. —Con dedos tan temblorosos como los de ella, le enjugó la sangre—. Aférrate a mí, Kelsey. Ya nadie te volverá a lastimar.
—No conseguí engañarlo… —Se arrimó a él temblorosa. Tenía frío, mucho frío, y Gabe le daba calor—. Lo intenté pero estaba muy asustada y furiosa. Y él se dio cuenta, y volvió a pegarme. —Apoyó la cara contra el cuello de Gabe—. ¡Tiene manos tan grandes!
«Y le gustaba utilizarlas para maltratar a las mujeres», pensó Gabe, sombrío.
—Yo lo habría matado con mis propias manos por haberte tocado.
—No se trataba de mí… —De repente se sentía terriblemente cansada—. Se trataba de ti, quería herirte a ti…
—Lo sé. —Volvió a apoyarle la cabeza sobre las almohadas—. Ahora todo ha terminado.
Por un instante ella cerró los ojos. A medida que le iba pasando la conmoción, el dolor era más fuerte. Sentía el cuerpo destrozado.
—Regresaste… —Buscó a tientas la mano de Gabe y la encontró.
—Sí. —Miró las manos unidas de ambos—. Tuve un presentimiento, pero llegué demasiado tarde.
Kelsey abrió los ojos con expresión de pánico.
—¡Naomi!
—Está bien. Si hubieras estado sola… —De solo pensarlo sintió una punzada en el estómago—. Kelsey, te voy a dejar en paz. Ahora mismo.
—¿En paz? —Levantó una mano para tocarse la cara palpitante. La pesada niebla que la envolvía se iba disipando y ya distinguía a Gabe con claridad. La tensión endurecía su rostro y la emoción empañaba sus ojos—. Oh, Gabe… —Le pasó una mano por la cara para tranquilizarlo—. No digas tonterías. Ya estoy bien.
—Te golpeó y te agredió. —Apartó la mano que Kelsey aferraba y se puso de pie—. Era mi padre. No importa que me haya pasado la vida tratando de borrar toda huella de él. Llevo su sangre y siempre la llevaré. Yo no tengo lugar en tu vida, Kelsey. El mayor favor que te puedo hacer es salir de ella.
Con esfuerzo, Kelsey se sentó en la cama. En ese momento le dolían todos los huesos.
—¿Te he pedido algún maldito favor? —repuso y en ese momento las sirenas rompieron el silencio de la noche y resonaron en su cabeza dolorida—. Si quieres hacerme un favor, consígueme un par de aspirinas y guárdate tus ridículos gestos grandiosos.
Gabe sonrió.
—Estoy tratando de comportarme con nobleza.
—Bueno, no sirves para eso. Y no me gusta la gente noble. Me gustas tú. —Se apartó el pelo y lo miró—. ¿Crees que podrás escapar mientras yo estoy caída? Teníamos un trato, Slater, y no dejarás de cumplirlo.
—Nunca dejo de cumplir un trato. —Se volvió a sentar en el borde de la cama y apoyó las manos en los hombros de Kelsey—. Este ha sido mi último intento de nobleza. De todos modos no sirvo para héroe. Debí matarlo yo, Kelsey.
Ella volvió a tomarle la mano.
—No te tortures. No podías saber que estaría aquí. Y a pesar de todo, regresaste. —Frunció el entrecejo—. ¿Por qué lo hiciste?
—Ahora no tiene importancia. Pero debí ser yo. Debí ser yo y no Naomi quien lo matara.
Kelsey volvió a palidecer.
—No fuiste tú —dijo con lentitud—, y tampoco fue Naomi. Fui yo quien mató a tu padre, Gabe.
Naomi bebió con lentitud la copa de coñac. Estaba sentada en la cocina. Las luces eran muy intensas y le hacían doler los ojos. Le temblaban las manos.
Pero ella podía encargarse del asunto. En lo único que podía pensar era en su hija, que estaba arriba, herida y aterrorizada. Y Gertie, la dulce Gertie, se encontraba en una ambulancia, rumbo al hospital.
—Debe de haber entrado por aquí —dijo—. Golpeó a Gertie y… Ella se recuperará, ¿verdad? —Durante un instante le temblaron los labios—. ¡Gertie es tan pequeña y tan inofensiva!
—Los enfermeros dijeron que estaba lúcida, señorita Chadwick —respondió Rossi en voz baja. Naomi tenía todo el aspecto de poder desplomarse en cualquier momento—. Sabremos cómo está en cuanto haya llegado al hospital.
—Moses debió haberla acompañado. Debí obligarlo a acompañarla.
—Él no quiere dejarla a usted sola. Ya bastante nos cuesta tenerlo fuera. Por favor, dígame lo que sucedió.
Naomi respiró hondo y comenzó a hablar.
