12

No era necesario que se aferrase a él. Estaba atrapada entre su cuerpo y la pared, todavía en vilo. Pero se aferró de todas formas. Después de un viaje como ese, no estaba nada segura de que no fuera a salir flotando como una mota de polvo.

«Rápido y con fuerza», pensó, más que satisfecha. Y un muy buen trabajo. Que Doyle estuviera sin resuello aumentaba su satisfacción.

A fin de cuentas se enorgullecía de su trabajo.

Ya que se aferró durante un momento, exploró los músculos de su espalda. La velocidad había eliminado algunos de los mejores detalles. Y Doyle tenía una espalda realmente impresionante. También un pecho magnífico, que se apretaba con fuerza contra el suyo, como si fuera una puerta de hierro llena de irregularidades.

De hecho, a un nivel estrictamente físico, jamás había visto un espécimen mejor, menos aún había estado con uno. Puntos extras, decidió, y cuando por fin abrió los ojos, encontró los de él clavados en los suyos.

—Buen trabajo, señor Semental. Avísame cuando quieras dejarme en el suelo.

Doyle se las apañó para subirse los pantalones sin soltarla. Después se giró, con ella todavía sujeta, fue hasta la cama y se dejó caer con Riley en ella.

Riley exhaló una bocanada. Aquel espécimen de excepcional físico pesaba lo suyo.

—Lo siento. —Se bajó de encima de ella y se tumbó de espaldas un momento—. Sin florituras —repitió.

—¿Te parece que soy de las que les van los adornos?

—No, pero hay ciertos detalles… No me he acordado, no he pensado, en la protección.

—Cierto. Yo acabo de romper un ayuno de más de ocho meses. Estoy limpia. Supongo que tú también.

—Soy inmune a todo tipo de enfermedad o trastorno. Hay otros motivos para utilizar protección.

—Utilizo un LARC; un anticonceptivo reversible de acción prolongada. No te preocupes.

—Bien.

Bajó la mirada y vio los jirones de su jersey.

—Me gustaba este jersey.

—Estaba estropeado de todas formas. Y no te has quejado en su momento.

—En su momento estaba un poco alterada, además de arrancándote la ropa. Solo digo que me gustaba.

Lo había perdido, pensó, y se quitó lo que quedaba de él.

—Tendré que cogerte algo prestado hasta que pueda cambiarme. No es que no sepan lo que acabamos de hacer, pero exhibirme delante de Sawyer o de Bran es donde marco el límite.

—Coge lo que necesites.

Se incorporó para quitarse las botas y echó un vistazo por encima de su hombro. Convirtió el vistazo en un prolongado estudio mientras ella yacía desnuda, con los vaqueros todavía por las rodillas.

—Has perdido peso.

—Lo recuperaré.

—Sí que lo harás. Tienes un cuerpo fuerte y ágil. Atlético, eficiente.

Riley aleteó las pestañas, divertida.

—A las chicas nos encanta oír lo eficiente que es nuestro cuerpo.

—Es un logro cuando se trata de guerra y de guerreros. Lo deseaba. Te deseaba.

—Lo mismo digo…, salvo por lo de atlético. Tú estás cuadrado.

—Voy a desearte de nuevo.

—Me parece bien. De hecho… —Se incorporó para desatarse las botas—. ¿Por qué no vamos a por el segundo asalto después de que nos recuperemos un poco?

—Yo me curo y me recupero rápido.

—Todavía mejor, así que… —Enarcó las cejas cuando Doyle se levantó para quitarse los pantalones—. Ay, por Dios. Hola. —Riendo, arrojó su calzado al suelo—. Seguro que eso es un beneficio de la inmortalidad que no te molesta.

—Veremos si puedes con ello.

—Oh, sí que puedo con ello —replicó cuando él se colocó a horcajadas sobre ella.

Pudo con ello, y otra vez más cuando se ducharon para eliminar los restos del sexo y de la batalla. Sin estar segura de si podría con un cuarto asalto, agarró una de sus camisas y fue corriendo hasta su dormitorio.

Se cambió, dejó su camisa sobre una silla para devolvérsela más tarde y después se volvió hacia el espejo para examinarse.

