Capítulo 25
AQUEL sábado me levanté con el primer rayo de sol. Pocas fueron las horas de relajación y sueño que pude obtener con tantas cosas en mi cabeza, y la única manera de descansar era terminar con todo esto de una vez por todas.
Javiera seguía durmiendo y no quería despertarla. Le escribí una nota dejándole saber que me iba a hablar con Ethan y, después de absurdamente elegir un vestido veraniego corto, unas sandalias rojas y un chaleco de hilo, que según el comentario que me hizo un día mi amiga, me asentaba muy bien, me marché rápidamente de la casa. Parte de mí anhelaba que Ethan pudiera darse cuenta de que no era ningún patito feo y que si él no me apreciaba, iba a encontrar a alguien más que lo hiciera. Aunque después de aquella experiencia me tomaría años volver a confiar en un hombre.
Arreglada un poco más de lo normal, manejé rápido al hotel donde supuestamente encontraría a Ethan. Estacioné y, en compañía de los pájaros cantando, llegué a la entrada del lugar. Unas amplias puertas de vidrio se abrieron y un pasillo grande, moderno y con un agitado tránsito de ancianos, llamaron inmediatamente mi atención. Avancé un poco y, a mano derecha, detrás de los abuelos, que eran los únicos, aparte del personal, que rondaban el lugar, estaba el mesón de recepción.
A esa hora era obvio que el resto de los huéspedes dormían plácidamente esperando a que el sol terminara de calentar la mañana para entusiasmarse a salir a disfrutar de la piscina o los parques de entretenciones, sin embargo, yo no podía hacer lo mismo. No iba a disfrutar de nada ni de nadie más a menos que hablara con Ethan de una vez por todas.
—Buenos días, señorita. ¿Puedo ayudarla en algo? —me preguntó cordial el jefe de recepción.
—Buenos días. Busco a Ethan Scott —respondí, insegura, tragando saliva con dificultad al terminar de decir su nombre.
—¿La está esperando? —preguntó, mientras buscaba el nombre en uno de los tantos computadores que tenían en el largo mesón.
—Sí —respondí sin vacilar. Al fin y al cabo, en parte era cierto. Ethan me había buscado para hablar conmigo.
—Su nombre por favor.
—Allison Leyton.
—Lo llamaré a su habitación para avisarle que usted está acá.
Le di las gracias y esperé ansiosa su confirmación. No estaba segura de querer subir a su dormitorio, pero tampoco era buena idea quedarme ahí a discutir enfrente de los abuelos y del personal que daba vueltas a esa hora.
—Señorita Leyton, el señor Scott dice que suba por favor. Su habitación es la 682.
—Muchas gracias —retrocedí y, con la cabeza gacha, observé el pasillo de cerámica que llevaba al ascensor. Ése era el camino que me llevaría a la verdad. Di un paso y después lo retrocedí.
—El ascensor está a su derecha. ¿Hay algo más en que pueda ayudarla? —preguntó, gentil, el recepcionista que me había atendido hace uno segundos.
—No, gracias —exclamé, avergonzada. Podía caminar por mí misma y encontrar el elevador, era sólo que sabía a dónde me llevaría eso.
Frente al ascensor, presioné el botón de llamado, mientras le sonreía brevemente al par de abuelitos que pasaron por mi lado, dirigiéndose al comedor. Se abrió la moderna y lustrada puerta de aluminio e ingresé al elevador. Apreté el número seis e instintivamente chequeé mi aspecto en los enormes espejos. Me veía bien, con un poco de ojeras, pero bien. Aquel vestido mostraba mis largas y bronceadas piernas, gracias a las extensas horas que había pasado en los patios de la universidad, estudiando. Limpié mis lentes con la punta de mi vestido y, después de con un pequeño apretón en las mejillas para darles color, me bajé en el sexto piso con el pecho apretado, pero en alto.
A paso lento fui leyendo cada número de habitación hasta dar con la 682. Iba a tocar a la puerta, cuando Ethan abrió apresurado, vistiendo nada más que sus jeans oscuros. Eso no era justo. Fue lo que primero se me vino a la cabeza al verlo tan majestuoso, con su pelo mojado y su torso desnudo.
—Allison, no sabes lo que me alegro de verte —sus ojos me escanearon rápidamente.
—Hola, Ethan. ¿Puedo pasar?
—Por supuesto. Perdón por el desastre, estaba durmiendo cuando me avisaron que estabas acá —me explicó al tiempo que pateaba sus zapatos fuera del camino y recogía una polera tirada que ubicó sobre una silla que había junto a un escritorio.
Estiró su cubrecama y me ofreció sentarme junto a él en la esquina de su cama. Al otro extremo de donde me señaló, me senté.
—Ethan, ayer hablé con tu hermana y me dijo que...
—Allison —me interrumpió, con voz preocupada—. Déjame por favor hablar primero. Sé que te debo una explicación. Más de una.