—Entró en la casa. Yo estaba arriba, durmiendo. Me despertó un ruido. Antes de poder levantarme, Kelsey entró corriendo en mi dormitorio. Estaba aterrorizada, histérica. Su cara… me di cuenta de que le había pegado.
Se llevó una mano a la boca. Mientras sucedía todo eso, ella dormía. Dormía mientras aquel hombre golpeaba a su hija.
—Después oí golpes en la puerta del dormitorio, como si alguien se estuviera arrojando contra ella. Saqué el arma del cajón de la mesilla de noche y, cuando él entró, le disparé.
Rossi la observó levantar la copa con ambas manos para que no le temblara mientras bebía.
—¿Usted estaba en la cama cuando le disparó, señorita Chadwick?
—Sí… no. —Dejó la copa sobre la mesa. Debía ser cuidadosa, muy cuidadosa—. Estaba frente a la ventana. Me había levantado. Todo sucedió con mucha rapidez.
—¿Dice que la despertó un ruido y que su hija entró corriendo antes de que usted pudiera levantarse y averiguar lo que sucedía?
—Sí. —¿Por qué repetían siempre lo que ella decía? Recordó que también lo habían hecho antes. No importaba lo que dijera, nunca importaba.
—¿Ha estado en el salón desde que llamó a la policía, señorita Chadwick?
—No. —Apretó los labios. Sin duda se trataba de una treta—. No bajé. Permanecí arriba hasta que ustedes llegaron.
—El salón está devastado. Sangre, muebles rotos, cristales… Yo diría que son daños que no se hacen en pocos minutos. Así que hubo tiempo más que suficiente para que una persona se levantara y averiguara lo que sucedía.
—Yo estaba… asustada. —¿No debería decirle que había tomado un somnífero?—. Me quedé en mi habitación porque estaba asustada.
—¿Con un teléfono a su lado y un arma en la mesilla de noche?
Naomi lo miró a los ojos.
—Entró a la fuerza en mi dormitorio —repitió—. Y yo le disparé.
—No es cierto —dijo Kelsey, entrando en la cocina. Aunque agradecía el apoyo del brazo de Gabe, se apartó de él—. Mamá no mató a nadie.
—No deberías estar aquí. —Presa del pánico, Naomi se levantó de la silla—. Llévala arriba, Gabe. Está conmocionada. —Desesperada, apoyó una mano sobre el brazo de Rossi—. Usted mismo puede comprobar que está conmocionada. ¡Mire lo que le hizo ese bastardo! ¡Mire lo que le hizo a mi hija! Está en estado de shock. Ella no sabe lo que sucedió.
—¡No sigas! —exclamó Kelsey, acercándose a la mesa. A la luz brillante, sus heridas y magulladuras destacaban sobre la piel blanca—. No permitiré que hagas esto. No es necesario. Y no está bien.
—¿Por qué no se sienta, señorita Byden —invitó Rossi—, y me cuenta qué sucedió?
—¡No! —Naomi rodeó la mesa y cogió a Kelsey del brazo—. Escúchame, Kelsey, estás confundida. Gabe te llevará al hospital y yo me haré cargo de esto.
—No —dijo ella meneando la cabeza y abrazando a su madre—. No, mamá.
—No permitiré que pases por esto. ¡No lo permitiré! —Temblando, estrechó a su hija con fuerza—. Tú no sabes cómo es. No importa lo que digas ni lo que realmente sucedió. Te llevarán de todas maneras, Kelsey. ¡Por favor, escúchame!
—Claro que importa —murmuró Kelsey—. Esto no es como antes.
«Pero lo es —pensó Naomi—. Por supuesto que lo es».
—Mis huellas digitales están en el arma. —Con el rostro duro como la piedra, Naomi se volvió hacia Rossi—. El arma estaba en mi habitación. Rich Slater fue herido de muerte en mi habitación. Eso debería bastarles.
—Siéntate, Naomi —dijo Gabe con suavidad.
—¡Dijiste que la cuidarías! —le reprochó Naomi volviéndose hacia él—. Vamos, oblígala a subir a su habitación.
—Señorita Chadwick —dijo Rossi mirándola a los ojos—, hay una prueba muy sencilla que demostrará si fue usted o su hija la que disparó el arma.
—¡Me importan un bledo sus pruebas! ¡Usted no meterá a mi hija en una celda!
—Creo que en eso estamos de acuerdo. Por favor, siéntese —agregó Rossi.
—Vamos —dijo Kelsey rodeando con un brazo los hombros de su madre—. Te prometo que no hay por qué preocuparse.
—¿Le apetece una copa de coñac, señorita Byden? —preguntó Rossi cuando todos se sentaron.
Kelsey miró la copa y se estremeció.
—No. Ha dejado de gustarme. —Respiró hondo—. Oí romperse un objeto de vidrio en la planta baja —empezó.