En su opinión, parecía tan relajada como podría estarlo una mujer que no estuviera en coma. Y bastante saciada. De hecho, creía que podría tirarse en la cama y dormir durante horas…, salvo que estaba muerta de hambre.

Además de eso, tenían que hablar sobre la batalla antes de los asaltos.

Se apartó la camisa limpia y se examinó el hombro. Doyle lo había tratado, además de la pierna, con el ungüento de Bran… y ella había hecho lo mismo con sus heridas más leves. Dado que ya parecía estar mejor, lo tocó y no sintió ninguna punzada.

Apenas era un arañazo, pensó. El cielo se había cubierto de muerte y tenía apenas un arañazo.

Pero el ataque se había centrado en ella y eso dolía. Ya había sido dos veces el objetivo. Pensaba vengarse por ello antes de que todo terminara.

Se puso el cinturón, con la pistola en una cadera y el cuchillo en la otra, y bajó en busca de comida, bebida y de sus amigos.

Los encontró a todos en la cocina y en primer lugar atacó la fuente de tentempiés posteriores a la batalla y cogió un huevo relleno.

—¡Sasha ha preparado Bellinis! —Annika le sirvió de inmediato uno a Riley, que dejó clara su aprobación mientras se comía una tostada con salami y queso—. ¿Has tenido buen sexo?

—Sí, gracias. —Riley brindó una amplia y exagerada sonrisa a Doyle, que ya se estaba bebiendo una cerveza.

—Sawyer y yo hemos tenido buen sexo y Bran y Sasha también. Creo que es agradable que todos hayamos tenido buen sexo ahora. Móraí decía que es bueno para el cuerpo, la mente y el espíritu, sobre todo durante una misión.

Bran se atragantó.

—¿Qué? ¿Mi abuela?

—Es muy sabia. La echo de menos. Me enseñó a hacer punto. Estoy tejiendo bufandas para todos. Cuando no estemos juntos, como ahora, serán como un abrazo.

Riley la rodeó con un brazo.

—Iré a verte a dondequiera que vayas. ¿Dónde está Sasha?

—Quería terminar una cosa —dijo Bran—. No tardará. ¿Te duele algo?

—Nada de nada. El par de arañazos ya se están curando. Permitidme que diga que sé que habría estado en un buen lío de no haber sido por vosotros. No solo porque no estoy al cien por cien, porque diría que estoy cerca del noventa por ciento, sino porque además se centró en mí, concretamente. No podría haberme defendido sola aun estando al cien por cien.

—Nerezza no nos entiende, no entiende nuestra unión. —Bran señaló con su cerveza para abarcar la habitación—. No solo luchamos juntos, no solo buscamos juntos. Nos defendemos y protegemos los unos a los otros, sin importar cuál sea la amenaza.

—Lo hacemos. —Sasha entró con un lienzo—. Y lo haremos. Quería terminar esto porque, como bien hemos dicho, los símbolos son importantes. Creo que esto es un símbolo de esa unión. De lo que somos, cada uno de nosotros, de lo que somos juntos.

Fue hasta la mesa, le dio la vuelta al lienzo y lo apoyó contra un jarrón de flores, que esa mañana habían cortado del jardín.

—Un escudo de armas —dijo Sawyer.

—En realidad, es un éxito, puesto que el blasón muestra a todos los componentes, no solo los elementos heráldicos y… —La voz de Riley se fue apagando cuando reparó en las expresiones perplejas…, o en el caso de Doyle, la fría mirada—. Vamos a dejarlo en que es un escudo de armas. —Riley bajó su copa y se acercó—. Un escudo de armas impresionante.

—Esta soy yo, la sirena. —Annika unió su mano con la de Sasha, le dio un apretón y señaló a la mujer retratada con una cola iridiscente, brazaletes de cobre en ambas muñecas, subida a una roca en el mar—. Y este es Sawyer.

El hombre tenía una pistola en cada cadera y la brújula que sujetaba la palma extendida de una mano parecía brillar bajo el soleado cielo.

—¡Y tú, Riley!

—Sí, ya lo veo.