—¿Por qué me mentiste Ethan? ¿Alguna vez pensabas decirme que Vicky y tú tuvieron una relación? ¿Por qué tuviste que jugar conmigo? —exploté, interrogándolo. Tenía tantas preguntas, que sencillamente no pude aguantar quedarme callada y calmada, escuchándolo. Estaba furiosa y dolida, y no se merecía ni siquiera que lo escuchara, pero ahí me tenía, sentada sobre su cama, hipnotizada ante el hechizo que ejercía sobre mí, esperando a que me dijera su excusa.
—Lo siento mucho. Sé que te debería haber contado lo que tuve con Vicky... pero todo lo que pasó la semana pasada fue un enredo. Créeme que nunca he jugado contigo. De lo único que he pecado ha sido de no haberte dicho lo que alguna vez tuve con Vicky. Pero créeme que, desde que terminé con ella, nunca más ha vuelto a pasar nada —explicó Ethan, como desahogándose—. El domingo, después de ir a nadar con los manatíes, Vicky insistió en acompañarnos a la casa por un rato. Para entonces, mi hermana estaba ahí y le dije a Kely que tomaría una ducha antes de ir a verte. Ahí comenzó todo. Mientras yo me duchaba, sin yo saberlo, Vicky le pasó plata a mi hermana para que fuera a comprar unas pizzas, cosa de que nos quedáramos solos. Allison, tienes que creerme. Entre Vicky y yo no pasó absolutamente nada.
Su mirada estaba tensa y su voz, decaída, como si le preocupara lo que yo estuviera pensando mientras lo escuchaba.
—¡No me mientas más, Ethan! La vi en tu dormitorio con ropa interior. Además, cuando llegué, sin que ella supiera que yo estaba ahí, Vicky te dijo que te iba a encantar y tú le respondiste que les iba a encantar. ¿Por qué no me dices la verdad de una vez por todas?
—¡Porqué ésta es la verdad! —exclamó, frustrado y preocupado—. Cuando Vicky me dijo que me iba a encantar, se refería a un paseo que estaba planeando de nuevo, pero para ir a nadar con delfines. A un paseo que estaba seguro, le iba a gustar tanto a ella como y a ti, y al resto del grupo que teníamos pensado invitar.
Se acercó unos centímetros, con su rostro nervioso, y debía estarlo, por que hasta ese minuto yo seguía sin entender muchas cosas.
—Mírame —ordenó tiernamente mientras estiraba sus manos para alcanzar las mías pero, yo en vez de acercarme a él y caer en su trampa de cara de pena, me levanté y arranqué a la silla que estaba cubierta de ropa, mientras debatía entre seguir ahí y escuchar más, o irme—. Allison, por favor déjame terminar de explicarte. Quiero que sepas toda la verdad, pero prométeme que no te vas a ir sin antes dejarme terminar de contarte todo.
Respiré hondo y fijé mi vista en sus tristes y afligidos ojos. Me había prometido que lo iba a odiar o perdonar, y necesitaba escuchar todo para saber cuál de aquellas opciones tenía que tomar. Olvidarme de él se veía casi imposible y lo amaba demasiado como para poder odiarlo, así es que, rogando para que pudiera perdonarlo, me senté con el pecho apretado y la respiración agitada, tratando de ser fuerte para no llorar con lo que fuera que me iba a confesar.
—Vicky y yo estuvimos saliendo un tiempo, me enamoré, me engañó, y desde entonces no volvió a pasar nada más con ella. Dejamos de salir y entonces fue que me mudé a vivir con mi hermana. Estuve mal, Allison, no confiaba en nadie, y si salía con alguna mujer, era para divertirme un rato y nada más —agachó su cabeza, triste, y luego me miró de nuevo a los ojos—. Supongo que se podría decir que era un fresco pero, con la ayuda de Kely, cambié. Ella no terminó ninguna relación con ningún cretino, si no que fui yo el que tuvo una relación con un mal final, y mi hermana fue la que insistió en que viviera con ella por un tiempo. No te dije eso antes porque, cuando me preguntaste por qué vivía con Kely, recién nos estábamos conociendo. No tenía la confianza para decirte la verdad y lo siento, porque ahora sé que debería haberte contado esto cuando empezamos a salir —se rascó la cabeza, compungido—. El asunto es que, cuando Kely vio que yo ya estaba bien y que había superado lo de Vicky, mi hermana dejó que su amiga volviera a su vida y ya que yo vivía con Kely, Vicky volvió a la mía. Pero te juro que para mí volvió como una amiga que tuve que aprender a perdonar si es que quería seguir adelante.
—¿Pero y cómo explicas lo de ella en tu dormitorio semidesnuda? ¿Y qué pasó con ese tipo con el que te engañó? ¡Nunca lo he visto!