Sasha había pintado la imagen de una mujer con el rostro inclinado hacia una luna llena, con el cuerpo de un lobo.

—Te dije que quería pintarte transformándote —le recordó—. Esto lo pedía a gritos.

—Lo has capturado bien. Es decir, en realidad nunca he visto cómo me transformo (estoy un poco liada mientras tanto), pero has plasmado el júbilo. A ti también, Doyle. Con esa pinta taciturna, el abrigo ondeando al viento y la espada en la mano.

—Taciturno no. Pensativo. Y ahí está ella —añadió con una poco común expresión irlandesa—, con una ballesta y un pincel y los ojos repletos de visiones.

—Y tú. —Sasha se volvió hacia Bran—. El hechicero sobre el acantilando, cabalgando el rayo.

—Cada uno de nosotros como individuos en las particiones y aquí, debajo del blasón, los seis juntos, todos unidos como uno solo —comentó Bran.

—Dragones para los defensores —añadió Doyle.

—Me gustaban como quedaban. —Sasha estudió su obra—. Quería algo fuerte y místico.

—Las tres estrellas y la luna componen el blasón. —Reparó Sawyer—. Lo has clavado, Sasha. ¿Qué pone? El lema, ya sabes. ¿Está en latín?

—Dice: «Para encontrar las estrellas. Para servir a la luz. Para guardar los mundos».

Sasha miró a Riley con alivio.

—¿Lo he puesto bien en latín? Me daba miedo equivocarme; al principio no lograba decidirme. Gaélico, latín, griego. Pero no dejaba de volver al latín, así que me decidí por él.

—Está perfecto.

—Y es precioso —añadió Annika—. Los colores son fuertes porque nosotros lo somos. Y tiene seis lados porque somos seis. Hasta el…

Al no conseguir dar con la palabra, siguió con el dedo el borde del escudo de armas.

—El borde —dijo Sawyer.

—Sí, el borde. Son tres cabos de dos…, sí…, entrelazados. Porque nosotros lo estamos. ¿Puedes hacer dibujos, como los bocetos, para todos?

—Creo que yo puedo hacer algo más —intervino Bran—. Dejádmelo a mí. Es magnífico y es poderoso, fáidh. ¿Permitirás que lo utilice?

—Por supuesto.

—Cogiste a unos desconocidos y los uniste para darles un propósito, para formar una familia.

—Yo no…

—Tu visión —la interrumpió—. Y tu coraje. Creo que nos habríamos unido, pues estábamos destinados a hacerlo. Pero sin ti, no lo habríamos hecho cuando lo hicimos ni donde lo hicimos. Ni, en mi opinión, como lo hicimos. —Se volvió hacia ella y la besó con delicadeza—. Mi intención era hacer esto cuando estuviéramos a solas. Esta noche, con velas y vino bajo la serena luna. Pero creo que ahora, aquí juntos, es mejor.

Se metió la mano en el bolsillo y sacó una pequeña caja blanca con el símbolo del infinito grabado en plata en la tapa.

—Bran.

Móraí me ha dado esto antes de marcharse esta mañana. Había pensado en crearte uno yo mismo, pero este era de su abuela, creado por su abuelo con amor, magia y una promesa. ¿Aceptas este símbolo de eternidad y lo llevarás puesto?

—Sí. Por supuesto que sí. —Sasha le asió la mano—. Te quiero.

Se quedó boquiabierta cuando Bran abrió la caja. El anillo captó la luz, bañando la habitación de todos los colores, antes de que su brillo se tornara normal.

—Es precioso. Es…

Magnífico, elegante, la piedra central era un corazón de un blanco puro, enmarcado por diminutos diamantes redondos que brillaban como un arcoíris.

—Te doy este corazón porque eres el mío.

—Lo llevaré porque tú eres el mío. Oh, me vale. Me vale.

—Magia —dijo, atrayéndola y besándola con pasión.

—Vale, parad. Vamos a echar un buen vistazo. —Riley tomó la mano izquierda de Sasha—. Menudo pedrusco. Muy bonito —le dijo a Bran.

—¿Cómo va nadie a estar a la altura de eso? —se preguntó Sawyer, y le dio a Bran un ligero puñetazo en el hombro.

—A mí me gustaría un anillo si fuera tuyo. Soy muy feliz. —Llorosa, Annika abrazó a Bran primero y después a Sasha—. Soy muy, muy feliz.

—Te queda perfecto.

Sasha sonrió a Doyle.

—La sensación es todavía mejor. —Entonces se giró entre los brazos de Bran—. Yo también soy muy feliz. Y hace que me sienta fuerte. —Se apartó—. Hace que me sienta valiente. Hace que crea más que nunca que haremos lo que dice nuestro blasón. Encontraremos las estrellas.

—Y serviremos a la luz —dijo Bran.

—Y guardaremos los mundos —dijeron los demás a la vez.

Riley retrocedió y cogió su copa.

—Hacer esas tres cosas significa luchar, sobrevivir y destruir a Nerezza. No solo a sus secuaces y aquello en lo que Malmon se ha convertido.

—Estoy de acuerdo. Dado que ahora estamos todos aquí, ¿por qué no nos sentamos y hablamos de la última batalla? —comenzó Bran.

—Vale, pero dadme cinco minutos. —Sawyer abrió un cajón en busca de las tijeras de cocina—. Necesito unas hierbas del huerto para este marinado. Cuando me decidí por el costillar de cordero no sabía que celebraríamos un compromiso oficial. Esta noche nos damos un capricho, chicos y chicas.

Cuando salió, Riley fue a sentarse al salón. Apoyó los pies en la mesita de centro.

—Siempre estoy lista para una comida de celebración, pero esta noche parece especialmente oportuna.

Sasha se sentó a su lado.

—¿De verdad?

Riley leyó entre líneas y se echó a reír.

—Sí, todos estamos teniendo sexo. Lanza el confeti. Lo que quiero decir es que Sasha tiene un anillo, nosotros un escudo de armas y un lema cojonudo. Y lo mejor es que estamos todos vivos.

—Por los pelos —puntualizó Bran.

—Ellos eran lentos y estaban débiles. Sawyer dijo… —Annika hizo una pausa y miró hacia la puerta—. Deberíamos esperar para decirlo…, pero él lo sabe porque lo dijo. Eran lentos y estaban débiles.

—No lo habría pensado si este hubiera sido el primer ataque. —Mientras bebía, Sasha encogió las piernas—. Esta vez había muchos, más que nunca. Pero sin la…, sin la misma ferocidad. Salvo la dirigida hacia Riley.

—Deberíamos… Aquí llega —dijo Annika cuando Sawyer entró con una cesta con hierbas aromáticas.

—Seguid. Yo soy multitarea.

—De acuerdo. Antes quiero decir que no percibí, no al principio, su interés por Riley. Y cuando lo hice… —Sasha posó una mano en la pierna estirada de Riley y se la frotó—. Casi era demasiado tarde.

—Ellos…, o Nerezza…, dieron por hecho que no estaba en forma.

—No lo estabas —respondió Doyle de manera implacable.

Quería ponerse furiosa, pero se obligó a encogerse de hombros.

—Ligeramente. Ya me gustaría a mí verte acabar con unos cientos de pajarracos mutantes salidos del infierno, empeñados en matarte a base de cortes y de darte picotazos.

—Eso fue lo que hizo. —Sawyer continuó picando hierbas mientras hablaba—. El resto estábamos demasiado desperdigados.

—Vale, entendido, y una vez más te doy las gracias por salvarme.

—No busco gratitud. No estabas en forma —repitió Doyle—. Aun así, un soldado lucha. El problema era más bien que estábamos desperdigados. Puede que Nerezza esté también en baja forma, pero tenía una estrategia. Nos alejó a unos de otros o, más bien, nos alejó de Riley con la esperanza de eliminar a quien ella creía que era más vulnerable.

—Casi funcionó. —Bran estudió su cerveza desde su silla—. No podemos olvidarnos de protegernos los unos a los otros.

—Lo hicimos. No se puede negar que estuvo a punto de darle la vuelta a esto —prosiguió Sawyer—. Pero nos protegimos los unos a los otros. Y ganamos. Ella fue a sorprender e intimidar, ¿no es así? Bloqueó el puñetero sol. Y funcionó… temporalmente. Cada uno de nosotros estaba tan ocupado abatiéndolos que no cubrimos las espaldas de los demás. Pero después lo hicimos.