—No duró nada con ese tipo, y respecto a Vicky en mi cuarto, fue idea de ella, yo ni siquiera sabía que estaba así, yo estaba en la ducha. Allison, el problema es que al parecer ella no ha podido olvidar lo nuestro y, cuando vio cómo te miraba y lo mucho que me gustas, sus celos le hicieron hacer estupideces como desnudarse en mi dormitorio. Cuando salí de la ducha y la vi volver del living, le pregunté que quién había cerrado la puerta y que porqué estaba así, semidesnuda, en mi cuarto. Después de un rato de evadir a mi pregunta, me dijo que habías ido a saludarme y que ella te había dicho de lo nuestro que, como te decía, fue en el pasado. Allison, lamento no haberte contado acerca de ella y lo que tuvimos, pero créeme que no volverá a interponerse entre nosotros.
Mi boca estaba seca y mi mente confundida. ¿Qué había encontrado en mí que en otras mujeres no? ¿Cómo podía ser que me mirara tan distinto como para yo haber puesto celosa a su loca ex?
—Ethan, no sé qué decir —susurré, sincera. Estaba sin habla.
—Dime que me perdonas por no haberte contado la verdad sobre Vicky y yo desde un principio, y que me vas a dar una oportunidad para demostrarte que de verdad no soy ese fresco de años atrás —Ethan se levantó de la cama, se acercó a la silla y luego tomé mi mano e intentó levantarme.
—Ethan, ¿estás seguro de que Vicky no volverá a intentar coquetearte y a traerte de vuelta a sus brazos? O sea ella es tan regia y...Vicky y yo no tenemos nada en común —negué con la cabeza, frustrada por no tener su figura y ese pelo aleonado enfurecido y atrevido que lograría sobre ventas si fuese modelo de revistas.
Ethan, con una mano en la mía y con la otra en mi espalda, me empujó suavemente hasta dejarme parada frente al espejo de su dormitorio.
—Lo sé porque le dejé claro que la única persona con la que quiero estar eres tú y le dije que, después de lo que te hizo, definitivamente ella dejó de existir para mí. Allison, ¿qué es lo que ves? —preguntó, observándome a través del espejo, con una mirada intrigada y penetrante.
—Yo, parada frente al espejo, con un vestido muy corto —respondí, tratando de procesar lo que acababa de decirme Ethan. “Quiere estar conmigo y no con ella”.
—¿Quieres saber lo que yo veo?
Sonrojada, sin siquiera imaginar lo que él tenía en mente, lo miré nerviosa por el reflejo del espejo.
—Veo a una mujer hermosa, delgada y esbelta, que tiene al desnudo unas espectaculares piernas. Su rostro es delicado, cálido, tiene unos labios magníficos, una nariz exquisita y elegante. Su mirada es penetrante, interesante y seductora y fácilmente podría hechizar a cualquier hombre que se atreva a mirarlos fijamente. Veo a una mujer entretenida, inteligente, y definitivamente muy sensual en la cama... y detrás de ella, a un hombre locamente enamorado.
Sin darme cuenta, me di vuelta y besé a Ethan apasionadamente en los labios. Puso sus brazos en mi espalda y yo colgué los míos sobre sus hombros. Abrazada a él, era justo el lugar en que buscaba cobijarme durante la semana que estuvimos separados. Era el nido perfecto para mi cuerpo y mi corazón exaltado. No entendía por qué ni cómo había logrado que un hombre como Ethan se fijara en mí, pero estaba demasiado feliz de que eso hubiera ocurrido, como para analizarlo más de la cuenta. Lo amaba y haría lo posible porque él siguiera amándome también.
Ethan me separó un segundo de sus labios, me sacó los lentes, me soltó con cuidado el cabello y luego, con sus ojos fijos en los míos, me acarició tiernamente por detrás de la oreja.
—¿Sabías que también eres peligrosa? Nunca sé que esperar de ti. Me tienes loco, Allison. Estoy loco por ti como nunca antes lo había estado por nadie —susurró Ethan y luego se lanzó sobre mis labios apasionadamente, logrando elevar rápidamente mi temperatura—. Prometo que trataré de ser tu hombre perfecto.
Con dificultad, paré sus besos que me tenían en las nubes y exclamé, enamorada: Ethan, no quiero que seas perfecto. Nadie lo es, definitivamente yo no lo soy. Sólo te pido que no me ocultes nada más y que me perdones a mí por no haberte querido escuchar antes. Fui una cobarde. Pero el hecho de perderte me tenía paralizada. No sabes lo mucho que te he echado de menos, en especial he extrañado tus guiños coquetos que me vuelven loca. Te amo, Ethan Scott, creo que desde el primer día en que te vi te he amado —confesé, coqueta, liberando mi extrovertida y atrevida yo—. Chico fresco, estoy tan feliz de que seas todo mío —lo abracé nuevamente y, avanzando junto hacia su cama, nos dejamos caer envueltos en besos y abrazos.