—Te vi volar —murmuró Annika—. El viento estaba vivo. Te envolvió y te arrojó.

—Así lo sentí —reconoció Riley—. Fue como si me arrastrara un tornado…, aunque no es que haya vivido esa experiencia.

—Te arrojó —repitió Annika—, más lejos aún de nosotros. Te vi caer y tuve miedo. Pero estaba mucho más furiosa todavía.

—Yo también estaba un poco mosqueada. Vinisteis corriendo. Todos. Ella no cuenta con eso en su bolsa de estrategias. Es un rollo del tipo todos para uno y uno para todos. Y me siento mucho mejor.

—Ella también se encontrará mejor —señaló Sasha—. Lo próximo que mande no será ni débil ni lento.

—Trabajemos en el posicionamiento. —Doyle asintió cuando Sawyer sacó otra cerveza de la nevera y la meneó—. Nadie se queda aislado, separado ni alejado. Puede que fueran más lentos y débiles, pero eran avispados. Aunque no lo bastante.

—Si hubiera percibido la intención, aunque fuera cinco segundos antes…

—Tú no tienes toda la culpa, rubita —dijo Doyle—. Nos flanquearon.

Dado que había uno de los cuadernos de dibujo de Sasha sobre la mesa, lo cogió, junto con uno de sus lapiceros. Hizo un bosquejo rápido.

La estructura, a ojos de Riley, parecía más un granero que la casa de Bran, pero cumplía con su objetivo. También las líneas curvas y garabatos para representar los senderos del jardín, los arbustos, los árboles, la pared del acantilado.

Y por lo que alcanzaba a ver, lo había colocado todo y casi a escala.

—Empezamos aquí. —Utilizó las iniciales del nombre de pila, y S.K. para Sawyer, para anotar las posiciones—. Annika se desplazó aquí; Bran aquí.

Empleó líneas de puntos para plasmar el cambio de posición de cada uno. E hizo lo mismo otra vez, hasta que los colocó tal como estaban cuando Riley fue arrojada.

—¿Cómo sabes adónde nos movimos cada uno en el fragor de la batalla? —exigió Sasha.

—Sé dónde está mi gente.

Riley se acercó para estudiar el diagrama.

—Impresionante. Y dando por hecho que es riguroso…, cosa que hago… —añadió antes de que Doyle pudiera gruñirle—, ilustra la facilidad con la que nos separó. Bran, el hombre de la magia, está en el extremo opuesto a mí cuando caía. Piense lo que piense del resto de nosotros, ella respeta el poder, su poder. Sawyer estaba más cerca, pero claro, muy alejado. Reduce las posibilidades de que saque la brújula y me saque de allí.

—Sasha está contra la pared por encima del mar.

—Y de espaldas. Estaba de espaldas. Seguro que esto también fue deliberado.

—Yo estaba más cerca, pero… —Annika miró a Doyle—. Debe de creer que soy más fuerte en el mar que en tierra. ¿Verdad?

—Se equivoca, pero sí.

—Y tú, aquí, más cerca que los demás salvo yo. Pero lejos de todas formas. Verlo así, como un dibujo, ayuda. ¿Puedes dibujar qué deberíamos haber hecho? ¿Las posiciones?

Doyle le brindó una sonrisa.

—Sí. El caso es que esas posiciones tienen que ser flexibles. Hay que reaccionar en el momento. Nos pueden golpear o es posible que tengamos que desplazarnos para ayudar a otro. Pero…

Mientras Doyle dibujaba y explicaba la estrategia en el campo de batalla, Riley se levantó para servirse otra copa y miró a Sawyer mientras untaba el gran costillar de cordero con las hierbas aromáticas y el ajo, y tal vez mostaza, supuso.

—Eso huele realmente bien.

—Un par de horas macerando con esto —metió el costillar en una enorme bolsa de plástico y vertió aceite de oliva dentro— y sabrá aún mejor —prometió mientras giraba la bolsa para cubrir la carne.

—Nos engañó —le dijo a Riley y después se lo repitió a los demás—. Nerezza nos engañó y por eso la subestimamos. Lección aprendida.

—Esto es algo valioso. —Bran señaló los dibujos—. Y también lo será el entrenamiento con el que creo que Doyle nos va a machacar.

—Empezando ahora.

—¿Ahora? —Riley estuvo a punto de atragantarse con la aceituna que se había metido en la boca—. He bebido —señaló.

—Y si ahora nos atacaran, habrías bebido. Hemos de saber dividirnos en equipos. Eso es algo que ya hemos trabajado, pero hoy se ha ido a la mierda. Así que practicaremos hasta la saciedad.

—¿De cuánto tiempo dispones antes de que tengas que seguir con la preparación de esa comida? —le preguntó Bran a Sawyer.

—Dispongo de una hora.

—Pues entonces una hora. —Se levantó y tiró de Sasha para que se pusiera en pie—. Después necesito otra hora para mí con el cuadro.

Entrenaron. Riley detestaba admitir que Doyle tenía razón, pero necesitaban hacerlo. Quizá fuera extraño pensar y sentir que las batallas con las fuerzas del mal se habían vuelto una especie de rutina, pero dado que casi le habían derrotado miserablemente, tenía que reconocer eso como parte del problema.

Se había vuelto descuidada y no estaba sola.

Cuando Doyle dio por terminado el entrenamiento, Riley se escabulló. No para ponerse con los libros, sino para sucumbir a la recuperación. Se tumbó en el sofá de la biblioteca de la torre, con el fuego crepitando, y se echó una muy necesaria siesta.

Con las pilas recargadas, regresó a la cocina y le envolvieron los maravillosos aromas a carne asada y patatas.

—En el momento justo —le dijo Sawyer—. El cordero está reposando. Comemos en diez minutos.

Al echar un vistazo reparó en que Annika ya había puesto la mesa. Había hecho una novia y un novio con el salero y el pimentero, confeccionando una cola con una servilleta de lino blanco para Sasha y una pajarita con un lazo negro para Bran. Incluso había creado una pérgola de flores sobre ellos.

—Qué bonito —declaró Riley.

—Ella sí que lo es. He pensado en la aguamarina.

—¿Uh?

—Para un anillo. Para Anni.

—Ah. Porque representa el mar. Precioso, Sawyer.

—¿Por casualidad no sabrás dónde puedo conseguirla…? La piedra. Solo la piedra. Se me ha ocurrido que Sasha podría ayudarme a diseñar un anillo y que a lo mejor Bran podría… —Meneó los dedos.

«Qué bonito», pensó de nuevo.

—Haré unas llamadas.


Disfrutaron de su cena de celebración, con la decoración nupcial de la mesa y con champán. Doyle habría preferido cerveza, pero imaginaba que algunos momentos merecían burbujas.

No hablaron de la guerra, sino de bodas, y dado que era un hombre que había vivido como soldado muchas vidas, también sabía que había momentos en los que había que dejar la sangre y las batallas a un lado y disfrutar todo lo posible del amor y la vida.

Tal vez tampoco tuviera mucho que decir, pero sus compañeros no parecían necesitarle, ya que la conversación no decayó en ningún momento.

—¿Te casarás conmigo aquí? —preguntó Bran—. ¿Cuando hayamos devuelto las estrellas y nuestras vidas vuelvan a ser nuestras?

—¿Aquí? No se me ocurre un lugar más perfecto ni más hermoso. Mi madre…

—La traeremos y mi familia vendrá en tropel, créeme.

Móraí. —La idea encantó a Annika—. Puedo enseñarle las bufandas que he hecho. Pero…

—Te preocupa que no puedas venir, que hayas regresado al mar —dijo Sasha—. ¿Bran?

—Te haré una piscina —prometió—. Si tu tiempo en tierra se termina, tendrás una piscina y participarás en el día.

—¿Harías eso por mí?

Bran le asió la mano y le besó los nudillos.

—Eres mi hermana.

—Y la mía. Riley y tú lo sois. Así que seréis mis damas de honor. Lo haréis, ¿verdad?

—No podrías impedírnoslo, ¿verdad, Anni?

—Oh, estaremos encantadas de ser tus damas de honor. ¿Eso que es?

Riley se sirvió más patatas mientras que Sasha rompía a reír.

—Como ayudantes. Es una tradición muy antigua…, que evitaré narrar.

Hizo caso omiso del aplauso de todos los sentados a la mesa.

—Pero para llevarlo al presente, prestamos apoyo a Sasha, ayudamos a hacer que el día sea perfecto para ella. Después nos vamos de fiesta.

—Eso me gusta muchísimo.

—Y aquí están mis padrinos, Doyle y Sawyer. Es muy parecido a lo que Riley y tú vais a hacer para Sasha.

—Puedes contar con nosotros, hermano. Puedes contar con que te vamos a preparar la mejor despedida de soltero de la historia, ¿a que sí, Doyle?

—¿Te despedirás? —preguntó Annika.

—Las despedidas de soltero son una excusa para que el novio y sus amigos beban hasta emborracharse y contraten chicas que hacen estriptis —le explicó Riley.

—Tiene demasiada clase para contratar a chicas que se desnudan —protestó Sasha.

—No, no la tenemos. —Y Doyle se sirvió más champán.

—Nosotras tendremos nuestra versión —le aseguró Riley.

—Harás algunas llamadas —supuso Doyle.

—Tengo algunos contactos.


Bran esperó hasta que la fiesta terminó.

—Me gustaría que todos os reunierais conmigo afuera dentro de una hora. Para una especie de ceremonia, podría decirse. Necesitaréis vuestras armas.

—Si se trata de otro entrenamiento después de esa comida… —Riley gruñó mientras se levantaba de la mesa.

—Es otra cosa. Dentro de una hora —repitió Bran—, junto al rompeolas.

Riley dedicó casi la hora entera a hacer esas llamadas y después se guardó el móvil para ir a por armas. Dado que Bran no había especificado, decidió cogerlas todas.

Cuando Sawyer entró en la sala de estar reconvertida en armería, Riley se dio cuenta de que había tenido la misma idea.

—Pensaba buscarte después de bajar la primera tanda.

—No es necesario que me busques y, estando los dos, podremos hacerlo en un solo viaje.

—Y hablando de viajes —dijo cuando se cargó al hombro el rifle de larga distancia—. Tengo una fuente para tu aguamarina.

—¿Que…? ¿Ya?

—Entrega a domicilio. Bran no ha dicho nada sobre munición, pero… —Se metió cargadores extra en los bolsillos.

—Espera. ¿Dónde? ¿Cómo?

—Pues es que conozco a un tío que conoce a una chica cuya familia tiene una joyería en Dublín. Además de vender, elaboran y diseñan, así que tiene piedras sueltas.

—En Dublín.

—Sí, en la otra punta del país, pero no creo que eso sea problema para un viajero como tú. El tío de la chica que conoce el tipo puede tener algunas piedras que mostrarte en un par de días. Si quieres que vayamos, podemos transportarnos allí, echar un vistazo, y volver.

—Si, yo… no esperaba que fuera ahora.

—Tú decides, vaquero.

—Cierto. Yo decido. Me apunto. ¡Guau!

—Bien. Cárgalas. A ver qué está cocinando Bran.

Riley se dio cuenta de que lo de cocinar no se alejaba mucho de la realidad, ya que Bran tenía un caldero suspendido sobre el suelo. El cuadro del escudo de armas de Sasha flotaba encima de este.

—Has empezado con el espectáculo sin nosotros —dijo Riley.

—Aún no habéis visto nada. —Bran miró su alrededor cuando los demás cruzaron el jardín—. Hemos hablado de la unión. Hemos mostrado nuestra unión. Sasha nos ha dado un símbolo de unidad. Si estamos todos dispuestos, aquí vamos a dar un paso más.

—Estamos contigo —repuso Sawyer sin más—. Todos.

Riley asintió.

—Esas son las palabras de todos.

—Entonces aquí trazo el círculo. —Cogió un athame de su cinturón y con él apuntó hacia el norte, el sur, el este y el oeste—. En esta tierra, en esta hora, lanzamos nuestra luz, elevamos nuestro poder. Que arda el fuego, que se agite el aire. —El fuego se encendió debajo del caldero. Se levantó el viento para iluminar el círculo de luz alrededor de los seis—. Contra el mal conspiramos para resistir en los malos o los buenos momentos. Que la tierra florezca, que el agua fluya. Que el sol y la luna derroten a la oscuridad, pues contra la oscuridad probamos nuestra voluntad. —Las flores salieron disparadas del césped dentro del círculo. Agua azul y pura brotó de la nada para verterse dentro del caldero—. Parientes somos, por sangre y de corazón. Como un solo ser o por separado. Este símbolo creamos, nuestra unión celebramos.

El aire crepitó. Riley lo sintió palpitar en su propia sangre, sintió a la loba dentro de ella abrirse al poder, a la descarnada belleza mientras Bran colocaba las manos por encima del caldero. Mientras las elevaba al cielo. En ellas había ahora dos viales, que emitían un blanco resplandor.

A su parecer, lo que de ellas se vertió era luz líquida.

La niebla se alzó y lo que se removía dentro del caldero emitió un zumbido.

—Esto me fue transmitido, de mano a mano, de magia a magia, de hijo a hija, de hija a hijo. —Bran sostuvo en alto el athame y después lo introdujo en el caldero—. Tu ballesta, fáidh.

Sasha se la entregó. Riley vio en sus ojos no solo el amor, la fe inquebrantable, sino también una gran parte del asombro que ella misma sentía.

Cuando Bran puso la ballesta en el caldero, se volvió hacia Annika, que sin mediar palabra le tendió los brazos. Él tomó los brazaletes y los añadió.

Con confianza ciega, Riley le dio a Bran sus pistolas, incluso el cuchillo que llevaba a la cadera. Sawyer hizo lo mismo y a continuación sacó la brújula.

—Deberías tomar esto también.

—¿Estás seguro? —le preguntó Bran.

—Sí. Pasó a mí, de mano en mano.

Tras añadirla, Bran se volvió hacia Doyle y tomó su arco.

—¿Me confías una vez más tu espada?

—A ti y a todos los presentes dentro de este círculo, pues en nadie más he confiado en trescientos años.

Por imposible que pareciera, Bran metió la espada en el caldero.

—Luchamos por la luz, con la voluntad de hacer el bien. Todo cuanto somos en cuerpo, mente y alma se une más allá de las estrellas que buscamos. En esta noche, por esta marca, somos un clan, y bajo este símbolo, unidos nos mantenemos.

El humo que desprendía el caldero se agitó y formó el símbolo del escudo de armas.

—¿Deseas que así sea?

En vez de responder, Riley asió la mano de Sawyer y a continuación la de Doyle. Y los seis se unieron alrededor del círculo.

—Entonces, por nuestra voluntad, que así sea.

La réplica del escudo de armas refulgió entre el humo, ardió en llamas y después descendió dentro del caldero.

Y todo quedó en silencio.

—¡Guau! ¿He oído amén? —preguntó Sawyer.

Riley exhaló una bocanada de aire.

—Amén, hermano. Tienes un talento del copón, irlandés.

—Bueno, se hace lo que se puede.

Bran sacó la espada de Doyle, la sostuvo bajo la luz de la luna. El escudo de armas estaba grabado en el acero, justo debajo de la empuñadura.

—Es nuestro —murmuró Annika—. Nuestra familia.

Bran sacó sus brazaletes y se los colocó de nuevo en las muñecas. Annika dibujó con los dedos los nuevos símbolos.

—Ahora son aún más bonitos.

—Y potencialmente más poderosos. —Bran le entregó las pistolas a Riley—. La fuerza reside en la unión y creo que eso se expandirá.

Sawyer cogió sus armas de mano y estudió los símbolos en las cachas, igual que en las de Riley.

—Es genial. —Y cogió su brújula, que ahora tenía grabado el escudo de armas—. Realmente genial.

Ya podía atacar, pensó Riley, y escudriñó el cielo. Ya podía atacar y poner a prueba al Clan de los Guardianes.